SOCIEDAD
Feijóo defenderá la «dignidad» de los jueces y a los policías atacados en el ‘procés’ durante el debate de la amnistía
El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, empleará su intervención de este martes en el Congreso durante el debate previo a la votación de la ley de amnistía para defender la «dignidad» de los jueces, que considera cuestionada por el Gobierno, y para reivindicar el trabajo de los policías atacados en los disturbios del ‘procés’. Fuentes del PP han detallado que Feijóo aludirá directamente al presidente del Gobierno, «esté o no en la sala», y a los partidos independentistas que «marcan desde el exilio y por persona interpuesta el futuro» del país, en referencia al expresidente catalán y líder de Junts, Carles Puigdemont, huido de la Justicia en Bélgica. En su intervención, Feijóo «defenderá la dignidad de los jueces que cuestiona el Gobierno, y reivindicará la labor de los policías que fueron atacados en nombre del ‘procés’ por las personas a las que ahora se pretende amnistiar», han precisado las mismas fuentes. El Pleno del Congreso tiene previsto debatir y votar este martes por la tarde la proposición de ley de amnistía para el ‘procés’ que el PSOE registró en solitario tras su pacto con Junts y ERC. La comisión de Justicia aprobó modificaciones pactadas y el texto salió adelante con el voto de las tres formaciones y, aunque Junts cree que habría que eliminar por completo la excepción de los delitos del terrorismo, los socialistas ya no contemplan cambiar ese punto. Desde el PP han incidido en que como cada día que se vota una ley o un decreto en el Congreso, el país «se levanta pendiente de las exigencias del independentismo a Pedro Sánchez y atento a las cesiones del Gobierno a ERC o Junts». UNO ACOSTUMBRADO A PEDIR Y OTRO A CEDER Los ‘populares’ han criticado que «un partido acostumbrado a pedir y otro acostumbrado a ceder vuelven a jugar con los tiempos para distraer a la opinión pública con una ley», la de amnistía, «que en nada mejora la calidad de vida de los ciudadanos, pero que sí afecta a su dignidad». Para el principal partido de la oposición, el Gobierno de Sánchez se ha convertido en un «chollo» para las formaciones independentistas, que «le consienten hasta que les espíe porque saben que no tendrán nunca un presidente tan dócil como él», en alusión a las escuchas realizadas a partir de 2019, con el PSOE ya en la Moncloa, al entonces vicepresidente catalán y ahora presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, desde el Centro Nacional de Inteligencia (CNI). El PP ha señalado que el Gobierno ha respondido con «cesiones y claudicaciones» a las «amenazas» de Junts en las vísperas de la elección de la Presidencia del Congreso, en la investidura de Sánchez y en la convalidación de decretos hace dos semanas, por lo que, a su juicio, «nada hace pensar que hoy no pasará lo mismo». «O Junts entiende que esta ley es mejor que ninguna para ellos y la acepta a cambio de encarecer su voto en la próxima votación, o Sánchez acepta abaratar aún más el terrorismo», han apuntado.
SOCIEDAD
Los aritos de la barbarie
Corrían los años 90 cuando partí a los Estados Unidos para una “fellowship” de mitad de carrera, algo así como un espacio de investigación para dar un salto (…hacia dónde, no es claro). Al irme creí que ya era grande para los choques culturales. En gran parte fue así, pero hubo dos excepciones. Una, cuando, en un diálogo, alguien dijo que en el Estado de Massachusetts, donde vivía, los automovilistas eran muy violentos en su forma de manejar. Que sostuvieran eso en una ciudad en la que si uno pone un pie en la calle el coche frena para que uno pase y en la que los conductores paran de verdad ante las señales de “stop”, yo asumí, obvio, que era una broma. Y la festejé con una potente risa que ofendió a mi interlocutor. Lo decía en serio. Entre los prolijos cánones de conducción americanos, los de ese Estado tienen fama de figurar entre los peores. Pero como mi vara de comparación era Buenos Aires veía una realidad opuesta.
¿Cuál fue la otra sorpresa? Me había hecho amigo de una pareja “mixta”: ella, estadounidense de pura cepa; él, argentino. Habían tenido una beba hacía poco y hablando de lo que le regaló cada abuelo, pregunté quién había elegido los aritos. ¡Ay, muchachos, no lo hagan nunca! Metí la pata. ¿Pero no es acaso natural hacerle los agujeritos a las bebas apenas nacen porque así no sienten? Pues no, uno lo asume como tal pero ni es natural ni está aceptado universalmente. En los Estados Unidos se ve como un síntoma de barbarie por diversas razones: que la niña debe elegir si los quiere, que no puede ser una imposición, que es bueno que se hagan cuando ella ya se pueda cuidar. Mis amigos, entre sonrisas incómodas, me contaron que estaban en plena negociación, aún. Por las dudas, nunca volví a preguntar.
El mundo es global pero hay raíces culturales que tardan en asimilarse: se vinculan a lo más profundo, a lo visceral, a lo que creemos que ha sido dado así por una fuerza divina. ¿Cómo, entonces, no sentirse extraño ante lo que en teoría no puede ser, pero es? Respirar hondo y abrir la mente, no parece haber otra opción
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