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POLITICA

Malas noticias para el peronismo: las encuestas confirman que a Javier Milei lo bancan los pobres

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En ciencias duras como las Matemáticas o inexactas como la Medicina, un error de diagnóstico muy probablemente nos llevará a un resultado/final indeseado e inesperado. En política también ocurre bastante de esto. Y con Javier Milei, mucho más.

Mientras un sector del círculo rojo (dirigentes, empresarios, periodistas) sigue minimizando el anclaje del fenómeno libertario en la sociedad, Milei avanza. Y no es nuevo: ya en el sorprendente triunfo en la PASO (y por supuesto el balotaje), el hoy Presidente confirmó la transversalidad del apoyo que tiene.

Lo que se prejuzgó de arranque como una moda porteña, de clase media/media alta y encapsulada a algunos programas de TV, se manifestó luego como una fuerza de alcance nacional, con particular éxito en el interior del país, y con ramificaciones en los sectores más postergados, el público históricamente cautivo del peronismo.

Pese a esto, muchos actores siguen esperando una caída del Presidente por la rebelión de las clases bajas, en su análisis las más afectadas por el ajuste. Primer error: el único sector para el que el Gobierno mantuvo canilla libre, con subas de ingresos por encima de la inflación, fueron los beneficiados por la Tarjeta Alimentar y otros subsidios sociales.

En ese contexto, lo que muestran los estudios de opinión pública es que a Milei lo bancan los pobres. O al menos una porción importante de ellos, en promedio por encima del resto. Malas noticias para el peronismo.

Es lo que Cristina Kirchner, en una confesión brutal de su lectura parcial de la realidad y falta de autocrítica, sintetizó en una de sus últimas apariciones públicas: “¿Cómo puede ser posible que en este estado de situación, haya gente que apoya?”.

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Qué dicen las encuestas

Días atrás, la consultora Opina Argentina (OA) presentó su última encuesta de coyuntura. Entre otros datos, mostraba la evolución de la imagen del Presidente. Sobresalen dos datos:

1) La positiva llega a su mejor nivel desde enero, con 53 puntos de apoyo.

2) Cuando se discrimina la información por clase social, entre los más pobres el número crece a 55%.

La imagen de Javier Milei según la clase social. El promedio es de 53% de positiva y entre los más pobres crece a 55%.

«Milei tiene su apoyo más fuerte entre los jóvenes, los hombres y también en las clases más bajas, sobre todo en el Interior«, amplía el analista Facundo Nejamkis, a cargo de OA.

Enseguida aclara que en el Conurbano, la meca del PJ, no le va mal a Milei. Sobre todo si se lo compara con el resto. Clarín contó hace dos semanas que el mandatario había mejorado su imagen en 15 de los 24 partidos que componen el Gran Buenos Aires.

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Otro estudio reciente, en este caso de la firma Synopsis, apoya la hipótesis. En este caso, no se consultó por clase social sino por nivel educativo. Y se hizo una pregunta particular: «¿Cómo evaluás el desempeño del Gobierno para bajar la inflación?». Entre los que apenas llegan al primario completo o incompleto, el 44,7% lo calificó de «muy bueno» y el 23% de «bueno».

Es el grupo más satisfecho con esta política de gestión. Y si bien no hay una relación exacta entre nivel educativo y clase social, se estima que la mayoría de los que no llegan al secundario son de las clases más bajas.

Lucas Romero, director de Synopsis, aporta otro dato clave para preocupar al PJ. Cuando los resultados a la misma pregunta se detallan por el voto en la elección general, un cuarto de los votantes de Massa (que entonces llegó a un 37%) también califican positivamente el combate a la inflación. Un montón.

La suba de precios, vale repetirlo hasta el cansancio, es la principal preocupación de los argentinos hace más de una década. Y ahí quien parece haber entendido el diagnóstico es Milei, que guardó algunas de sus banderas pro mercado y frenó subas de prepagas y tarifas con tal de mantener una curva descendente.

En esa lógica, el salto del dólar es un alerta.

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POLITICA

Qué implica un acuerdo de reciprocidad de aranceles con Estados Unidos y la diferencia con uno de libre comercio

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Si hasta hace días Javier Milei afirmaba que su prioridad externa era la firma de un Acuerdo de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos, este sábado, viró su discurso ante la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) y dijo: «Argentina quiere ser el primer país del mundo en sumarse a este acuerdo de reciprocidad que pide la administración Trump en materia comercial». Añadió: “Si no estuviéramos restringidos por el Mercosur, Argentina ya estaría trabajando en un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos que sea mutuamente beneficioso”.

Una y otra son cosas distintas. Para empezar a entender el giro del mandatario argentino hay que remitirse a la nueva y disruptiva política comercial, proteccionista, de esta nueva presidencia de Donald Trump, que empezó el 20 de enero.

A mediados de este mes, el republicano anunció que impondrá aranceles recíprocos y prácticas comerciales a los países que comercien con Estados Unidos. Además, en lo que es considerado por sus propios socios como una nueva “guerra comercial”, le impuso el 10% de aranceles a China; el 25% a sus vecinos y socios, Canadá y México, y el 25% a todo el acero y al aluminio que entra a su país, en lo que sí afecta a empresas de Argentina como Techint y Aluar.

Un acuerdo de libre comercio como el que el Mercosur venía negociando con la Unión Europea es un pacto entre dos o más países para eliminar barreras comerciales y promover el intercambio de bienes y servicios, que pueden llegar incluso a tener aranceles cero. El bloque que integran de manera fundante Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay -Venezuela está suspendida y Bolivia estaba en camino de entrar- no le permite a ningún país firmar un TLC si no es con todos los miembros, por lo que Milei ha lanzado algunas amenazas con irse del Mercosur si una negociación con Estados Unidos lo tentara más.

Sin embargo, la misma política proteccionista no lo llega a poner en ese dilema por ahora. A partir de la reciprocidad que impone Trump, el Departamento de Comercio debería empezar a examinar los aranceles que los otros países aplican a Estados Unidos para luego ellos aplicar esos mismos.

Expertos consultados por Clarín afirman que detrás de ese planteo existe una primera duda y es la de cómo Estados Unidos va armar las posiciones arancelarias con cada uno de los más de 190 países del mundo. Sólo por mencionarlo, su Sistema Generalizado de Preferencias (SGP) abarca unas 3.500 posiciones arancelarias con la eliminación de aranceles.

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Es probable, afirman otras fuentes consultadas, que en el gobierno argentino le hayan dicho a Milei que técnicamente es imposible firmar un TLC clásico con Estados Unidos, contrariamente a lo que dijeron, inesperadamente, en las últimas horas, dirigentes de la American Chamber de Argentina. Y por eso, el mandatario habla ahora en la misma sintonía de Trump, con quien se comparó varias veces este sábado, y comenzó a hablar de reciprocidad en los aranceles con los que Trump busca revertir el déficit comercial de su país.

Entre los otros problemas que se presentan, surge uno central: los mercados de Argentina y Estados Unidos no son complementarios, son competitivos. Sobre una balanza comercial de U$S 16.300 millones en 2024, la Argentina tienen un déficit de U$S 2.200 millones.

Argentina produce básicamente productos primarios. Estados Unidos también. Estados Unidos, además de bienes primarios, produce muchos bienes (industrializados y primarios) que la Argentina no produce. Entonces, un acuerdo con los Estados Unidos es complejo para la Argentina, cuyo fuerte es la agricultura, aunque ahora también crezca el negocio de la minería y la energía. Pero las de Estados Unidos también.

Durante la gestión en Cancillería de Diana Mondino y su ex secretario de Comercio Internacional, Marcelo Cima, se firmó un importante acuerdo para el comercio de minerales críticos, como litio y acero, que pedían la Rosada y Economía. Se desconoce si la cancillería Gerardo Werthein lo continúa. La secretaria de la General, Karina Milei, le había pedido al embajador Luis María Kreckler -en reemplazo temporal de Cima- un plan para llegar a un TLC con EE.UU. a pedido del Presidente. El Gobierno debería explicar ahora cómo se trabajará en un plan basado en la Reciprocidad.

El sistema comercial actual global se basa en el principio de la «nación más favorecida» (MFN), donde los aranceles reducidos para un miembro de la Organización Mundial del Comercio (OMC) se aplican a todos los demás. Las naciones pueden reducir los aranceles por debajo del nivel de MFN para socios específicos cuando entran en un acuerdo de libre comercio. Es la llamada tarifa aplicada.

No está claro lo que va a hacer el gobierno de Trump con este esquema del que es critico desde el primer gobierno del republicano y hay hasta filosofía económica al respecto como la de su ex jefe de Comercio, Robert Lighthizer. Se estima que su propuesta de reciprocidad es una idea de negociación de Trump. Una más.

Lo que varios analistas consideraron que podría ocurrir y eso sí es positivo para la Argentina es que Estados Unidos empiece a pensar en el hecho de que como muchos -y sobre todo para el trumpismo- proponga avanzar en un acuerdo plurilateral donde estén sus aliados. Y eso sería volver a un GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio), que fue previo a la OMC y por el que no existía la cláusula de nación más favorecida.

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¿Qué significa el principio de NMF? Que si un país le da un beneficio comercial a otro, se lo tiene que dar a todos. Estados Unidos no quiere eso. Estados Unidos lo que quiere es reciprocidad. Entonces quiere volver al GATT: le da un beneficio a un país y ese otro país le da el beneficio a EE.UU. En una especie de acuerdo plurilateral. La pregunta es si alguien en la actual administración argentina entiende ello.

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