POLITICA
Rose Wang, directora de operaciones de Bluesky: “La gente se cansó de que el algoritmo lo decida todo”
Bluesky está en plena ebullición. Una semana después de la victoria de Donald Trump en las presidenciales de EE.UU., la plataforma había ganado un millón de usuarios. Durante la segunda semana, ha sumado un millón al día. El domingo alcanzó los 22 millones, y todo apunta a que este crecimiento no se detendrá gracias al descontento que genera la gestión de Elon Musk, dueño de X y paladín del presidente electo.
Rose Wang, de 33 años y residente en San Francisco, es la directora de operaciones de la red social de moda. Licenciada en psicología por la Universidad de Harvard, tiene experiencia en varias startups digitales y relacionadas con la inteligencia artificial. Dice que trabaja en Bluesky porque se lo propuso la directora general, Jay Garber, de su misma edad. “Creo que una cosa muy importante de que haya mujeres al mando es que ponen a otras mujeres a su lado. Cuando solo tienes un género o raza en la dirección, entonces la perspectiva del equipo no es completa”, explica por videollamada. La joven ejecutiva ve el futuro con optimismo y subraya que su equipo (son 20 trabajadores en total) es “dinámico, se mueve rápido y tiene mucha experiencia en el mundo de las redes sociales”.
-¿Por qué está creciendo tanto Bluesky?
-Muchas redes sociales priman los contenidos de marcas o celebridades, han olvidado a los usuarios comunes. Nosotros no hacemos eso. Bluesky está hecho por la gente y para la gente. Aquí, los usuarios se relacionan con personas reales, tienen conversaciones divertidas, vuelven a hacer amigos. Estamos volviendo a lo básico. Tenemos 50.000 algoritmos o feeds [los contenidos que se le muestran al usuario] distintos entre los que elegir, es mucho más fácil encontrar a gente con intereses similares a los tuyos, mientras que en otras plataformas se ven atrapados en un único algoritmo que tiende a promocionar a ciertos usuarios sobre otros. Es por eso que sobre el 30% de nuestros usuarios publican contenido, frente al 1% de Twitter.
-¿A qué se refiere exactamente con que Bluesky está hecho por la gente y para la gente?
-Bluesky está construido sobre un protocolo abierto, lo que permite que cualquiera lo pueda tocar, ya sea diseñando un feed propio o un servicio de moderación. Lo que digo es que, durante la última década, las APIs de las redes sociales han estado cerradas, los desarrolladores no podían modificarlas. Nosotros hemos cambiado eso, cualquiera puede entrar en Bluesky y desarrollar un Yellowsky o Greensky. El objetivo es que los usuarios puedan traerse a sus seguidores y llevárselos si deciden marcharse. Si no les gusta un feed, se van a otro.
-¿Cuáles son las ventajas en términos prácticos de tener ese protocolo abierto?
-Creo que una buena metáfora es el email. Los correos electrónicos se crearon sobre un protocolo abierto: si escribo desde Gmail, puedo llegar hasta ti, aunque uses Yahoo! Estos servicios son interoperables, pueden relacionarse entre sí. Eso no pasa con las redes sociales: desde Facebook no puedo escribirte a tu cuenta de LinkedIn. Nosotros creemos que las redes sociales deberían ser como el email, una web abierta en la que los distintos servicios puedan hablarse los unos a los otros, que no seamos un jardín vallado. Estamos abriendo los datos sociales de manera que los usuarios puedan encontrarse y crear comunidades más cohesionadas en torno a la música que escuchan, los libros que leen o lo que sea. Y si no te gusta cómo funciona Bluesky, puedes coger a tu comunidad e invitarla a entrar en una plataforma que crees a tu gusto.
-¿Cómo son capaces de gestionar 21 millones de usuarios con solo 20 empleados?
-Hemos contratado a muchos moderadores de contenidos y personal de apoyo para hacer frente a nuestro nuevo volumen de usuarios. Pero podemos funcionar con poco personal porque nacimos con esa idea. Ya hemos experimentado antes picos de incorporaciones: cuando Brasil prohibió X, recibimos cuatro millones de usuarios en dos semanas. No es tan importante cuánta gente tenemos en el equipo como quiénes son esos profesionales. Cada uno de nosotros tiene mucha experiencia. Por ejemplo, Aaron Roberts, nuestro responsable de confianza y seguridad, está aportando todo lo que aprendió en Twitter.
-¿Pueden hacer frente a fallos en el sistema con un equipo tan reducido?
-No hemos tenido caídas significativas hasta el momento. Pero, a diferencia de lo que pasó en X tras despedir Elon Musk a muchos desarrolladores, nosotros sí tenemos en el equipo a quienes escribieron el código, que pueden intervenir si pasa algo.
-¿Ampliarán plantilla? ¿Tienen pensado abrir oficina en Europa?
-El objetivo es ampliar el equipo en el futuro, pero nos inspiramos en Instagram y WhatsApp, que mantuvieron un núcleo pequeño hasta tener centenares de millones de usuarios. Ahora mismo buscamos community managers e ingenieros para pulir nuestro algoritmo. En cuanto a las oficinas, no tenemos: trabajamos en remoto.
-¿Por qué cree que los usuarios de X se están yendo a Bluesky y no a otras opciones?
–La gente se cansó de que el algoritmo lo decida todo. Creo que los usuarios no quieren comerse lo que les dan. Quieren feeds cronológicos, no organizados por una máquina. Al final estás en una red social por la gente que haya allí. Nosotros hemos empezado poco a poco, nuestros primeros usuarios fueron gente con mucha vida online. Luego se han ido incorporando distintas comunidades: artistas, músicos, urbanistas, periodistas… Tuvimos una lenta curación de esos espacios, seguida de la incorporación de usuarios a esas comunidades. Todo ello hace que la experiencia sea más auténtica y personalizable.
-Twitter empezó así, recogiendo a usuarios cansados de las dinámicas de Facebook. ¿Por qué deberíamos pensar que Bluesky no seguirá la misma deriva que X?
-Lo que le pasó a Twitter es el motivo por el que existe Bluesky. Desde el primer día estamos convencidas de que el futuro de la compañía es nuestro posible adversario. Es normal que la gente piense que quienes dirigimos Bluesky podamos cambiar de opinión o de línea empresarial. Yo les digo: no confiéis en nosotros, sino en nuestra infraestructura. Bluesky es de código abierto, le hemos dado a los usuarios todas las herramientas que necesitan para recrear esta experiencia en caso de que nos volvamos locas. Creemos importante que haya varias capas de toma de decisiones, desde la nuestra hasta lo que puedan hacer los usuarios con el código.
-El dueño de X, Elon Musk, quien gusta de publicar memes sobre cualquier tema, no ha mencionado Bluesky en las últimas semanas. ¿Qué le sugiere eso?
-Creo que ha retuiteado comentarios de terceras personas sobre nosotros, así que no estamos totalmente fuera de su radar. Él tiene 200 millones de usuarios o más, nosotros 22, somos todavía muy pequeños. Pero estamos viendo que Threads, por ejemplo, está copiando algunas de las cosas que hacemos. Para nosotros es genial ver que alguien como Mark Zuckerberg, que lleva dos décadas en las redes sociales, se inspira en ideas nuestras.
-¿Cómo enfocan la moderación de contenidos?
-Tenemos un sistema centralizado que expandimos gracias a nuestras comunidades de usuarios. Creemos que la forma de afrontarlo es ir sumando capas, involucrando a más organizaciones y modificando continuamente lo que se acepta y lo que no. Hay que etiquetar comentarios cuando son tóxicos o rudos, pero también señalar a quienes contestan de forma creativa o inspiradora.
-Entre sus inversores hay empresas relacionadas con el mundo de las criptomonedas. ¿Por qué?
-La tecnología debería servir al usuario, y no viceversa. En Bluesky no usamos blockchain o criptomonedas, y nunca introduciremos tokens ni nada parecido en nuestra red. La razón por la que decidimos seguir adelante con esos inversores que mencionas es porque creen mucho en el mundo descentralizado que estamos construyendo, y eso es difícil de encontrar. Pero dinero no significa control. Sí, tenemos capital de esas empresas, pero las decisiones las toman Jay [Garber, la directora general] y su equipo.
-¿Cuáles serán los siguientes pasos de Bluesky?
-Lo primero es mantener la web en funcionamiento [se ríe]. Puede parecer gracioso, pero nuestro director de tecnología dice que no es una broma. Queremos montar planes trimestrales, que incluyan por ejemplo lanzar una función para configurar tu feed desde la app, pero el aluvión de nuevos usuarios nos tiene bastante ocupados. En cualquier caso, el objetivo principal es seguir dándole herramientas a las comunidades que están surgiendo en Bluesky para que configuren espacios interesantes. También queremos convertirnos en una especie de vidriera o app desde la que los usuarios conecten con publicaciones o marcas. Y pondremos en marcha suscripciones.
-¿A qué darán derecho esas suscripciones?
-Nunca pondríamos alguna función clave detrás de un muro de pago [como hizo X con la verificación de usuarios]. Estamos pensando en ofrecer opciones de personalización de avatares, más descargas de videos, mayor resolución y cosas así.
-¿Qué otras vías de monetización contemplan?
-Estamos viendo que muchos usuarios pagan a otros a través de Patreon u otros sistemas por los contenidos que ofrecen o para agradecer un hilo o pack de iniciación. En el futuro queremos crear nuestra propia herramienta para gestionar esos pagos y quedarnos con un porcentaje de estos.
POLITICA
La tragedia y un recuerdo: “La noche que tocamos permanece viva en mi memoria”
Cromañón retumba con infinitas formas en nuestra sociedad, pero es muy particular para quienes habitan la noche de Buenos Aires. Así como “La izquierda de la noche” –la canción de Babasónicos– captura el alma de la oscuridad urbana (La noche te succiona, te enloquece y abandona. Te regala un sueño hecho de papel), en la historia de Cromañón se vuelve un espacio insondable, viscoso, la noche es un personaje más, atraviesa a la trama… a nuestras mentes.
Los Pérez García, Los Garfios y Ojos Locos compartieron escenario con Callejeros, la banda de Pato Fontanet, el 28, 29 y 30 de diciembre de 2004. Los Pérez García es un grupo que ha ganado notoriedad en tiempos recientes, pero transitó durante años el circuito under. Ellos abrieron el primero de esos famosos tres conciertos programados por Callejeros. Beto, su líder, reconoce que, al recordar esos momentos, las sensaciones se mezclan.
“Una vez los invitamos a tocar en Cemento, y de repente tuvieron un crecimiento exponencial. Se acordaron de ese gesto y nos devolvieron la invitación cuando ya eran muy exitosos. A pesar de todo lo que pasó después guardo buenos recuerdos de cuando fuimos a probar sonido: el lugar era maravilloso para tocar, nos trataron muy bien y fueron muy generosos con la banda. La noche que tocamos permanece viva en mi memoria. Recuerdo a Omar Chabán hablándole al público antes del concierto, y cuando me invitaron a cantar ‘Armar de nuevo’”.
Con la llegada de la serie Cromañón, que retrata la tragedia que dejó 194 muertos en 2004, esos recuerdos resurgieron en un remolino de adjetivos: “Es gratificante escuchar canciones nuestras en la serie, como ‘Trucos’ y ‘Buenas Noches’ o la versión que hizo Alan Madannes de ‘Ni tan diablo ni tan santo’. Fueron escritas en esa época. Es tan gratificante como doloroso y desconcertante revivir todo”.
La serie conecta con las raíces del rock barrial y desde allí resalta a Callejeros: lo muestra como el epítome de un fenómeno de culto, en un marcado desvío en el rumbo del género que Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota fundaron sin saberlo hace casi cincuenta años. Al igual que los Redondos, Callejeros se volvió un referente del rock independiente, capaces de llenar estadios y transformar sus recitales en rituales colectivos.
Este culto no solo estaba vinculado a la música, sino que también se alimentaba de la misma mística que glorificaron las hinchadas del fútbol argentino. Los seguidores viven como devotos alrededor de un respetado hermetismo de la banda, valoran la lealtad y el sentido de pertenencia –pilares de una épica urbana–, se inventan una nueva balsa con la que ir a naufragar.
Esa ruleta desbocada veía caer la bolilla en otras bandas del palo, como Jóvenes Pordioseros, El Bordo, Los Gardelitos y La 25, quienes veían en Callejeros un modelo a seguir. Diego Monk es el supervisor musical de la serie Cromañón. Trabaja en la industria desde hace más de tres décadas, ha transitado un irregular camino de negociaciones y descubrimientos, alegrías y decepciones; primero como compositor y luego como experto en derechos editoriales y fonográficos.
Acumuló una profusa cantidad de secretos y estrategias sobre un mundo que permanece invisible para la mayoría: el intrincado laberinto que es necesario recorrer para obtener los permisos que se requieren a la hora de utilizar canciones en los distintos formatos audiovisuales.
Armar la banda sonora de una serie es un oficio distinto al de ejecutar música, puede pensarse que tiene puntos de contacto con el de un artesano o un pescador. Hay que saber dónde buscar, elegir los materiales que servirán para construir una escena, diseñar cuándo es el momento más adecuado para lanzar la red, qué sonidos pueden capturar la esencia de lo que se quiere contar. En este caso también es muy importante tener paciencia.
Claro, la mirada de Monk va mucho más allá de la simple elección de canciones: aprendió que, en la ficción, la música acompaña, pero además construye mundos. “En Cromañón significó trabajar a tres bandas simultáneas: la música incidental, que debe ajustar su tono a cada escena; las canciones originales de la banda ficticia de la serie, Peces chinos; y la música de la época, una de las tareas más complejas. No se trata de simplemente recrear un sonido, sino de revivir una atmósfera que remite a un tiempo que ya no existe”, describe y asume que su labor implica rastrear los ecos de una era y cargarlos de emociones.
Ecos de una época
El compositor Hernán Segret, director de la banda que acompaña a Mex Urtizberea en las sesiones ¡Fa!, y Gabriel Pedernera, baterista de Eruca Sativa, fueron los encargados de componer las canciones y dirigir a Peces Chinos, la banda ficticia formada en la serie por un grupo de amigos de Villa Celina. La trama los caracteriza como seguidores de Callejeros y oriundos del mismo barrio que sus ídolos, un modo de evocar su presencia y saltar el tabú que representa usar su música en la serie.
El desafío, difícil, era hablar de Callejeros sin incluir sus canciones; la decisión de no incluirlas fue tomada desde el principio. “Había muchas razones, algunas legales; pero, sobre todo, esta historia está pensada desde la perspectiva de los sobrevivientes, de lo que padecieron y sufrieron”, explica Monk sobre la elección final.
La construcción de la banda sonora de Cromañón obligó a repasar toda la música que definió el período 2004-2008. La tarea, entonces, era capturar el sonido de la época, había que crear un paisaje que incluyera a las bandas principales y a aquellas que formaron parte del circuito musical en torno a Callejeros.
En la serie, Los Pérez García, Los Garfios y Ojos Locos son parte fundamental de los recuerdos más vívidos y, además, se integran a la trama con un peso que trasciende el marco ficcional. Para lograrlo, el equipo se acercó a El Camino es Cultural, una agrupación formada por sobrevivientes y familiares de las víctimas, donde Guillermina Pérez, amiga de Los Garfios y también sobreviviente, sugirió incluir a la banda de Campana en el proyecto.
“Diego nos explicó de qué se trataba la serie y nos preguntó si podían usar algún tema nuestro. Grabamos la canción ‘San Martín’ a petición suya. Desde el principio, el trato fue impecable, nos acompañaron en todo: desde los trámites hasta el estudio”, relata Walter Gómez, baterista de Los Garfios.
Para el grupo –sigue activo y este mes celebra sus 30 años con dos shows en el teatro Pedro Barbero de Campana, uno ayer y otro el viernes próximo– su participación en Cromañón es una gran oportunidad para reinterpretar su papel en la historia del rock argentino y, a la vez, en el corazón de la tragedia.
“Normalmente nos entrevistan a finales de año, pero esta noticia se difunde rápidamente. Esta serie tiene el potencial de invitar a la reflexión sobre lo ocurrido, sobre los riesgos de la nocturnidad y el abandono que sufren los jóvenes. Ojalá genere debate”, agrega Walter Gómez.
Cromañón adopta una perspectiva crítica sobre la representación femenina en el rock. En un ambiente históricamente dominado por hombres, las directoras Marialy Rivas y Fabiana Tiscornia, junto con los guionistas Josefina Licitra, Pablo Plotkin y Martín Vatenberg, decidieron hacer visible una problemática que siempre incomodó a los tótems del rock: la presencia protagónica de las mujeres.
“Entre 2004 y 2008 no había mucha representación femenina en el rock barrial. Decidimos rendir homenaje a María Gabriela Epumer, quizás la más outsider de todas. Incluimos su versión de ‘Quiero estar entre tus cosas’, de Daniel Melero, como una simbolización perfecta de esa postura”, repasa Monk.
Lucy Patané es otra de las artistas que aporta su voz a la banda sonora, su interpretación de “Noche de paz” honra la fuerza de la versión original de Sumo y le da un nuevo matiz.
“Una parte considerable de la música de la serie se fue definiendo durante la escritura –señala Pablo Plotkin, director de la revista Rolling Stone durante dos décadas–. La idea era retratar la energía de la época y el espíritu del rock barrial en un sentido amplio. Muchas canciones estuvieron ahí desde las primeras versiones de los guiones. Nico tocando ‘Cuándo podrás amar’, de Las Pelotas, en su habitación, o ‘Brilla tu luz para mí’, de Sumo, cuando se toman la pepa en Nochebuena… ‘Triste canción de amor’ apareció rápido también, aunque antes barajamos un tema de Gardelitos que no quedó por tema de derechos. Y ahora ‘Triste canción de amor’ es lo que le queda rebotando en la cabeza a todo el mundo después de ver la serie”.
“Los Pérez García también eran muy importantes para el público que vivió Cromañón, y no solo por ser teloneros de la primera fecha –agrega Plotkin–. Después hay cosas menos apegadas al contexto histórico, como ‘La noche eterna’ (El Mató a un Policía Motorizado); creo que es uno de los grandes aciertos de la musicalización. Es una banda que apareció en la escena pública después de Cromañón, justamente, y que no tiene una conexión directa con el público mayoritario del rock barrial. Sin embargo, encarna algo esencial de la juventud urbana argentina pos 2001. No es casual que el director Bruno Stagnaro haya convocado a Santiago Motorizado, su cantante, para la versión remasterizada de la serie Okupas para Netflix. Hay algo en su poética y en su sonido que conecta al vacío con un nuevo comienzo”.
Un capítulo aparte es el de Ojos Locos, la banda que teloneó a Callejeros la noche del incendio en Once. La tragedia golpeó de lleno a la banda: perdieron a seis amigos, al padre del guitarrista y dos de sus integrantes se salvaron milagrosamente. En la serie puede escucharse su canción “Demasiado lomo”.
Juego de herederos
Obtener los permisos para usar una canción es una tarea ardua y burocrática, comparable con la que implica realizar un trámite sucesorio. Cada pieza que quiera utilizarse en una película, serie o comercial debe obtener primero el permiso de todos los derechohabientes de la obra, los autores o compositores y los dueños de los fonogramas (es decir, las compañías discográficas que editaron las canciones).
Monk se refiere al asunto con la sequedad de una respuesta legal: “Debe formularse un contrato por el cual se acuerdan las condiciones bajo las cuales las canciones aparecerán en ese audiovisual. No puede oponerse nada que no se haya firmado, porque los autores o los sellos pueden reclamar legalmente”.
La aparición de las plataformas digitales ha transformado por completo la industria musical y audiovisual. En la Argentina, la legislación permitía el acceso a los repertorios registrados en Sadaic, el ente recaudador de los autores e intérpretes, algo similar a lo que ocurre con la radio. Sin embargo, este panorama ha cambiado con los grises que ha traído el arribo de las plataformas.
Antes, la música se montaba casi en tiempo real, acompañaba el desarrollo de la narrativa, como un canal de difusión del que se sacaba música. Ahora, las series llegan terminadas, como películas, con un final ya definido. Esto exige que el tránsito musical esté planificado desde el principio. Adrián Sosa, baterista de Bajofondo y Head of Music para América Latina de Amazon, fue quien defendió la elección de la musicalización para la serie.
“Fue muy cuidadoso con todo el trabajo en equipo que realizamos”, destaca Monk y subraya el apoyo de Sosa a la visión de un enfoque musical que se adaptara a las nuevas dinámicas de producción televisiva. Esta transformación, señala Monk, está reconfigurando el papel de la música en la forma en que se producen y se narran las series hoy en día.
Un episodio insoslayable en la historia de la música popular argentina es interpretado con las herramientas actuales, aspira a que las zonas más ríspidas de Cromañón muevan a la reflexión, al debate y compongan un homenaje para las víctimas. En este contexto caleidoscópico, quizás ninguna canción capture con tanta precisión la magnitud de la tragedia como “Lo que perdí”, la balada escrita para la serie por Santiago Motorizado. “Y te escuché decir / lo que perdí sigue ahí / hay una sombra frente a mí / lo que perdí sigue ahí”.
-
POLITICA3 días ago
Patricia Bullrich le respondió a Victoria Villarruel tras las críticas por el gendarme detenido en Venezuela
-
POLITICA2 días ago
El descargo de Longobardi tras su salida de Radio Rivadavia: «Me hizo acordar cuando Cristina ejecutó mi despido en Radio 10»
-
POLITICA3 días ago
La Corte Suprema declaró inconstitucional la reelección indefinida en Formosa
-
INTERNACIONAL2 días ago
Atropello múltiple en un mercado de Navidad en Alemania: al menos dos muertos y más de 60 heridos
-
POLITICA2 días ago
Guillermo Castello: «Kicillof está utilizando la caja de la provincia para posicionarse políticamente»
-
POLITICA11 horas ago
Nisman: el Gobierno acepta el pedido del fiscal y levanta el secreto sobre los espías inorgánicos de la SIDE y el Ejército