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SOCIEDAD

El ingeniero rockero que inventó una herramienta clave para la construcción a muy bajo precio

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Egresado de Ingeniería de Sonido, Germán Galarza (36) obtuvo el premio a la Mejor Tesis del Concurso de Ingeniería de INVAP, gracias a su trabajo titulado Diseño e implementación de un tubo de impedancia basado en el método de la función de transferencia. «A quienes están estudiando, permítanme decirles que no aflojen, porque a la larga, se llega», deslizó genuino y sin estridencias el ingeniero que vive en Villa Elisa.

El título de su trabajo suena complejo para alguien de a pie, lo sabe y sonríe Galarza, también docente, que asume su dificultad de hacer fácil lo difícil. «No es mi fuerte la simplificación, pero puntualmente desarrollé un instrumento que mide la absorción sonora en materiales utilizados para la construcción e insonorización de espacios. Esta medición es clave para aplicaciones como el diseño de materiales de construcción y también la insonorización de habitáculos como el de los autos, las salas teatrales y de ensayo, aulas o el interior de aviones», explica.

“Los materiales absorbentes -continúa- se utilizan en todo tipo de ámbitos». Pero, ¿qué es un material absorbente? «Se caracteriza por transformar la energía sonora en otro tipo de energía, evitando que el ruido se refleje lo menos posible. El tubo de impedancia que creé optimiza la calidad del material que va a ser utilizado para lograr un mejor sonido».

¿Qué es un tubo de impedancia? «Es un dispositivo utilizado en acústica para medir la impedancia acústica de materiales, lo que permite conocer su capacidad para absorber o reflejar el sonido. La impedancia acústica es una propiedad que describe cómo un material o un objeto resiste el paso de las ondas sonoras. Es similar a la resistencia eléctrica, pero en lugar de oponerse al flujo de corriente eléctrica, se opone al movimiento de las ondas sonoras», se esfuerza por hacerlo sencillo.

¿Cómo funciona ese tubo creado por Galarza? «Se coloca una muestra del material (goma espuma, textiles, pavimento, cielo raso, fieltro, láminas) en un extremo del tubo, mientras que en el otro extremo se genera un sonido con una fuente (como un altavoz). Micrófonos dentro del tubo miden cómo las ondas sonoras interactúan con el material, tanto las ondas que se reflejan como las que lo atraviesan. A partir de estas mediciones, se puede calcular la impedancia acústica y, por ende, la capacidad del material para absorber sonido».

El ingeniero Germán Galarza, en su laboratorio, realizando ensayos con el flamante dispositivo.

Subraya Galarza que «este dispositivo es muy útil para el diseño de materiales acústicos, como los utilizados en estudios de grabación, auditorios y cámaras anecoicas (sin eco), ya que ayuda a determinar qué materiales son más eficientes para reducir el ruido o mejorar la calidad acústica de un espacio».

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Sobre cómo fue la realización, el ingeniero detalla que trabajó en conjunto con el Laboratorio de Acústica y Luminotecnia «para construir un tubo de impedancia con elementos de construcción estándar, empleados en sistemas sanitarios y eléctricos. A su vez, se utilizó un parlante, micrófonos y amplificador genéricos, todo de muy bajo costo. Por otra lado, el software se desarrolló para llevar a cabo la medición y, mediante funciones de transferencia, se consiguió el coeficiente de absorción sonora. Con un margen de error máximo del 4%, se logró un desempeño análogo al del sistema patrón, que es un equipamiento importado y de alto costo”

A Galarza le llevó un año y medio de investigación y arduo trabajo, y dice que «no hubiese sido posible llegar a buen puerto» sin la ayuda de sus compañeros y de los docentes de la UNTREF». Según el Laboratorio de Acústica y Luminotecnia de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires, esta iniciativa resulta mucho más económica que la que ofrecen los equipos que actualmente se encuentran en el mercado.

Un dispositivo como el que creó -el tubo de impedancia- puede estar en el mercado en unos 40.000 dólares, mientras que el diseñado por el ingeniero oscila los 500. «Más allá de esta herramienta, que marca una innovación en el universo de la acústica, está claro que tiene un precio que lo hace mucho más accesible, a partir de la utilización de elementos baratos como el PVC», subraya Galarza, que sin embargo, desliza humilde que no inventó la pólvora.

Hace saber que a mediados de 2022, tomó el impulso y se acercó al Laboratorio de Acústica y Luminotecnia (LAL), en Gonnet, «buscando un tema de investigación para la tesis y que ellos fueran mis tutores». Y, sorprendido, no sólo fue bien recibido, sino que «se me planteó el desafío de encarar la investigación de un sistema para medir la absorción sonora de los materiales y llegar al desarrollo de un dispositivo físico y un software de cálculo». Hoy el ingeniero que vive en Villa Elisa está contratado por el LAL «pero admito que en ese momento me había resultado llamativo que me abrieran las puertas tan fácilmente».

El tubo de impedancia creado por el ingeniero Galarza puede costar unos 500 dólares, mucho más económico que los 30.000 que se cotizaba en el mercado. El tubo de impedancia creado por el ingeniero Galarza puede costar unos 500 dólares, mucho más económico que los 30.000 que se cotizaba en el mercado.

Apasionado por su oficio, Galarza confiesa que disfruta más «cuando la ingeniería es aplicada para obtener un resultado concreto en pos de una mejora, como en este caso poder predecir el rendimiento de un material absorbente en base a ensayos de prueba con un sistema de medición de avanzada, como es el tubo de impedancia”.

¿Cómo se mide la absorción sonora en un teatro? «Hay butacas que están recubiertas por diversos materiales como ser telas, goma espuma, fieltros, todos absorbentes, lo que genera que el tiempo de reverberación (eco) disminuya a valores óptimos según el tipo de música ejecutada dentro del recinto. Para elegir el recubrimiento de una butaca, antes de construirla, se toman muestras de diferentes tipos de material fonoabsorbente, y se coloca dentro del tubo para saber su coeficiente de absorción sonora, proceso que tarda menos de un minuto cuando antes, con el viejo sistema demandaba 45 minutos».

¿Y qué pasa en un auto? «Si el espacio no absorbe bien el sonido del motor, nos quedaríamos sordos. Es que si la cabina de un auto no tiene el adecuado tratamiento acústico, en base a elegir materiales con buenas prestaciones para absorber la energía sonora, ya sea por el ruido del motor o de rodamiento, nos produciría mucha fatiga auditiva en un viaje largo». ¿Cuáles son los materiales medibles del auto? «Fieltros en el techo o el material de goma espuma de los asientos o las alfombras del piso».

También destaca Galarza, haciendo docencia, que «en algunas autopistas hay barreras acústicas que implementan materiales absorbentes para mejorar su efectividad en la reducción del ruido del tráfico. Las barreras acústicas están diseñadas para bloquear, desviar o atenuar el sonido, especialmente en exteriores».

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Antes de fin de año Galarza viajará a Santiago de Chile a un Congreso Iberoamericano de Acústica «donde presentaré no sólo este dispositivo sino que llevaré un paper en el que mostraré una mejora más que le hice: el proceso de medición lo reduje, ahora, de un minuto a 15 segundos».

Comparte el sentimiento de orgullo «al poder dar a conocer un trabajo propio en un congreso por mi primera vez, lo que me tiene muy entusiasmado», expresa. «La capacidad científica argentina es de primer mundo y empresas como INVAP te ponen en un primer plano a nivel mundial. Ojalá pronto se pueda exportar conocimiento científico argentino, sería grandioso».

La otra pasión

Cuando empezó a estudiar ingeniería, a Galarza también se le disparó su otra faceta, la musical. «Mi viejo, Ariel, es geofísico y músico apasionado, y fue él quien nos inculcó la música a mi hermana y a mí. Estudié viola en el Conservatorio de La Plata y luego batería con profesores particulares. No me siento un músico de conservatorio, puro, sino más bien considero que tengo una formación híbrida», se define Galarza, que en 2011 empezó a ser parte de la banda Un Planeta, con la que tocó en el Lollapalooza 2017 y en el Cosquín Rock 2020.

Galarza, aquí, al mando de su batería, en uno de los momentos inolvidables de su presentación en el Balaclava Fest, en San Pablo (2018).Galarza, aquí, al mando de su batería, en uno de los momentos inolvidables de su presentación en el Balaclava Fest, en San Pablo (2018).

El rápido ascenso de la agrupación, reconoce Galarza, «hizo más lento el recorrido universitario -sonríe-. Tenía algunos motivos artísticos que justificaron que la carrera me llevara diez años. Con Un Planeta sacamos tres discos, tocamos en un montón de lugares importantes como en San Pablo, México y Chile, pero en 2020, con la pandemia, decidimos parar. Si bien no está claro el futuro de la banda, todos los integrantes estamos tocando en otros grupos. Ojalá podamos reencontrarnos y volver a subir a un escenario».

Dice Galarza, ingeniero recientemente consagrado, que no se imagina sin música en su vida. «Es una expresión artística, un sentimiento onírico inexplicable. Mi vida está vinculada a la música desde los cinco años, no me imagino el día a día sin ella», asegura quien tiene como referentes a Luis Alberto Spinetta y Gustavo Cerati.

«De mi viejo heredé su fascinación por Soda Stereo y por Virus y yo descubrí la poesía del Flaco cuando escuché el disco ‘Para los árboles‘, un disco que tiene mucho de jazz y, reconozco que me voló la cabeza. Spinetta logró, con su poesía, llevar a la música a lugares increíbles».

Y como no se imagina su vida sin música, integra -temporariamente- la banda Manque la Banca, «un grupo de rock psicodélico punk«, define, que se presentará este sábado en Espacio Roseti (Gallo 754). «Hace un año que toco en esta banda y me siento muy cómodo», concluye.

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Luciano Castro: se desafía en teatro, imagina su vejez y piensa el amor en voz alta: “Necesito por completo de Griselda”

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  • 9 minutos de lectura

MAR DEL PLATA.- No va a los balnearios de moda, sino al que concurre hace décadas y donde sus vecinos de carpa son familias marplatenses que no ven en él al personaje público, sino al amigo de cada verano que llega muy temprano para surfear olas y en el que se reúnen sus hijos con sus amigos para pasar el día.

Luciano Castro es uno más. Se crio en esta ciudad, donde este verano se atrevió, y salió airoso, al desafío de protagonizar su primer unipersonal de teatro. De sábados a lunes hace Caer (y levantarse) en Chauvín, escrita por Patricio Abadi y Nacho Ciatti, una épica en torno a la vida de un boxeador en desgracia.

Es mediodía y allí están Esperanza y Fausto, los hijos que tuvo con la modelo, actriz y conductora Sabrina Rojas, eligiendo el almuerzo playero, mientras unas vecinas amuchadas bajo el sol le juegan una broma como si se tratase de un amigo más.

“Acá somos los mismos de siempre, son muchos años, hace diecisiete que vengo a esta playa, pero hay gente que viene a este lugar desde hace cuarenta años”, explica el actor y señala a ese “vecino ilustre” de las olas y el viento. “Somos un grupo y eso nos da tranquilidad, porque levantamos la cabeza y sabemos quién es quién. Mis hijos pueden estar sueltos, jugar sin riesgos; es una playa local”.

Luciano Castro está en “modo padre”. Lo acompaña Mey Scápola, su amiga y la directora de la obra que interpreta por la noche. En un rato, seguramente aparezca en escena Griselda Siciliani, su novia, a la que se referirá en algún tramo de la charla sin evitar el tema. El verano pasado era Flor Vigna quien surcaba estas arenas. Todo cambia, como el tiempo en un verano que oscila entre el calor agobiante y los días muy frescos.

“En esta playa mi hija tiene amigas desde los tres años, hace diez que viene acá. Anda sola, todo es muy seguro, y eso me hace estar relajado, no me genera un estrés”, reconoce el actor e inmediatamente les indica a sus hijos -les recalca enfáticamente- que tengan cuidado con el oleaje.

Al mar se lo ve rebelde, como la esencia de este hombre que cumplirá en marzo sus cincuenta años y al que se percibe muy aplomado artística y personalmente. Mientras se escuchan las palmas de los bañistas -señal inequívoca de un niño perdido que busca a sus padres- Castro toma agua, se sienta en la arena y charla. Habla mucho. Muy distinto al pibe de Villa del Parque que había debutado en Jugate conmigo, el programa de Cris Morena, siendo un adolescente.

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–Los cincuenta años son considerados “la mitad de la vida”, un número simbólico. ¿Cómo los atravesás?

–En lo laboral, haciendo el unipersonal y con mi debut en el Teatro San Martín en el mes de mayo.

–¿Y en lo personal?

–Apostando a una calidad de vida que no tiene que ver con la plata. Está todo premeditado, a eso voy.

–Planificar la vida…

–Cuando las cosas están premeditadas, el margen de error es menor, porque todo depende de vos, no sale mágicamente de la galera.

En el aspiracional Teatro San Martín porteño hará El Sansón de las islas, una obra de Gonzalo Demaría -actual director del Teatro Nacional Cervantes-, dirigido por Emiliano Dionisi. “A finales de febrero comenzaremos a ensayar. El sueño de cualquier actor es trabajar en el San Martín”.

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–No todos lo logran. Soledad Silveyra jamás fue convocada por los directores que manejaron el Complejo Teatral de Buenos Aires…

–A mí me llamaron hace un año y laburo hace treinta y cuatro años. No te digo que lo descartaba, pero uno termina diciendo “ya fue”.

–Sin embargo…

–Me armé el año para pegarme un baño de cultura y rodearme de gente que me de más handicap, que me prestigie. Estoy volviendo a hacer todo lo que hacía cuando empecé y trabajaba en el teatro independiente buscando un reconocimiento.

–Es interesante pensar en ese “armado de la vida” y focalizar, atraer lo que se busca…

–No me guiaba por esas teorías, me manejaba más por un instinto animal, por lo que aparecía e iba resolviendo. Ahora trato de premeditar lo que hago y estoy trabajando un montón para que las cosas me salgan bien. Esto no me genera estrés ni sacrificio, sino placer. Quizás no me doy cuenta en lo inmediato, porque no tengo una gran capacidad de disfrute.

Amante del mar. Luciano Castro llega a la ciudad cada año no solo para hacer teatro, sino también para despuntar su afición por el surfMauro V. Rizzi

–¿Cuánto te importa la opinión del afuera?

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–Depende de quien venga. Tengo amigos que son durísimos conmigo y sus opiniones me influyen, no tengo ni quiero amigos tibios. Hay una fantasía creada alrededor mío que pertenece al afuera, por eso quiero amigos que vayan al frente, que me digan: “Gordo, te equivocaste”. A los cincuenta años es poco lo que me llega de verdad.

–En cuanto a aspectos de tu vida personal, ¿también sos de pedir consejos?

–Sí, por supuesto.

Su afirmación es enfática. Arrastra la sílaba. Que no queden dudas. “Olvidate, ¿pido consejos, Mey?”, le pregunta a su directora amiga. “Pido consejos hasta para levantarme de la cama. Hacer una cagad… atrás de otra es un don que tengo; cuando tengo que hilar fino, siempre pregunto. Cuando estoy muy creído en la mía es cuando más tengo que pedir la opinión de otros”.

–No está mal apostar por la propia creencia, aún cuando aparezca una equivocación. El error también merece una reivindicación…

–Además, podés pedir un consejo y que te confirmen lo que vos pensás.

Caer (y levantarse), el desafío del actor que, durante el invierno, podrá verse los martes en una sala porteñaMauro V. Rizzi – LA NACION

–Los cincuenta años te encuentran de novio…

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Estoy de novio, estoy re de novio, y en un momento genial con mis tres hijos.

Castro también es padre de Mateo, quien nació en 2002, fruto de una relación anterior con una mujer que no lleva una vida pública, a diferencia de otras de sus exparejas, como la locutora Elizabeth Vernaci.

–¿Todo se acomoda?

–Todo se acomoda. Lo que no estaba tan acomodado se comienza a acomodar solo. El tiempo siempre tiene la razón y las cosas decantan. Laburo, estudio y crio a mis hijos. Mi trabajo real es ser cada vez mejor persona.

–Está quien puede vivir sin el amor de una pareja, no es tu caso.

–No. Necesito por completo de Griselda, saber su opinión y estar de novio, son cosas que me hacen bien a mí y punto, nada más.

Griselda Siciliani es la ex de Adrián Suar, con quien tuvo a su hija Margarita. Castro trabajó en Polka muchos años, bajo las órdenes de Suar. Siciliani compartió el escenario con el padre de su hija haciendo la obra Felicidades en El Nacional porteño durante el invierno pasado. ¿Una gran familia? En el medio, Sabrina Rojas siendo hostil hacia la actual novia del padre de sus hijos. Y la mamá de Margarita respondiendo con humor, altura y elegancia. Sucede en las mejores familias. Todo digno de un culebrón.

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Griselda Siciliani y Luciano Castro tuvieron un fugaz romance hace 17 años y en 2024 volvieron a apostar por su amor

–Lo que hacés actualmente en Caer (y levantarse) es un quiebre en tu carrera.

–Cuando apareció la crítica de LA NACIÓN me llovieron llamados, me decían: “Gordo hijo de p… ¿estás haciendo eso?”. Me da pudor invitar a la gente, pero tengo que tener un poco más de generosidad conmigo y con lo que hago. Animarme a que me vengan a ver.

–Por otra parte, tampoco era sencillo abordar el género de la comedia que trabajaste durante tantos años.

–Hay que hacer comedia, ser galán y te tiene que ir bien en todo para después poder elegir. Tuve mucha fortuna. Mi mayor logro fue lograr tener un nombre propio. Te puede gustar o no lo que hago, pero soy yo. Hoy me busqué a una socia (Mey Scápola) y me lancé a hacer el unipersonal, pero para poder tomar esa decisión tenés que tener un recorrido previo, con más buenas que malas. El unipersonal nos costó nueve meses, fue un parto. En esta misma playa, atrás de la pileta, nos sentamos con Mey a conversar por primera vez.

–No todo actor se atreve a pisar solo la escena.

Lorena Vega me dijo: “es el arte de sobreponerse constantemente”.

El invierno teatral del actor lo encontrará protagonizando Caer (y levantarse) los martes y de miércoles a domingo se subirá al escenario de la sala Casacuberta del San Martín para hacer Sansón de las islas, la historia de un boxeador que queda ciego, en el contexto de la dictadura militar y con la acción transcurriendo en un estudio del viejo Canal 7. Se trata de una historia que rubricó Gonzalo Demaría hace algunos años y que esta temporada verá la luz. Osmar Núñez será uno de los actores que acompañará a Castro.

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“Quiero volver a sentirme un estudiante de teatro, ser el actor que siempre quise o soñé, con mejores o peores funciones; no pretendo ser Alfredo Alcón, no me vuelvo ´intelectualoide´ porque cambié de género, sino que necesito abarcar más para llegar más alto”. El medio siglo le sienta bien. “Estoy en la edad justa para hacer todo esto”, se sincera con no poco sentido común.

“Pa, ¿me das agua?”. Su hijo le pide el ¿termo? ¿cantimplora? Reparadores en la primera jornada realmente agobiante del verano marplatense.

–¿Cómo te imaginás dentro de treinta años?

–Siendo el abuelo de Felipe Colombo.

-Felipe Colombo no es mucho más chico que vos.

–No sé si voy a actuar toda mi vida, no me veo actuando de grande.

–Te imagino productor. De hecho, ya lo sos.

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–En esa me veo siempre. Con Mey (Scápola) ya estamos pensando en lo nuevo.

Nació en Villa del Parque, pero vivió gran parte de su vida en Mar del Plata, una ciudad que siente propiaMauro V. Rizzi

–Entonces, no te ves subiéndote al escenario en la vejez.

–No es porque no me guste, pero actuar requiere poner el cuerpo siempre, no sé si voy a estar con tanta entereza, con tantas ganas de verme y sentirme bien. Si llego a los 80, lo primero que hago es un fiestón.

–¿Te preocupa el aspecto del cuerpo?

–No tiene que ver con mi desarrollo, tiene que ver con la educación del deporte. Si no fuese quien soy y tuviese un comercio, estaría igual físicamente.

–Es una filosofía…

–Se me hace muy difícil explicar que no tengo este cuerpo por ser actor o haber sido galán. Me encanta madrugar, salir a surfear. A las diez de la mañana ya estoy aburrido, porque todos siguen durmiendo. A mí me hace bien la vida que llevo. Hubo un momento en el que decidí cambiar la noche por el día, fue cuando me di cuenta que el día era hermoso. No me pasó nada que no le haya pasado a cualquiera.

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–¿Un deseo?

–Quiero que todo vaya más tranqui.

Caer (y levantarse). Todos los días a las 22 en la sala Chauvín, San Luis 2849, Mar del Plata

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