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POLITICA

El pan que mejora la digestión y regula la glucosa en sangre

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Una manera distinta de hacer pan gana terreno entre los panaderos, foodies y los devotos de la movida fit. Se trata de una receta que si bien no es nueva, cobró furor durante la pandemia. Atrás quedaron la levadura y las harinas industriales para darle lugar a procesos de fermentación natural que prometen ser muy ventajosos para el organismo en tanto que mejoran la salud intestinal y previenen el envejecimiento celular. Así, la masa madre se impone como una alternativa saludable a la hora de consumir panificados.

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Desde la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos, revelan que esta preparación tiene que ver con una fórmula ancestral, descubierta por accidente en el 2000 antes de Cristo por los egipcios. Se estima que su origen se debió fermentación de harina y agua que posteriormente fue cocinada hasta transformarse en pan. Con el tiempo, esta técnica se perfeccionó y cruzó fronteras.

Hoy, este descubrimiento continúa siendo elaborado y llama la atención por mejorar el sabor y la textura de los panificados y por el impacto positivo que tiene en todas las funciones del organismo. Tal es así, que se lo considera un especial aliado para aquellos que buscan bajar de peso, nivelar la glucosa en sangre y para los que son intolerantes al gluten.

Por su parte, Lucila Rosso, licenciada en Nutrición (M.N: 9757), explica que si bien la masa madre siempre existió, su reciente auge fue durante la cuarentena del Covid-19 debido a que el encierro “incentivó a mucha gente incursionar en la cocina”. Otra razón, según la especialista, es la creciente inclinación de la población hacia hábitos de nutrición consciente: “Hoy en día hay una gran preferencia por consumir alimentos con múltiples propiedades nutricionales que potencien la salud y la masa madre es uno de ellos”. (Podés acceder a recetas únicas de masa madre en Foodit, la plataforma con recetas curadas de LA NACION haciendo clic acá).

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La fórmula para crearla se genera a partir de la combinación de harina y agua “que se fermenta de manera natural gracias a que genera bacterias y levaduras que le dan forma y consistencia”, comenta Rosso. Y agrega que lo interesante de esta preparación es que no contiene aditivos químicos, que muchas veces se suelen usar en las mezclas tradicionales para que duren, pero que a larga pueden dañar la salud.

¿Qué beneficios aporta la masa madre a la salud?

Como el panificado de masa madre es un alimento totalmente natural y orgánico, los especialistas resaltan que ofrece múltiples beneficios. Su composición nutricional es de carácter noble. Media rebanada de pan contiene aproximadamente 160 calorías y 32 gramos de hidratos de carbono, un macronutriente que suministra energía y le da forma a los músculos.

En esta preparación, la fibra vegetal también está presente, en este caso en forma de prebióticos, microorganismos vivos que estimulan el crecimiento de las bacterias de la microbiota en el colon, y cuya función es “favorecer la salud intestinal y mejorar la digestibilidad, es decir, la forma en que nuestro cuerpo asimila el alimento”, precisa Rosso. En este caso, media rebanada de pan, tiene entre dos y cuatro gramos de fibra. Según un informe de la Universidad de Harvard, una mujer adulta de hasta 50 años, necesita una ingesta diaria de 25 gramos de fibra y un hombre, 38 gramos.

Por lo tanto, se recomienda el consumo de alimentos a base de masa madre a las personas que necesitan bajar de peso ya que, la fibra genera saciedad por un largo período de tiempo, es decir que inhibe el apetito. En paralelo, los especialistas lo consideran ideal para las personas intolerantes al gluten ya que como el proceso de fermentación es más lento, descompone completamente los carbohidratos y el gluten.

🍕 Receta de pizza Margarita con masa madre

A su vez, la presencia de micronutrientes cataloga a la masa madre como un panificado “estrella”. Es fuente de vitaminas del grupo B, que aportan energía, evitan la fatiga y el cansancio y actúan como antioxidante, por lo tanto previenen el envejecimiento de las células y los tejidos y potencian el sistema inmune y evitan el desarrollo de enfermedades crónicas, tumores e incluso resfríos.

Con respecto a los minerales, se destaca el potasio, que forma parte de la contracción muscular y que ayuda a mantener el ritmo cardíaco constante. Además, mejora la transmisión nerviosa y el funcionamiento de los riñones.

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Los panificados a base de masa madre son ideales para las personas que buscan bajar de peso y los que tienen intolerancia al gluten

El hierro es otro de sus componentes: “Se trata de un nutriente que transporta y almacena el oxígeno en el cuerpo y participa en la constitución de la hemoglobina, que son los glóbulos rojos”, menciona Gabriel Crincoli, licenciado en Nutrición y miembro del equipo de cirugía bariátrica y metabólica del Hospital Fundación Favaloro (M.N: 1645).

A esta lista también se suma el calcio, esencial para “fortificar y mantener vitales los huesos y dientes”, dice Crincoli y agrega que a su vez, este nutriente colabora en la contracción muscular y en la circulación de la sangre a través de los vasos sanguíneos.

Los especialistas destacan que también aloja magnesio, un componente que regula y equilibra el correcto funcionamiento del sistema nervioso y que participa en la formación de proteínas. Por último contiene zinc, que se encarga de fortalecer el sistema inmune, forma parte del crecimiento de las células y cicatriza heridas.

¿Cómo se prepara la masa madre?

El proceso es sencillo, pero requiere de tiempo y paciencia. Estefanía Beltrami, licenciada en Nutrición, cuenta que el primer paso es mezclar en un recipiente estéril -el ideal es un frasco mediano y ancho- la misma cantidad de agua tibia y harina, que tal como destaca la especialista, puede ser de cualquier cereal, aunque conviene que sea integral ya que, en sus cáscaras se encuentra la fibra y la levadura.

La preparación se realiza mezclando harina, agua y una cucharadita de azúcar

Tapar el recipiente con un trapo y dejarlo reposar durante 24 horas a temperatura ambiente y lejos de las corrientes de aire, que inhiben el efecto de la fermentación.

Al día siguiente se le vuelve a agregar más harina y agua: “Medio vaso de cada uno sin importar con qué cantidad se partió”, dice Rosso. Además, se le suma una cucharadita de azúcar que es la que impulsa el proceso de la fermentación: “Esta sustancia actúa de nutriente para las levaduras y acelera su desarrollo”, cuenta la experta. No obstante, hay que procurar no excederse ya que, en niveles mayores, interfiere en el desarrollo de las bacterias e inhibe el proceso.

Este método se repite durante tres a cinco días más. El indicio de que está listo lo da su aspecto cremoso y la formación de burbujas y de un líquido marrón que se acumula en la superficie de la masa, pero que hay que remover antes de utilizarla porque “contamina” el sabor del futuro panificado.

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Ahora bien, finalizado este proceso, cuando se la quiere utilizar para cocinar, hay que separar un pedacito de la preparación. El resto, que continúa en el frasco, tiene dos formas de conservarse: “Si se la va a seguir usando, tiene que volver a quedar tapada a temperatura ambiente. Por el contrario, hay que guardarla en la heladera”, remarca Rosso.

En cuanto a la diferencia entre la masa madre y una masa de pan clásica, Beltrami señala que en esta última se agrega levadura al preparado, lo que hace que el proceso de elaboración sea más rápido e industrial. Además, suele contener otros componentes artificiales como grasas y conservantes que “a fin de cuentas termina siendo un panificado menos nutritivo”.

Sin ir más lejos, la masa madre es la nueva “vedette” de las panaderías. Y si bien es una moda, hay que destacar que se trata de un producto noble y nutritivo.

POLITICA

De los trabajadores y los oprimidos a la lucha de los célibes involuntarios

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Parece mentira. Podría serlo. Quizá resulta una de tantas exageraciones de sociología inmediata. O de una operación de marketing para explicar lo inexplicable (suele ocurrir). ¿Una broma? Tal vez. ¿Un hecho rigurosamente incierto? Es probable. Como fuera, cada vez suena más fuerte el término “incels” para clasificar a un nuevo sujeto social y político de germinación perenne en los últimos años. Como alguna vez lo fue el trabajador (en el caso del peronismo), los oprimidos (en el caso de la izquierda), ahora se revelan los “incels” como una comunidad capaz de definir elecciones, agruparse digitalmente y de captar la atención de politólogos, foros sociológicos, antropólogos y, por supuesto, facciones políticas.

Con fascinación algo morbosa, algunas interpretaciones hablan de que los “incels” agrupan a trabajadores y oprimidos de toda clase social bajo una misma carencia o necesidad bastante extendida a nivel global. ¿Cuál? Pues… cómo decirlo… que no consiguen mantener relaciones sexuales. Un hecho absolutamente “extraordinario” puesto como antónimo directo de “poco convencional”. Una rareza social. El acrónimo “incels”, acuñado por una mujer canadiense en 1997, quiere decir “Involuntary Celibate” (Célibes Involuntarios). En efecto, quienes sufren esa privación lograron convertirse en el siglo XXl en una subjetivación social lo suficientemente potente como para elevar sus reclamos al nivel de la atención pública. Y como dice la famosa frase “donde hay una necesidad hay un derecho”, los “incels” alzaron su voz y consiguieron cierta relevancia en las bases de algunos partidos políticos como el ideario libertario. Aunque, hay que decirlo, ya son observados con interés por la vulgaridad de ese movimiento que hizo de la jactancia sexual algo doctrinario en los últimos tiempos. Ni en sus momentos más afiebrados J.G. Ballard hubiera imaginado una ficción distópica de este calibre. ¿Qué diría Ernesto Laclau en su teoría de los puntos de equivalencia, donde todos los reclamos pueden ser considerados iguales? No sabemos. Pero, el politólogo e investigador en la Universidad de Lisboa, Andrés Malamud, abordó la “lucha contra la opresión” de los “incels” en una entrevista:

“Muchos varones jóvenes heterosexuales se sentían cancelables. Pasaron a ser material descartable. Macho violador. Esto se ve en todos lados: en estudios en Corea del Sur hasta los Estados Unidos, pasando por Europa y América latina. Estos chicos aparecen sobre todo después de la cuarentena y la rebelión empieza en el mundo digital. Surgen tribus urbanas, los ‘incels’, los involuntariamente célibes, los chicos a los que las chicas no les dan bola: “virgos” diríamos hoy… Toda esa gente se rebela contra ese mundo que considera feminista y feminizado. El feminismo se transforma en el enemigo. Y tienen influencers que son profundamente misóginos, violentos y agresivos. Milei encarna muy bien ese espíritu y representa bien a esta gente”.

Por fuera de lo hilarante del tema, los “incels” suelen destacarse por el vómito diario de expresiones misóginas, hostilidades y la apología de la violencia hacia las mujeres en las redes sociales. Tienden a deshumanizar y responsabilizar a las mujeres y a los Estados por su fracaso por la falta de interacciones sexo-afectivas. Aunque, en verdad, el ente algorítmico de las redes sociales, que nadie sabe bien a qué ideología responde, sobre todo el de Tik Tok, promueve contenidos de modelos masculinos como los “sigma” (que se consideran demasiado inteligentes para el resto del mundo, especialmente para las mujeres) o los Alfa Male (el varón que se realiza a sí mismo solo a través del dinero) y el “hombre de alto valor”, que alimenta la fantasía de lo que se supone que las mujeres buscan. Todas estas categorías, muy típicas de la producción arbitraria cultural norteamericana, de alguna manera pueden desembocar en el movimiento “incels”. Consultada, una alta fuente de la Universidad de Ciencias Sociales de la UBA, recordó un posteo irónico sobre el tema: “Soy libertario, el único derecho que me tiene que garantizar el Estado es el de tener novia”.

Pero los “incels” no nacieron de un repollo. Las políticas de género aparecen siempre mencionadas en singular. Direccionadas solo a las mujeres, porque son las que sufren la violencia de género. No obstante, los “hombres cis”, señalados como privilegiados históricos, quedaron apartados de la discusión, mientras observaban cómo los códigos de la galantería eran insurreccionales, quedaban expuestos al señalamiento constante y a muchos prejuicios. El contexto empezó a aplastar y despersonalizar a un espectro amplio de varones jóvenes (y no tanto). Los que saben del tema no descartan que el uso y estatización de estas cuestiones ahondaron la frustración, el resentimiento, la posterior reivindicación y el reclamo. Tesis, antítesis y síntesis: o sea, un duro revanchismo de los “incels” contra el Estado y sus políticas de género. Hace poco, una conspicua usuaria de la red social X, autodefinida como “Kircha” y exempleada del Ministerio de la Mujer, escribió una crónica personal en la que detalló cómo había logrado humillar a un militante libertario de 28 años luego de montar una especie de performance afectiva para engañarlo. Y escribió: “Para sorpresa de nadie, claro: los incels son más que un estereotipo. Son el símbolo de una generación que está padeciendo recesión sexual, que no sabe cómo empezar una conversación para c…”. La persona aludida, profundamente dolida, decidió abandonar las redes sociales donde, hay que decirlo, ya había abusado previamente de su comportamiento insensible y agresivo.

El desprecio, la degradación y el microabuso de poder son múltiples formas de violencia desde tiempos inmemoriales. Y, cabe aclarar, no tienen género ni edad. Estas conductas solo expanden más sufrimiento humano en todos las direcciones: mujeres tradicionales o progresistas, varones cis o no cis, incels o no incels.

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