POLITICA
El Gobierno atrasa definiciones sobre la reforma del Estado y pone la mira en la votación de la Ley Bases
El Gobierno atrasa definiciones sobre la reforma del Estado y pone la mira en la votación de las modificaciones de la Ley Bases y el paquete fiscal en la Cámara de Diputados.
El Ejecutivo sostiene que llegó a un acuerdo con los jefes de bloque y gobernadores de la oposición aliada para insistir con el proyecto original de Ganancias, Bienes Personales y privatizaciones, que incluye a Aerolíneas Argentinas, el Correo y Radio y Televisión Argentina.
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El jefe de gabinete, Guillermo Francos, se reunirá este martes con los mandatarios Maximiliano Pullaro (Santa Fe), Claudio Poggi (San Luis), Marcelo Orrego (San Juan) y Gustavo Valdés (Corrientes) para avanzar en convenios de obra pública.
La Casa Rosada reactivó en mayo los proyectos financiados por Nación tras el reemplazo de Posse por Francos como ministro coordinador y la llegada de la Ley Bases al Senado. Se comprometió a terminar rutas nacionales, cloacas y puentes con alto grado de avance, más allá de cederles algunas obras a las provincias.
El Gobierno espera la votación de ambos proyectos para fijar una fecha para el Pacto de Mayo y publicar un decreto que le dé estructura de organismo oficial al Consejo de Mayo, que cumpliría la función de realizar proyectos de ley con base en los diez puntos que el Presidente les ofreció firmar a los gobernadores.
Incluiría una autoridad de Nación -que sería Francos-, y un representante de cada sector: provincias, diputados, senadores, empresarios, sindicatos y asociaciones civiles. Se espera que trabajen en julio para tener las reformas terminadas en agosto.
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Milei posterga en paralelo la reunión con el expresidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, para definir las condiciones de su ingreso al gabinete, que se daría luego de la promulgación de Bases. Hubo dos encuentros previstos para la semana pasada y fueron cancelados.
El Presidente atrasa la designación del autor del DNU 70/2023 porque no se ponen de acuerdo en la estructura bajo la que llevaría a cabo la reforma del Estado y la desregulación de la economía. El primer mandatario dijo en la reunión de gabinete del martes que lo iba a definir junto con Francos, pero no prosperó y se fue al exterior.
Se desató una interna en el Gobierno por la cantidad de atribuciones que Milei le daría a Sturzenegger. Hubo un ruido en el equipo económico del ministro Luis Caputo y diferentes sectores de la Casa Rosada tomaron posición.
Las opciones del Presidente son: entregarle un Ministerio de Modernización -similar al de Andrés Ibarra en la presidencia de Mauricio Macri- o crearle una secretaría de Estado ligada a Presidencia, que incluiría las áreas de Simplificación del Estado y Transformación del Estado y de la Función Pública.
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Sturzenegger trabajó desde el inicio de la gestión en una oficina del sector este de la Casa Rosada. Redactó el DNU 70/2023 y produjo la Ley Anticasta junto a una serie de desregulaciones que el oficialismo llama “Ley Hojarasca”.
La mesa chica del Ejecutivo le da un lugar central a la reforma del Estado y al avance de las privatizaciones de las empresas públicas que entraron en Bases. Forman parte de la segunda etapa de gobierno que Milei tiene planificada para intentar reactivar la economía, junto al Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI). Queda postergado por el momento el nuevo lanzamiento de gestión.
Gobierno, Ley Bases
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El capitalismo despliega sus alas
La burguesía logró controlar las insurrecciones y aun cuando en algunas partes debieron ceder ante ciertos y acotados reclamos republicanos y democráticos, pocos meses más tarde la rebelión sólo era una vieja pesadilla y persistía exclusivamente en aquellos lugares donde las demandas se vinculaban más con cuestiones de identidad nacional que con una lucha de clases. En esta época los países industriales incrementaron su producción en forma extraordinaria y ampliaron sus mercados acompañando la dinámica del capital, la cual sugería una lógica de intercambio cada vez más global.
Muchos países europeos no industrializados hasta ese momento comenzaron a adoptar patrones tecnológicos de los países pioneros en la industria y en muchos casos transitaron un camino sostenido de industrialización. Otras regiones, en cambio, se integraron a la economía internacionalizada por su características subsidiarias respecto de las necesidades de las naciones industriales. América Latina y Canadá, Nueva Zelanda, Australia, entre otros, se enmarcaron en ese tópico como productores de materias primas en un mundo donde la especialización productiva fue la variable más predominante. Mayores exportaciones y libertad de empresa fueron la fórmula de la consolidación del orden capitalista.
La propiedad de las industrias generalmente coincidió con las familias que le habían dado origen, como los Dollfus, los Koechlin, los Krupp, los Rothschild, los Forsty, considerados como ejemplos a emular en un mundo abierto al talento. Y es que eran las habilidades para hacer negocios las que abrían las puertas al éxito. El capital inicial podía dar un mejor handicap a la hora de iniciar la empresa pero no constituía un elemento excluyente. Aun así la procedencia social de estos hombres emprendedores era la clase media.
Estos individuos se creían a sí mismos dotados de dones especiales para la vida empresarial y consideraban justificadas sus ganancias en razón de sus propios méritos. Lejos estaba de sus conciencias considerar que existiera explotación alguna hacia los obreros de sus talleres o industrias y menos aún que el estado hubiera generado condición alguna para la acumulación del capital.
En el razonamiento burgués, los obreros se circunscribían a dos categorías: los buenos trabajadores que consustanciados con la esencia misma de la empresa la sentían como propia y no escatimaban esfuerzos para aumentar su productividad y eficiencia; y el resto –la mayoría– ociosos empedernidos que eran parias inútiles para la sociedad, y a los cuales sólo la inanición y la coerción los obligaba a desempeñar, de mala gana, su tarea. Por supuesto, que los primeros aglutinaban a los trabajadores calificados, con salarios diferenciales y cuyos saberes eran esenciales en el proceso de producción, mientras que los segundos eran un conjunto de trabajadores no calificados –peones, auxiliares, maestranzas, cargadores, jornaleros– con salarios muy reducidos, condiciones laborales insalubres y jornadas interminables.
Estos últimos podían ser fácilmente reemplazables, pero igualmente este asunto siempre preocupó a los empresarios. Seguramente, porque la mayoría de este proletariado constituía la primera generación familiar de asalariados urbanos y en consecuencia no se habían consolidado las prácticas culturales y sociales en las familias, sobre las rutinas de la vida capitalista.
De hecho, durante mucho tiempo, en algunos países algunos trabajadores urbanos mantuvieron sus mecanismos de subsistencia alternativos a través del cultivo en quintas domésticas. La acelerada urbanización, que para los sectores pobres significó hacinamiento, fue destruyendo estas prácticas. La permanencia de antiguas tradiciones no era propiedad exclusiva de la clase trabajadora; la ascendente burguesía, si bien parecía pronta a disfrutar de los beneficios que le obsequiaban los nuevos tiempos, era más reacia a los cambios culturales en el interior del seno familiar. La unidad doméstica se concebía como la familia tradicional, nuclear, monogámica, y donde los roles masculinos marcaban una gran superioridad respecto del resto de los miembros.
Las costumbres religiosas, lejos de distenderse, se fortalecieron y los valores morales rigurosos fueron la idiosincrasia de los estratos medios y altos. El recato, la austeridad y el conservadurismo marcaban desde el nacimiento a estos hombres, por lo menos como puesta en escena para sus relaciones sociales. En la práctica, la hipocresía era el signo de una clase dominante que no quería legitimar en público las prácticas que despreciaban de sus subordinados. Una vida abocada al esfuerzo, el trabajo y a la familia no podía destruirse por alguna debilidad considerada natural para un hombre que se preciara de su condición. El éxito en el ámbito de la sociedad civil –y particularmente en el mundo económico– podía obviar estos detalles.
Esos límites laxos se contraponían con la férrea ideología que profesaron estos hombres con una unanimidad que difícilmente volvió a observarse en el siglo XX, aunque tal vez un espectro de este consenso se reprodujo en los últimos 30 años, con la globalización y irrupción de la ideología neoliberal. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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