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“No se fue, se la llevaron”: la incansable lucha de una mujer para saber la verdad de la desaparición de su hermana

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En el inicio del juicio en la ciudad de Córdoba por la desaparición de Yamila Cuello en 2009, su hermana Soledad comparte el recorrido de 16 años de lucha, dolor y resistencia ante un sistema judicial que, según ella, jamás respondió con celeridad ni profundidad.

Me sentí atada de pies y manos cuando lo dejaron sobreseído”, explica con la voz cansada, pero firme, recordando el momento en que Néstor Simone, expareja de Yamila y principal sospechoso, quedó provisionalmente libre de imputación. “Simone fue investigado solo siete meses y, a pesar de las pruebas que apuntaban a su relación con la desaparición de mi hermana, lo dejaron ir”, agrega Soledad, todavía indignada por el modo en que las autoridades manejaron el expediente.

Pero ahora, la familia de Yamila se enfrenta por fin a la instancia decisiva de un juicio oral y público en el que el exnovio de la joven y su hermano están imputados por homicidio y trata de personas. Aunque el proceso se alargará varias semanas, Soledad se prepara para declarar este viernes, en la segunda audiencia.

El Estado nunca va a poder reparar los 16 años que me tocó golpear y gritar en la calle. Pero espero que haya una condena ejemplarizadora, porque Yamila no se fue, se la llevaron.” Insiste en que no busca venganza, sino justicia, convencida de que una sentencia firme podría sentar un precedente en la provincia de Córdoba y evitar que otras familias pasen por el mismo calvario.

Toda la familia Cuello reunida al cumplirse el último aniversario de la desaparición de Yamila

Soledad recuerda con pesar el día en que desapareció su hermana, pero también el instante en que decidió no callar más. “Cuando desapareció no tenía idea de qué hacer. Fue la primera vez en mi vida que entré a un tribunal. Si la policía me hubiera informado, si la Justicia me hubiera escuchado, quizás todo habría sido distinto. Aun así, nunca es tarde para exigir la verdad”.

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Para ella, este juicio es una bisagra que marca el cierre de una etapa plagada de dudas y silencios institucionales. Sabe que, aunque no se pueden retroceder los años ni el dolor, es posible allanar el camino para quienes hoy buscan a sus propias Yamilas.

En busca de un final reivindicatorio

Se la llevaron, y nosotros seguimos preguntando lo mismo: ¿dónde está? Ojalá la Justicia, esta vez, sea capaz de responder”, finaliza Soledad. Con su voz y su testimonio espera dar visibilidad a una historia que, entre la desidia y la burocracia, se mantuvo en la penumbra durante dieciséis años. Ahora, con el juicio, la familia Cuello deposita sus esperanzas en un veredicto que, además de una condena, reconozca los errores del pasado y establezca un antes y un después en la manera en que se investiga y atiende la desaparición de personas.

Soledad con Norita Cortiñas, una figura importante de la lucha por los derechos humanos en Argentina

Yamila tenía 21 años cuando fue vista por última vez, el 25 de octubre de 2009. Ese día salió de la casa de su abuela, en el barrio Coronel Olmedo, de la ciudad de Córdoba, tras una discusión telefónica con Simone. A partir de ese momento Soledad, su madre y el resto de la familia comenzaron un periplo burocrático que, según su testimonio, se vio obstaculizado por la falta de información y por la negligencia de las instituciones encargadas de dar respuestas.

“Nunca pensé que había que hacer tantos trámites. No sabía que debía ir a tribunales o contratar a un abogado. Nos dejaron en total desamparo”, cuenta, enfatizando que en la comisaría no la orientaron sobre cuáles eran los pasos legales que debían dar para mantener viva la búsqueda.

Mientras tanto, la madre de Simone llegó a comentar, en un encuentro con Soledad, que había visto a su hijo discutiendo con Yamila días antes, pero nada más. “Cuando quise seguir hablando, el padre de él metió a la mujer adentro de la casa para que no me contara nada. Desde ahí supe que tendría que golpear muchas puertas”, relata Soledad.

Pero aquellas puertas no siempre se abrían. “En la comisaría me decían: ‘Puede haberse ido con otra persona, quizá le prometieron una mejor vida y no se anima a llamar’. Pero mi hermana no haría eso. Ella me estaba ayudando a cuidar a mis hijos; nuestras vidas eran muy unidas.”

Karen, Yamila, Nahuel y Soledad Cuello

El proceso de investigación se topó rápidamente con el obstáculo del sobreseimiento de Simone, que dejó a la familia sumida en la impotencia. Aun así, con los años y gracias al acompañamiento de colectivos feministas y de derechos humanos, la denuncia adquirió una nueva perspectiva, enfocada en la posibilidad de que Yamila hubiera sido víctima de trata de personas.

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Soledad insiste en que su hermana fue sometida a violencia de género y manipulada desde los 17 años: “Él la trabajó todos estos años para tenerla, para prostituirla, para pegarle, para extorsionarla”. Pese a estas denuncias, que la familia llevaba haciendo desde el primer día, la maquinaria judicial avanzó con lentitud.

La indiferencia institucional no fue un caso aislado según Soledad, quien lamenta que muchas familias de Córdoba también hayan visto negadas sus denuncias. “En informes oficiales decían que teníamos cero desaparecidos, cuando ya faltaban Yamila y otros chicos. Tuvimos que gritarles en la calle, hacer cortes, hablar con la prensa, con asambleas y con organizaciones que supieron vernos, escucharnos y ayudar”.

Fue en ese entramado solidario que conoció a personas comprometidas con los derechos humanos, al movimiento Ni Una Menos y a otras familias de desaparecidas. “El amor salva”, dice Soledad con firmeza, “y este amor nos hizo persistir para que la historia de mi hermana no quedara enterrada en un cajón”.

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Después de su inesperada salida, la exdirectora de tecnología de OpenAI Mira Murati anunció su nueva empresa

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“Me voy porque quiero crear el tiempo y espacio para hacer mis propias exploraciones”, confesó Mira Murati en septiembre pasado cuando anunció su repentina salida de OpenAI como directora de tecnología (CTO). Para ese entonces, los rumores de su renuncia se alineaban con un deseo de fundar su propia empresa. Hoy, pocos meses después, presenta Thinking Machines Lab, la nueva startup de inteligencia artificial que lidera junto con otros reconocidos especialistas.

La nueva compañía se define como una empresa de investigación tecnológica y desarrollo de productos de inteligencia artificial de primera categoría. En su comunicado oficial, aseguran que su misión es construir un futuro en el que todo el mundo tenga acceso a los conocimientos y herramientas fundamentales para que la nueva tecnología se adapte a las necesidades y objetivos particulares de cada uno.

Detrás de este lema fundacional, Thinking Machines Lab explica que el conocimiento de la comunidad científica acerca de los sistemas de inteligencia artificial no avanza al mismo ritmo que la tecnología. De hecho, solo los principales laboratorios de investigación tienen acceso a esta información, lo que limita tanto el discurso público sobre la IA como la capacidad de las personas para utilizarla con eficacia. Además, aseguran que los sistemas existentes aún son difíciles de adaptar a los valores específicos que busca cada persona.

En este marco, están construyendo Thinking Machines Lab con el objetivo de eliminar esas lagunas y lograr que los nuevos modelos de tecnología sean más comprensibles, personalizables y capaces. Para ello, prometen compartir su trabajo publicando notas técnicas e investigaciones, así como su código real. También pondrán énfasis en la colaboración humana. En vez de enfocarse solo en hacer un sistema ultraeficiente y autónomo, en Thinking Machines Lab buscan desarrollar sistemas multimodales que puedan trabajar de manera colaborativa con todo el mundo y adaptarse a todos los sectores laborales.

La seguridad y la privacidad tuvieron su propio protagonismo en el anuncio de esta nueva compañía. Según el comunicado, establecerán barreras sólidas a través de una combinación de investigación proactiva y evaluaciones reales y cuidadosas de los modelos. Dicho esto, generarán diseños que no permitan el mal uso de sus modelos sin quitarle libertad al usuario. Además, compartirán las mejores prácticas que encuentren para construir los sistemas más seguros y, por último —lo más relevante—, harán públicos los datos con los que entrenarán sus modelos y otros detalles específicos.

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Esto último supone una innovación, ya que muy pocas empresas comparten esta información con el público. De hecho, OpenAI es una de las que no lo hace y, en los últimos tiempos, sufrió una catarata de denuncias por derechos de autor debido al uso de contenidos sin licencia previa. Un artículo del MIT confirma que casi todos los conjuntos de datos que se utilizan para entrenar a la inteligencia artificial provienen de la internet, apoyando los reclamos legales.

Otro distintivo de la nueva startup está en el equipo de profesionales que Murati reunió en tiempo récord. Entre ellos se encuentran excolegas de OpenAI como John Schulman, cocreador de ChatGPT; Jonathan Lachman, exdirector de proyectos especiales; y Alexander Kirillov, una de las mentes detrás de la creación de la voz de ChatGPT. Además, la compañía ha incorporado a reconocidos ingenieros e investigadores provenientes de gigantes como Meta, Anthropic, Google y Mistral.

OpenAI y su crisis institucional tras las numerosas renuncias

La salida de Murati de OpenAI culminó un éxodo de talentos que venía registrando la empresa en 2024. En mayo, Ilya Sutskever, uno de los primeros empleados de OpenAI, se fue. En agosto, le siguió la baja de Jan Leike, un ingeniero que había trabajado durante años en la seguridad de los productos en conjunto con Sutskever. Ese mismo mes, renunció Schulman —hoy en el equipo de Thinking Machines Lab—, y al mismo tiempo, Greg Brockman, cofundador y colega cercano de Sam Altman, CEO de OpenAI, anunció que se tomaría un tiempo sabático hasta fin de año.

A la salida de Murati, le siguieron dos ejecutivos importantes: Bob McGrew y Barret Zoph. Por un lado, McGrew, director de investigación, dijo que era momento de tomarse un descanso. Por otro, Zoph, exvicepresidente de investigación y hoy CTO de Thinking Machines Lab, afirmó que quería explorar nuevas oportunidades. En paralelo a estas renombradas renuncias, otros empleados clave también dejaron la empresa, generando un escenario de imagen institucional inestable para la grande tech.

Cabe destacar que de los 13 fundadores de OpenAI, hoy quedan formalmente solo tres. ¿La hipótesis de este fenómeno? Los cambios estructurales que OpenAI está implementando en sus políticas de desarrollo y seguridad han generado cierta desconfianza en el círculo líder de la empresa. Uno de ellos: el cambio de una organización sin fines de lucro a una exclusivamente lucrativa, lo que podría traicionar las bases fundacionales de los modelos que están creando.

Esto es especialmente preocupante debido a que OpenAI ya está en la carrera para desarrollar la AGI -una inteligencia artificial que puede hacer cualquier cosa propia del cerebro humano-. De acuerdo con The Vox, la fuga de cerebros fue un proceso de confianza que colapsó poco a poco. Daniel Kokotajlo, quien trabajó por casi dos años en el equipo de gobernanza de OpenAI, detalló que se unió a la empresa con la ilusión de que esta potencial tecnología se maneje con la responsabilidad necesaria. “Poco a poco, muchos nos dimos cuenta de que eso no ocurriría”, reflexionó.

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