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SOCIEDAD

El Papa pide a quienes tienen «responsabilidades políticas» poner fin a guerras en Oriente Próximo y Ucrania

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17/01/2024 17 January 2024, Vatican: Pope Francis during his wednesday General Audience in St. Paul Hall. Photo: Evandro Inetti/ZUMA Press Wire/dpa SOCIEDAD INTERNACIONAL Evandro Inetti/ZUMA Press Wire/d / DPA
17/01/2024 17 January 2024, Vatican: Pope Francis during his wednesday General Audience in St. Paul Hall. Photo: Evandro Inetti/ZUMA Press Wire/dpa SOCIEDAD INTERNACIONAL Evandro Inetti/ZUMA Press Wire/d / DPA (Evandro Inetti/ZUMA Press Wire/d/)

El Papa ha reclamado a los responsables políticos que pongan fin a las guerras en Oriente Próximo y en Ucrania, al tiempo que ha advertido a los fieles que no se cansen de rezar por la paz. «No nos cansemos de rezar por la paz, por el fin de los conflictos, por el cese de las armas y por el alivio de las poblaciones extenuadas.», ha señalado el Pontífice durante la audiencia general de este miércoles. En su alocución ante decenas de personas en el aula Pablo VI del Vaticano, el Papa ha recordado que este miércoles se celebra el Día de la Memoria de las Víctimas del Holocausto al condenar que la guerra «es la negación de la humanidad». También ha asegurado que los conflictos bélicos suponen «siempre una derrota» donde los «únicos vencedores son los fabricantes de armas». Francisco ha denunciado también que desde Ucrania llegan «noticias inquietantes» sobre bombardeos contra civiles. «Pienso en las inquietantes noticias que llegan de la atormentada Ucrania, especialmente en los bombardeos que golpean lugares frecuentados por civiles, sembrando muerte, destrucción y sufrimiento», ha apuntado. El Pontífice ha dedicado la catequesis de este miércoles al pecado de la avaricia que ha definido como «esa forma de apego al dinero que impide al hombre la generosidad». «La avaricia –ha explicado Francisco– no es un pecado que concierne sólo a las personas que poseen grandes bienes, sino un vicio transversal, que a menudo no tiene nada que ver con el saldo de la cuenta bancaria». Así, ha afirmado que la avaricia puede apoderarse también «de monjes que, tras haber renunciado a enormes herencias, en la soledad de su celda» se acaban apegando a «objetos de poco valor». El Papa ha condenado así el apego a los objetos que acaban convirtiéndose en una «especie de fetiche». POR MUCHO QUE SE ACUMULE, «EN EL ATAÚD NO CABRA» «Por mucho que una persona acumule bienes en este mundo, de una cosa estamos absolutamente seguros: de que en el ataúd no cabrán», ha sentenciado. El Papa ha reflexionado así sobre el «sinsentido» del pecado de la avaricia y ha afirmado que «algunos ricos ya no son libres». «Ya ni siquiera tienen tiempo para descansar, tienen que mirar por encima del hombro porque la acumulación de bienes también exige su custodia. Están siempre angustiados porque un patrimonio se construye con mucho sudor, pero puede desaparecer en un instante», ha concluido.

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Los aritos de la barbarie

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Corrían los años 90 cuando partí a los Estados Unidos para una “fellowship” de mitad de carrera, algo así como un espacio de investigación para dar un salto (…hacia dónde, no es claro). Al irme creí que ya era grande para los choques culturales. En gran parte fue así, pero hubo dos excepciones. Una, cuando, en un diálogo, alguien dijo que en el Estado de Massachusetts, donde vivía, los automovilistas eran muy violentos en su forma de manejar. Que sostuvieran eso en una ciudad en la que si uno pone un pie en la calle el coche frena para que uno pase y en la que los conductores paran de verdad ante las señales de “stop”, yo asumí, obvio, que era una broma. Y la festejé con una potente risa que ofendió a mi interlocutor. Lo decía en serio. Entre los prolijos cánones de conducción americanos, los de ese Estado tienen fama de figurar entre los peores. Pero como mi vara de comparación era Buenos Aires veía una realidad opuesta.

¿Cuál fue la otra sorpresa? Me había hecho amigo de una pareja “mixta”: ella, estadounidense de pura cepa; él, argentino. Habían tenido una beba hacía poco y hablando de lo que le regaló cada abuelo, pregunté quién había elegido los aritos. ¡Ay, muchachos, no lo hagan nunca! Metí la pata. ¿Pero no es acaso natural hacerle los agujeritos a las bebas apenas nacen porque así no sienten? Pues no, uno lo asume como tal pero ni es natural ni está aceptado universalmente. En los Estados Unidos se ve como un síntoma de barbarie por diversas razones: que la niña debe elegir si los quiere, que no puede ser una imposición, que es bueno que se hagan cuando ella ya se pueda cuidar. Mis amigos, entre sonrisas incómodas, me contaron que estaban en plena negociación, aún. Por las dudas, nunca volví a preguntar.

El mundo es global pero hay raíces culturales que tardan en asimilarse: se vinculan a lo más profundo, a lo visceral, a lo que creemos que ha sido dado así por una fuerza divina. ¿Cómo, entonces, no sentirse extraño ante lo que en teoría no puede ser, pero es? Respirar hondo y abrir la mente, no parece haber otra opción

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