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El lugar de la Argentina donde producen un vino con una característica única

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Cuando se habla de vino argentino, la primera provincia que aparece en la conversación es Mendoza, la principal productora y sinónimo de nuestra bebida nacional. Pero justamente, bebida nacional, el vino se produce hoy en casi todas las provincias de la Argentina. Y en una de ellas, con una particularidad: la producción que hacen las comunidades originarias, una característica única que se da en Tucumán.

El lugar es Amaicha del Valle, una comunidad del pueblo diaguita ubicada en Tafí del Valle, a a 164 kilómetros de San Miguel de Tucumán.

En la zona, el vino que se hacía tradicionalmente es el patero. “Con mi padre iniciamos hace más de 25 años la fiesta del vino patero, para homenajear el trabajo de estas familias cuando ingresó la vid con la invasión española y ese cultivo se arraigó muy fuerte en nuestras comunidades”, dice Sebastián Pastrana, administrador de la Bodega Comunitaria Los Amaichas.

Esta bodega es una de las únicas tres que hay en el mundo gestionada íntegramente por un pueblo indígena: las otras dos están en Canadá y en Australia.

La bodega de Los Amaichas: es una de las únicas tres del mundo gestionada íntegramente por un pueblo originario. Foto Facebook Los Amaichas

“Los dueños son todos, desde el niño que está naciendo hasta el abuelo. La rendición de cuentas se hace en una asamblea comunitaria donde están todos los integrantes de la comunidad”, explica. Y señala que esa es una diferencia con las cooperativas, donde “los que tienen voz y decisión son los socios”.

La modalidad de cooperativa es la que tiene Bodega Los Zazos, formada también por integrantes de la comunidad diaguita. “Siempre en esta zona nos dedicamos a la producción del vino, que se caracteriza por el vino patero para el consumo de la misma familia”, coincide su representante, Horacio Díaz.

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La cepa que marca la identidad de esta zona es la criolla, una uva que durante mucho tiempo se utilizaba para los vinos de mesa pero que en los últimos años se revalorizó como una de las de mayor potencial, con muy buenos exponentes.

Pero no hablamos aquí de los vinos caseros para consumo doméstico, sino de los producidos con todos los estándares y autorizados por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV). Estos vinos nacen en un terroir muy propicio para las uvas de calidad, con viñedos a 2.200 metros sobre el nivel del mar en una zona de complejidad, con un suelo con mucha piedra volcánica. “A la vid le gusta sufrir, está hecha a este tipo de suelo”, grafica Díaz.

En los últimos años, además de la criolla se fueron plantando otras variedades, entre ellas el ineludible Malbec. “En 2010 se implantaron las uvas y el 1° de agosto de 2016 logramos inaugurar la bodega. Hoy tenemos las dos cepas, y la criolla nos sirve como difusora de la rica historia de los pueblos originarios acá y de la cédula real”, apunta Pastrana en referencia al documento con el que en 1716 los españoles le reconocieron la posesión de sus tierras a los diaguitas que no participaron de las guerras calchaquíes.

En Los Zazos están trabajando con Malbec y con Torrontés, otra cepa emblemática de la región, y quieren explorar otros blancos como Chardonnay o Riesling, y el también de moda Cabernet Franc. “La otra vez en el restaurante Anchoíta me dijeron ‘Todo bien, pero ¡traeme una criolla!’”, enfatiza su representante sobre el interés de los conocedores por esta uva.

Uvas recolectadas en Los Zazos. La bodega elabora Malbec y quiere explorar con más varietales. Foto Facebook Los ZazosUvas recolectadas en Los Zazos. La bodega elabora Malbec y quiere explorar con más varietales. Foto Facebook Los Zazos

El administrador de Los Amaichas cuenta que están en tratativas para volver a llevar sus vinos con la etiqueta Sumak Kawsay a almacenes de alimentos cooperativos porteños, que actualmente hay tiendas online que los comercializan y ellos mismos cada vez más los venden de manera particular a turistas que visitaron la bodega y compran sus vinos por correo.

Los vinos Cédula Real 1716 de Los Zazos pueden probarse en restaurantes de Buenos Aires. Uno que los tiene es Mago, una parrilla gourmet en Belgrano. Allí, su sommelier, Marcela Rienzo, armó en el medio del salón una “cava federal” con el objetivo de tener vinos de todas las provincias vitivinícolas y proyectos experimentales en segmentos de precio más bajo para que la gente pueda conocer todo lo que tiene para ofrecer el vino argentino. “Teniendo un país con tanta diversidad, tomar siempre lo mismo es como ir a una ciudad y quedarte todo el tiempo en la misma esquina”, compara.

El Malbec de 1716 Cédula Real. Foto Facebook Los ZazosEl Malbec de 1716 Cédula Real. Foto Facebook Los Zazos

¿Qué le aporta al consumidor que un vino sea producido por una comunidad originaria y no por una mega bodega de capitales internacionales? Rienzo habla de las botellas de Los Zazos que tiene en su cava y dice que “para mí son vinos bien hechos. Desde el punto de vista técnico, son vinos calchaquíes con toda la potencia de los vinos del norte”.

Pero la especialista, además presidente de la Asociación Argentina de Sommeliers, admite que “dentro de una botella de vino hay mucho más que una botella de vino. Lo tomo en cuenta y se lo transmito al consumidor en la manera que esté dispuesto a escucharlo. Me encanta la historia que tiene, y darles una mano”.

El Malbec de Sumak Kawsay. Foto Facebook Los AmaichasEl Malbec de Sumak Kawsay. Foto Facebook Los Amaichas

El apoyo, comparten ambos productores vitivinícolas, es necesario porque la producción no es fácil. Díaz marca el problema del agua y cuenta que están buscando financiamiento para poder construir una nave donde vinificar, porque actualmente lo hacen en Cafayate. “Pero nuestro terreno no nos sirve como aval porque la tierra es comunitaria”, acota.

Pastrana relata las complejidades que ellos tuvieron para poder levantar su bodega. “Cada productor tiene 1,5 hectárea, pero sumado al conjunto comunitario se hace una producción importante. De ahí surgió la necesidad de una bodega. Tuvimos un gran tema con la AFIP para poder inscribirnos hasta que logramos que nos habilitaran un casillero como pueblos originarios”, cuenta. Y apunta: “La economía social es muy linda y romántica, pero sostenerla es complicado. Se hace cuesta arriba por la suba de los impuestos y servicios, pero seguimos produciendo”.

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También recuerda que Amaicha era un pueblo de paso, pero que “al ingresar en el circuito turístico de Tafí del Valle y Cafayate, con Internet y el boca a boca, ahora más gente se empieza a quedar en nuestros pueblos y entró en la ruta del vino”. Ahí ve una oportunidad para seguir creciendo.

Lo mismo piensa Díaz, que busca vincularse con la universidad local para trabajar en planes de negocios. Porque, cree, el vino es un elemento clave en algo mucho más grande que puede potenciar a toda la comunidad. “El turismo, el bagaje cultural, la gastronomía, los relatos orales. Todo esto tiene un valor único”, sentencia.

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El encendido discurso de Norman Briski en los Martín Fierro al cine y las series: “¡Nos están afanando la ficción!”

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Durante la noche de los Martín Fierro dedicados al cine y a las series, uno de los homenajes más importantes de la noche, fue el dedicado a Norman Briski. El prestigioso actor fue presentado por Romulo Berruti y Carlos Morelli, míticas figuras de Función privada. Y luego de bromear agradeciendo el premio en inglés, como si fuera una transmisión de los Oscar, Briski apuntó: “Ojo con lo que digo, hoy me puse mucha colonia encima… neo colonia”. En ese momento, muchos de los presentes aplaudieron, mientras que otros prefirieron guardar silencio.

Más adelante, el actor de Argentina 1985, expresó: “La IA, la inteligencia artificial me dijo “agradecé este homenaje, no seas así”. Primero los compas, que también merecían este galardón. La ficción es una radiografía de la realidad. Nos están afanando la ficción, está en la Rosada la ficción. La IA, la industria argentina podría ser también, me dice que hable sobre los entornos, lo que pasa en el mundo”.

En medio de un clima en el que predominaba los vítores para Briski, luego el público se mostró dividido frente a sus siguientes palabras, cuando él comentó: “Gaza jamás será vencido, no me importa que me aplaudan mucho o poco, pero lo siento aquí, en mi sangre, en mis ancestros. La defensa de un pueblo que está siendo asesinado, Gaza”.

En ese sentido, continuó con distintas menciones a personalidades del cine y la política: “Saludo a los héroes del cine, de nuestro cine, porque siempre se piensa que somos una industria, pero somos héroes de este trabajo tan hermoso. Hablemos entonces de Pino Solanas, de Cantinflas, de Hugo del Carril, de Eva Perón”.

Asimismo, insistió: “Saludo a todas las luchas, no a esta, a todas. Mi Norma Pla, mi Nora Cortiñas, y yo saludo a la comida que falta y mi consejo es así: inversiones, el cine necesita inversiones”.

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Por último, en el tramo final, Briski concluyó: “Las inversiones vendrán de la rebeldía o seremos nada. A filmar, a filmar, a filmar hasta enterrarnos en el mar”.

De ese modo, el actor se retiró ante grupos que lo apoyaban con sus aplausos entusiastas, o ante el silencio de quienes de forma respetuosa, demostraban su oposición ante las mencionadas posturas, algunos de ellos fueron Guillermo Francella, que en meses anteriores se mostró favorable al actual Gobierno, y el propio Luis Brandoni, que con cierta militancia política siempre fue crítico de los últimos gobiernos peronistas.

Cabe mencionar que más tarde en la noche Francella fue galardonado con el Martín Fierro de Oro por su actuación en la serie El Encargado en el rol de Eliseo, y durante su discurso de agradecimiento no hizo alusión a términos políticos ni sociales.

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