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SOCIEDAD

Carlos Fernando Galán es el alcalde menos querido: siete de cada diez ciudadanos creen que Bogotá ha empeorado

La inseguridad es la cuestión que más preocupa a los bogotanos: el 56% de los ciudadanos encuestados por Invamer Poll creen que es el principal problema de la ciudad

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Alcalde de Bogotá Carlos Fernando Galán fue el que obtuvo más desaprobación entre los mandatarios locales de las principales ciudades de Colombia, según encuesta Invamer - crédito ilustración Infobae con fotografías de Alcaldía de Bogotá y Lina Gasca/Colprensa
Alcalde de Bogotá Carlos Fernando Galán fue el que obtuvo más desaprobación entre los mandatarios locales de las principales ciudades de Colombia, según encuesta Invamer – crédito ilustración Infobae con fotografías de Alcaldía de Bogotá y Lina Gasca/Colprensa

La encuesta de Invamer Poll, conocida el 26 de junio, reveló una caída importante en la aprobación del alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán.

Según los datos, un 44% de los ciudadanos desaprueba su gestión, un aumento de 15 puntos porcentuales desde abril. En la misma línea, la favorabilidad del alcalde ha disminuido notablemente, pasando de un 59% en abril a un 47% en junio, una caída de 12 puntos porcentuales en tan solo dos meses.

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En diálogo con Blu Radio, el alcalde Galán atribuyó estos resultados a una serie de desafíos que ha enfrentado la capital colombiana en la primera mitad de 2024. Entre estos, mencionó las medidas de racionamiento, los constantes bloqueos al sistema de transporte, el aumento de la extorsión, la persistente inseguridad y el problema continuo de las basuras.

La encuesta también reflejó que la inseguridad es el principal problema percibido por los ciudadanos, con un 56,5% de los encuestados señalándola como la mayor preocupación. Le siguen el desempleo con un 6,3% y la corrupción con un 6%.

El alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, experimentó una caída en su aprobación del 12% - crédito Infobae
El alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, experimentó una caída en su aprobación del 12% – crédito Infobae

Además, la encuesta Invamer Poll señaló que al menos siete de cada diez bogotanos (74%) consideran que la ciudad ha empeorado. Sin embargo, esta percepción no es nueva, ya que se ha mantenido constante a lo largo de los años en la ciudad. Durante el mandato de la exalcaldesa Claudia López, en febrero de 2020, el 60% de los encuestados consideraba que la ciudad había empeorado, mientras que solo el 30% opinaba que las cosas estaban mejorando.

En comparación con los demás alcaldes de las principales ciudades del país, Galán es el que peor evaluación ha recibido. Este es el orden de los que tienen más desaprobación a los que tienen menos:

  1. Carlos Fernando Galán (alcalde de Bogotá): 44%.
  2. Alejandro Eder (alcalde de Cali): 34%.
  3. Federico Gutiérrez (alcalde de Medellín): 23%.
  4. Jaime Andrés Beltrán (alcalde de Bucaramanga): 23%.
  5. Alejandro Char (alcalde de Barranquilla): 22%.
  6. Dumek Turbay (alcalde de Cartagena): 16%.

No obstante, históricamente, los ciudadanos de Bogotá tienden a ser críticos con sus mandatarios locales, una tendencia que se ha mantenido durante los últimos 20 años. De hecho, a diferencia de otras ciudades, los alcaldes de Bogotá tienden a iniciar su gestión con una desaprobación inferior al 60%; la única excepción significativa fue Claudia López, quien en abril de 2020 llegó a tener una imagen favorable de 89% en la encuesta de Invamer Gallup.

En general, la tendencia de aprobación a un mandatario va disminuyendo conforme avanza su gobierno. Según análisis de La Silla Vacía, esto ocurre porque al inicio del mandato los ciudadanos tienen mayor expectativa e ilusión de cambio.

La alcaldesa y el alcalde electo de Bogotá no han conciliado el futuro del proyecto del corredor verde de la Séptima
Alcalde Carlos Fernando Galán tiene mayor desaprobación que exalcaldesa Claudia López pasados cuatro meses del gobierno local desde el inicio de su gestión – crédito John Paz/Colprensa

Imagen favorable de los alcaldes en Bogotá en el primer periodo de su gestión desde 2000

  • Antanas Mockus (en abril de 2001) tuvo un 44%.
  • Luis Eduardo Garzón (en marzo de 2004) tuvo un 53%.
  • Samuel Moreno Rojas (en marzo de 2008) tuvo un 61%.
  • Gustavo Petro (en abril de 2012) tuvo un 30%.
  • Enrique Peñalosa (en abril de 2016) tuvo un 31%.
  • Claudia López (en abril de 2020) tuvo un 89%; dos meses después un 76%.
  • Carlos Fernando Galán en abril de 2024 tuvo un 59%; dos meses después un 47%.

Estos resultados parecen paradójicos si se considera que López ganó las elecciones territoriales de 2019 con un porcentaje de votación menor que el obtenido por Galán en 2023.

Detalles de la encuesta Invamer

Los resultados de la nueva encuesta Invamer fueron revelados la noche del 26 de junio de 2024. La encuesta, que evalúa la popularidad de los políticos al mando del país y de las principales ciudades, se llevó a cabo con una muestra de 1.400 encuestas aplicadas en las seis principales ciudades colombianas.

Las personas indagadas fueron divididas así: en Bogotá se realizaron 400 encuestas; mientras que en el resto de ciudades Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga y Cartagena se realizaron 200 encuestas.

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La pirueta burocrática de algunas prepagas para informar sus aumentos sin que parezcan excesivos

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En una economía normal, lo que sigue no tendría posibilidad de ser una nota. Los vaivenes e inestabilidades de la coyuntura nacional, en cambio, permiten que algunos relatos que en otras latitudes serían inverosímiles, acá no sólo suenen acabadamente posibles, sino que además sean efectivamente reales. La cuestión tiene que ver con las prepagas y el índice de inflación que tomó en cuenta cada empresa como referencia para comunicar a sus afiliados cuánto aumentará la cuota en julio.

La pirueta burocrática no ha sido menor, ya que mientras el Indice de Precios al Consumidor (IPC) de abril fue del 8,8 por ciento, el de mayo cayó a menos de la mitad: 4,2 por ciento. Lo que ocurrió, entonces, es que las prepagas que informaron los aumentos antes del 13 de junio -el día que se dio a conocer la inflación de mayo- tenían como parámetro -lo mismo que los afiliados- el último dato de inflación que se conocía hasta ese momento, es decir, el de abril.

Si bien hubo empresas que enviaron sus cartas informativas después de esa fecha y de todos modos decidieron valores de ajuste superiores al 8 por ciento -por lo que la asociación entre ambas variables no siempre es lineal-, las prepagas que comunicaron el aumento antes de conocido el más reciente dato del IPC tenían como argumento objetivo que el índice de referencia vigente, aún sin oficializarse el nuevo, era del 8,8 por ciento.

Ese razonamiento podría servir para justificar formalmente la decisión administrativa, pero no escapa a una realidad: cualquier asesor económico o persona medianamente atenta sabía que el dato de la inflación de mayo se iba a ubicar en el rango que finalmente tuvo. “Ya tenían decidido subir ese porcentaje y se apuraron a comunicarlo”, fue la interpretación del vocero de una de las prepagas que no rankea entre las que más aumentó.

Hay un dato más que cierra este “círculo especulativo”, y es que en los aumentos de junio -cuando todavía el tope debía ser el IPC- las prepagas ya habían aplicado la inflación de abril. De manera que en los casos en que las cartas a los afiliados se enviaron antes de conocerse el dato de mayo se dio esta paradoja: habían tomado ese 8,8 por ciento la primera vez como el índice correspondiente para ajustar la cuota de junio, y -capricho temporal mediante- la misma cifra quedó clonada como garantía de credibilidad para la cuota de julio.

Las prepagas comunicaron los aumentos antes y después de conocerse el último dato del IPC. Foto: Shutterstock

Lo que está en juego como supuesto condicionante es el imperativo que exige a las empresas de medicina prepaga comunicar por carta a sus afiliados, con una anticipación mínima, cada aumento futuro. “Informar a los usuarios los incrementos que se registrarán en el monto de las cuotas con una antelación no inferior a los 30 días corridos, contados a partir de la fecha en que la nueva cuota comenzará a regir”, dice la norma.

Claro que esos treinta días pueden ser manejables en función de la fecha de vencimiento de la factura. Si la comunicación saliera unos días más tarde, esa fecha debería ser corrida para que el plazo se cumpla. Eso es lo que, según pudo confirmar Clarín, hicieron algunas prepagas que prefirieron esperar el dato cierto de la inflación de mayo para comunicar el aumento.

Este medio consultó a la Superintendencia de Servicios de Salud (SSS), a raíz de esta disparidad surgida entre los que manejaron uno y otro dato de inflación como referencia para comunicar las subas. La respuesta fue, simplemente, que “depende de cuando facturen y envíen la comunicación a los afiliados”. Con lo que, en el marco de la libertad, las empresas pudieron utilizar esa variable como herramienta a su favor.

Más aún, cuando Clarín publicó el último jueves que el promedio de aumentos de diez de las prepagas más importantes del país era del 7,69 por ciento y señaló que eso significaba casi el doble que la inflación de mayo, una fuente del Gobierno se comunicó para aclarar que el IPC comparativo debía ser el de abril porque “la gran mayoría mandó los aumentos previo a conocerse el índice de mayo, por lo que tomó como referencia el 8,8 por ciento”.

La variable, de cara a agosto

Una pregunta posible sería si para la cuota de agosto algunas prepagas también preferirán adelantarse al dato de inflación de junio (que se comunicará a mediados de julio) o preferirán esperar unos días más a que se conozca ese valor que -se presume- será algo superior al precedente.

Cabe repetir que desde julio el IPC ya no debe ser respetado por las empresas, ya que los precios han quedado otra vez liberados tras el acuerdo judicial del 27 de mayo. No obstante, es inevitable que el dato siga siendo una referencia a partir de la cual el índice de ajuste de las cuotas se inscriba en un contexto y el afiliado pueda evaluar si la suba es razonable o excesiva.

Un ejemplo claro de esto, durante el mes que termina, fue el de la prepaga Accord Salud, que primero mandó una carta a sus afiliados en la que indicaba un aumento del 18,8 por ciento y pocos días más tarde tuvo que rectificarse y reducir ese valor al 8,8 por ciento. Dicho de otro modo, hay libertad, pero una libertad observada que hasta puede ameritar algún llamado oficial para corregir distorsiones sobre la marcha.

La única empresa ajena a la divisoria de aguas que impone la fecha límite de difusión del IPC es OSDE, que al cobrar a mes vencido tiene un margen mayor para comunicar el índice de incremento de la cuota. Es decir, en el transcurso de julio informará recién la suba correspondiente a ese mes, cuya factura vencerá los primeros días de agosto.

El resto de las compañías, a juzgar por la respuesta de la SSS, podría seguir manejando a discreción la estrategia de adelantarse o demorarse en la fecha según la tendencia de los precios de la economía. Sólo si Argentina llegara a convertirse en un país estable, esas piruetas se diluirían en el cauce de la normalidad, al punto que observaciones periodísticas como ésta perderían su razón de ser.

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