POLITICA
El Gobierno le recorta subsidios a obras sociales irregulares y favorece a las de los grandes gremios
El Gobierno, a través de la Superintendencia de Servicios de Salud, modificó ayer la fórmula con la que se asignan subsidios automáticamente a las obras sociales. ¿La razón? Ir contra las cajas de los sindicatos que operan, según las indagaciones que realizó el área en los últimos meses, como “sellos de goma” para percibir fondos y nunca rendirlos. Según fuentes oficiales, son 84 obras sociales a las que se les recortó una porción del dinero que tenían que recibir este mes. La contracara de esta decisión, es que por ello se ven beneficiadas otras prestadoras médicas como Camioneros, Uocra, Sanidad y Petroleros.
La política y la economía salen del freezer
Entre las afectadas están la del Personal de Dirección de la Empresa Subterráneos de Buenos Aires, con la que ha habido conflicto por paros reiterados; la de taxis de la Ciudad de Buenos Aires; la de Actores; la de Farmacéuticos Y Bioquímicos; la del Personal de Cementerios de la República Argentina; la de Portuarios Argentinos y la del Personal de Escribanos, entre otros. El listado, sin embargo, contiene asociaciones de empresas y no solo de gremios.
La otra consecuencia del recorte es que las obras sociales con más afiliados, como Camioneros, Sanidad, Petroleros, Uocra, entre otras, recibirán más subsidios por mes. Por ejemplo, el gremio de los Moyano pasará de cobrar originalmente $152.774.450 a $172.062.894, un 12% más, y la que dirige Gerardo Martínez, $503.647.887,01 a $610.654.690,97, un 21% adicional.
Esto se debe a que la decisión modifica el programa Subsidio de Mitigación de Asimetrías (SUMA), que se repartía en un 80% proporcionalmente de acuerdo a los afiliados, pero un 20% en una suma fija, por lo que a las obras sociales de mayor tamaño, el monto no les representaba una gran porción de sus ingresos, pero en el caso de las de menos de 5000, era la mayor parte de su flujo mensual. Además, estas percibían una compensación económica, a través del Fondo Solidario de Redistribución (supuestamente destinado a medicamentos de alto costo, tratamiento de discapacidades y prestaciones complejas), si lo que recibían por afiliado era menor al promedio de lo que recibían por afiliado en todo el sistema. A partir de ahora, el 100% de la distribución se hará por cantidad de afiliados. Esto significa que estas obras sociales continuaran recibiendo subsidios, pero menos dinero.
Lo que las distingue es que tienen menos de 5000 afiliados. El oficialismo dejan trascender que consideran que la gran mayoría estaban armadas solamente para recibir los subsidios y que no crecían en cantidad de usuarios porque la fórmula vigente beneficiaba desproporcionadamente a las más pequeñas. La Superintendencia auditó entre dos y tres obras sociales por semana y que encontraron múltiples irregularidades generalizadas, según informaron a LA NACION fuentes oficiales.
La idea es con esta medida solucionar la desproporcionalidades, pero en el mientras, continuar las auditorías y que, donde se identifique una irregularidad, se solicite la documentación necesaria, independientemente de la cantidad de afiliados.
Las anomalías incluyen, pero no se limitan, a falta de rendición de cuentas, ausencia de cartillas para los afiliados, inconsistencias o una baja cantidad de contratos para prestar servicios, deficiencia o carencia de los mismos, inexistencia de vínculos con prestadores y sospechas alrededor de quiénes recibían los subsidios, más allá de una general falta de transmisión de información a la entidad regulatoria. Hay una obra social que ya fue intervenida. Se trata de la Obra Social del Personal de la Industria del Fósforo, Encendido y Afines (OSPIF). Se debe a que, entre otras cuestiones, identificaron que los fondos se depositaban directamente en la cuenta bancaria del gremio. Ni siquiera entraban vía la obra social, que debía prestar los servicios.
Por ejemplo, la obra social del Personal de Prensa de Bahía Blanca (con 279 afiliados), iba a recibir $4.767.927,61 con el cálculo anterior y ahora percibirá $295.447,84. “Eran un curro para cobrar subsidios del Estado”, dicen desde la Superintendencia. Destacan que se trataba de un premio a la ineficiencia, desde su visión, y que generaba una injusticia con el resto de las obras sociales.
En promedio, estas 84 obras sociales debían recibir $24.448.850,10 antes de este cambio. Ahora, la media será de $2.588.585,03, casi una décima parte. Un estudio del listado da cuenta de que pese a que las transferencias eran automáticas y el cálculo regía para todos igual, hay números que no cierran. Por ejemplo, dos obras sociales (la de Prensa de Bahía Blanca y una llamada Cabot Argentina) tienen casi la misma cantidad de afiliados (279 y 272), pero la primera iba a recibir casi $4.8 millones y la segunda, un poco más de $230.000.
En los primeros meses del año se estudió esta situación, en mayo no se repartieron subsidios y en junio, aplicaran esta nueva fórmula. Explicaron, además, que no se recortaran los montos totales, sino que se trata de una redistribución. Las de menos de 5000 iban a percibir $2.053.703.408,65 en conjunto, y ahora solamente $217.441.142,25.
POLITICA
Engañó a más de 60 museos de Estados Unidos donando obras que en realidad eran falsas y jamás fue condenado
Uno podría pensar que detrás de toda gran estafa las principales motivaciones son ganar grandes sumas de dinero, alimentar aquella hambre de poder o la codicia sin límites. Sin embargo, y para sorpresa de muchos, esto no es verdad en algunos engaños que marcaron la historia o —para ir a menor escala— ciertos mercados y negocios. Entre los casos más notorios está el de Mark Augustus Landis, un criminal de cuello blanco que engañó a más de 60 museos de Estados Unidos al donar obras falsas.
Quién es Mark Landis y por qué se hizo famoso
Originario de Virginia, durante gran parte de su vida Mark Landis vivió en varios países del mundo ya que su papá —quien era parte de la marina norteamericana— era constantemente trasladado a distintas bases. Regresando a Estados Unidos e instalándose en Mississippi en 1968, a los 17 años su papá murió después de un año de luchar contra el cáncer, lo que le ocasionó una fortísima crisis de salud mental. Internado en el Hospital de Kansas, allí fue diagnosticado con trastornos esquizofrénicos, paranoides y psicóticos y comportamiento catatónico.
Estudiando artes plásticas en el Art Institute of Chicago y, más tarde, en San Francisco, junto a varios compañeros de curso trabajó en la recuperación de obras de arte y a mediado de los 80 decidió comprar su propia galería. Esto no resultó para nada bien, ya que fue una muy mala inversión que lo hizo perder todo su dinero. Empujado por las deudas, en 1988 volvió a mudarse a su casa materna (donde su madre vivía con su nuevo marido, James Brantley).
Sin embargo, su carrera como falsificador había iniciado muchísimos años antes. Como él mismo lo cuenta, de chico, engañaba a sus amigos creando copias de estampillas coleccionables e intercambiándolas por reales. Sus primeras pinturas falsificadas datan de la primera parte de la década de los 80 cuando falsificó obras del artista Maynard Dixon (conocido en el mundo del arte por sus pinturas dedicadas a escenas del clásico oeste norteamericano), las cuales donó a un museo en California como “homenaje a su padre fallecido”.
La escala de sus estafas y los datos sorprendentes de su accionar
Tomando valor después de que sus primeras obras fuesen aceptadas y eligiendo museos pequeños que no tuviesen los equipos necesarios para lograr identificar si una obra era real o falsa, la operación de Mark Landis duró más de 20 años y una gran cantidad de instituciones fueron víctimas de sus engaños. Tan grande terminó resultando su extraño accionar que hasta donó la misma pintura (todas falsas, obviamente) a seis diferentes museos de Estados Unidos.
Fue recién en 2007 que varias de sus obras empezaron a despertar sospechas de los equipos y curadores de los museos. El primero de ellos fue en el Museo de Arte de Oklahoma City cuando Landis ofreció donar una acuarela de Louis Valtat, una escena portuaria de Paul Signac, un autorretrato de Marie Laurencin, un óleo de Stanislas Lépine y un dibujo de Daumier.
Matthew Leininger, quien trabajaba en la institución, las investigó y descubrió que estas habían sido ofrecidas al Museo de Arte SCAD y que la persona detrás de ese ofrecimiento era la misma. Lo que no se imaginaba era que este caso sería solo la punta del iceberg, ya que seguiría investigando y descubriría que el supuesto donante ya había engañado a a más de 60 museos en 20 estados y utilizaba diferentes pseudónimoc como Stephen Gardiner, el padre Arthur Scott (un sacerdote jesuita), James Brantley (su padrastro), Mark Lanois, Martin Lynley y John Grauman. Manteniendo el caso confidencial, envío un alerta a otros museos para que se mantengan atentos.
Tres años más tarde, el padre Arthur Scott donaría a Paul and Lulu Hilliard University Art Museum la supuesta obra de Charles Courtney Curran. Sin embargo, al ser analizada con rayos ultravioletas, rápidamente descubrieron que se trataba de una copia: los colores se veían raro y hasta se notaban rastos de una fotocopia que había sido utilizada como guía para la pintura. A finales de ese año, fue el diario especializado The Art Newspaper el que escribió un artículo súper detallado del caso y exponiendo la verdadera identidad de Mark al público general.
¿Qué pasó con Mark Landis?
Lejos de frenar con sus donaciones, hasta el 2012 se registraron nuevos intentos de Mark de regalar sus falsificaciones a diferentes museos de Estados Unidos. Pero quizá el punto más sorprendente de este caso es que donar obras falsificadas no es un crímen y Landis no tuvo que cumplir ninguna condena o pago de multa ya que —técnicamente— no rompió ninguna ley al no ganar ningún dinero a partir de esas obras falsificadas ni intentar hacer reducción de impuestos debido a sus donaciones (accionar que sí podría haberlo puesto bajo la lupa de crímenes federales).
Lo que es aún más divertido de esta historia es que si bien muchos museos intentaron ocultar que habían sido víctimas de un estafador de cuello blanco, en 2012 el director de DAAP Galleries en la Universidad de Cincinnati creó una exhibición que recopila 60 de las obras de Landis (quien hasta donó el traje que utilizaba para interpretar a una de sus identidades, el padre Arthur Scott) en la búsqueda de crear conciencia sobre este tipo de accionar. La tituló “Faux Real” (Falso Real).
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