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Ecuador violento: la viuda del candidato presidencial asesinado Fernando Villavicencio sufrió un atentado

El asesinado candidato presidencial Fernando Villavicencio (Foto de archivo: Reuters)El posteo de Christian Zurita (Foto: X/@christianr)

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A un mes y medio del asesinato del candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio, su viuda fue víctima de un frustrado atentado en Quito.

El hecho fue denunciado por el periodista Christian Zurita que reemplazó a Villavicencio en la postulación en las elecciones del 20 de agosto.

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Verónica Sarauz, viuda de Villavicencio, resultó ilesa.

Cómo fue el frustrado ataque contra la viuda del asesinado candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio

Zurita dijo que el frustrado ataque ocurrió este miércoles en la capital ecuatoriana.

En un posteo en X (la antigua Twitter), el periodista denunció: “Verónica Sarauz, esposa de Fernando Villavicencio, acaba de sufrir un atentado; su cápsula de seguridad detuvo a un ciudadano venezolano en moto y con arma de fuego que intentó atacar el auto en que se moviliza. Un país inmovilizado por el terror”.

El posteo de Christian Zurita (Foto: X/@christianr)
El posteo de Christian Zurita (Foto: X/@christianr)

Antonio López Cabrera, abogado de la familia de Villavicencio, dijo al diario El Universo que Sarauz resultó ilesa.

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La mujer tiene custodia policial y usa chaleco antibalas desde el crimen de su esposo, acribillado el 9 de agosto en el norte de Quito cuando salía de un acto de campaña.

La segunda vuelta de las elecciones ecuatorianas se realizarán el 15 de octubre. En el balotaje competirán el favorito empresario y candidato de la derechista Acción Democrática Nacional (ADN) Daniel Noboa y la postulante de la Revolución Ciudadana, la correísta Luisa González.

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Trabajar en el cielo: Matías Guerra tiene 43 años, es torrista y su lugar en el mundo está en una antena

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Matías Guerra es torrista y trabaja a 70 metros. Así de altas son las antenas telefónicas, de radio o internet que suele frecuentar. Yo, en cambio, laburo a nivel del mar y los informes televisivos que hago -miren que casualidad-, se transmiten por esas antenas. Hasta acá todo parece muy alineado, pero en el momento en que se cruzan nuestros destinos porque yo tengo que entrevistarlo para una nota, surge una interferencia: mi vértigo.

Sólo pensar que Matías se sube hasta allá arriba me intranquiliza.Y mucho más si, como ocurrió, intento hacer la nota colgado desde una torre. Lamentablemente esta es una de esas limitaciones que no se pueden vencer a fuerza de voluntad. Ni siquiera sé por qué razón me dan pánico las alturas. Además, tengo muchas otras cosas más urgentes que reparar de mi aparato psíquico antes que ocuparme de la acrofobia. Después de todo, una nota a un antenista se hace muy de vez en cuando, así que esta nota para Telenoche la hice a lo Morales Solá: “Desde el llano”.

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Trabajar en el cielo. (Foto: Telenoche).

Trabajar en el cielo. (Foto: Telenoche).

Matías es todo lo contrario a mí. Él disfruta de estar en las alturas. Él era uno de esos chicos que se suben a todo para la pavura de sus padres. Era de esos nenes que se trepan a los árboles y se quedan ahí: para contemplar todo “desde lo más alto”, me contó el propio Matías. Ahora tiene 43 años y desde hace 15 trabaja donde siempre soñó trabajar: en el cielo. En todo ese tiempo apenas tuvo un accidente. Hago esta referencia porque se trata de una actividad muy riesgosa. Pero Matías es metódico, minucioso y prudente, y eso lo mantuvo siempre a salvo.

Trabajar en el cielo. (Foto: Telenoche).

Trabajar en el cielo. (Foto: Telenoche).

Allá arriba hay más viento y hace más frío. En verano si abajo hay una apacible temperatura de 23 grados, en la punta de la antena se pueden registrar menos de 10 grados. Si a eso le sumás el viento, la sensación térmica baja drásticamente. El viento es un temido enemigo del antenista: las torres son cada vez más finitas y se construyen con materiales cada vez más berretas, así que si soplan fuertes vientos, lo mejor es quedarse abajo. Y si llueve, ni les cuento, porque para ahorrar hay antenas que ni siquiera tienen pararrayos. Matías sabe todo esto mejor que nadie y los días de viento o tormentosos prefiere quedarse abajo reparando cosas o proyectando sus próximos trabajos.

Trabajar en el cielo. (Foto: Telenoche).

Trabajar en el cielo. (Foto: Telenoche).

Matías sube a las torres con todo lo que necesita para un día de trabajo. El ascenso es tracción a manos y no es todo lo sencillo que uno imagina viéndolo desde abajo. Así que Matías no contempla la opción de bajar si se olvida una llave pico de loro, eso lo tiene claro. Todo lo lleva arriba con él: las llaves francesas, las cintas, la vulcanizadora, las llaves fijas y todo lo que necesita va con él en un enorme bolso-yunque que pesa más de 15 kilos.

Para ir subiendo Matías confía en un dispositivo conocido entre los afectos a las alturas como “salvamonos”. Se trata de un arnés con un gancho en la espalda y dos más en cada mano para ir siempre pegado a la torre a medida que se avanza. El problema es cuando hay tramos en donde no se puede enganchar el artefacto. Bueno, para eso también hay solución. Matías lleva un “salvacaídas” para esos casos, de manera que si se cae -Dios no lo permita-, quedaría colgado algunos metros abajo. Pero Matías nunca necesitó nada de eso, él en las alturas está cómodo, felíz y seguro. Su lugar en el mundo está en el cielo.



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