POLITICA
No la vieron ni la ven
El proceso de degradación política de occidente lleva más de dos décadas de profundización continua. No sólo fueron implosionando los históricos partidos de masas, sino que también crecientes sectores de la sociedad se desencantaron de la democracia y de su potencialidad para garantizar condiciones de vida dignas para la mayoría.
En la Argentina, aquel slogan de Raúl Alfonsín -“Con la democracia se come, se cura y se educa”-, no consiguió sobrevivir a su propia gestión, de la que salió eyectado seis meses antes de cumplir su mandato presidencial. Pero no se trata, por cierto, de un fenómeno exclusivo de la Argentina, sino que escaló por todo el occidente, hasta instalar la vigencia de la “contrademocracia”, esto es, un sistema en el que las sociedades optan electoralmente por alternativas que expresan la bronca y el resentimiento hacia las opciones políticas tradicionales, y autoidentificadas con la república y la democracia, por sus altísimos niveles de corrupción, su pérdida de contacto con las expectativas y preocupaciones sociales, y su incapacidad para evitar la declinación constante de las condiciones de vida de la mayoría. Entre las doctrinas y los programas históricos de esas fuerzas y sus realizaciones concretas existe un abismo, y la manera elegida por las sociedades para demostrar su descontento consiste en optar por liderazgos pretendidamente transformadores que, en la práctica, expresan modelos antiguos de sociedad con altísimo nivel de concentración de la riqueza, pérdida de derechos para el conjunto, una creciente exclusión social y un altísimo nivel de autoritarismo y violencia.
El problema aquí es que los partidos republicanos tradicionales no consiguen siquiera avizorar la magnitud del desafío de mantener a flote a la república y a la democracia, y actúan como autistas, ciegos, sordos y mudos ante el colapso. No es casualidad que los más entusiastas apoyos sociales de lo viejo presentado como nuevo sean los varones de menos de cuarenta años, a quienes el sistema no ha sabido o no se ha preocupado por incluir. El sentimiento de que, ante la imposibilidad de ser integrados en condiciones dignas, lo mejor es optar por “romper todo” y contribuir a la destrucción de los derechos consagrados de sus mayores se ha instalado ampliamente en el mundo occidental, sin prevención alguna respecto de las consecuencias lógicas de la consolidación de estos modelos excluyentes y autoritarios. En definitiva, para quienes no tienen resuelto el hoy, la preocupación por el mañana resulta aleatoria.
Las internas de los partidos y coaliciones políticas mayoritarias en la Argentina confirman este diagnóstico. Cristina Fernández de Kirchner parece haber definido como su principal enemigo a su pichón, Axel Kicillof; Mauricio Macri no sabe qué hacer con un Javier Milei al que le dio el envión indispensable para acceder a la presidencia; el radicalismo no consigue superar sus contradicciones internas desde 1930; y la izquierda, como siempre, no pasa de sus postulados dogmáticos y testimoniales.
En la derrota política de Axel Kicillof del viernes pasado se conjugan todos estos factores. El propio gobernador es la expresión del desencanto con la política y de la condena a las fuerzas políticas tradicionales y a sus procedimientos. Puso la cabeza en la guillotina al enviar sus proyectos sin negociar con quienes debían aprobarlos, limitándose a hacer circular desde su entorno un mensaje aterrador que sólo confirma la precariedad de su situación: «Es absolutamente imprescindible que este viernes 27 sean aprobadas en la Legislatura de la provincia de Buenos Aires todas las herramientas que se necesitan para que el gobernador y todo el ejecutivo provincial puedan llevar a cabo de manera eficiente todas las políticas públicas que la compleja actualidad requiere. De más está decir que la provincia está sitiada, y hay un gobierno nacional que busca ahogar y asfixiar por todos los medios a la provincia más extensa, más habitada y que aporta mayor cantidad de recursos al estado nacional. Por todo esto y mucho más llamamos a la reflexión a aquellos legisladores que en una actitud de especulación juegan con el futuro de millones de bonaerenses».
Axel Kicillof y Máximo Kirchner.
Que Kicillof y quienes lo rodean piensen que se pueden conseguir resultados legislativos positivos difundiendo por WhatsApp un mensaje en el que se reconoce la propia impotencia y precariedad confirma, una vez más, que ha perdido el rumbo. Pero no sólo esta definición vale para él, sino también para el resto de la “casta” bonaerense. «Al final pasó lo que Máximo Kirchner quería que pasara. Que Axel no tuviera ni presupuesto ni endeudamiento», denunció un asesor muy próximo al Andrés Larroque tras el fracaso de la sesión. ¿Ganó algo La Cámpora con este resultado? Tal vez consiga arañar algunos cargos más en la administración provincial, lo cual no remedia su desprestigio siempre creciente y su inviabilidad electoral, más allá de algunos nichos territoriales concretos.
¿Ganó algo la oposición con el fracaso de la sesión legislativa? Ni obtuvo la participación que exigía en el reparto de la nueva planta de jueces, tampoco consiguió el 16 por ciento de un nuevo endeudamiento que no se aprobó, y si bien demostró capacidad de veto, lo hizo a costa de la resignación de sus expectativas de obtener beneficios de una negociación que nunca pudo avanzar. Mientras que Javier Milei denosta públicamente la “rosca” política, pero arregla entre bambalinas las mayorías indispensables para dar curso a sus políticas, Kicillof no la desprecia en público sino a través de sus procedimientos, y generalmente se queda con las manos vacías.
Las expresiones nocturnas del gobernador tras la derrota legislativa demuestran una vez más su impericia. ¿Cree realmente que conseguirá algo con denunciar que el gobierno nacional pretende sitiar a la provincia de Buenos Aires, y ahogarla financieramente? ¿Cree que sirve de algo patalear contra la oposición, cuando los principales conspiradores están dentro de su propio espacio?
Lo que vale para Kicillof también puede aplicarse al resto de las fuerzas políticas tradicionales. Con la parálisis legislativa sólo confirman su condición de “casta”, abrevando agua en el vertedero de La Libertad Avanza. Lo que no entiende Kicillof es que debe romper con Cristina y La Cámpora y convocar a una nueva coalición amplia de fuerzas y actores políticos, heterogénea y acorde con la composición actual y las demandas de la sociedad bonaerense. Todo lo que no conduzca en esa dirección significará dispararse a sus pies.
Lo que no entiende el resto de las fuerzas políticas es que, en sus desesperados intentos de conservar sus privilegios, termina de romper el lazo con la sociedad, propiciando la composición de un caótico horizonte electoral que pondrá en riesgo su propia supervivencia en el futuro inmediato.
En tiempos de contrademocracia, donde la crítica extremista se impone por sobre las propuestas positivas, resulta indispensable generar nuevos consensos, ya que el discurso de la impugnación ha sido apropiado por LLA. Todo lo que no se haga en este sentido significará un aporte al crecimiento de quienes se presentaron como libertarios, pero que implementan las políticas dirigistas y conservadoras más contundentes de los últimos cincuenta años.
El viernes, en la Legislatura bonaerense, no sólo fracasó Kicillof, sino también todas las fuerzas políticas tradicionales asociadas con la república y la democracia electoral. Lo peor de todo es que todavía no les cayó la ficha. (www.REALPOLITIK.com.ar)
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No, la, vieron, ni, la, ven
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