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SOCIEDAD

BEL-20-INDEX termina sus operaciones en rojo este 18 de enero

Los distintos títulos que se negociaron en el piso de remates tuvieron un comportamiento mixto

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Este año los mercados han registrado una volatilidad constante. (Infobae)
Este año los mercados han registrado una volatilidad constante. (Infobae)

Día adverso para el BEL-20 INDEX, que terminó la jornada del jueves 18 de enero con ligeras descensos del 0,32%, hasta los 3.557,20 puntos. El BEL-20 INDEX llegó a un máximo de 3.571,70 puntos y la cifra mínima de 3.550,60 puntos. El rango de cotización para el BEL-20 INDEX entre su punto más alto y el más bajo (máximo-mínimo) durante este día se situó en el 0,59%.

Si consideramos los datos de la última semana, el BEL-20 INDEX registra un descenso del 2,79%, por ello en el último año aún conserva una disminución del 8,55%. El BEL-20 INDEX se sitúa un 4,8% por debajo de su máximo en lo que va de año (3.736,42 puntos)

¿Qué es un índice bursátil y para qué sirve?

Un índice bursátil es un indicador que mide cómo evoluciona el valor de un un conjunto de activos, para lo cual recopila datos de distintas compañías o sectores de un fragmento del mercado.

Estos indicadores son utilizados principalmente por las bolsas de valores de diversas naciones y cada uno de ellos pueden integrarse por firmas con requisitos concretos como podría ser disponer de una capitalización bursátil similar o pertenecer a un mismo tipo de industria, además, hay algunos índices que sólo consideran un puño de acciones para determinar su valor u otras que consideran cientos de acciones.

Los índices bursátiles sirven como indicador de confianza en el mercado de valores, la confianza empresarial, la salud de la economía nacional y global y el rendimiento de las inversiones en acciones y participaciones de una entidad. Si los inversionistas no tienen confianza, los precios de las acciones tendrían tendencia a caer.

Asimismo, funcionan para medir el rendimiento de un gestor de activos y permiten a los inversores tener comparaciones entre la rentabilidad y el riesgo; medir las oportunidades de un activo financiero o crear carteras.

Este tipo de indicadores comenzaron a usarse a finales del siglo XIX luego de que el periodista Charles H. Dow. investigara con detenimiento cómo las acciones de las empresas tendían a subir o bajar juntas de precio, por lo que creó dos índices: uno que contenía a las 20 compañías ferroviarias más importantes (pues era la industria más importante de la época), así como 12 acciones de otros tipos de negocios

Hoy en día hay diversos índices y pueden congregarse en función de su localización, los sectores, el tamaño de las empresas o incluso el tipo de activo, por ejemplo, el índice estadounidense del Nasdaq está compuesto por las 100 mayores compañías mayormente relacionadas a la tecnologías como Apple (AAPL), Microsoft (MSFT), Amazon (AMZN), Facebook (FB), Alphabet (GOOG), Tesla (TSLA), Nvidia (NVDA), PayPal (PYPL), Comcast (CMCSA), Adobe (ADBE).

¿Cómo se mide un índice bursátil?

Cada índice bursátil posee su propia forma de calcularse, pero el principal factor es la capitalización bursátil de cada firma que lo integra. Este se obtiene al multiplicar el valor del día del bono en la bolsa correspondiente por el total de participaciones que están en el mercado.

Las compañías que figuran en bolsa están obligadas a presentar un balance de su composición. Dicho reporte debe divulgarse cada tres o seis meses, según sea el caso.

Leer un índice bursátil también implica tener cuidado de sus cambios en el tiempo. Los nuevos índices siempre aparecen con un valor fijo basado en los precios de los valores en su fecha de inicio, pero no todos siguen este método. Por ende, puede confundir.

Si un índice crece 500 puntos en un día, mientras que otro solo añade 20, podría parecer que el primero tuvo una rentabilidad mejor. No obstante, si el primero comenzó el día en 30.000 puntos y el otro en 300, se puede derivar que, en términos porcentuales, las ganancias para el segundo fueron más importantes.

Los principales índices bursátiles

Entre los principales índices bursátiles estadounidenses está el Dow Jones Industrial Average, mejor conocido como Dow Jones, del que forman parte 30 compañías. Asimismo, el S&P; 500, que contempla a 500 de las mayores empresas de la Bolsa de Nueva York. Finalmente, aparece el Nasdaq 100, que une a 100 de las mayores firmas no financieras.

Por otro lado, los índices más destacados de Europa son el Eurostoxx 50, que abarca las 50 empresas más importantes de la eurozona. Por otro lado, el DAX 30, principal índice alemán que contiene a las compañías más descollantes de la Bolsa de Fráncfort; la FTSE 100 de la Bolsa de Londres; el CAC 40 de la Bolsa de París; y el IBEX 35, de la bolsa española.

En Asia, tenemos el Nikkei 225, compuesto por las 225 empresas más importantes de la bolsa de valores de Tokio. Se encuentra, además, el SSE Composite Index, es visto como el principal de China, conformado por las compañías más relevantes de la Bolsa de Shanghái. De igual manera, cabe mencionar el Hang Seung Index en Hong Kong y el KOSPI en Corea del Sur.

En lo que respecta a la región latinoamericana, se tiene el IPC, que contiene a las 35 firmas más poderosas de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV). Al menos un tercio de ellas pertenecen al capital del magnate Carlos Slim.

Otro es el Bovespa, compuesto por las 50 empresas más importantes de la bolsa de Sao Paulo; el Merval de Argentina; el IPSA de Chile; el MSCI COLCAP de Colombia; el IBC de Caracas, conformado por 6 compañías de Venezuela.

También, existen otro tipo de índices bursátiles globales como el MSCI Latin America, que incluye las 137 empresas más importantes de Brasil, Chile, Colombia, México y Perú.

De igual forma, está el MSCI World, que incluye a 1600 compañías de 23 países desarrollados; el MSCI Emerging Markets, compuesto por más de 800 empresas de países en desarrollo; y el S&P; Global 100, conformado por las 100 firmas multinacionales más poderosas de todo el planeta.

SOCIEDAD

Mundos íntimos. Parir en el extranjero: cómo es ser madre en otro idioma y que te consideren poco abnegada

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Dislocar: verbo transitivo. Sacar de su lugar. Referido a huesos y articulaciones, usado más como pronominal

La maternidad te saca de lugar. Te descoloca pero, sobre todo, te disloca: las dislocaciones (o luxaciones) son lesiones en las articulaciones que arrancan los extremos de los huesos y los sacan de su posición. Te arranca los extremos –todos los extremos– y te deja en carne viva. Por estar en una posición otra, la maternidad es una forma de exilio. Te posiciona fuera del yo. En la maternidad una persona se pierde. Es como tantear la niebla en la oscuridad; una penumbra que enmaraña el sentido. Lo que digo no es una novedad. Con una amiga querida intercambiamos experiencias maternas y llegamos a la misma resolución. La maternidad como exilio fue una nota concluyente. Ser mamá es deslizarse por una geografía empinada, foránea, que estalla de manera constante porque en sus pliegues yacen artefactos inexplorados, harto inflamable y predominantemente explosivos. Un tobogán de la sinrazón.

Cuando digo maternidad no intento excluir al padre, al pater, la paternidad. No hay política detrás de este texto excepto toda política que ineludiblemente acompaña todo texto. Pero quiero hablar desde mi voz de mamá, la mamá que devine viviendo en el exilio. Por cierto, decir exilio merece una aclaración. Desde hace muchos años que escribo sobre los dislocamientos, sus poéticas y articulaciones –esas figuraciones lesionadas, esos arranques deshuesados– provocadas por el exilio. Pero exilio es un término controvertido. No dejé mi lugar de origen por alguna forma de persecución ni me vi forzada a pedir refugio político. Nadie me obligó a irme. Nadie me enajenó. Dejé mi patria porque, como muchos, busqué oportunidades en circuitos más amplios de conocimiento, en sitios con economías hasta cierto punto estables, en instituciones académicas que me expusieran a una matriz de saberes amplios y diversos que, entonces, no detectaba en mi cercanía.

Para Gisela Heffes, había prácticas de tratamiento del embarazo que parecían distintas a las conocidas, pero había que aceptarlas y disfrutar la “dulce espera”.Para Gisela Heffes, había prácticas de tratamiento del embarazo que parecían distintas a las conocidas, pero había que aceptarlas y disfrutar la “dulce espera”.

Un combinado de posibilidades. Pero de un modo u otro dejar la tierra de origen es una experiencia liminal. Y aunque sin duda la mía fue una experiencia hasta cierto punto “privilegiada”, no es fácil ni fue fácil. La tierra a la que llegué no sustituyó la que dejé, pero tampoco me fue enteramente ajena. Devino un sitio en donde el cuerpo, la voz, la mirada, me obligaron a moverme, a hablar, a ver y observar, a escuchar y sentir desde una posición inédita, en la que no me había apostado previamente y que revelaba mi condición de neófita. El decir y oír palabras inexploradas –a pesar de conocer la lengua– el mirar, oler, sentir, palpitar, y reaccionar con el cuerpo atravesado por una topografía física, mental, psicológica, emocional e incluso epistemológica u ontológica, me atiborró con la torpeza típica del principiante.

Me gusta la idea de dislocamiento a pesar de tantas otras opciones (desarraigo, destierro, desplazamiento, exilio voluntario). Imagino un dislocamiento del hombro, de la cadera. Ese dolor intenso que impide que el lenguaje se manifieste. O que se manifieste en toda su plenitud.

Maternidad. 1. f. Estado o cualidad de madre.

Dar a luz fuera de la tierra de origen, dislocada sin ser forzada a partir, dejar la patria –que en un mundo ideal sería matria: ese matriarcado ansiado, un regreso al oikos que te arropa, te envuelve, te abriga y te nutre. Del griego, oikos significa “casa”. Dar a luz, parir: experimentar un estado o cualidad de madre permanente. Vivir en el exilio del yo. Y habitar otro exilio, el del cuerpo que se mueve en otra lengua –y otra tierra. Un yo fuera del yo fuera del cuerpo. Esa posición física enajenada que yace fuera de sí también determina al lenguaje. Y lo define. El sonido que el cuerpo emana, por ejemplo, varía de frecuencia, y, de igual modo, la vocalización y la cadencia. Si la maternidad es exilio, el desalojarse del cuerpo-territorio en la que una persona nació (yo, en este caso) ¿cómo es ser madre en el exilio? ¿Cómo es ser madre en otra lengua? ¿Cómo es parir en inglés (o para el caso francés, alemán, chino, hebreo, rumano, etc…)? ¿Y cómo es el cuerpo cuyo vientre fecundo te obliga a desplazarte con el soplo de otro ser que te habita?

Gisela Heffes con su hija. Ahora tocaba educarla, pero sin resignar su carrera profesional.Gisela Heffes con su hija. Ahora tocaba educarla, pero sin resignar su carrera profesional.

Regresemos en el tiempo. La mujer está embarazada. Antes, tuvo un aborto espontáneo (no me gusta “aborto espontáneo”, prefiero el término miscarriage, en inglés, porque el mis que precede al carriage concentra pérdida, acumula vacío y solidifica dolor). Pero mis(s) no sólo atañe al verbo “perder” sino también “extrañar”. Es perder esa carga preciada, pero extrañarla. Añorarla aún sin llegar a ser. Extrañarla tremendamente. La mujer que ensaya ser madre regresa al ginecólogo y, por fin embarazada, acoge la noticia de que su bebé es un breech baby. La ignorancia por no saber cómo lo llaman en su tierra la abruma. Recurre al diccionario. El vacío se redobla con la ausencia de referentes. ¿Cómo le dicen al breech baby en Argentina? Una enciclopedia sugiere bebé de nalgas. Pero en Argentina no se usa la palabra “nalgas”. Ese diccionario apunta a otro español. Un español disonante para la madre. Misma lengua pero no. Un ¿bebé de culo? ¿De cola? ¿De trasero? La madre de la madre le explica que ella también fue un bebé de culo-cola-trasero-nalgas. Que se dio vuelta antes de nacer. Que el obstetra –esos de antes, que hacían magia sin someterte a una cesárea– la sacó con sus habilidades magistrales por la cola un 26 de noviembre de 1971 en la clínica Marini (ya no existe). Pero en EEUU, un bebé de culo-cola-trasero-nalgas requiere cirugía.

La obstetra le sugiere que den vuelta a su bebé antes de dar a luz (“dar a luz”, otra expresión que no encuentra equivalente en inglés). Esa operación sin cirugía pero con las propias manos de la obstetra la titulan, en la tierra que ahora habita, External Cephalic Version (ECV). Google Translation le ofrece una traducción bastante literal: “versión cefálica externa”. Este procedimiento consiste en dar vuelta con la mano experta de la obstetra al bebé, sin cirugía, en el hospital, y conectada la madre a múltiples monitores. Pero, y a pesar de someterse a tal ejercicio dactilar, el bebé volvió a darse vuelta.

Inconsciente de este gesto rebelde y contestatario que se efectuaba en su vientre enorme y cilíndrico, cuando las contracciones llegaron, y la beba de culo-cola-trasero-nalgas rebotaba contra el umbral del canal de parto, hubo que aceptar que tendría una cesárea pese a tanto y pese a todo. Le ataron las muñecas; la crucificaron en una camilla horizontal. La desnudaron y la volvieron a cubrir con sábanas de papel esterilizado. Abrieron un hueco en forma de rectángulo al que se arremetieron, médicos y enfermeras, con tijeras metálicas, bisturís, agujas e hilos, para arrancar, con vida y rozagante, el cuerpo pequeño de su hija. La madre no recuerda si gritó en inglés, español o castellano. Si sus lágrimas exaltadas y eufóricas desplegaban un rictus idiomático local o extranjero, o se expandían, como el cuerpo trémulo, a la emoción desenfadada y feliz de la maternidad.

Amamantar. 1. tr. Dar de mamar. Sin.: lactar, atetar.

Lo primero que la madre nota, cuando recobra la conciencia, es a su beba en su pecho llorando, y a su lado, una enfermera con uniforme diferente que la espía desde un costado del ojo. La madre tiene la lengua un poco atascada. Le habla, quien sabe en qué idioma, pero a la enfermera parece no molestarle. Su misión es otra. No es policía de la lengua sino policía de la teta. Deposita unos folletos sobre la mesada junto a la camilla. La mira ahora de manera un poco más directa. Desde un centro que se despliega hacia adentro. La madre no puede percibir, exactamente, de qué se trata. En inglés, le pregunta si considera amamantar a su hija. Por qué no, piensa la madre, pero no alcanza a decir nada ya que el dolor intenso del posoperatorio, sumado al llanto de su hija, que la perturba, no le permite extender su concentración más allá de esa órbita precisa. Le habla y le explica, agarrando su pecho y llevándolo a la boca de su hija que llora incansable de hambre y destierro, que si no le da la teta, la beba, tu beba, no se desarrollará saludablemente. No hay nada como la leche materna, remata. La madre cierra los ojos por un instante, aún bajo los efectos de los narcóticos que le inyectaron para paliar el dolor, para tajarla, y para inducir a su hija, y no logra entender por qué algo tan natural y orgánico de repente se torna una imposición cuasi fascista. La mujer le lastima el seno al obligarla a darle de mamar a su hija, y cuando la madre cobra un suspiro de lucidez, la empuja fuera de sí y le pide que se vaya. No recuerda si lo hizo en inglés, español o castellano. Lejos de la vigilancia insidiosa de la mujer, madre e hija se enredan indivisibles en un hálito sin palabras.

Migrante; migrar. 1. intr. Trasladarse desde el lugar en que se habita a otro diferente. Sin.: emigrar, inmigrar, mudar.

En el país que habito, muchas mamás tienden a ser abnegadas. Conozco unas cuántas profesionales que archivaron el título de abogacía en el cajón luego de parir. Nuca supe si aquella abnegación es un vehículo inconsciente para autoconvencerse de que su rol de madre acredita tal sacrificio, o un cálculo meramente económico frente al alto costo de las guarderías o niñeras. Puede ser además la influencia puritana, que late en cada recoveco de esta tierra. En todo caso, ser madre que trabaja es otra forma de habitar el exilio, en el exilio mismo. A veces su hija dice I love you, mom! Pero cuando le recrimina que está “trabajando” y no le dedica su tiempo incondicional a ella, la desacredita con un lapidario never mind. ¿Acaso yo fui grosera, de chica? se pregunta sabiendo que la respuesta es afirmativa. ¿Acaso es esto el efecto búmeran de la genética? ¿O es algo que ella mamó de mi teta cuando apenas era una beba? Le responde en castellano, español, inglés. Por la noche, la arropa con un fragmento de Dailan Kifki. Good night, dice la hija, contenta. Ta mañana, responde la madre. Y así, cada día, mes, año, en el exilio de la vida y en la vida del exilio, entre lenguas que se rozan y confunden, entre gestos y muecas y ademanes disonantes.

Enfocar. 1. tr. Hacer que la imagen de un objeto producida en el foco de una lente se recoja con nitidez sobre un plano u objeto determinado. Ant.: desenfocar.

Parir en el exilio se asemeja a un impulso por encuadrar la experiencia presente en un marco obstinado en borrarse. Es vivir fuera de foco: la guardería y el colegio, los amigos y las vacaciones, la salud, la terapia, la ortodoncia, la pubertad, la ropa, los modos de comer y de vestirse, de hablar, pararse, esperar, saludar. Desde mi nervio óptico, echar los cimientos en una esfera otra es transcribir las vivencias íntimas e inalienables en un intento por delimitar el foco, enfocar lo que no cabe en el marco del lente porque el marco es, en efecto, otro, el medium es otro, el plano es otro. Pura divergencia. Una existencia en continua asonancia. En la esfera que es la tierra que uno habita, el ser madre, parir, amamantar, cuidar, abrigar, cantar (“Manuelita vivía en Pehuajó” y “The Itsy Bitsy Spider”) es anidar lo recóndito. Gravitando al ras del suelo, los huesos arrebatados de cuajo y sus extremos dislocados ovillan el cuerpo desterrado, su voz, la mirada, los pies. Las manos. Y en el gravitar, esparcen semillas ansiosas de ímpetu y arraigo.

Gisela Heffes es escritora y enseña literatura y cultura latinoamericana en la universidad de Johns Hopkins. Sus publicaciones más recientes son el ensayo crítico “Visualizing Loss in Latin America: Biopolitics, Waste, and the Urban Environment” (2023), las novelas “Ischia” (Deep Vellum, 2023), “Cocodrilos en la noche” (2020; 2023), el poemario bilingüe “El cero móvil de su boca / The Mobile Zero of Its Mouth” (2020) y “Aquí no hubo ni una estrella” (2023). Es co-editora de “The Latin American Ecocultural Reader” (2020), “Pushing Past the Human in Latin American Cinema” (2021), “Un gabinete del futuro” (2022) y “Turbar la quietud” (2023).

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