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Marina Achával habla de su pasión por la moda y del pedido de su hijo Andino Mallmann: “Me dice que venda toda mi ropa…”

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En cada gala o evento top al que asiste, Marina Achával (48) acapara todas las miradas. Con sus outfits nunca pasa inadvertida: a veces, elige propuestas más clásicas y otras, más impactantes, y todos llevan la firma de los diseñadores número uno del mundo fashion. “Amo la moda. La ropa no sólo te viste, sino que te protege. Para mí, es una segunda piel”, define ella, mientras selecciona las últimas “joyas” que incorporó este año y con las que posará para la producción fotográfica para ¡HOLA! Argentina: un Valentino y un Gucci que compró en París; y varios Balenciaga que trajo de Nueva York. A lo largo de los años, Marina ha logrado armar una colección inmensa; las prendas vintage son su debilidad: “Tengo todo clasificado por diseñador: hay mucho de Dior, Marc Jacobs, Prada, Thierry Mugler… Es infinito”, asegura la socialité, quien siempre está aggiornada: cada vez que las grandes firmas sacan una colección nueva, le envían sus catálogos.

–¿De quién heredaste la pasión por la moda?

–No tanto de mi madre, María Cecilia [artista plástica], sino más bien de mi tía abuela María Teresa Duhau Lacroze de Rocha Blaquier y de mi abuela Diana Nelson de Duhau, miembros de una familia muy vinculada al campo argentino, al igual que la rama Achával. Mis antepasados maternos fueron quienes levantaron esas construcciones fabulosas de la Avenida Alvear [a principios del siglo pasado, los Duhau –de origen francés– amasaron una fortuna con la que construyeron varias mansiones icónicas de Buenos Aires, como el Palacio Duhau, hoy sede del Hotel Hyatt]. La casa de mi abuela [también sobre Alvear, en la década del 90, en esa propiedad, se instaló Emporio Armani] era de seis pisos: en el tercero, vivían mis abuelos; en el segundo, mi tía abuela. Tenía pisos de roble, escaleras de mármol… e inmensos vestidores de boiserie, donde estaban los vestidos fabulosos de mi abuela. Con ella, íbamos a tomar el té donde hoy es el Palacio Duhau, en el que vivían familiares nuestros [en el árbol genealógico de los Duhau, se mezclan apellidos como Nelson, Duggan y Lacroze Gowland]. Me crie rodeada de esa belleza y refinamiento. El estilo se hereda de la familia y de las experiencias que una ha vivido.

En uno de sus viajes a Europa, vio este vestido de organza bordado by Gucci y se enamoró. En Buenos Aires, lo estrenó para una gala en el Museo de Bellas Artes.

–¿Y qué dijo tu familia cuando, en los noventa, te lanzaste al modelaje con Pancho Dotto?

–¡No querían! Mi abuela, que hablaba francés e inglés, me decía “Marina, it’s so horrible”: porque en esa época, además, me había cortado el pelo tipo punk: para todos, era un escándalo. De chica, fui rebelde: todo me importaba poco… incluso venir de una familia de abolengo. Después de pasar por la agencia de Pancho, me fui a desfilar a París y a Nueva York. Me divertí mucho, pero extrañaba mi vida en la Argentina, mi familia, el campo, los caballos… Volví. Con los años, mi mirada fue cambiando: hoy sé que mi pasado es quien soy.

–¿Cómo fue tu enamoramiento con la moda vintage?

–De a poco. A los 18 años, mientras mis compañeras del colegio pensaban en carreras universitarias, yo estaba entusiasmada en investigar el vintage. Había heredado muchas prendas de mi abuela: sus Christian Dior, Emilio Pucci, Salvatore Ferragamo… El primer diseño que yo compré fue un vestido negro de Mugler, que guardo como un tesoro. También amé la época de Dior con John Galliano. Cuando viajaba a París, empecé a ir a lugares especializados en vintage de Chanel.

–¿Tenés alguna debilidad?

–No. Me gusta todo: los vestidos, los zapatos, los accesorios… Cuando me fascina un ítem, compro varios. A la 2.55 [la cartera icónica de Chanel], que es un modelo clásico, la tengo en muchos colores. Tener un buen jean vintage es un tip que recomiendo, así como evitar esas marcas que exhiben demasiado sus logos.

–¿Prestás tu ropa?

–Antes, cuando mis amigas me pedían, les prestaba. Pero, como no volvían en las mejores condiciones, dejé de hacerlo. Hoy, sólo le presto a mi hermana Sofía [casada con el escritor francés y heredero del imperio editorial Gallimard, Thibault de Montaigu; Sofía es dueña de Acheval, una marca de ropa]. Con ella compartimos la pasión por la moda. Cada vez que viajo a París, donde vive, vamos juntas a recorrer tiendas.

–¿Y tus otros hermanos tienen la misma pasión que vos?

–De los cuatro, sólo nosotras dos. Isabel [es cineasta, vive en Roma y está casada con un diplomático italiano] y Wenceslao [es inge – niero agrónomo y administra los campos familiares], son más tranquilos. [Se ríe]. Ellos ya saben que, cuando viajo, además de visitar a Sofía y a Isabel, voy a museos y teatros, esquío en Austria y también compro ropa. Vuelvo a la Argentina con muchas valijas.

Con un vestido de brocatto de Valentino con zapatos de Ferragamo. Los aros son de Yves Saint Laurent y el anillo de brillantes, herencia de su abuela Diana Duhau Nelson.

–¿Tu hijo Andino te acompaña en estas giras? [Es fruto de su relación con el reconocido chef Francis Mallmann].

–Él es un gran compañero. Yo ansiaba ser madre y, cuando nació, transformó mi vida: me hizo una mujer completa y feliz. Fue lo mejor que me pasó. Tiene 18 años, estudia Economía Empresarial y, quizás, en el futuro, se involucre en algunos de los tantos proyectos vinculados al campo, que a toda la familia nos tienen muy entusiasmados, como el tambo robótico, uno de los más grandes del país. Andino es cero fashionista, pero tiene su estilo. Y más de una vez me ha dicho que tengo que vender toda la ropa que tengo.

–¿Estás de acuerdo?

–¡No se me pasa por la cabeza! Pero sí sueño con exponerla en una muestra y escribir un libro que mezcle literatura e imágenes de moda [Marina, que cursó Letras en la Universidad del Salvador, publicó dos libros con poemas surrealistas]. Ni mi hijo ni Jorge [se refiere al empresario textil Jorge Vartparonian, su pareja desde hace once años] entienden mi pasión. “Te compraste esto y nunca lo usaste”, me dice mi novio. ¡Es verdad! Hay cosas que aún no estrené. Es que, cuando me gusta algo, lo compro. No es que lo haga pensando en un evento: la ocasión siempre aparecerá. Georgie [así lo llaman] me reclama que, cuando vamos a salir, lo hago esperar demasiado. Cuando finalmente aparezco, me dice que siempre estoy overdressed. A mí no me importa. La moda, para mí, tiene mucho de teatral, de escenográfico. Es una expresión artística que nos permite relacionarnos con los demás y con el mundo para generar belleza.

“Cuando me gusta algo, lo compro. No lo hago pensando en un evento: la ocasión, en algún momento, aparecerá”, dice. 
Confiesa: “Mi novio me dice que siempre estoy overdressed. A mí no me importa. La moda, para mí, tiene mucho de teatral y de escenográfico”. Junto con sus dos hermanas, Sofía (en el centro) e Isabel, en una foto que les sacó el fotógrafo Sebastián Faena en los noventa.La abuela de Marina, Diana Duhau Nelson; en el centro, la artista plástica Cecilia Duhau, madre de Marina; y Lily MacDonald McCormick de Nelson Duggan, su bisabuela. “Me crie rodeada de esa belleza y refinamiento que se respiraba en la casa de esas mujeres”, resume.

Peinado: Joaquina Espínola

Agradecimientos: Mabby Autino @mabbyautinomakeup y Cecilia Costantini @elcaminodelasflores

La tapa de revista ¡Hola! de esta semana.

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PASO, aportes de campaña y boleta única: el Gobierno trabaja en una reforma del sistema electoral

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Aprobados la Ley Bases y el paquete fiscal, y expectante por la firma del Pacto de Mayo, el Gobierno ahora va por otras grandes apuestas. El propio Javier Milei adelantó públicamente que se viene un nuevo megaproyecto para desregular la economía, pincelado otra vez por Federico Sturzenegger. Pero la cosa no acaba ahí.

El presidente quiere impulsar una reforma política para modificar tres de los pilares del sistema electoral argentino. Es por ello que le encargó a su jefe de Gabinete la tarea de producir una idea y enviarla al Congreso de la Nación. Pues claro: la Constitución Argentina le impide al presidente dictar decretos en materia electoral (artículo 99, inciso 3). No tiene otra que pasar por el Parlamento.

Leé también: Los detalles del Pacto de Mayo: vigilia, firma a la medianoche, 10 puntos clave y los grandes ausentes

El Presidente compartió un mensaje dedicado a la Vicepresidenta tras la aprobación de la Ley Bases. (Foto: Reuters/Agustin Marcarian)

La persona a cargo de semejante tarea es el vicejefe de gabinete de ministros, Lisandro Catalán, mano derecha de Francos. Secundó eficaz y eficientemente a su jefe durante el armado y la negociación política que permitieron aprobar la Ley Bases y el paquete fiscal. Ahora tiene la responsabilidad de preparar un proyecto que ancla en tres ambiciosos objetivos.

En primer lugar: eliminar las PASO. Para ello, trabaja en dos direcciones. Por un lado, la posibilidad de convertirlas en “PAS” (Primarias Abiertas Simultáneas), es decir, quitándole a la herramienta la cuota de obligatoriedad. Sería para el Gobierno un gran avance pero no resolvería del todo algo que para Milei es un problema: las PASO cuestan dinero, y mucho.

Solo para tener en cuenta: las PASO 2023 le costaron al Estado más de 8000 millones de pesos. Para peor, muchos de los espacios políticos presentan un solo candidato. Eso significa que, en esos casos, las PASO solo sirven para demostrar capacidad electoral y se convierten en una encuesta pagada por el pueblo. Es por eso que dentro del Gobierno hay quienes consideran que directamente habría que eliminarlas, hasta tanto la Argentina no resuelva su crisis socioeconómica.

Guillermo Francos junto a Lisandro Catalán (Foto: Reuters).
Guillermo Francos junto a Lisandro Catalán (Foto: Reuters).

En segundo lugar: el financiamiento de las campañas políticas. Un lugar oscuro del sistema. Si bien es cierto que la ley impulsada por el exministro del Interior Florencio Randazzo durante su gestión en el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner produjo grandes avances, lo cierto que es aun persiste lo que suele llamarse “campaña en negro”, es decir, aportes no declarados.

Lo que el Gobierno plantea es la necesidad de sincerar. Es decir, terminar con la hipocresía de no poner el tema sobre la mesa. Considera que es el momento de hacerlo, de liberar el financiamiento de las campañas, pero con un sistema de control y auditoría para prevenir la comisión de delitos o el encubrimiento (narcotráfico, por ejemplo). Fiel a su estilo liberal, el presidente considera que -como el resto de las actividades- hay que desregular el sistema de financiamiento de las campañas.

Leé también: Milei confirmó que Sturzenegger jurará como ministro esta semana y anticipó cuál será su función

Por último: el sistema de boleta única. En este caso, hay un camino allanado. Hay una media sanción lista para ser tratada en el Senado de la Nación. Pero, según el Gobierno, hay un pequeño tema a resolver. Al parecer, algunos senadores objetan el proyecto aprobado en Diputados porque promueve el “modelo cordobés”. Es decir que propone el modelo de boleta con un casillero que dice “vota todo”, “vota completo” o “vota todas las categorías”. Según algunos creen, esa opción destruye el espíritu “reflexivo” que el sistema de boleta única promueve, beneficiando a los partidos políticos grandes que tienen capacidad de movilizar el aparato, escondiendo dentro de un sistema progresista el engaño “conservador” de fomentar el voto de la boleta completa. El Gobierno entiende que puede impulsar una nueva iniciativa que subsane este inconveniente.

Como sea, se trata de un proyecto ambicioso para un gobierno que, cerrado el capítulo de la Ley Bases, necesita de nuevas iniciativas que cautiven a la opinión pública.

Política, Javier Milei, Elecciones

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