Florencia y Pablo. Pablo Borboroglu y Florencia Gómez. Dos personas apasionadas. Dos personas comunes. Habitantes de la Patagonia argentina. Dedicados cien por ciento a sus vocaciones. Florencia, una mujer de leyes. Pablo, un hombre de la naturaleza. La fiscal y el biólogo. Giros del destino: la vida los puso juntos en un mismo lugar. No un hecho feliz, sino una masacre.
Se conoció como la “matanza de Punta Tombo”. Fue, efectivamente, un desparramo de muerte. Ocurrió en 2021, en un campo sobre las costas de Chubut, pegado a la reserva natural de Unesco, que todos los turistas visitan.
Un lugar fascinante para viajeros. Un lugar de paz para las especies. Los bichos salen del agua, caminan hasta los nidos donde ponen sus huevos. Nacen sus crías. Las hembras les dan cobijo, alimento y calor. Un día las crías bajan el agua. El ciclo de lo natural es un giro que se perpetúa y no hay razones para algo lo altere.
Hasta que una topadora entró con brutalidad y destrozó todo en noviembre de 2021. Entonces, las vidas de Pablo y Florencia, el biólogo y la fiscal, llegaron a un punto de convergencia. Comenzaron a tener algo en común. Una causa: que hubiera justicia.
Este jueves, un tribunal de Rawson condenó por el delito de daño ambiental a Ricardo Adolfo La Regina, el hombre que condujo la topadora por encima de todas las formas de vida. A su vez, fue absuelto por crueldad animal. El próximo lunes se conocerá la pena. No irá preso, pero el fallo crea una jurisprudencia sobre crímenes ambientales que hasta ahora no existía.
Es el cierre de un juicio histórico. El empresario y productor, que no estuvo presente en la sala, fue hallado culpable del crimen de 105 especímenes de pingüinos Magallanes y de haber arrasado 292 nidos, aplastando huevos y pichones y causando daños irreversibles sobre fauna y flora autóctonas en una estancia de su propiedad, pegada a la reserva ecológica. La Regina buscaba trazar dos caminos e instalar un alambrado de 900 metros en el interior de su lote. Durante el juicio, se manifestó arrepentido: “Con el diario del lunes, por supuesto que no lo hubiera hecho”, expresó.
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Es la primera vez que un caso de “ecocidio” llega a esta instancia en Latinoamérica. El mensaje que lograron instalar la fiscal Gómez, con su trabajo de instrucción, y el biólogo Boroboroglu, con las pruebas recolectadas minutos después de la matanza, es que una persona puede ser dueña de una propiedad pero eso no otorga derechos sobre la fauna y la flora que dentro de esos límites puedan existir. La Regina causó un daño irreparable en la naturaleza. Nada de lo que alteró de modo sangriento le pertenecía.
Gómez dejo el cuerpo en esta cruzada. Movió cielo y tierra para llevar adelante una causa que es vista como modelo por sus colegas de todo el país y del mundo. Fue la responsable de sostener y justificar la figura del ecocidio. Impulsó las denuncias de tres organizaciones ambientales y nada lo detuvo. Gómez hizo una recolección de pruebas pocas veces vista en instrucciones de este tipo. “Droneó” hasta el último metro del área, convocó geógrafos, cartógrafos y especialistas en biología marina para dimensionar la matanza. Un día, después de enviarle 128 mensajes, logró dar con Sam Guilfort, director de National Geographic. Eso significó un hito para el caso porque la organización internacional a partir de ese momento se puso bajo las órdenes de la fiscal, facilitando fotografías y peritajes.
El biólogo, en tanto, rápidamente se puso a la par de Florencia Gómez. Sellaron un camino, un destino unificado. Hizo un aporte crucial. Borboroglu es “el señor de los pingüinos”, el hombre que vela por ellos. Más de 35 años dedicado a la conservación, varias vueltas al mundo censando colonias de la especie en sitios remotos. Pero nunca, hasta entonces, había visto algo similar. Borboroglu y su esposa vieron la masacre todavía palpitante. Aquel 26 de noviembre, llegaron a la estancia horas después del aplastamiento. “Por el iris del ojo de las aves, podés ver cuánto tiempo pasó desde que se produjo el deceso. No había pasado nada. Pero había muchos indicios más. No había ni siquiera olor. Todo estaba fresco. Después lo pudimos saber, en base imágenes de Google Earth: habremos llegado tan solo 4 horas después del desastre”, recordó el experto a Clarín.
El miércoles por la noche, en la previa del fallo, Borboroglu habló con este diario. “Será importante, será trascendente”, decía, sobrepasado por la expectativa.
Las tres organizaciones que hicieron la denuncia
Ahora, quedará pendiente que los jueces emitan la sentencia y determinen la pena. Las organizaciones querellantes Fundación Patagonia Natural, Greenpeace y la Asociación Argentina de Abogados/as Ambientalistas esperaban que refleje la comprobación del daño ocasionado expuesto por testigos locales e internacionales a lo largo de una semana de juicio oral y público.
Matías Arrigazzi, biólogo e integrante del equipo de campañas de Greenpeace Andino, sostuvo: “Este caso es un hito para la justicia ambiental y la protección de los pingüinos y la naturaleza. Esta masacre de más de un centenar de pingüinos, que despertó gran indignación de la ciudadanía, hoy recibe justicia. Este hecho constituye un antecedente histórico que, esperamos, siente las bases para implementar políticas y acciones más estrictas que eviten futuros atentados contra los animales y el ambiente”.
Lucas Micheloud, abogado ambientalista y co-director de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas, expresó: “Estamos ante una condena histórica y un punto de inflexión decisivo en la lucha contra la impunidad ambiental en Argentina. Es un poderoso precedente que enfrenta la criminalidad ecológica. Hoy, la Justicia ha enviado un mensaje muy claro a toda la sociedad: destruir la naturaleza y maltratar a los animales no humanos tiene consecuencias penales”.
Por su parte, José María Musmeci, presidente de la Fundación Patagonia Natural, agregó que el fallo «es el que esperábamos. Ahora, las expectativas están puestas hacia delante, sobre todo en las herramientas que tendremos a disposición en el ámbito de la Justicia para defender la biodiversidad, los ecosistemas y las áreas protegidas”.
Un joven de 26 años, identificado como Leandro Fernández y oriundo de Misiones, murió al chocar de frente con otro vehículo en la ruta cuando viajaba junto a su esposa a Brasil. La mujer fue internada y la fuerte lluvia habría sido causal del accidente.
La víctima viajaba en un Volkswagen Gol rumbo a una de las ciudades costeras del sur del país limítrofe cuando, cerca de las 19.20 de este domingo, chocó de frente con otro auto de la misma marca, pero modelo T-Cross sobre la ruta SC 350, a la altura de Lebon Régis.
Fernández, nacido en la localidad de Dos Hermanas, iba junto a su esposa y ambos quedaron atrapados dentro del auto tras el fuerte impacto que provocó la destrucción casi total del coche.
Como consecuencia del accidente, el Cuerpo de Bomberos de Lebon Régis, ambulancias del SAMU (el servicio de emergencias brasileño) y voluntarios socorristas de Caçador, así como la Policía Estatal de Carreteras acudieron al lugar para investigar lo sucedido y rescatar a las víctimas.
Los primeros reportes indicaban que las intensas lluvias en la zona y la falta de visibilidad eran factores para contextualizar el choque frontal.
La mujer de Fernández, cuya identidad no trascendió, fue trasladada a un hospital de la zona y logró sobrevivir. Sin embargo, su marido falleció en el lugar como consecuencia de las heridas graves.
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A bordo del otro auto involucrado en el hecho iba una pareja con un bebé, según reportaron las autoridades de la ciudad del estado de Santa Catarina, al sur de Brasil.
Los tres se encuentran fuera de peligro, tras haber sufrido sufrieron lesiones de distinta gravedad.
La ciudad escenario del accidente cuenta con algo más de 11 mil habitantes y está a mitad de camino entre Misiones y Balneario Camboriú. También Bombinhas y Florianópolis son ciudades de playa linderas a ese trayecto.
El sitio provincial de noticias Misiones Online dio a conocer una imagen de cómo quedó el Volkswagen Gol al costado del camino. El vehículo, con patente argentina, era de color azul oscuro y su techo, al igual que el flanco izquierdo, quedaron absolutamente destrozados.
La rueda delantera izquierda terminó perpendicular al resto del auto y la puerta, según la foto, parece haber sido arrancada del resto de la estructura.
Por dentro, el panel delantero quedó reducido a una maraña de cables y fierros que dieron cuenta de la violencia del impacto.
Otras fotos revelaron que la zona del camino donde ocurrió el choque tenía a sus lados una zona de abundante vegetación, con altos pastizales y árboles de baja talla.