POLITICA
Foreign Affairs se pregunta: ¿es el fin de Erdogan?

En la madrugada del 19 de marzo, Turquía fue testigo de un acontecimiento que sacudió los cimientos de su vida política: Ekrem Imamoglu, alcalde de Estambul y principal rival del presidente Recep Tayyip Erdogan, fue arrestado tras una operación policial que movilizó a unos 200 agentes.
La detención, bajo cargos ampliamente considerados infundados de corrupción y terrorismo, desató la mayor ola de protestas antigubernamentales en más de una década, que se extendieron por la mayoría de las provincias del país y congregaron a más de un millón de personas en algunas manifestaciones en Estambul, según reportó Foreign Affairs. Este episodio no solo evidenció el debilitamiento del poder de Erdogan, sino que también marcó el surgimiento de una oposición más fuerte y unificada, en un contexto de creciente descontento social y económico.
Ekrem Imamoglu, figura carismática y eficiente en la gestión pública, se había consolidado como el principal contendiente de Erdogan para las próximas elecciones presidenciales. Su arresto, orquestado por el propio Erdogan, se produjo en vísperas de las primarias presidenciales de su partido, en las que era el único candidato.
Según Foreign Affairs, la acusación formal incluyó cargos de corrupción y terrorismo, aunque la base de estas imputaciones ha sido ampliamente cuestionada tanto por la opinión pública como por observadores internacionales. La maniobra incluyó, además, la anulación de su título universitario por parte de la Universidad de Estambul, un requisito constitucional para aspirar a la presidencia, lo que sugiere un intento deliberado de bloquear cualquier posibilidad de candidatura futura.
La detención de Imamoglu no fue un hecho aislado. Erdogan ordenó la detención de cientos de personas vinculadas al alcalde, entre ellas colegas, amigos, antiguos socios comerciales, miembros de la comunidad empresarial y familiares. Estas acciones, lejos de consolidar la imagen de un líder fuerte, han sido interpretadas como señales de inseguridad y debilidad, según el análisis de Foreign Affairs.
Protestas, boicots y participación juvenil
El arresto de Imamoglu desencadenó una respuesta social sin precedentes en la Turquía contemporánea. A pesar de la prohibición de reuniones públicas, las protestas se multiplicaron en todo el país, fusionando la movilización en las calles con boicots organizados contra empresas afines al gobierno, activismo digital y actos de desobediencia civil.
En Estambul, las manifestaciones superaron el millón de participantes, con una presencia destacada de jóvenes que, hasta ahora, solo habían conocido el liderazgo de Erdogan.
La magnitud y persistencia de las protestas reflejaron un cambio generacional y una pérdida de miedo frente al poder establecido. Según una encuesta del Pew Research Center citada por Foreign Affairs, el 55% de los adultos turcos tenía una opinión desfavorable de Erdogan en marzo de 2024, y su partido perdió las elecciones municipales de ese año. La oposición, revitalizada y bajo un liderazgo más dinámico, tomó la iniciativa organizando manifestaciones incluso en bastiones del partido gobernante.
La reacción del gobierno ante la ola de protestas fue endurecer la represión. Además de los arrestos masivos, las autoridades recurrieron a la criminalización de la protesta y a la persecución judicial de figuras relevantes de la sociedad civil y la oposición. El autor del artículo, Henri J. Barkey, detalla que Erdogan ha utilizado la acusación de terrorismo y traición para deslegitimar las movilizaciones y justificar la represión, aunque estas tácticas han perdido eficacia ante la creciente organización y cohesión de la oposición.
El caso de Imamoglu no es el primero en la estrategia de Erdogan para neutralizar a sus adversarios. Selahattin Demirtas, líder kurdo y antiguo rival político, permanece encarcelado desde 2016 tras recibir una condena de 42 años por “socavar la unidad del Estado” y tres años adicionales por “insultar a Erdogan”.
Osman Kavala, destacado líder de la sociedad civil, fue sentenciado a cadena perpetua por su presunta implicación en las protestas de Gezi Park en 2013. Estas acciones han convertido a las cárceles turcas en lugares de reclusión para políticos, periodistas, académicos y ciudadanos acusados de delitos tan leves como publicaciones en redes sociales consideradas ofensivas para el presidente.
Caída de la lira y fuga de inversiones
La crisis política provocada por el arresto de Imamoglu tuvo un impacto inmediato en la economía turca. Dos días después de la detención, la lira turca alcanzó mínimos históricos, lo que obligó al banco central a intervenir con 46.000 millones de dólares en reservas para frenar la devaluación. Además, se activaron mecanismos de protección en la bolsa para evitar un colapso mayor, según informó Foreign Affairs.
La confianza en las medidas de estabilización económica, implementadas dos años antes para mejorar el balance de divisas y reducir la inflación, se vio gravemente erosionada. El éxito de este plan dependía de la atracción de inversión extranjera, pero la percepción de un Estado de derecho debilitado y la inseguridad jurídica derivada de la represión política disuadieron a los inversores.
La Asociación de la Industria y Negocios de Turquía criticó la práctica estatal de incautar empresas y activos antes de que existan condenas firmes, lo que provocó una reacción inmediata de Erdogan, quien ordenó investigaciones penales contra los líderes empresariales por “difundir desinformación”.
Desde su llegada al poder en 2003, Erdogan prometió democratizar Turquía y reducir la influencia del ejército en la política. Sin embargo, una vez consolidado su control, su proyecto reformista dio paso a un modelo autoritario en el que el presidente supervisa todos los aspectos del gobierno y la sociedad. Erdogan ha manipulado las instituciones estatales, apoyando elecciones locales libres solo cuando le resultan favorables y desestimando sus resultados en caso contrario.
La transformación del sistema político turco se consolidó en 2017, cuando un referéndum constitucional eliminó la separación de poderes y convirtió el sistema parlamentario en uno presidencialista, reduciendo al parlamento a un órgano de validación formal. Erdogan ha destituido y reemplazado a numerosos alcaldes, especialmente en ciudades de mayoría kurda, e ignorado sentencias del Tribunal Constitucional, la única institución estatal que mantiene cierta independencia.
Entre 2014 y 2020, el gobierno investigó a unos 160.000 ciudadanos por insultar al presidente y procesó a 35.000, lo que ilustra el alcance de la represión y la sensibilidad del mandatario ante las críticas.
El liderazgo de Imamoglu
La detención de Imamoglu, lejos de debilitar a la oposición, la ha fortalecido y unificado. Por primera vez en años, la oposición turca cuenta con un liderazgo carismático y una estrategia innovadora. Tras el arresto, el partido de Imamoglu invitó a todos los ciudadanos a participar en las primarias presidenciales del 23 de marzo como muestra de apoyo. Más de 15 millones de personas acudieron a votar por un candidato que se encontraba en prisión.
Imamoglu, desde la cárcel, ha mantenido la comunicación con la sociedad, proyectando la imagen de que Erdogan ha perdido el control de la narrativa política. Una encuesta de la firma turca KONDA reveló que el 67% de los encuestados consideraba que una reelección de Erdogan sería “mala” para el país, frente al 49% registrado en 2023.
Además, más del 60% de los ciudadanos no cree en las acusaciones contra Imamoglu. Su figura ha comenzado a ser comparada con líderes internacionales como Anwar Ibrahim y Vaclav Havel, quienes también enfrentaron la cárcel antes de alcanzar el poder.
En el plano internacional, la situación política turca ha coincidido con un cambio en la relación con Estados Unidos. Mientras que el expresidente Joe Biden mantuvo una postura distante hacia Erdogan, Donald Trump ha sido más cercano al mandatario turco. Esta aproximación, sin embargo, priva a Erdogan de la posibilidad de culpar a Washington de sus problemas internos, una táctica que utilizó en el pasado para cohesionar a su base.
Paralelamente, se ha abierto una ventana para el proceso de paz con la minoría kurda. En octubre de 2024, Devlet Bahceli, líder nacionalista y socio de coalición de Erdogan, inició un diálogo con el partido que representa a las regiones kurdas y con Abdullah Ocalan, líder encarcelado del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). En mayo, el PKK anunció el fin de su lucha armada de 40 años y su disolución. Aunque Erdogan permitió el inicio de este proceso, su discurso se centró en cuestiones de seguridad y evitó comprometerse con una hoja de ruta clara hacia la democratización.
Erdogan enfrenta un dilema crucial: la Constitución le impide presentarse a un tercer mandato, y su popularidad menguante dificulta cualquier intento de reforma constitucional o convocatoria de elecciones anticipadas. Incluso si lograra adelantar los comicios, el cambio en la opinión pública hace improbable una victoria. El autócrata turco se encuentra cada vez más aislado y rodeado de colaboradores incondicionales, lo que limita su margen de maniobra.
La presión social y política, sumada a la crisis económica y a la revitalización de la oposición, ha reducido las opciones de Erdogan. Puede optar por facilitar una transición ordenada que preserve cierta estabilidad, o persistir en la represión y el autoritarismo, arriesgándose a que su legado quede asociado a una era de autocracia y represión.
erdogan
POLITICA
Elecciones 2025: radiografía de la ausencia
Las primeras siete elecciones de este año tuvieron un punto excluyente en común. La gran coincidencia fue la baja en la participación, que, con niveles promedio de asistencia por debajo del 60%, rompió récords en todos los distritos, donde se realizaron comicios. Este domingo volvió a pasar en Misiones. Y empiezan a aparecer algunos patrones para entender las razones de la ausencia.
El ausentismo que se repite en distintas geografías y comicios dispara una duda crucial: si el comportamiento que mostró hasta ahora más de un 40% del electorado se repetirá en octubre próximo, cuando se realicen las elecciones legislativas nacionales, que el Gobierno ha instalado como un plebiscito a su gestión.
Algunos indicios que empiezan a asomar no alimentan buenas perspectivas. Por el contrario, inducen a suponer que los nuevos (bajos) pisos de participación difícilmente mejorarán en lo que va del año.
Falta de atractivo de las elecciones legislativas así como de la oferta de candidatos, malestar con la política y una situación económica que para amplias franjas de ciudadanos no termina de mejorar su vida personal y se traduce en un presente difícil y prolongado asoman como factores desmotivantes para concurrir a las urnas.
Así surge de las expresiones recogidas en tres grupos focales de ciudadanos que no fueron a votar en las elecciones de la ciudad de Buenos Aires, del 18 de mayo, realizado por la consultora Trespuntozero el lunes pasado y presenciados por este cronista.
Es obvio que se trata de registros cualitativos, de una sola elección, en un distrito muy particular como el porteño y, por lo tanto, no se pueden sacar conclusiones definitivas ni universalizables. Pero dan pistas que resuenan en muchos territorios.
Una de las coincidencias que compartieron los tres grupos (divididos por votantes de Javier Milei, Sergio Massa y Patricia Bullrich en la primera vuelta presidencial de 2023) es el cuestionamiento generalizado que sigue existiendo hacia la política.
Las objeciones se reproducen incluso entre quienes se referencian con el oficialismo y a pesar de que el Presidente y su espacio retienen para muchos la condición diferencial de outsider, y de que sigue siendo fuente de cierta esperanza para la mayoría de quienes lo votaron en la primera y en la segunda vuelta.
Sin embargo, eso último parece resquebrajarse y requiere de un esfuerzo para sostenerlo.
“Espero tener esperanza”, fue la singular frase utilizada por una votante mileísta ante la pregunta del moderador sobre sus perspectivas de futuro.
En la punta del pesimismo, obviamente, se ubicaron los que votaron a Sergio Massa. En cambio, en el conjunto de los escépticos se enrolaron los que votaron a Pro en la primera vuelta y que en el balotaje optaron por la candidatura de Milei y, sobre todo, en contra de Massa y del kirchnerismo.
Ese escepticismo, que no ha pasado a la fase del rechazo ni ha perdido alguna cuota de ilusión, parece explicar en buena medida la decisión de no ir a las urnas el 18 de mayo pasado.
“Fue una manera de decir que no estoy conforme” y “les dimos un alerta no yendo”, fueron algunas de las expresiones escuchadas en ese panel, que la mayoría apoyó. Ahí las razones políticas y económicas asoman entremezcladas.
En ese plano aparece un elemento novedoso, que puede ser un gran llamado de atención para el gobierno nacional, cuyo gran sostén y su mayor apuesta para mantener la adhesión social es la baja de la inflación.
En los tres grupos de votantes la caída en el índice de precios fue notablemente relativizada, a punto tal que muchos asistentes dijeron descreer de las cifras oficiales, aunque no tuvieran más elementos para sostener sus dudas que las vivencias personales y de su grupo familiar y de pertenencia.
“Yo creo que el índice de inflación no es real, pero lo tocan para darnos esperanza”, dijo un participante que en 2023 votó a Milei en primera y segunda vuelta, tratando de justificar ese supuesto maquillaje de los indicadores.
Sin atenuantes, la mayoría de los que dijeron haber sido votantes de Bullrich y, por supuesto, los de Massa, afirmaron descreer de los números del Indec basados en la capacidad adquisitiva de sus ingresos y los de la mayoría de sus allegados.
“Estoy remándola, tengo trabajo y como nunca estoy buscando más trabajo. No para tener un mejor pasar, sino para llegar a fin de mes”, afirmó una votante de Pro. La comprobación de que a su salario le sobran días del mes fue compartida por los compañeros de panel, de los cuales el 80% había votado a Milei en el balotaje y más de la mitad dijo que podría volver a votarlo.
“Yo estoy complicadísimo, conozco gente que además tiene deudas de todo. Nunca quise usar tarjeta de crédito porque no me gustan las deudas y por primera vez empecé a usarlas porque no llego a fin de mes”, expresó un votante de Massa, ante la anuencia general.
Ese asistente al focus group no sabía que al día siguiente se conocería un informe de la Asociación de Bancos Argentinos (Adeba) que revela que en febrero de este año la morosidad en los créditos a personas físicas subió al 2,9%, con un incremento interanual de 0,3 puntos porcentuales. O que, según el último Informe de Bancos del Banco Central, la mora en tarjetas subió un 2,8% en marzo, para convertir ese porcentaje en el más alto desde 2022.
Los números parecen ratificar a su vez la afirmación mayoritaria de que el sector social más afectado por la política económica del Gobierno es la clase media. “Gobiernan para las empresas y los más ricos”.
“Yo veo que nadie piensa en la clase media y se está extinguiendo. Ya no existe la clase media, la mataron. Somos solo pobres y ricos”, fue una de las frases más contundentes de una exvotante bullrichista. Un festín para el experto en tendencias sociales y de consumo Guillermo Oliveto, autor de un libro imprescindible para entender la argentina de hoy, titulado Clase media argentina: entre el mito, la realidad y la esperanza.
A pesar de esas expresiones de desencanto, que incluyen críticas a Milei de sus propios votantes en primera o segunda vuelta, una mayoría de estos últimos sostuvo que volvería a votarlo, “sobre todo si los rivales fueran los mismos”.
La aclaración final cobra particular significado: todos coincidieron en que “lo mejor que tiene el oficialismo es la oposición”, inclusive para varios que dijeron ser peronistas o sentirse identificados con ese espacio. La conclusión casi unánime de los votantes de Pro y de los libertarios es que Milei “tiene los enemigos correctos”.
La herencia recibida de los gobiernos anteriores sigue apareciendo, entonces, como un importante activo del Gobierno y del Presidente, en particular. Aunque ya el oficialismo empieza a tener su propio pasado y a generar reclamos por lo no hecho todavía.
“Son muchos años de hacer las cosas mal, claro. Pero hay que empezar a hacerlas bien. Por ejemplo, está mal que les paguen poco a los jubilados”, afirmó una votante de Bullrich que no fue contradicha por sus compañeros de panel y que reconoció varios aspectos de la gestión libertaria, como el recorte del gasto público, el orden público o “la mejora en seguridad en Rosario”.
Otro punto en común de los consultados fue el bajo interés que las elecciones porteñas generaron para decidirlos a no concurrir, a pesar de que el Gobierno y el macrismo buscaron darle una proyección nacional, por encima de la disputa por los cargos para la legislatura local.
“Era una elección que no definía nada, con candidatos que no motivaban”, resultó un común denominador en los tres grupos de votantes. Como si lo único relevante fueran las elecciones para cargos ejecutivos. De todas maneras, algunas expresiones posteriores relativizan esa conclusión o agregan un nuevo condicionante a la participación. Los asistentes dejaron en claro que les importa no tan solo qué se elige sino cuál es la oferta electoral, qué postulantes se presentan y qué sentimientos les despiertan. La vara sigue subiendo para la política.
“Yo siempre voto por el cambio o voto castigo y acá siento que no estaba eso, no me gustaba ninguno, no me convencía y no estaba muy en tema”, “no me interesaban los candidatos ni el puesto”, “sentía que mi voto no iba a hacer la diferencia”, me sentí medio perdido. Medio, no, totalmente perdido. No sabía para qué lado ir, así que me quedé en mi casa”, fueron algunas de las expresiones que, con matices, resultaron más repetidas.
En ese plano asoma como otra luz amarilla el hecho de que muchos de los consultados que no fueron a votar aquilataban, hasta ahora, un sostenido historial personal de participación y compromiso político-electoral.
“Algo muy llamativo que surgió de los focus es que hubo abstención de gente que valora la participación o que tiene práctica participativa en la vida social y política. Eso no me lo esperaba”, dice Shila Vilker, directora de Trespuntozero.
Ese punto se entrelaza con otro de los emergentes del trabajo cualitativo: “Empieza a aparecer un repliegue individual, que se traduce en expresiones del tipo ‘yo ya no sé qué hacer, apago las noticias, no quiero mirar, no me quiero enterar, necesito en algún momento poder estar bien, ser feliz’. Y es notable que eso se reprodujera en el grupo de los votantes de Massa, ya que, en general, el votante peronista tiene lo colectivo como un horizonte, un sentido de lo social más aguzado que otros votantes cuyo sentido del individualismo es más intenso, como tendencia general”, señala Vilker.
Ese malestar con la política en general, que como se mencionó antes llevó a algunos ciudadanos a usar su abstención como llamado de atención, parece encontrar otro punto de anclaje. Para muchos subsisten situaciones que generan un fuerte rechazo y el actual Gobierno no las ha modificado. O peor aún, a los ojos de muchos las ha cristalizado.
Entre ellas, resalta la corrupción como uno de los grandes dramas de la Argentina, que cada vez en más sondeos empieza a aparece al tope de los problemas.
Así lo confirma una reciente encuesta cuantitativa complementaria de este trabajo cualitativo, realizado también por Trespuntozero y la consultora La Sastrería, de Raúl Timerman y Juan Carlos Malagoli. Allí, la corrupción duplica el porcentaje que reúne el que es considerado el segundo problema más importante, el cual es, nada más y nada menos que la pobreza, a la que les suceden otras dos cuestiones de índole económico-social, como los bajos salarios y la inflación.
Lo destacable en esa identificación de la corrupción como principal problema del país es que para los consultados ningún espacio político, incluido el oficialismo libertario, aparece libre de sospecha.
En ese punto asoman como causas de la crítica a Milei y los suyos el escándalo $LIBRA y la no sanción del proyecto de ley de ficha limpia. En el mismo lodo, todos manoseados.
El ausentismo, la gran novedad de las elecciones de este año, parece tener demasiadas causas viejas y nuevas. Como para que nadie se sienta exculpado. La insatisfacción social sigue vigente.
POLITICA
Cornejo decidió suspender las PASO en Mendoza y buscará el apoyo de la Legislatura

Por decisión del oficialismo mendocino, y con el respaldo de bloques aliados, Mendoza suspenderá las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) para cargos provinciales y municipales en 2025. La medida fue confirmada por Andrés Peti Lombardi, presidente de la Cámara de Diputados y titular del radicalismo provincial, quien anticipó que la semana próxima solicitarán el tratamiento del proyecto en la Legislatura.
La base de la iniciativa corresponde a un proyecto presentado por la diputada Stella Huczak, de La Unión Mendocina, al que Cambia Mendoza y sus aliados ya comprometieron su voto favorable. El texto establece la suspensión de las PASO para el año 2025 y ordena a la Junta Electoral Provincial readecuar el cronograma dentro de los diez días posteriores a la promulgación de la norma.
Lombardi describió la decisión como una respuesta al reclamo social que señala al voto obligatorio en instancias primarias como un gasto innecesario. “Reivindicamos las PASO como método de selección de candidatos, pero la ciudadanía pide no ir a votar y reducir el gasto público. Escuchamos ese reclamo y avanzamos con la suspensión”, expresó el legislador.
El dirigente radical también subrayó la intención de recuperar la autonomía de los partidos políticos para definir candidaturas sin injerencia estatal, además de señalar la necesidad de modernizar el sistema electoral. “El sistema actual perdió vigencia y hay que recuperar la confianza ciudadana”, afirmó.
Aunque Mendoza ya adoptó la suspensión para cargos provinciales y municipales, resta definir si los comicios generales se realizarán en simultáneo con las elecciones nacionales o si ambas instancias serán desdobladas. De unificarse el calendario, la ventana legal para organizar primarias ya resultaría insuficiente.
La norma estipula que la suspensión de las PASO entrará en vigencia al día siguiente de su publicación en el Boletín Oficial. Así, Mendoza se suma a la tendencia impulsada a nivel nacional, donde el presidente Javier Milei también promovió la eliminación de internas abiertas como mecanismo de selección de candidaturas.
El anuncio formalizó una discusión que ya venía creciendo en el oficialismo y en los principales partidos de Mendoza. Si bien muchos dirigentes reconocen el valor de las PASO para garantizar apertura en la selección de candidatos, la coyuntura económica, el desgaste político y el bajo interés de la ciudadanía por estos comicios precipitaron la decisión.
En las últimas semanas, además, la interna del radicalismo se intensificó debido al debate por la conformación de listas. El sector liderado por el ministro de Defensa, Luis Petri, no estuvo presente en el último congreso partidario, en desacuerdo con algunas propuestas para definir candidaturas. Lombardi reconoció haber recibido una iniciativa que proponía que una mesa chica entre sectores mayoritarios y minoritarios resolviera las listas, y aclaró que “las minorías tendrán representación” en ese proceso si la suspensión de las PASO es confirmada.
Con el acuerdo político ya alcanzado, los legisladores de Cambia Mendoza planean ingresar el proyecto para su tratamiento en comisiones de manera inmediata y así habilitar la votación en el recinto en los próximos días. Tras la aprobación formal, la Junta Electoral recibirá la orden de adecuar el nuevo cronograma y los partidos deberán redefinir sus mecanismos internos de selección de candidatos para los cargos que se renuevan en la Legislatura y los gobiernos municipales.
Lombardi aseguró que “los sectores minoritarios y disidentes serán convocados para discutir y acordar los nuevos criterios” y remarcó que el objetivo de la medida es “ayudar a que los partidos se fortalezcan y que la ciudadanía recupere confianza en el sistema”.
En 2025, por primera vez desde la sanción de la ley de primarias, los mendocinos no participarán en la elección de candidatos mediante este sistema para cargos locales. El escenario político se encamina a una competencia directa de listas definidas puertas adentro de cada fuerza, en un contexto donde la austeridad y el control del gasto público fueron el argumento central para el cambio.
POLITICA
Lospennato avisó en el PRO que sólo asumirá como legisladora si Adorni también lo hace

A menos de un mes de ser electa como legisladora porteña, Silvia Lospennato transmitió en una reunión de la mesa chica del PRO que su idea es no asumir la banca y mantener su cargo como diputada nacional, vigente hasta diciembre de 2027.
La decisión causa revuelo por estas horas en el partido que preside Mauricio Macri, con la mayoría de los referentes en contra de esta postura y otros, los menos, que entienden la jugada como un movimiento que busca evitar que en el Congreso la reemplace una dirigente cercana a Patricia Bullrich.
El dato trascendió el fin de semana, luego de una publicación del portal Letra P, que anticipó que ni ella ni Hernán Lombardi ni Laura Alonso, las tres cabezas de lista, iban a jurar como legisladores porteños el 10 de diciembre.
Según pudo averiguar Clarín tras consultar con cuatro fuentes diferentes, la situación de cada uno es distinta.
Mientras Alonso asegura en charlas internas que va a jurar, Lombardi deja entrever que falta mucho tiempo para diciembre y Lospennato, también en diálogos con su entorno, ata su decisión a lo que haga Manuel Adorni, el vocero presidencial que ganó las elecciones legislativas del 18 de mayo con el 30% de los votos.
Por estas horas, cerca de Lospennato tratan de bajarle el nivel de polémica al tema, pero no esquivan que la decisión que tomó la diputada es esperar a que Adorni se pronuncie.
El vocero de Milei, de viaje en Roma con el Presidente, ya ha dicho varias que va a jurar en su banca, aunque siempre dejó una puerta abierta a acatar lo que decida su jefe político llegado el momento.
Esa incertidumbre es lo que motiva a Lospennato a no asegurar su llegada a la Legislatura en diciembre. «Silvia lo va a decidir cuando lo haga quien ganó la elección», cuentan en su entorno y agregan que bajó un mensaje dentro del PRO en las reuniones de las últimas semanas: «Si él jura, yo también juro».
En la mesa chica del partido el anticipo de Lospennato generó mucho malestar. «Ella lloró en campaña, en nombre de los porteños, defendió Ficha Limpia y termina renunciando a asumir, no es serio», argumentan los más críticos.
Lospennato, dicen quienes la conocen, accedió a la candidatura un sabiendo que el PRO venía en baja en la Ciudad. Defiende el hecho de haber dicho que sí cuando nadie lo hizo, aun sabiendo que es más potente tener una banca como diputada que una como legisladora. «Jugó para el equipo, puso la cara», esgrimen.
En caso de que Lospennato no asuma su banca como legisladora, su inmediato reemplazo sería Waldo Wolff, sexto en la lista de candidatos y que no pudo acceder debido al 15,92% que sacó el PRO, que garantizó sólo cinco lugares.
Pero además, al mantenerse como diputada nacional por la provincia de Buenos Aires, bloquearía el ingreso allí de una dirigente bullrichista Lorena Petrovich, que había quedado décima en la lista en 2023 y que actualmente es directora de Bienestar en el Ministerio de Seguridad nacional y se mueve con los libertarios.
Como con Lospennato, también se habló de la posible decisión de Lombardi y Alonso de no asumir sus bancas en la Legislatura porteña.
Cerca del actual ministro de Desarrollo Económico de la Ciudad, que fue segundo en la lista de candidatos, no confirman ni desmienten esa versión y deslizan que falta demasiado tiempo para que se jure en el cargo.
En el entorno de Alonso, en cambio, no dan lugar a esas versiones. «Laura va a asumir, no hay chances de que no lo haga», dicen respecto a la actual vocera de la jefatura de Gobierno.
Si ni Lombardi ni Alonso asumen, sus reemplazos serían Victoria Morales Gorleri y Lautaro García Batallán, séptima y octavo en la lista que impulsó el macrismo en la Ciudad.
Silvia Lospennato,Manuel Adorni
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