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Tarjetas de débito y millones de pesos: lo que encontraron en los allanamientos a dirigentes sociales

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La causa que investiga a dirigentes sociales por extorsionar a beneficiarios de planes sociales, desviando fondos y manipulando los programas de asistencia del Estado, desembocó en varios allanamientos en distintos comedores barriales, en los cuales se secuestraron millones de pesos, dólares, celulares, listados y planillas, entre otros elementos de relevancia.

Las denuncias que desencadenaron estos operativos fueron recibidas por el Ministerio de Seguridad de la Nación, a través de la línea 134. Incluso, la propia ministra Patricia Bullrich pidió este martes ser querellante en la causa que investiga un oscuro entramado de corrupción que involucra a referentes de Barrios de Pie y Frente de Organizaciones en Lucha. Pero los más perjudicados son los del Polo Obrero.

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El modus operandi de los acusados fue descubierto a partir de testimonios de los propios beneficiarios de planes sociales, que aportaron chats y mensajes de audio en los que aparecía la extorsión por parte de los líderes piqueteros.

Según el informe revelado en Telenoche, los dirigentes de estas organizaciones habrían desplegado un sistema de cobro de porcentajes del Programa Potenciar Trabajo, además de amenazar a los beneficiarios con la pérdida de sus planes en caso de no hacer los aportes exigidos.

Dirigentes del Polo Obrero están siendo investigados. (Foto: Captura TN).

La Sala I de la Cámara Criminal y Correccional Federal ordenó, por pedido del fiscal Federal Gerardo Pollicita, 27 allanamientos y que los involucrados presten declaración indagatoria por los hechos que se investigan. En total desfilarán por la Justicia unas 28 personas.

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Millones de pesos y dólares debajo del colchón: todo lo incautado durante los allanamientos a líderes piqueteros

Entre los principales implicados se encuentran Jeremías Adrián Cantero, Jorge Antonio Rosas, Lesli Castillo, María Dotti, Nilsa Torres y Lorenzo Martelli, dirigentes de distintas agrupaciones sociales. Los allanamientos en sus casas particulares y lugares donde supuestamente funcionan comedores comunitarios arrojaron evidencia contundente de la magnitud del fraude.

Por ejemplo, en el caso de María Dotti, una dirigente social del Polo Obrero, guardaba U$S54.000 dólares en su domicilio en el barrio porteño de Boedo. También tenía $478 mil pesos. La Justicia entiende que este dinero es parte de la recaudación ilegal que perpetraban los piqueteros por medio de la extorsión.

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Otro de los líderes del movimiento barrial que más complicado está es Jorge Antonio Rosas, a quien la Policía Federal le encontró $6.882.589, más un total de 16.425 dólares y 180 euros.

En tanto, a Jeremías Adrián Cantero, también del Polo Obrero, le secuestraron más de $75.000 pesos argentinos, U$S2.591 dólares, 135 recibos de pagos del Polo Obrero y otros elementos incriminatorios.

El Polo Obrero, en la mira de la Justicia. (Foto: TN / Leandro Heredia)
El Polo Obrero, en la mira de la Justicia. (Foto: TN / Leandro Heredia)

Asimismo, Lesli Castillo (Polo Obrero) tenía 7 tarjetas de crédito y la suma de $573.000 pesos. A Nilsa Torres (Polo Obrero) le secuestraron 2.200 dólares y 410 mil pesos.

Los allanamientos también revelaron la presencia de una vasta documentación relacionada con el desvío de fondos y la manipulación de los programas sociales: en el comedor Rivadavia 1, afiliado al Polo Obrero, se encontraron cuadernos con la rendición de asistencia a las marchas y detalles de sanciones impuestas a los beneficiarios. En el lugar hallaron también 1.532.500 pesos.

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Además, en el comedor Mariano Ferreyra se halló un talonario con bonos de contribución de la gente, lo que evidencia la presión ejercida sobre los beneficiarios para obtener fondos de manera ilegal, mientras que en un depósito de Ciudadela habían 2.100 dólares, 75 mil pesos y varios cuadernos con anotaciones donde llevaban la asistencia de los beneficiarios a las marchas y el pago del bono contribución.

De la investigación se desprende que a los comedores se les debía pagar los primeros dos días de cada mes 2300 pesos por el alquiler del local. Quienes no lo hacían, no podían retirar la comida de todo el mes.

Los beneficiarios tenían que pagar un abono mensual para no ser dados de baja. (Foto: TN)
Los beneficiarios tenían que pagar un abono mensual para no ser dados de baja. (Foto: TN)

Los datos recolectados durante estos allanamientos son abrumadores: se incautaron altas sumas de dinero en efectivo, tarjetas de crédito y documentos comprometedores. En total, se decomisaron más de 8.769.909 pesos argentinos, 76.764 dólares y 199 euros, así como 31 teléfonos celulares y 33 tarjetas de débito y crédito, algunas del Banco Ciudad, otras del Banco Provincia y el resto de Credicoop.

Además, se encontraron elementos relacionados con la administración fraudulenta de los programas sociales, incluyendo computadoras, notebooks y pendrives con información relevante, que serán peritados por la Justicia en los próximos días.

Por fuera de los imputados ya mencionados, figuran en la causa otros referentes que serían parte del plan de la trama de corrupción: Elizabeth Palma, Giana Lucía Puppo, Cinthia Delgado, Gustavo Vásquez, Dina Iramain, Brisa Paucara, Ronald Vargas, Iván Candotti, Mercedes Fossat, Manuel Alonzo, María Cecilia Cowper, Carlos Ignacio Fernández Kostiuk, Blanca Beatriz Chuquimia Tarquino, Gloria Santa Jaramillo Morales, Gloria Estrada, Emmanuel Barriento y Tania Cassamello.

Organizaciones sociales, polo obrero, Barrios de pie

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La tragedia y un recuerdo: “La noche que tocamos permanece viva en mi memoria”

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Cromañón retumba con infinitas formas en nuestra sociedad, pero es muy particular para quienes habitan la noche de Buenos Aires. Así como “La izquierda de la noche” –la canción de Babasónicos– captura el alma de la oscuridad urbana (La noche te succiona, te enloquece y abandona. Te regala un sueño hecho de papel), en la historia de Cromañón se vuelve un espacio insondable, viscoso, la noche es un personaje más, atraviesa a la trama… a nuestras mentes.

Los Pérez García, Los Garfios y Ojos Locos compartieron escenario con Callejeros, la banda de Pato Fontanet, el 28, 29 y 30 de diciembre de 2004. Los Pérez García es un grupo que ha ganado notoriedad en tiempos recientes, pero transitó durante años el circuito under. Ellos abrieron el primero de esos famosos tres conciertos programados por Callejeros. Beto, su líder, reconoce que, al recordar esos momentos, las sensaciones se mezclan.

“Una vez los invitamos a tocar en Cemento, y de repente tuvieron un crecimiento exponencial. Se acordaron de ese gesto y nos devolvieron la invitación cuando ya eran muy exitosos. A pesar de todo lo que pasó después guardo buenos recuerdos de cuando fuimos a probar sonido: el lugar era maravilloso para tocar, nos trataron muy bien y fueron muy generosos con la banda. La noche que tocamos permanece viva en mi memoria. Recuerdo a Omar Chabán hablándole al público antes del concierto, y cuando me invitaron a cantar ‘Armar de nuevo’”.

Con la llegada de la serie Cromañón, que retrata la tragedia que dejó 194 muertos en 2004, esos recuerdos resurgieron en un remolino de adjetivos: “Es gratificante escuchar canciones nuestras en la serie, como ‘Trucos’ y ‘Buenas Noches’ o la versión que hizo Alan Madannes de ‘Ni tan diablo ni tan santo’. Fueron escritas en esa época. Es tan gratificante como doloroso y desconcertante revivir todo”.

La serie conecta con las raíces del rock barrial y desde allí resalta a Callejeros: lo muestra como el epítome de un fenómeno de culto, en un marcado desvío en el rumbo del género que Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota fundaron sin saberlo hace casi cincuenta años. Al igual que los Redondos, Callejeros se volvió un referente del rock independiente, capaces de llenar estadios y transformar sus recitales en rituales colectivos.

Este culto no solo estaba vinculado a la música, sino que también se alimentaba de la misma mística que glorificaron las hinchadas del fútbol argentino. Los seguidores viven como devotos alrededor de un respetado hermetismo de la banda, valoran la lealtad y el sentido de pertenencia –pilares de una épica urbana–, se inventan una nueva balsa con la que ir a naufragar.

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Esa ruleta desbocada veía caer la bolilla en otras bandas del palo, como Jóvenes Pordioseros, El Bordo, Los Gardelitos y La 25, quienes veían en Callejeros un modelo a seguir. Diego Monk es el supervisor musical de la serie Cromañón. Trabaja en la industria desde hace más de tres décadas, ha transitado un irregular camino de negociaciones y descubrimientos, alegrías y decepciones; primero como compositor y luego como experto en derechos editoriales y fonográficos.

Acumuló una profusa cantidad de secretos y estrategias sobre un mundo que permanece invisible para la mayoría: el intrincado laberinto que es necesario recorrer para obtener los permisos que se requieren a la hora de utilizar canciones en los distintos formatos audiovisuales.

Armar la banda sonora de una serie es un oficio distinto al de ejecutar música, puede pensarse que tiene puntos de contacto con el de un artesano o un pescador. Hay que saber dónde buscar, elegir los materiales que servirán para construir una escena, diseñar cuándo es el momento más adecuado para lanzar la red, qué sonidos pueden capturar la esencia de lo que se quiere contar. En este caso también es muy importante tener paciencia.

Claro, la mirada de Monk va mucho más allá de la simple elección de canciones: aprendió que, en la ficción, la música acompaña, pero además construye mundos. “En Cromañón significó trabajar a tres bandas simultáneas: la música incidental, que debe ajustar su tono a cada escena; las canciones originales de la banda ficticia de la serie, Peces chinos; y la música de la época, una de las tareas más complejas. No se trata de simplemente recrear un sonido, sino de revivir una atmósfera que remite a un tiempo que ya no existe”, describe y asume que su labor implica rastrear los ecos de una era y cargarlos de emociones.

Ecos de una época

El compositor Hernán Segret, director de la banda que acompaña a Mex Urtizberea en las sesiones ¡Fa!, y Gabriel Pedernera, baterista de Eruca Sativa, fueron los encargados de componer las canciones y dirigir a Peces Chinos, la banda ficticia formada en la serie por un grupo de amigos de Villa Celina. La trama los caracteriza como seguidores de Callejeros y oriundos del mismo barrio que sus ídolos, un modo de evocar su presencia y saltar el tabú que representa usar su música en la serie.

El desafío, difícil, era hablar de Callejeros sin incluir sus canciones; la decisión de no incluirlas fue tomada desde el principio. “Había muchas razones, algunas legales; pero, sobre todo, esta historia está pensada desde la perspectiva de los sobrevivientes, de lo que padecieron y sufrieron”, explica Monk sobre la elección final.

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La construcción de la banda sonora de Cromañón obligó a repasar toda la música que definió el período 2004-2008. La tarea, entonces, era capturar el sonido de la época, había que crear un paisaje que incluyera a las bandas principales y a aquellas que formaron parte del circuito musical en torno a Callejeros.

En la serie, Los Pérez García, Los Garfios y Ojos Locos son parte fundamental de los recuerdos más vívidos y, además, se integran a la trama con un peso que trasciende el marco ficcional. Para lograrlo, el equipo se acercó a El Camino es Cultural, una agrupación formada por sobrevivientes y familiares de las víctimas, donde Guillermina Pérez, amiga de Los Garfios y también sobreviviente, sugirió incluir a la banda de Campana en el proyecto.

“Diego nos explicó de qué se trataba la serie y nos preguntó si podían usar algún tema nuestro. Grabamos la canción ‘San Martín’ a petición suya. Desde el principio, el trato fue impecable, nos acompañaron en todo: desde los trámites hasta el estudio”, relata Walter Gómez, baterista de Los Garfios.

Para el grupo –sigue activo y este mes celebra sus 30 años con dos shows en el teatro Pedro Barbero de Campana, uno ayer y otro el viernes próximo– su participación en Cromañón es una gran oportunidad para reinterpretar su papel en la historia del rock argentino y, a la vez, en el corazón de la tragedia.

“Normalmente nos entrevistan a finales de año, pero esta noticia se difunde rápidamente. Esta serie tiene el potencial de invitar a la reflexión sobre lo ocurrido, sobre los riesgos de la nocturnidad y el abandono que sufren los jóvenes. Ojalá genere debate”, agrega Walter Gómez.

Cromañón adopta una perspectiva crítica sobre la representación femenina en el rock. En un ambiente históricamente dominado por hombres, las directoras Marialy Rivas y Fabiana Tiscornia, junto con los guionistas Josefina Licitra, Pablo Plotkin y Martín Vatenberg, decidieron hacer visible una problemática que siempre incomodó a los tótems del rock: la presencia protagónica de las mujeres.

“Entre 2004 y 2008 no había mucha representación femenina en el rock barrial. Decidimos rendir homenaje a María Gabriela Epumer, quizás la más outsider de todas. Incluimos su versión de ‘Quiero estar entre tus cosas’, de Daniel Melero, como una simbolización perfecta de esa postura”, repasa Monk.

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Lucy Patané es otra de las artistas que aporta su voz a la banda sonora, su interpretación de “Noche de paz” honra la fuerza de la versión original de Sumo y le da un nuevo matiz.

“Una parte considerable de la música de la serie se fue definiendo durante la escritura –señala Pablo Plotkin, director de la revista Rolling Stone durante dos décadas–. La idea era retratar la energía de la época y el espíritu del rock barrial en un sentido amplio. Muchas canciones estuvieron ahí desde las primeras versiones de los guiones. Nico tocando ‘Cuándo podrás amar’, de Las Pelotas, en su habitación, o ‘Brilla tu luz para mí’, de Sumo, cuando se toman la pepa en Nochebuena… ‘Triste canción de amor’ apareció rápido también, aunque antes barajamos un tema de Gardelitos que no quedó por tema de derechos. Y ahora ‘Triste canción de amor’ es lo que le queda rebotando en la cabeza a todo el mundo después de ver la serie”.

Los Pérez García también eran muy importantes para el público que vivió Cromañón, y no solo por ser teloneros de la primera fecha –agrega Plotkin–. Después hay cosas menos apegadas al contexto histórico, como ‘La noche eterna’ (El Mató a un Policía Motorizado); creo que es uno de los grandes aciertos de la musicalización. Es una banda que apareció en la escena pública después de Cromañón, justamente, y que no tiene una conexión directa con el público mayoritario del rock barrial. Sin embargo, encarna algo esencial de la juventud urbana argentina pos 2001. No es casual que el director Bruno Stagnaro haya convocado a Santiago Motorizado, su cantante, para la versión remasterizada de la serie Okupas para Netflix. Hay algo en su poética y en su sonido que conecta al vacío con un nuevo comienzo”.

Un capítulo aparte es el de Ojos Locos, la banda que teloneó a Callejeros la noche del incendio en Once. La tragedia golpeó de lleno a la banda: perdieron a seis amigos, al padre del guitarrista y dos de sus integrantes se salvaron milagrosamente. En la serie puede escucharse su canción “Demasiado lomo”.

Juego de herederos

Obtener los permisos para usar una canción es una tarea ardua y burocrática, comparable con la que implica realizar un trámite sucesorio. Cada pieza que quiera utilizarse en una película, serie o comercial debe obtener primero el permiso de todos los derechohabientes de la obra, los autores o compositores y los dueños de los fonogramas (es decir, las compañías discográficas que editaron las canciones).

Monk se refiere al asunto con la sequedad de una respuesta legal: “Debe formularse un contrato por el cual se acuerdan las condiciones bajo las cuales las canciones aparecerán en ese audiovisual. No puede oponerse nada que no se haya firmado, porque los autores o los sellos pueden reclamar legalmente”.

La aparición de las plataformas digitales ha transformado por completo la industria musical y audiovisual. En la Argentina, la legislación permitía el acceso a los repertorios registrados en Sadaic, el ente recaudador de los autores e intérpretes, algo similar a lo que ocurre con la radio. Sin embargo, este panorama ha cambiado con los grises que ha traído el arribo de las plataformas.

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Antes, la música se montaba casi en tiempo real, acompañaba el desarrollo de la narrativa, como un canal de difusión del que se sacaba música. Ahora, las series llegan terminadas, como películas, con un final ya definido. Esto exige que el tránsito musical esté planificado desde el principio. Adrián Sosa, baterista de Bajofondo y Head of Music para América Latina de Amazon, fue quien defendió la elección de la musicalización para la serie.

“Fue muy cuidadoso con todo el trabajo en equipo que realizamos”, destaca Monk y subraya el apoyo de Sosa a la visión de un enfoque musical que se adaptara a las nuevas dinámicas de producción televisiva. Esta transformación, señala Monk, está reconfigurando el papel de la música en la forma en que se producen y se narran las series hoy en día.

Un episodio insoslayable en la historia de la música popular argentina es interpretado con las herramientas actuales, aspira a que las zonas más ríspidas de Cromañón muevan a la reflexión, al debate y compongan un homenaje para las víctimas. En este contexto caleidoscópico, quizás ninguna canción capture con tanta precisión la magnitud de la tragedia como “Lo que perdí”, la balada escrita para la serie por Santiago Motorizado. “Y te escuché decir / lo que perdí sigue ahí / hay una sombra frente a mí / lo que perdí sigue ahí”.

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