Ya no se ven ni se oyen tantos fuegos artificiales como antes. En la última década, la venta de pirotecnia fue cambiando en las grandes urbes, debido principalmente a ordenanzas municipales que buscan proteger a personas y animales sensibles a los ruidos fuertes.

En 2020, la Secretaría de Ambiente porteña sacó una resolución que prohíbe el uso de ciertos artículos especialmente estruendosos en el territorio porteño. Además, creó “zonas calmas” donde, directamente, no se puede usar pirotecnia con efecto audible. Es logro de una larga lucha de familiares de chicos con trastornos del espectro autista (TEA) y generalizado del desarrollo (TGD), como de defensores de los animales.

Luego pasó lo mismo en la Provincia de Buenos Aires con la Ley 15.406, que regula la comercialización y uso de artefactos de alto impacto sonoro.

El listado incluye las bombas con diámetro superior a dos pulgadas; los morteros con bomba con efecto audible de estruendo y calibre superior a dos pulgadas de diámetro; los morteros con efecto audible de estruendo y calibre superior a dos pulgadas de diámetro, y las foguetas –tradicionalmente conocidas como «tres tiros»– con tubo de lanzamiento superior a dos pulgadas de diámetro.

Paralelamente, se crearon «zonas calmas libres de pirotecnia» en áreas que estén en un radio de 100 metros de distancia de los hospitales, de las Reservas Ecológicas Costanera Sur y Lago Lugano y del Ecoparque. Esto busca preservar la tranquilidad de los pacientes que están internados o asisten a centros de salud, y también la de los animales de las reservas.

El año paso hubo menos impacto sonoro en Navidad y Año Nuevo que en fiestas anteriores. En las dos festividades no se oyeron grandes estruendos en las principales zonas del AMBA.

Sin embargo, no fue un fenómeno parejo, ya que hubo algunos lugares con mayor nivel de ruido debido al uso de pirotecnia de alto impacto sonoro. Como pasó en Don Torcuato, donde dos caballos se perdieron, según publicó en sus redes El Refugio de Tigre, contando que los animales se asustaron por la pirotecnia y se escaparon del corral.

Era común que los hospitales oftalmológicos Lagleyze y Santa Lucía se llenaran de pacientes accidentados durante los festejos. Eso cambió radicalmente el año pasado, cuando apenas hubo nueve pacientes que aparecieron accidentados con pirotecnia.

En tanto, el Hospital de Quemados, en el barrio de Caballito, directamente no recibió heridos. En 2022, habían sido 32 los pacientes accidentados en esos tres hospitales. La tendencia viene en baja durante los últimos años.

¿Qué pasó entones? ¿No se venden más fuegos artificiales? La respuesta es no. En realidad, el negocio mutó. Mario Ruschin, presidente de la Cámara Argentina de Fuegos Artificiales, explica a Clarín que «el sector se reconvirtió» y ofrece «productos de bajo impacto sonoro con una gran prominencia de luces».

Asegura que el consumo no bajó sino que cambió. «De todas maneras la demanda va de la mano de la situación económica del país«, y agrega que aumentó el consumo de pirotecnia en otros espectáculos como el fútbol y recitales.

«Los fuegos artificiales generan ingresos, a nivel país, a más de 60 mil familias, que forman toda la cadena desde la creación, la importación, la distribución y la venta», explica Ruschin, quien repite el lema actual del sector: «fuegos artificiales amigables, de bajo impacto sonoro y una cantidad predominante de juego de luces de colores«.

Si bien no hay estadísticas actuales que puedan reflejar cómo está hoy el negocio de los fuegos artificiales, se puede ver qué paso años anteriores y pintar, por lo menos, un panorama general de la actualidad.

En 2022, en Navidad, las ventas habían caído un 15%, y en Año Nuevo, un 10%. El sector en ese momento lo había adjudicado a la crisis económica. Sin embargo, no siempre fue así.

Hubo una época en la que la pirotecnia estaba en todas las casas y barrios; y que se hacía sentir fuerte en las fiestas de fin de año. Por ejemplo, en 2011 no sólo hubo récord de ventas sino que la pirotecnia se consumía todo el año, no sólo en las Fiestas.

El último año que los referentes del rubro pirotécnico recuerdan como excelente fue 1999, justo para el cambio de milenio. Después, dicen, se estancó y en esos años, cerca del 2010, volvieron con todo y para todo, ya no sólo en Navidad y Año Nuevo: presentaciones de productos, casamientos, desfiles y fiestas de 15, etc.

Más de una década después, esa tendencia volvió a cambiar. Pero ya por otro motivo, más allá del económico. Las campañas para festejar Navidad y Año Nuevo más en silencio, para no molestar a los animales y a las personas con autismo, llegaron a la población, y ahora el consumidor prefiere fueros artificiales menos ruidos y con más luces.