Enfadarse es un mecanismo normal de defensa, pero cuando la ira se apodera de alguien y estalla, acaba haciéndose daño e hiriendo a otros sin conseguir ningún resultado positivo.

El control de la ira no resulta sencillo, sobre todo cuando surge por situaciones mantenidas en el tiempo o que son de difícil situación. De forma más práctica, los psicólogos recomiendan algunos trucos que se pueden aplicar en el momento del enfado o como preparación para actuar con más calma al llegar a ese punto.

1. El truco del papel

La inspiración para esta técnica se encuentra en la tradición nipona. En un lugar cercano a la ciudad de Nagoya se celebra cada año un evento cultural denominado Hakidashisara, en el que se aplastan unos pequeños discos que representan las cosas que causan enfado. Los participantes en este festival experimentan un gran alivio cuando se desprenden simbólicamente de lo que les provoca ira o rabia.

El nuevo estudio sigue esa misma línea: escribir en un papel lo que te enfurece y luego deshacerte de él triturándolo o tirándolo a la basura. Con este gesto simple se puede conseguir aplacar el enfado.

2. El truco del tiempo muerto

La técnica se emplea mucho en psicología infantil, pero en adultos puede ser igualmente útil. Tal y como se hace en algunos deportes, se trata de una pausa para reorganizar el juego; en este caso, la actitud frente a lo que está provocando la ira. El objetivo es parar unos segundos y, luego, alejarse física y psicológicamente del punto de conflicto.

Dar un paseo o practicar actividad física, según las preferencias, es una buena manera de poner distancia con las personas a las que se dirige la ira. El objetivo es evitar seguir actuando en caliente y dejar la conversación pendiente para un momento en el que se puedan decir las cosas con mayor control de lo que se piensa y se expresa.

3. El truco de entrenar la relajación

Una persona que ya sabe cómo relajarse y respirar adecuadamente dispone de herramientas adicionales para aplacar la rabia cuando empieza a emerger.

– Respirá profundamente desde el diafragma (músculo que se encuentra debajo de las costillas y arriba del estómago). Imaginá que la respiración sube desde tu tripa o abdomen.

– Repetí lentamente una palabra o frase tranquilizadora mientras respirás profundamente.

– Recurrí a la imaginación y visualizá una experiencia relajante extraída de tu memoria o ficticia.

– Practicar ejercicios lentos como los del yoga puede ayudar a relajar tus músculos y fomentar un efecto tranquilizador.

Practicá estas técnicas a diario y aprendé a usarlas automáticamente cuando te encuentres en una situación de tensión.

Fuente: Cuidate Plus