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Le rodearon la manzana a Javier Milei

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Tras culpar a la prensa por difundir «un rumor sin sustento”, el vocero presidencial, Manuel Adorni, concluyó enfatizando que «en el gobierno no hay una sola interna”. Cuando tres afirmaciones de este tipo aparecen juntas, queda claro que se intenta atacar molinos de viento. La crisis está instalada en el gobierno nacional.

La incomodidad de Guillermo Francos no es un secreto para nadie, ni tampoco su decisión de dar un paso al costado si no se lo empodera para llevar a cabo su gestión. Desde hace tiempo no participa en las reuniones de mesa chica, no fue consultado respecto del mega DNU ni de la ley Ómnibus, ni fue convocado a la reunión de Javier Milei con legisladores del oficialismo.  Martín Menem, el presidente de la Cámara de Diputados, sufre un destrato similar. Cierto es que por ahora sigue en su cargo, pero es una incógnita averiguar hasta cuándo.

Si volvemos a los dichos de Adorni, tampoco es cierto que «en el gobierno no hay una sola interna”. La mayoría de los integrantes de La Libertad Avanza de la primera hora han sido excluidos, como en los casos de Ramiro Marra, Carolina Píparo o Lilia Lemoine. A niveles provinciales o municipales, la fragmentación y la ruptura son la característica en la mayoría de los casos. Y la secretaría de Cultura está estallada por la intromisión de una funcionaria de La Cámpora, Isabel Pose, que se desempeñó en el disuelto ministerio de la Mujer y que ahora ha sido empoderada en el de Capital Humano.

Pero el affaire Francos excede largamente a su protagonista, ya que forma parte del diseño de un golpe palaciego que tiene como protagonistas principales a Mauricio Macri y a la vicepresidenta, Victoria Villarruel. En los últimos días un medio periodístico lanzó la bomba: ambos se habrían reunido en El Calafate y el ex presidente le habría consultado a su interlocutora sobre su disposición a hacerse cargo de la presidencia en caso de que Javier Milei deba abandonar su cargo. «Con el desastre que está haciendo Javier la gente va a pedir que nos vayamos todos», habría pronosticado, palabras más, palabras menos. Más allá de la nebulosa que rodea a la reunión, el presidente está convencido de que el diálogo fluido entre ambos existe a sus espaldas, con una habitualidad que excede el enigma de El Calafate. Tampoco es una novedad, ya que viene produciéndose desde antes del balotaje, e incluso entonces Villarruel se animó a lanzar su propio sello y a convocar a una manifestación en su propio apoyo.

A Javier Milei le están rodeando la manzana. Su gestión navega en aguas de confusión e improvisación y sólo parece funcionar el plan de saqueo y empobrecimiento de la Argentina, implementado por el ministro Luis Caputo, que no es sino el plan económico convalidado por Mauricio Macri, y que muestra sensibles diferencias con las propuestas electorales del entonces libertario. De hecho, el ex presidente está presionando muy fuerte para que Francos vuele por los aires y sea reemplazado por Diego Santilli. Con los reveses judiciales en el ámbito laboral del mega DNU -el “misil contra la democracia”- y las contradictorias afirmaciones de los diputados aliados y consentidores seriales -UCR, peronismo cordobés, pichettismo y CC-, Milei necesitará cada vez más el apoyo de estos espacios legislativos que tanto desprecia, y deberá optar entre hacer mayores concesiones o avanzar por la vía autoritaria: ninguna de las dos aporta certezas sobre su futuro.

Francos, por su parte, tampoco le hace fáciles las cosas al presidente. En una reunión restringida en la Casa Rosada, le habría lanzado a la cara de Luis Caputo la siguiente pregunta:  «¿Hasta cuando vos y Javier van a ajustar sin aumentos de salarios? ¿Hasta cuándo creés que vamos a durar así como gobierno? Vos la hacés fácil, después te escapás como con Macri”.

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El presidente sabe que entregar a Franco sería una señal inconfundible de debilidad y mantenerlo un dolor de  cabeza. Por esta razón le renovó la confianza y este jueves recibió a Guillermo Montenegro y a Ignacio Torres, muy preocupados por el impacto de la ley Óminibus sobre la actividad pesquera en Mar del Plata y Chubut. El ministro del Interior aseguró que habían entendido mal el texto de la normativa, pero no dejó conforme a nadie, ya que todo el tablero político duda de las afirmaciones de Francos, ya que reiteradamente han sido desconocidas en los ámbitos decisorios de esta gestión. En el contexto del ajuste salvaje que fogonean Caputo y Milei, la cartera de Interior debe jugar un papel clave, que claramente no le habilitan a desempeñar.

A esto se suman otras tres cuestiones que generan preocupación. Uno es el alcance del paro con movilización programado por la CGT para el 24 de enero, que podría potenciar la dimensión de un pronunciamiento popular en contra del programa económico y social del gobierno. El otro es el ensanchamiento de la brecha entre dólar oficial y paralelo, que súbitamente levantó vuelo con el inicio del nuevo año, y que volvería ineludible una nueva devaluación salvaje para febrero o marzo, sin que el  gobierno considere incrementos salariales compensatorios. El tercero es cuál será la reacción del campo ante el incremento de las retenciones, considerando que es un electorado “propio” que podría escapársele de las manos.

Al presente, todo es incertidumbre. La previsibilidad que prometió Milei no aparece por ningún lado. El saqueo de las clases medias, los trabajadores y de quienes perciben asignaciones sociales estaba muy claro, salvo para los ingenuos votantes del actual presidente y los odiadores seriales del antiperonismo. En ese marco, Martín Guzmán reapareció en escena para afirmar que el gobierno está preparando el camino de la dolarización. El interrogante es si conseguirá llevarla a cabo y a qué costo. Y allí aparecen como alternativas la confrontación social y la transformación de la Argentina en una gigantesca villa miseria. Alcanzado este punto, ya no habría posibilidades de retorno. (www.REALPOLITIK.com.ar)

ETIQUETAS DE ESTA NOTA

Luis Caputo, Carolina Píparo, Guillermo Montenegro, Diego Santilli, Javier Milei, Mauricio Macri, Ramiro Marra, Martín Guzmán, Ignacio Torres, Victoria Villarruel, Lilia Lemoine, Manuel Adorni, Martín Menem, Guillermo Francos

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El espectáculo político se renueva

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Hasta el siglo pasado se entendía que cuanto más visible un personaje más chance de ser electo, por lo que los políticos buscaban celebridad para acceder al poder. Michelle Obama muestra cómo en el siglo XXI el verdadero éxito es aprovechar la notoriedad política para hacer espectáculos.

La señora Obama no solo tiene más popularidad en las redes que Kamala Harris. En Instagram duplica a Donald Trump y superó a su marido Barack Obama incluso cuando era presidente. Y si esa popularidad no es transferible a las elecciones nacionales (preguntar a Kamala), es sumamente redituable en el mundo del espectáculo global.

La alianza de los Obama con Netflix comenzó con el documental American Factory (2019), sobre los cambios de la industria norteamericana frente a los chinos, que obtuvo múltiples premios incluido el Oscar a mejor documental

Al revés de esos presidentes que llegan al poder para tener sus medios y su programa de TV, los Obama aprovecharon su salida para legar algo más que una biblioteca, como es tradición en los Estados Unidos. Desde la productora Higher Ground consolidan una filmoteca en Netflix tan variada como para albergar una serie de citas de cincuentones que se llama The Later Daters, de reciente estreno internacional.

La alianza de los Obama con Netflix comenzó con el documental American Factory (2019), sobre los cambios de la industria norteamericana frente a los chinos, que obtuvo múltiples premios incluido el Oscar a mejor documental. Y se consolidó con la película que captura la presentación nacional de Becoming, la autobiografía de Michelle.

Mientras Barack Obama envejecía aceleradamente en los últimos años de poder, Michelle florecía, ganaba estilo y glamur y lo contaba en libros, entrevistas, conferencias multitudinarias

Estas películas coinciden con Campamento extraordinario, Trabajar: eso que hacemos todos los días, American Symphony, Paternidad, varios documentales de naturaleza y algunos infantiles en un propósito: hacer política desde el entretenimiento sin que se note.

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Los Obama entendieron que cambiaron los manuales de política y que lo que tiene más popularidad no es la controversia. Michelle aprendió de su amiga Oprah Winfrey que en las plataformas ganan las historias humanas con las que el público puede identificarse. Las dos eligen mensajes de superación personal con esa seguridad que les da saberse extraordinarios ejemplos de éxito y esplendor.

Mientras Barack Obama envejecía aceleradamente en los últimos años de poder, Michelle florecía, ganaba estilo y glamur y lo contaba en libros, entrevistas, conferencias multitudinarias. Una auténtica influencer de estos tiempos, que sabe que dirigir los destinos del país más poderoso del mundo no es tan importante como tener reinar en el mundo de las redes sociales y sus negocios asociados.

La política pop se actualiza. Buscar el centro de las pantallas es de políticos del siglo pasado. En estos tiempos, la gente verdaderamente influyente, la que convierte a sus seguidores en suscriptores, es aquella que cede el protagonismo a la comunidad que conforma su red. En las series de su productora, los Obama apenas hacen unos breves cameos. Pero están. Michelle no aparece en la serie de citas, pero desde su cuenta de Instagram dejó claro quién manda. Mirando algunas escenas dejó entrever sus recriminaciones a un señor que se pasó de picante en su cita con una señora de 62. Hasta sugirió que en una próxima temporada debería estar bajo la supervisión de Logan Ury, la psicóloga de Harvard que asiste a los postulantes para conseguir pareja.

Un final feliz para la dama y ridículo para el caballero en la serie del momento es más efectivo que la mejor campaña por la igualdad. A Netflix no le convendría que esas series se conviertan en alguno de esos bodrios de canal Encuentro que envejecieron tan mal y tan pronto.

El éxito de Michelle es, precisamente, que entendió el desgaste de la política y lo poderosa que es la conexión humana. Por eso pierde cuando retoma la campaña, y brilla en sus redes que explotan cuando baila, conversa, aconseja o se deja entrevistar. La popularidad no se transfiere pero, como el público, se renueva.

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