Tirada en la cama, boca arriba, un agujero en el corazón. Así encontraron a Karen López, 29 años, policía bonaerense. Su hijo Giovanni, de 8, estaba en la pieza de al lado en la casa de Merlo. Escuchó el disparo.

Jonathan Arancibia, su padrastro y también agente de la fuerza, le dijo que su mamá se había matado ella misma. Al 911 llamó dos horas después. «Nadie se suicida de un disparo en el corazón», dijo entonces Claudia, madre de Karen. Y lo repite hoy: asegura que su hija fue víctima de un femicidio. Pasaron 4 años. Aún esperan justicia.

Hay horas de aquel domingo 16 de febrero de 2020 que quedaron en la nebulosa. Pero hay algo que Claudia tiene claro: la llamada que recibió fue de lo más extraña y desprolija. «Era tarde ya. Me llamó el comisario y me dijo que mi hija se había matado. Que había peritos en el lugar investigando. Después comprobé que eso no había ocurrido».

«Es imposible, es imposible», repetía Claudia. Se encadenó a la puerta de la Fiscalía Nº 11 de Morón hasta que logró hablar con la fiscal María Alejandra Bonini, a cargo de la investigación. «No había manera de que mi hija se hubiera suicidado. Habíamos estado hablando de Giovanni y de lo poco que faltaba para que empezaran las clases… teníamos plantes. A Karen la mató Arancibia porque debe haber descubierto algo«.

Claudia habla de un dibujo que encontró de Giovanni. Es Karen con el corazón roto, un hilo de sangre, varios números.

«¿Qué significaría ese dibujo? Traté de indagar en una conversación con mi nieto, buscando llegar a su interior. Su respuesta superó mi capacidad de asombro», asegura Claudia.

«Era su mamá, mi hija. Al tratar de explicarme el porqué de cada detalle, de cada trazo, mi emoción iba creciendo. El dibujo era ella con su remera amarilla, la más preciada, con un corazón en medio del pecho, que denotaba su ausencia y una herida mortal producto de un disparo asesino. Verlo así fue muy duro y cruel», se lamenta Claudia.

Le preguntó por los números ¿Qué significaban? “Si sabés sumar, el resultado da 16, la fecha que me quitaron a mi mamá”, dijo él.

«De más está decir que lo que siguió fue un total baño de lágrimas de parte de los dos. Procuré, aunque sea por un rato, aliviar el dolor suyo tratando de disimular el mío propio, para que sufriera menos, y así atenuar esa tristeza. ¿Cómo se hace para explicar lo inexplicable?», se pregunta Claudia. Pintaron mariposas y colibríes.

«La extraño, siento tristeza», suelta Giovanni. Recuerda salir a hacer las compras juntos, hacer las tareas. «Cuando veo nuestras fotos lloro. En los actos del colegio también, porque no está».

Giovanni ahora tiene 12 años y va a empezar el secundario. Le gusta jugar a la pelota y es hincha de Racing. Los fines de semana los pasa con su papá, Gonzalo. De lunes a viernes está con su abuela Claudia, en su casa de San Justo.

«Yo me ocupo de Giovanni desde niño y ahora que no tiene a su madre soy su abuela, su madre, su amiga, su consuelo eterno. Le seco sus lágrimas y él seca las mías». La recuerdan todos los días. Armaron un altar de Karen. Giovanni le pide volver al pasado.

En su momento, Arancibia estuvo detenido, pero enseguida lo soltaron. La carátula decía «suicidio», y nadie investigó mucho más. Claudia insistió, protestó, se encadenó. Logró que lo procesaran, que lo alejaran de la fuerza. La carátula ahora dice «averiguación de causal de muerte», y están esperando la elevación a juicio.

«Arancibia está suelto, libre como el viento. Está con una mujer, con la que que engañaba a mi hija. Tienen una nena. Ahora él atiende un kiosco, vive en González Catán. Lo tengo cerca, me lo crucé varias veces, cada vez que lo ví fue una tortura para mi alma«, admite Claudia.

Seis meses vivieron juntos Karen con su hijo y Arancibia. «En ese tiempo hubo muchos cambios en el comportamiento de ella, se mantenía alejada de nosotros desde que empezó a vivir con él. Sus compañeras sabían. Yo les pedí que declararan en ese momento que pasó el femicidio, pero ellas me dijeron que no podían decir nada porque se iban a quedar sin trabajó«.

Cuenta que en noviembre fue con la abogada a hablar con vecinos de Arancibia «para saber si de la fiscalía alguna vez habían ido a hacer un ambiental para que se sepa más de ese día, y mis sospechas fueron ciertas. La fiscalía no hizo su trabajó, jamás buscó nada«.

Claudia asegura que habló con una vecina «que vive pegada a la casa dónde le quitaron la vida a Karen, y la señora contó que ese día, el 16 de febrero de 2020, a las tres y media de la tarde, escuchó un disparó muy fuerte. Pero en las pericias decía que la muerte fue horas después. Mi abogada se presentó en la fiscalía y pidió que busquen a esos testigos, pero todavía no tenemos ninguna novedad».

«La misma vecina nos contó que ese mediodía había visto a mi hija de la mano con el nene, que iban muy contentos los dos», solloza Claudia, que está cada día peor, con problemas de salud. «Yo igual siempre estoy tratando de continuar, de tapar ese vacío imposible».

El año de la muerte de Karen (2020) hubo 13 femicidios cometidos por policías, con armas oficiales. Sólo en enero de este año se registraron 30 femicidios: en tres (el 10%) los autores son de fuerzas de seguridad.

Giovanni es uno de los más de dos mil hijos que se quedaron sin su mamá en la última década a causa de los femicidios. Claudia forma parte del grupo Atravesadxs por el femicidio. En 2018 eran ocho familias. Hoy son más de 230 de todo el país. También piden memoria, verdad, y justicia.