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POLITICA

Juicio histórico al CONICET: Para Sandra Pitta, beneficiaría a la mayoría de los investigadores

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El caso de Ignacio Andereggen se refiere a los descuentos salariales que le aplicaban por su cargo docente en una universidad privada, que pagaba más que la Universidad de Buenos Aires. Después de veintiséis años de juicio, la Corte Suprema determinó que los descuentos fueron inapropiados. Sandra Pitta explicó que los investigadores del CONICET tienen dedicación exclusiva, lo que significa que sólo pueden ejercer la docencia en cargos simples. “Nosotros podemos tener un cargo simple en docencia, y todo lo que exceda ese cargo nos lo descuentan del salario”, aclaró. Sin embargo, subrayó que el problema no ha sido resuelto de fondo.

“La situación es grave porque las universidades privadas suelen pagar más que la UBA, y esos investigadores terminan perdiendo salario”, indicó la investigadora. Además, comentó que muchos investigadores se ven obligados a aceptar cargos más altos en universidades debido a la precariedad salarial que enfrentan, y por esto sufren más descuentos. “Es injusto porque trabajamos más y terminamos cobrando menos. Es como si nos expropiaran el salario”, afirmó.

Pitta también denunció que, aunque se promueve que los investigadores participen en la docencia, no se les remunera de manera adecuada. “El sistema es contradictorio. Se nos incentiva a dar clases, pero cuando lo hacemos en cargos más altos, nos castigan descontándonos el sueldo”, señaló. Según sus estimaciones, un 25 por ciento de los investigadores del CONICET no reciben salario de la entidad porque dependen de sus cargos en las universidades.

“Una vez hice un cálculo, de acuerdo a la información que yo tenía. El 25 por ciento de los investigadores del CONICET no cobraban absolutamente nada del CONICET, su sueldo provenía de la universidad y como su sueldo era mucho más elevado que el del CONICET, era descontado íntegramente. El resto, algún cargo docente tiene, aunque a algunos no les descuentan nada”, detalló.

Sobre el CONICET, expresó su deseo de que la situación cambie con la actual gestión, pero se mostró cautelosa. “Hay mucha expectativa, pero también muchos desafíos. Este año fue de transición, con decisiones que generaron demoras innecesarias”, concluyó Pitta, refiriéndose a la necesidad de mejorar la interacción entre el ámbito académico y el sector productivo.

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¿Quién es Sandra Pitta?

Sandra Pitta es una farmacéutica, biotecnóloga e investigadora del CONICET con una amplia trayectoria académica. En 2019, su nombre cobró relevancia pública tras firmar una solicitada en apoyo a la reelección de Mauricio Macri y expresar en Twitter que temía ser expulsada del CONICET si ganaban Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner. Alberto Fernández respondió públicamente asegurándole que no la discriminaría por su ideología. Pitta ha trabajado en biotecnología y biología molecular, y asesora a políticos en temas de ciencia y tecnología desde 2016. (www.REALPOLITIK.com.ar)

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El espectáculo político se renueva

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Hasta el siglo pasado se entendía que cuanto más visible un personaje más chance de ser electo, por lo que los políticos buscaban celebridad para acceder al poder. Michelle Obama muestra cómo en el siglo XXI el verdadero éxito es aprovechar la notoriedad política para hacer espectáculos.

La señora Obama no solo tiene más popularidad en las redes que Kamala Harris. En Instagram duplica a Donald Trump y superó a su marido Barack Obama incluso cuando era presidente. Y si esa popularidad no es transferible a las elecciones nacionales (preguntar a Kamala), es sumamente redituable en el mundo del espectáculo global.

La alianza de los Obama con Netflix comenzó con el documental American Factory (2019), sobre los cambios de la industria norteamericana frente a los chinos, que obtuvo múltiples premios incluido el Oscar a mejor documental

Al revés de esos presidentes que llegan al poder para tener sus medios y su programa de TV, los Obama aprovecharon su salida para legar algo más que una biblioteca, como es tradición en los Estados Unidos. Desde la productora Higher Ground consolidan una filmoteca en Netflix tan variada como para albergar una serie de citas de cincuentones que se llama The Later Daters, de reciente estreno internacional.

La alianza de los Obama con Netflix comenzó con el documental American Factory (2019), sobre los cambios de la industria norteamericana frente a los chinos, que obtuvo múltiples premios incluido el Oscar a mejor documental. Y se consolidó con la película que captura la presentación nacional de Becoming, la autobiografía de Michelle.

Mientras Barack Obama envejecía aceleradamente en los últimos años de poder, Michelle florecía, ganaba estilo y glamur y lo contaba en libros, entrevistas, conferencias multitudinarias

Estas películas coinciden con Campamento extraordinario, Trabajar: eso que hacemos todos los días, American Symphony, Paternidad, varios documentales de naturaleza y algunos infantiles en un propósito: hacer política desde el entretenimiento sin que se note.

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Los Obama entendieron que cambiaron los manuales de política y que lo que tiene más popularidad no es la controversia. Michelle aprendió de su amiga Oprah Winfrey que en las plataformas ganan las historias humanas con las que el público puede identificarse. Las dos eligen mensajes de superación personal con esa seguridad que les da saberse extraordinarios ejemplos de éxito y esplendor.

Mientras Barack Obama envejecía aceleradamente en los últimos años de poder, Michelle florecía, ganaba estilo y glamur y lo contaba en libros, entrevistas, conferencias multitudinarias. Una auténtica influencer de estos tiempos, que sabe que dirigir los destinos del país más poderoso del mundo no es tan importante como tener reinar en el mundo de las redes sociales y sus negocios asociados.

La política pop se actualiza. Buscar el centro de las pantallas es de políticos del siglo pasado. En estos tiempos, la gente verdaderamente influyente, la que convierte a sus seguidores en suscriptores, es aquella que cede el protagonismo a la comunidad que conforma su red. En las series de su productora, los Obama apenas hacen unos breves cameos. Pero están. Michelle no aparece en la serie de citas, pero desde su cuenta de Instagram dejó claro quién manda. Mirando algunas escenas dejó entrever sus recriminaciones a un señor que se pasó de picante en su cita con una señora de 62. Hasta sugirió que en una próxima temporada debería estar bajo la supervisión de Logan Ury, la psicóloga de Harvard que asiste a los postulantes para conseguir pareja.

Un final feliz para la dama y ridículo para el caballero en la serie del momento es más efectivo que la mejor campaña por la igualdad. A Netflix no le convendría que esas series se conviertan en alguno de esos bodrios de canal Encuentro que envejecieron tan mal y tan pronto.

El éxito de Michelle es, precisamente, que entendió el desgaste de la política y lo poderosa que es la conexión humana. Por eso pierde cuando retoma la campaña, y brilla en sus redes que explotan cuando baila, conversa, aconseja o se deja entrevistar. La popularidad no se transfiere pero, como el público, se renueva.

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