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POLITICA

Marcha contra el veto a las jubilaciones: hubo incidentes, pero el protocolo de seguridad volvió a funcionar para frenar la movilización

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Mientras en el Congreso se definía la ratificación del veto presidencial a la reforma jubilatoria que impulsaba la oposición, entre 10.000 y 15.000 personas convocadas por gremios y sectores de la izquierda y el kirchnerismo se movilizaron en una protesta de mayor intensidad que la semana anterior, pero que fue controlada por el Ministerio de Seguridad, más allá de algunos incidentes aislados, una docena de heridos y tres detenidos por los enfrentamientos de manifestantes con la Policía.

Desde el mediodía hubo columnas plantadas frente al Congreso, especialmente en la intersección de Rivadavia y Callao, pero sin poder superar ese filtro policial, ya que se valló por completo la zona. Si bien no tuvo la contundencia de otras movilizaciones, la convocatoria nucleó a toda la oposición crítica, con referentes políticos como el gobernador bonaerense Axel Kicillof, su vice Verónica Magario, el intendente de La Matanza Fernando Espinoza y sindicatos ligados al kirchnerismo como la UOM, de Abel Furlán.

Además, hubo presencia importante de la CGT, sobre todo del espacio alineado al camionero Pablo Moyano, de ATE, de Hugo «Cachorro» Godoy, y de organizaciones que participaron del último gobierno de Alberto Fernández, como la UTEP, referenciada en líderes como Emilio Pérsico (Movimiento Evita), Juan Grabois (MTE), Daniel Menéndez (Barrios de Pie) y Juan Carlos Alderete (CCC).

El fuerte operativo de seguridad que plantó el Gobierno frente al Congreso.
Foto: Juano Tesone.

Con la sesión iniciada poco después de las 11, la expectativa era ver qué iba a suceder una vez que se ratificara, como terminó sucediendo, el veto presidencial. Cerca de las 15.40, cuando eso sucedió, un grupo de manifestantes de izquierda, especialmente del movimiento MAS, derribó un vallado y se enfrentó con la Policía. Esos hechos derivaron en las detenciones, así como también en una policía que fue herida por el impacto de un objeto contundente en un glúteo y en la pierna izquierda y otro que cayó de su moto debido a una agresión.

Ese momento, inmediatamente posterior a la votación, fue el más crítico de la manifestación, aunque siempre pareció que la situación estaba controlada. «Derriban el vallado e intentan entrar [al Congreso]. Alcanzaron la puerta por la que ingresan los diputados, pero Gendarmería logró hacerlos retroceder a los manifestantes y encaminar la situación», dijo Alejandra Monteoliva, secretaria de Seguridad de la Nación. Hubo patadas y golpes contra la puerta de ingreso. Poco después, los manifestantes se fueron yendo y la Policía dispersó la zona con los pocos que quedaban haciéndolos liberar la calle y subirse a la plaza.

Las organizaciones más activas en el reclamo volvieron a ser las de izquierda, con el MAS provocando incidentes, pero con el Polo Obrero de Eduardo Belliboni como la agrupación más numerosa. Sin embargo, desde antes de que se votara, cerca de las 15, muchos manifestantes comenzaron a irse caminando hacia 9 de Julio, de manera pacífica. Primero lo hicieron los de la CCC, luego los de la UOM, después los de Barrios de Pie y finalmente los del Polo Obrero. Cuando se produjeron los incidentes más graves, apenas quedaban frente al Congreso, a lo sumo, unas 1.000 personas.

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A las 16.45, cuando todo ya parecía estar sereno, sobre Solís, hacia el lado de Rivadavia, por donde avanzaban policías motorizados, volvieron a escucharse detonaciones y se produjeron forcejeos entre manifestantes y oficiales. Palos de madera comenzaron a ser arrojados hacia las fuerzas de seguridad, que respondieron con balas de goma, cerca de la Plaza de los Dos Congresos. Doce personas fueron atendidas por el SAME.

El Ministerio de Seguridad, con Patricia Bullrich comunicando desde las redes sociales, también hizo especial hincapié en los operativos de control de transporte que se realizaron durante el día. «El protocolo se aplica. Colectivo que incumple, colectivo que se vuelve a Provincia», tuiteó Bullrich. Además, Seguridad informó que se constató que 32 de ellos carecían de habilitación y medidas de seguridad varias, siendo casi 800 los manifestantes que tuvieron que desplegarse por sus propios medios. Y que se realizó la aprensión de 2 masculinos, ambos caratulalos como atentado y resistencia a la autoridad.

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El capitalismo despliega sus alas

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La burguesía logró controlar las insurrecciones y aun cuando en algunas partes debieron ceder ante ciertos y acotados reclamos republicanos y democráticos, pocos meses más tarde la rebelión sólo era una vieja pesadilla y persistía exclusivamente en aquellos lugares donde las demandas se vinculaban más con cuestiones de identidad nacional que con una lucha de clases. En esta época los países industriales incrementaron su producción en forma extraordinaria y ampliaron sus mercados acompañando la dinámica del capital, la cual sugería una lógica de intercambio cada vez más global. 

Muchos países europeos no industrializados hasta ese momento comenzaron a adoptar patrones tecnológicos de los países pioneros en la industria y en muchos casos transitaron un camino sostenido de industrialización. Otras regiones, en cambio, se integraron a la economía internacionalizada por su características subsidiarias respecto de las necesidades de las naciones industriales. América Latina y Canadá, Nueva Zelanda, Australia, entre otros, se enmarcaron en ese tópico como productores de materias primas en un mundo donde la especialización productiva fue la variable más predominante. Mayores exportaciones y libertad de empresa fueron la fórmula de la consolidación del orden capitalista. 

La propiedad de las industrias generalmente coincidió con las familias que le habían dado origen, como los Dollfus, los Koechlin, los Krupp, los Rothschild, los Forsty, considerados como ejemplos a emular en un mundo abierto al talento. Y es que eran las habilidades para hacer negocios las que abrían las puertas al éxito. El capital inicial podía dar un mejor handicap a la hora de iniciar la empresa pero no constituía un elemento excluyente. Aun así la procedencia social de estos hombres emprendedores era la clase media.

Estos individuos se creían a sí mismos dotados de dones especiales para la vida empresarial y consideraban justificadas sus ganancias en razón de sus propios méritos. Lejos estaba de sus conciencias considerar que existiera explotación alguna hacia los obreros de sus talleres o industrias y menos aún que el estado hubiera generado condición alguna para la acumulación del capital. 

En el razonamiento burgués, los obreros se circunscribían a dos categorías: los buenos trabajadores que consustanciados con la esencia misma de la empresa la sentían como propia y no escatimaban esfuerzos para aumentar su productividad y eficiencia; y el resto –la mayoría– ociosos empedernidos que eran parias inútiles para la sociedad, y a los cuales sólo la inanición y la coerción los obligaba a desempeñar, de mala gana, su tarea. Por supuesto, que los primeros aglutinaban a los trabajadores calificados, con salarios diferenciales y cuyos saberes eran esenciales en el proceso de producción, mientras que los segundos eran un conjunto de trabajadores no calificados –peones, auxiliares, maestranzas, cargadores, jornaleros– con salarios muy reducidos, condiciones laborales insalubres y jornadas interminables.

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Estos últimos podían ser fácilmente reemplazables, pero igualmente este asunto siempre preocupó a los empresarios. Seguramente, porque la mayoría de este proletariado constituía la primera generación familiar de asalariados urbanos y en consecuencia no se habían consolidado las prácticas culturales y sociales en las familias, sobre las rutinas de la vida capitalista

De hecho, durante mucho tiempo, en algunos países algunos trabajadores urbanos mantuvieron sus mecanismos de subsistencia alternativos a través del cultivo en quintas domésticas. La acelerada urbanización, que para los sectores pobres significó hacinamiento, fue destruyendo estas prácticas. La permanencia de antiguas tradiciones no era propiedad exclusiva de la clase trabajadora; la ascendente burguesía, si bien parecía pronta a disfrutar de los beneficios que le obsequiaban los nuevos tiempos, era más reacia a los cambios culturales en el interior del seno familiar. La unidad doméstica se concebía como la familia tradicional, nuclear, monogámica, y donde los roles masculinos marcaban una gran superioridad respecto del resto de los miembros

Las costumbres religiosas, lejos de distenderse, se fortalecieron y los valores morales rigurosos fueron la idiosincrasia de los estratos medios y altos. El recato, la austeridad y el conservadurismo marcaban desde el nacimiento a estos hombres, por lo menos como puesta en escena para sus relaciones sociales. En la práctica, la hipocresía era el signo de una clase dominante que no quería legitimar en público las prácticas que despreciaban de sus subordinados. Una vida abocada al esfuerzo, el trabajo y a la familia no podía destruirse por alguna debilidad  considerada natural para un hombre que se preciara de su condición. El éxito en el ámbito de la sociedad civil –y particularmente en el mundo económico– podía obviar estos detalles.

Esos límites laxos se contraponían con la férrea ideología que profesaron estos hombres con una unanimidad que difícilmente volvió a observarse en el siglo XX, aunque tal vez un espectro de este consenso se reprodujo en los últimos 30 años, con la globalización y irrupción de la ideología neoliberal. (www.REALPOLITIK.com.ar) 

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