La crisis del 2001, el papel de “conviviente” respecto del Pro en la alianza Juntos por el Cambio y la actual simpatía expresada por el consorcio de los gobernadores de la UCR parecen circunstancias que evidencian que el barco sopla muchísimo más a la derecha. En otras palabras, fue cierto que el terremoto del 2001 no fue gratis para el centenario partido, que terminó porque empezó un duro y sufrido proceso de erosión de imagen, a raíz de la desafortunada gestión presidencial de Fernando de la Rúa.

Cabe resaltar que, a raíz de ese deterioro, muchos dirigentes decidieron permanecer para dar batalla, como fue el caso de Juan Manuel Casella y Federico Storani, mientras que otros se fueron con su entusiasmo militante hacia otros lares para ensayar emprendimientos partidarios, algunos como verdaderos proyectos de poder, otros un poco por encima de lo simbólico. En esa lista se encuentran entre otros Elisa Carrió, con el ARI y la Coalición Cívica; Margarita Stolbizer, con su partido Gen; y el economista Ricardo López Murphy con su otrora partido Recrear y ahora Republicanos Unidos. Las dos primeras no soportaron el tambaleo ocasionado por la gestión presidencial del ex jefe de Gobierno porteño y hasta invocaron un progresismo que no coincidía con la estructura radical de esa época. Mientras que López Murphy ensayó por derecha su experiencia con su postulación presidencial que, por muy pocos puntos, casi se mete en una segunda vuelta con Carlos Menem en las elecciones del 2003.

Hubo un progresismo que se quedó por unos años encarnado por los nombrados Casella y Storani y Leopoldo Moreau, acompañados muy de lejos por un entonces diputado provincial que daba sus primeros pasos, como fue el caso de Ricardo Alfonsín.

Tras su paso por el Congreso de la Nación, Alfonsín decidió alejarse de las estructuras radicales aduciendo que su partido había sucumbido a los cánticos de sirena de la derecha o del Pro, que por aquellas épocas estaba en la cresta de la ola con Mauricio Macri en la presidencia y María Eugenia Vidal en la gobernación bonaerense.

Esa percepción de la UCR como furgón de cola del macrismo también la expresó Storani unos años después, allá por el 2019, cuando quiso hacer varias demostraciones de oposición interna, al punto de querer postular al economista Roberto Lavagna para competir contra la reelección de Mauricio Macri, pero todo fue en vano. En este sentido, el ex diputado nacional Federico Storani, desde hace unos tres años a esta parte, viene abriendo la tranquera para que regresen dirigentes que estuvieron en el Gen o en el ARI o en experiencias con mucha simpatía hacia el kirchnerismo.

Alfonsín, en tanto, encarna una suerte de “radicalismo por otros medios” sumando a su gente al partido FORJA que conduce el ex vicepresidente del ENACOM, Gustavo López, y juntos ya señalaron que quieren ampliar su base de sustentación con un discurso progresista y muy enfrentado a la política económica de Javier Milei.

Por su parte, dentro del partido de Alem e Yrigoyen quedan, como se dijo, las figuras de Casella y Storani y hay que ver cuánto agregan en cuanto a dosis de progresismo las figuras de Facundo Manes, quien no deja de hablar de “construir un centro popular”, y Martín Lousteau, quien pese a esbozar un discurso socialdemócrata también fue padrino político de figuras como Rodrigo De Loredo, quien no se caracterizó mucho por una postura progresista, sino todo lo contrario.

Son todos referentes “sin tierra”, es decir, sin manejar estructuras de poder fuertes y que se pueden estrellar contra la realidad si deciden enfrentar a quienes detentan recursos en demasía como para afrontar varias internas como es el caso de los cinco gobernadores.

Ante este panorama muy débil se ve el camino para el fortalecimiento de un voto progresista al punto tal que muchos están viendo como una posibilidad la diáspora hacia otras agrupaciones que contengan su entusiasmo militante o transformarse en un sector latente para seguir el sabio consejo de las pampas: “Desensillar hasta que aclare”. (www.REALPOLITIK.com.ar)

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