POLITICA
Guillermo Moreno Hueyo: una lección de vida ejemplar

La definición que mejor encuadra en la personalidad del político de convicciones republicanas que falleció esta madrugada en la ciudad cabe en una sola palabra: “Señor”.
Lo fue, sin duda, Guillermo Moreno Hueyo. Encarnaba al porteño de indudable clase que podía evocar con el encanto de una voz profunda las tradiciones políticas que habían impregnado a la familia desde el nacimiento de la Unión Cívica Radical, en 1891. Esas tradiciones se afirmarían con la designación del abuelo paterno, don Julio Moreno Ruiz, como jefe de la Policía Federal y ministro de Guerra del primer gobierno de Hipólito Yrigoyen (1916-1922). Una familia de firmes tradiciones católicas, patentizadas en la figura del tío Belisario Moreno Hueyo, portando el palio en procesiones en la arquidiócesis de Buenos Aires.
Sabía aguardar por horas sin despeinarse en unos altos de la calle Montevideo, casi Guido, donde funcionaba el comité partidario de la Circunscripción 20ª, la más pituca de Buenos Aires, a que llegaran vehículos con vecinos de chabolas de la Villa 31. Sin sobreactuar en calidez los orientaba, boletas en mano, a los lugares de votación en el sueño de renovar las victorias radicales en la ciudad. Sabía competir con los amigos sobre quién entre ellos memorizaba con mayor fidelidad la letra de tangos consagrados o perdidos en el olvido; o aguardarlos en la esquina de La Biela, domingo tras domingo en años mozos, para marchar aunados hacia donde se batieran ilusiones auriazules.
Lo hacía todo con la pasión que moderaban el sentido innato de la elegancia, y la autoridad natural, con las que podía presidir una larga mesa de amigos en el club en el que se sentía como en su casa de la calle Libertad, el Jockey. En esa mesa se ventilaban tanto asuntos serios del país como la historia menuda de argentinos de fuste y la de otros que habían pugnado por serlo: la narración debía ajustarse, oh, sí, a la regla gastronómica de usar en proporción civilizada los condimentos del caso. Con espíritu gregario había sumado gente, y más gente, durante casi un cuarto de siglo, al ágape mensual que había organizado inicialmente con Miguel Ángel Martínez -otra de las tantas bajas sentidas en los años transcurridos desde entonces- a fin de que fuera menos patética la soledad de Fernando de la Rúa después de su caída, en diciembre de 2001.
Consiguió rodear al expresidente de viejos y nuevos afectos. Este los necesitaba tras el hecho resonante que tuvo tanto de renuncia resignada por sus incomprensibles indecisiones como de una deposición amañada por intrigas de adversarios de otras fuerzas, en concurso con actos y omisiones que disimularon correligionarios de alta influencia partidaria.
Estaba desprovisto de pensamientos ocultos. Carecía de tal modo de experiencia en el arte de la intriga a la que los políticos se entregan con mayor asiduidad, pero con menor refinamiento, que tantos académicos y cardenales. Marcelo Sánchez Sorondo, un nacionalista con quien Moreno Hueyo había trabado la relación social que estimulan las virtudes del conversador agudo, decía que en cierto tipo de urdimbres algunos hombres constituyen por sí solos una masonería.
Fue un fenómeno de época débilmente estudiado cómo el antiguo alvearismo había encontrado desde los años sesenta un liderazgo partidario confiable en Ricardo Balbín. La cepa de quien había sido uno de los fundadores del Movimiento de Intransigencia y Renovación por oposición al radicalismo “galerita” no fue óbice para que esta corriente terminara acompañando a Balbín sin renunciar a la memoria del presidente cuya administración, entre 1922 y 1928, fue la de mayores calidades en el siglo XX.
Por estilo y convicciones doctrinarias Moreno Hueyo era un alvearista tan subyugado por el ascetismo de Hipólito Yrigoyen como lo pudo haber estado Alvear. Habiéndose plegado después al balbinismo, siguiendo lo hecho por su propio padre, se rindió más tarde a la seducción cautivante de Raúl Alfonsín. Difícil de comprender esto para quien no consiga distinguir entre la madera en que se ha tallado la templanza de un político y las ideas que este experimenta, en toda suerte de vaivenes, en las lides públicas. Precisamente porque lo distanciaban diferencias con Alfonsín en el terreno programático, Moreno Hueyo estuvo en 1983 del lado de la candidatura de Fernando de la Rúa y no de la de quien llegó ese año a la Casa Rosada.
Sobre la conjunción armónica de tales matices el intendente Julio César Saguier no tuvo inconvenientes en designar a Moreno Hueyo en 1984 presidente del Banco Ciudad. Desde entonces se ha señalado su transparencia como contracara idiosincrática de los hombres que han medrado en las penumbras eternas de la vieja “casta” o en las más flamantes, estridentes y camorreras de la “criptocasta”.
La vida de Guillermo Moreno Hueyo se apagó ayer después de sufrimientos homéricos devenidos de la diabetes. Si se quiere trazar fielmente su retrato de bromista irreductible habrá de imaginarse que alguna vez barruntó, mientras tomaba el whisky de la siete, que había tropezado con la paradoja del azúcar que amarga, en lugar de endulzar la existencia. Sobrellevaba tantas cicatrices como Blas de Lezo, el vasco heroico, el almirante que había dejado medio cuerpo en combates, pero que aun así derrotó a los ingleses cuando procuraron capturar Cartagena en el siglo XVIII.
Moreno Huego salió limpio y moralmente entero en 1987 de la presidencia del Banco Ciudad, y ocurrió otro tanto cuando dejó en la década siguiente la subsecretaría, primero, y la secretaría de Gobierno, después, en las que acompañó a De la Rúa y a Enrique Olivera. Fue un calco de esa límpida trayectoria el tiempo en que actuó como subsecretario de Coordinación del Ministerio de Infraestructura y Vivienda, a cargo de Nicolás Gallo.
En medio de la ebullición suscitada en 1955 por la caída de Juan Perón, dos muchachitos del Colegio Champagnat se apersonaron al Comité Tte. Cnel. Gregorio Pomar, nombre del instigador de sucesivos alzamientos contra los gobiernos de Uriburu y de Justo, y solicitaron la adscripción a la Juventud Radical. Quien acompañaba a Moreno Hueyo apenas duró allí tres meses, despedido por encarnar el tipo de sensibilidad cívica que lo ha llevado a entregarse, con otros destacados abogados católicos, a la defensa de militares y civiles encarcelados, con proceso o no, y condenados por delitos en la represión de los movimientos terroristas de los setenta.
Se trataba de Alberto Solanet, con quien Moreno Hueyo y Ricardo Di Paola fundaron un estudio jurídico. Con Solanet y otros amigos Moreno Hueyo encontró en 1989 un espacio para recrear antiguos lazos con Pergamino. En ese pago están esparcidas otras ramas de los Moreno. Allí, los descendientes directos de Julio Moreno retuvieron hasta hace treinta años el establecimiento “San Julio”. Con aquellos encaró, en un predio sobre la ruta 8, el emprendimiento del cementerio privado “La Merced”.
Después de haberse graduado de abogado en la UBA, Moreno Hueyo se desempeñó en SADE, empresa de construcciones, y siguió los pasos del padre, de igual nombre que él, en el mundo de los seguros, donde fue vicepresidente de La Franco Argentina. Este buen lector de la historia nacional dictó materias de Derecho en la Universidad Católica Argentina.
Moreno Hueyo fue convencional nacional de la UCR e integró el Tribunal de Conducta del partido que rechazó el pedido de expulsión de De la Rúa hecho por el Comité Capital en 2002 por el voto de 42 delegados sobre 74 presentes. Consideraron que el expresidente se había “apartado de la doctrina partidaria”. Desde la provincia de Buenos Aires, Federico Storani y, nada menos que Leopoldo Moreau, alentaron la expulsión. Alfonsín y Ángel Rozas, presidente entonces de la UCR, desestimaron el requerimiento.
Vistos en perspectiva, aquellos días del radicalismo parecían hervir en caldos de Macondo. En ese ambiente de irrealidad se exigía la cabeza de un expresidente que ya había padecido bastante con la pérdida del poder. Ahora está más claro que eso fue apenas el preludio de lo que sobrevendría al cabo de dos décadas más, con un partido al que devoran las aguas arremolinadas de la política y no se siente que palpite en tiempos electorales. “El partido no está dividido ni segmentado; está muerto”, sentenciaba Moreno Hueyo en los últimos tiempos, sin haberse recuperado de la incredulidad de que la UCR estuviera bajo el control nominal de un forastero, el senador Martín Lousteau.
Moreno Hueyo había prescindido de festejar su cumpleaños entre amigos en los años siguientes al derrocamiento de Arturo Illia, producido en 1966 en el aniversario de su nacimiento. Ese 28 de junio no pudo ingresar en la Casa Rosada y se conformó con seguir los acontecimientos desde la vereda del Banco Nación hasta que apareció, cuando alboreaba, la cabeza blanca de Illia para desaparecer en un taxi y emprender el camino del ostracismo por culpa del más absurdo de los golpes militares.
Solo cuando Inés, la hija mayor, hizo saber días atrás que su ánimo estaba decaído todos cuantos lo apreciaban entendieron la inminencia del final. Había atravesado las penurias físicas con entereza admirable, con asombrosa valentía, asistido por la fe, el amor por la familia y la patria, y por un caudal inacabable de amigos.
Su vida ha sido una lección para cuantos se victimizan por razones triviales o fantasean con ser los únicos que han sufrido en este mundo. Lo más que podría habérsele arrancado de quejumbre a quien vivió los últimos años entre mutilaciones sucesivas habría sido algo del tenor de lo que dijo Woody Allen, al recibir en 2002 el Premio Príncipe de Asturias, parafraseando a Jack Benny, otro gran comediante del siglo XX: “Yo no me merezco este premio, pero tengo diabetes y tampoco me la merezco”.
Solo restó que Moreno Hueyo ocupara un asiento en el Congreso de la Nación para terminar de configurarse la personalidad que todos le atribuían. La oportunidad más propicia se perdió cuando De la Rúa renunció en 1995 a su banca en el Senado a fin de asumir la jefatura de la ciudad, y la Legislatura porteña designó senador, según atribuciones conferidas por la cuarta cláusula transitoria de la reforma constitucional de 1994, a otro candidato posible del delarruismo. El episodio no pasó de dibujar una leve sombra, con algo de perdurable, en la relación fraterna con De la Rúa.
Guillermo Moreno Hueyo estaba casado con Inés Vernet, descendiente de Luis Vernet, gobernador de las Malvinas hasta que Gran Bretaña se apoderó en 1833 de ellas. Con Inés tuvieron siete hijos -uno, Guillermo, ya fallecido- y veintinueve nietos. Había nacido en Buenos Aires, el 28 de junio de 1941.
POLITICA
Solo en Off | No pudo con Milei, pero la Iglesia apeló a los “dos papas” para defender a la prensa

Antes y después de su encuentro con el Papa León XIV, el presidente Javier Milei la emprendió contra la prensa y no perdonó a los periodistas ni siquiera en su día. “Feliz día, mandriles”, les deseó, sin amor, el sábado, a través de las redes sociales. Ya en España, complementó esa postura confrontativa con nuevos epítetos a los “periodistas corruptos”.
Unas horas antes del encuentro presidencial con el Papa en el Vaticano, y a través de sus distintos referentes, la Iglesia difundió una postura totalmente diferente, defendiendo y destacando la labor de los hombres y mujeres de prensa, a quienes Milei propone “odiar más”.
En una misa organizada el viernes por el club Gente de Prensa, en la antigua Iglesia Santa Catalina de Siena, el cardenal Mario Poli hizo suyas las palabras del Papa y de su antecesor Francisco, a quien sucediera como arzobispo de Buenos Aires, desde 2013 y por espacio de una década.
“Desarmemos la comunicación de cualquier prejuicio, rencor, fanatismo y odio; purifiquémosla de la agresividad”, dijo Poli, al leer un mensaje de Francisco, tomado a su vez por el actual Papa el 12 de mayo pasado en un encuentro con medios de comunicación.
En otro tramo de su homilía, Poli recordó que Francisco, a fines de enero, había dejado un mensaje en el que criticaba las “guerras verbales en las redes sociales”, espacio donde alertó que “amenaza con prevalecer el paradigma de la competencia, de la contraposición, de la voluntad de dominio y posesión, de manipulación de la opinión pública”.
Cuando culminó la ceremonia, y en un breve encuentro con la prensa, Poli eludió dar nombres propios, pero dejó un par de reflexiones que hicieron aún más clara su postura. “El Papa invita a construir la paz, ustedes los periodistas son bastante hábiles como para hacer un itinerario de paz, y no responder de la misma manera”, dijo el cardenal cuando lo consultaron por los ataques de Milei y muchos libertarios hacia la prensa.
“Confío en la habilidad y genialidad de los periodistas, para sobrevolar toda violencia y agresión, no responder con la misma moneda”, sostuvo el religioso. No hizo falta ninguna acotación adicional, y la foto de los periodistas, sonrientes luego de la misa, tampoco necesitó subtitulado.
Su reconocida e inconfundible figura, con el pelo blanco revuelto y su andar confiado y sonriente, revolucionó la Casa Rosada y sus alrededores.
En la mañana del miércoles, mientras el Congreso quedaba vallado a la espera de una masiva manifestación de protesta y aumento de las jubilaciones, Guillermo Coppola firmaba autógrafos y se sacaba fotos antes de ingresar al despacho del jefe de Gabinete, Guillermo Francos.
La razón de su visita, según Coppola, fue asegurarse la cesión del edificio gubernamental para la filmación de la segunda temporada de la serie sobre la vida del manager de Diego Maradona, protagonizada por el actor Juan Minujín.
Al salir, el empresario repartió besos y abrazos a empleados y periodistas, criticó la serie sobre Maradona, afirmó que “cree en la Justicia” y confirmó que su interlocutor había sido Francos, con quien lo une una “larga amistad”. El motivo central de la visita, sin embargo, habría sido otro: Cóppola le acercó a Francos una propuesta de inversión en el rubro alimenticio.
En tiempos de gobierno libertario, al eterno gobernador de Formosa, Gildo Insfrán, le toca –otra vez– tener un vínculo frío y distante con la Casa Rosada.
Y en esa guerra pareciera estar casi todo permitido, incluso el desafío de dirigentes que, hasta hace poco, respondían sin chistar a sus mandatos, y que hoy se muestran pintados de violeta.
Es el caso de Atilio Basualdo, intendente de la pequeña pero emblemática localidad de Las Lomitas, donde alguna vez estuvo preso Carlos Menem.
Menos estridente que el senador Francisco Paoltroni, hoy embarcado en “liberar” Formosa con la ayuda de la vicepresidenta Victoria Villarruel, Basualdo aún tiene en su cuenta de Instagram las imágenes de campaña junto a Insfrán, festejando su triunfo y llegada a la intendencia en 2023. “Intendente de Las Lomitas. Candidato a convencional constituyente por La Libertad Avanza”, se define por estas horas el exhombre de Insfrán, a quien considera “dictador” desde que, según denunció, fuerzas parapoliciales intentaron “asesinarlo” en un viaje a Paraguay.
Hiperactivo como en sus épocas de funcionario, Sergio Massa está otra vez en el ruedo, con una agenda de reuniones previstas antes de decidir si será o no candidato del kirchnerismo en las elecciones bonaerenses del 7 de septiembre.
A la vez, el tigrense acelera la reescritura de su libro, La Argentina que quiero, que estaba listo para publicarse en agosto pasado, cuando surgió un imprevisto: la fuerte denuncia de maltrato y violencia de género de la ex primera dama Fabiola Yañez contra su marido, el expresidente Alberto Fernández.
Cuentan desde la edición del libro, en el que colaboraría el escritor Juan José Becerra a modo de ghostwriter, que todo estaba listo, incluso el diseño de la tapa del ejemplar, cuando la denuncia obligó a frenar su salida, a riesgo de quedar descolocados con lo que allí se decía.
La versión final, confiaron desde el búnker de Retiro, tendrá sólo dos capítulos dedicados a la gestión de Massa en el gobierno kirchnerista, y que el resto “va a estar dedicado al futuro”. Como ya recibió el anticipo de la editorial, Massa se propuso terminar el libro en febrero próximo, ya con el resultado puesto en provincia.
Fiel soldado de Karina Milei, y en tándem permanente con su primo Eduardo “Lule” Menem, el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem, disfruta de la cercanía del poder, tanto que algún periodista afín sumó esta semana su nombre a los candidatos a presidente libertarios en el hoy lejano 2031.
Donde no parece tener todo controlado es en el vínculo con los profesionales que integran el círculo de periodistas del Congreso, quienes decidieron –en respuesta a medidas de control y cercenamiento de espacios para realizar tareas– dejar sus espacios vacíos en el brindis por el Día del Periodista, previsto para hoy en la Cámara baja.
Cuentan desde la sala de prensa que, en el debate interno, se barajaba la posibilidad de “dar libertad de acción” para que cada periodista decidiera si concurría o no a la celebración, aunque finalmente se tomó la decisión de no aceptar el convite, al menos en lo que refiere a los miembros del círculo.
La prohibición de utilizar los palcos de prensa durante la Asamblea Legislativa, las dificultades para cubrir reuniones de comisión o muy concurridas, aparecen entre las razones del plantón anunciado.
POLITICA
Volvieron a detener a Facundo Jones Huala: lo acusan de incitación a la violencia y apología del delito

Facundo Jones Huala fue detenido este domingo por la noche en la localidad de El Bolsón, provincia de Río Negro, en el marco de una causa por intimidación pública, incitación a la violencia colectiva, apología del crimen y asociación criminal, informaron fuentes oficiales.
La orden de detención fue emitida por la justicia federal de San Carlos de Bariloche, luego de una denuncia presentada por el Ministerio de Seguridad de la Nación.
Leé también: El Gobierno denunció a Jones Huala luego de que reivindicara “atentados incendiarios” en la Patagonia
El arresto fue confirmado por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quien sostuvo: “La RAM es una organización violenta y terrorista. Con nosotros no hay impunidad. Los argentinos del sur merecen vivir en paz y que esta vez no lo suelten”.
El dirigente Facundo Jones Huala, quien se presenta como jefe de la agrupación Resistencia Ancestral Mapuche (RAM), quedó a disposición de la Justicia Federal de San Carlos de Bariloche, en el marco de una causa que investiga los delitos de intimidación pública, incitación a la violencia colectiva, apología del crimen y asociación criminal.
La investigación se inició a partir de una denuncia presentada por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, luego de que el referente mapuche regresara de Chile, donde cumplió una condena de cuatro años de prisión. A su regreso, presentó un libro que escribió durante su detención, titulado “Entre rejas, antipoesía incendiaria”, donde -según la denuncia del Gobierno- reivindicó acciones violentas contra “la infraestructura del sistema capitalista”.
Durante la presentación, Jones Huala afirmó: “Jamás hemos atacado nuestro entorno ni a las personas. Dicen que andamos prendiendo fuego los bosques donde vive nuestra gente. Todas mentiras. Jamás lo hemos hecho ni lo haríamos”. Sin embargo, en el país trasandino fue condenado por haber incendiado la casa de un casero en un emprendimiento rural.
Desde el Ministerio de Seguridad, el director nacional de Normativa y Enlace Judicial, Fernando Soto, fue tajante: “Jones Huala comete actos de terrorismo, se autopercibe mapuche, pero incendia bosques y no reconoce al Estado argentino. Desde el Ministerio de Seguridad lo hemos denunciado por apología del delito. Ahora está nuevamente en prisión”.
Leé también: Chubut denunció a Jones Huala por instigación a la violencia luego de que reivindicara los incendios en el sur
En enero pasado, Jones Huala ya había sido detenido en El Bolsón, acusado por la gobernación de Río Negro de intentar abrir vehículos estacionados, lo que derivó en enfrentamientos con la policía.
Facundo Jones Huala, detenido, el bolson
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Denuncian que el ex camporista José Ottavis se cree Jesús, hizo un desfalco con obras en Corrientes y vive en una mansión de la esposa

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