Quién sabe, algo tendrán las escuelas preuniversitarias (secundarias que dependen de una universidad). Algo tendrán, porque de allí surgieron los dos estudiantes que quedaron seleccionados entre los primeros 50 del mundo y que ahora compiten por un premio que entrega 100.000 dólares al ganador.

Uno es Ian Gottlieb Godoy, de 20 años recién cumplidos, nacido en La Plata, que terminó el bachillerato artístico de la Universidad Nacional de La Plata y ahora estudia Ingeniería Química en esa casa de estudios.

La otra elegida es Martina Basgall Sequeira (17), estudiante del Pellegrini (UBA), que participa de muy diversas iniciativas ciudadanas, la mayoría vinculadas a temas ambientales.

¿Por qué un alumno que termina una secundaria artística decide estudiar ingeniería química? ¿Qué lo lleva a crear, con la misma pasión, desde una escultura hasta un proyecto de energía atómica a base de torio (un elemento de la tabla periódica) con el fin de mejorar la matriz energética?

Ian Gottlieb Godoy cree tener la respuesta. Dice que el arte le da a él la capacidad creativa, la posibilidad de ver las cosas desde otra perspectiva.

Ian habla con Clarín y su discurso parece ser el de una persona mayor a la de su edad. Va a hablar sobre la importancia de “soñar lo más alto posible”, que “el pasado no nos define”, que “lo que hacemos hoy nos proyecta al futuro”, y que “hay que disfrutar cada paso”.

Hay mucho de su historia personal en esas frases. Apasionado en un principio por los deportes, Ian nació en La Plata y su primer actividad en la que se destacó fue la natación. Llegó a estar entre los mejores 8 del país.

A los 14 años dejó la secundaria que había elegido – el Bachiller de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), otra pasión- para mudarse a la Capital con sus abuelos, porque allí podía mejorar su entrenamiento.

Sufrió algunas lesiones, le agarró el encierro por la pandemia (era 2020) y volvió al año siguiente al Bachiller de Artes.

A la hora de elegir los estudios universitarios, empezó a gustarle la ciencia y la tecnología. “Soy muy curioso, muy inquieto y empecé a participar en distintos seminarios y concursos”, cuenta.

Y los premios empezaron a acumularse en su vitrina. Ian recibió la mayor calificación en el concurso NASA Space Apps Challenge; un reconocimiento -junto a sus compañeros- en el modelo intercolegial ONU. Y desarrolló una aplicación para la detección y monitoreo de incendios en Argentina.

El deporte, el arte y la ciencia se van entremezclando en sus relatos. Ian cuenta, con emoción, cómo hizo su primera escultura: un nadador tirándose a la pileta. “Encuentro en el arte un refugio, esa escultura me representa”, explica.

Da vértigo escuchar a Martina Basgall Sequeira. Como si hablara en 2x esta joven de Villa Urquiza va contando, una tras otras, las múltiples iniciativas ciudadanas en las que participa -casi todas vinculadas al cuidado del medio ambiente- y los premios que obtuvo por su rendimiento académico. Está en quinto año del colegio Carlos Pellegrini y tiene 9,36 de promedio.

Entre las actividades “extracurriculares” es voluntaria en la Fundación Líderes de Ansenuza -una ONG que implementa programas educativos para jovenes líderes en Córdoba-, y en TECHO Argentina, que ofrece viviendas a familias vulnerables o afectadas por desastres naturales.

Además, es consejera en el Consejo Consultivo y Participativo de Adolescentes, del Ministerio Público Tutelar. Y coordina la Escuela de Educadores Ambientales, Jóvenes por el Clima Argentina, una organización alineada con la de la activista global Greta Thunberg.

El 5 de julio volvió de los Estados Unidos, donde participó en un programa para estudiantes secundarios de todo el mundo (Yale Young Global Scholars) de la Universidad de Yale, donde estudió sobre política, derecho y economía. Fue seleccionada entre más de 10.000 estudiantes de 150 países.

“Ahí convivimos con estudiantes de todo el mundo, había de Ucrania y de Rusia, por ejemplo. Aprendí mucho, con los profesores de la misma universidad. Lo que se busca es que vivamos y crezcamos en las diferencias”, cuenta a Clarín sobre esa experiencia.

Martina está terminando ahora quinto año y el año que viene piensa estudiar Ciencias Politicas o Relaciones Internacionales, en la UBA o la Di Tella. Quizás dos carreras al mismo tiempo.

¿Cuántas horas tiene el día de Martina? Ella contesta que arranca a las 6 de la mañana y termina a las 12 de la noche o después. Pero que las oportunidades se les va dando porque es muy curiosa y siempre quiere interiorizarse de las cosas.

“El colegio no es el único lugar. Al entrar a más espacios se conoce más gente y se abren millones de posibilidades”, dice Martina. Habla a la velocidad de un rayo.

Ian y Martina están ahora entre los 50 preseleccionados para aspirar al Premio Global Chegg.org para Estudiantes 2024, un premio anual que otorga US$ 100.000 al ganador. Fueron seleccionados entre casi 11.000 postulados de 176 países.

El premio está dirigido a todos los estudiantes que tengan al menos 16 años y que, además de los logros académicos, se destaquen por proyectos con “impacto real en el aprendizaje, en la vida de sus compañeros y en la sociedad”.

En septiembre se conocerán los 10 finalistas y, más adelante, el ganador. Impulsado por Fundación Varkey y la ONG Chegg.org es un “premio hermano” del Global Teacher Prize, el “Nobel de la Educación” que premia con US$ 1 millón al mejor docente del mundo.

El ganador del año pasado fue Nhial Deng, un refugiado sursudanés de 24 años, que capacitó a más de 20.000 personas en el campo de refugiados de Kakuma en Kenia en programas de construcción de paz, educación y emprendimiento.

Ian cuenta que si gana va a invertir los US$ 100.000 en expandir su columna que tiene en la radio de la Universidad de La Plata, donde busca inspirar a los oyentes a que hagan proyectos sociales. Martina dice que pondrá el dinero en todas las organizaciones en las que participa, que siempre necesitan de mayor financiamiento.