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Germán Martitegui: “Tuve que aprender a cocinar otra vez”, asegura el chef que planea un fine dining vegetariano

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“¿Necesitás el Martín Fierro para las fotos? No hay problema, mando un auto a buscarlo”, dice Germán Martitegui en la tarde posterior a la entrega de los premios en la que obtuvo una estatuilla por su programa Proyecto Tierras. Acto seguido, coordina por celular el envío. En la espera para la sesión de fotos, el hoy célebre chef invita a recorrer el edificio estilo Belle Époque que desde diciembre de 2021 alberga su restaurante Marti Barra, pero que pronto –no hay fecha de apertura aún– será el espacio para el nuevo y más ambicioso Marti Casa.

Con el Martín Fierro obtenido por su programa Proyecto TierrasManuel Cascallar

El signo que anticipa el cambio es el pequeño letrero luminoso con el nombre del restaurante que acaba de ser instalado junto a la puerta principal de este elegante edificio de tres plantas ubicado en el corazón de Recoleta. Hasta ahora, el ingreso era por una puerta lateral que generaba una experiencia de speakeasy al visitante, pues el local del frente estaba ocupado por Tramando, de Martín Churba. Tras su partida, Marti Casa ocupará toda la propiedad.

“Marti va a crecer. Se va a llamar Marti Casa y va a incluir muchos espacios distintos en esta casa que es espectacular y me da la posibilidad de integrar en un solo lugar todos mis mundos”, anticipa el chef de 58 años devenido en celebridad, que hoy no reniega del poder que le da la visibilidad que ganó primero en los fuegos, y luego en el prime time de Telefe como jurado del reality de cocina Masterchef.

Marti Casa será la caja de resonancia de un cambio aún más profundo y personal. El de haber abandonado la proteína animal, tanto en su dieta como en su cocina. El cambio, reconoce, llegó con la paternidad: “Cuando vos pensás que tenés que dejar el planeta a la generación que te sigue, ahí empezás a replantearte qué estás haciendo”, dice, y admite que el viraje hacia el vegetarianismo le resultó más difícil de lo que esperaba.

“Nunca le escapé a la dificultad –asegura–. El Germán de antes está aterrado, no está cómodo. Pero a mí me gustan los desafíos. Y, por sobre todo, en algún momento de tu vida vos tenés que tener un propósito, algo que querés contar”.

Marti abrió en diciembre de 2021, poco después del cierre de TeguiManuel Cascallar

–¿Cuáles son hoy tus proyectos?

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–Mi proyecto fundamental es pensar en un mundo sostenible, en una comida que no enferme al planeta ni a la gente. Y también recorrer la Argentina para hacer visibles nuestra cultura y nuestros productores. Todo eso tiene mucho que ver con mi vida hoy. Marti refleja el haber dejado la proteína animal y tomar este desafío. Es algo que fue un cambio muy importante en mi vida. Muchísimo más de lo que pensé que iba a ser. Incluso está siendo más difícil y un desafío más grande de lo que pensaba.

–¿Cómo comenzó en vos todo ese cambio?

–Yo había hecho algunas cosas para el C40, que es un movimiento global que está pensando en cómo ser más sustentables. Pero cuando le tenés que dejar el planeta a alguien, ahí empezás a pensar “qué estoy haciendo”. Eso mismo surge cuando le tenés que enseñar a comer a otro y pensás cuáles son las primeras cosas que va a probar. Por otro lado, esto último para mí es muy divertido: ver la sensación que causa cuando los chicos prueban algo por primera vez; un pistacho, por ejemplo.

Germán junto a sus hijos

–¿Cómo fue la respuesta del público al abrir un restaurante sin carne?

–Hay gente que directamente no viene a comer si no hay carne, hay gente que cree que soy un traidor a la patria porque no como carne y hay gente que te dice “zurdo” si hablás del calentamiento global… Todo está tan politizado, partido por una cosa horrible de que estás de un lado o del otro, y no se puede hablar ni de datos científicos. Cuando abrí el restaurante, yo pensaba: “Como es mío, la gente va a venir a comer aunque sea sin carne”. Y no. Muchos de mis clientes de Tegui no vinieron porque no hay carne; otros sí.

–¿Hay gente que llega al restaurante y cuando se entera de que no hay carne se va?

–No, una vez que pasan por esa puerta son míos [risas]. Yo sé que lo que hago está buenísimo. Se que cuando entrás, lo que comés está bárbaro, y te vas a ir diciendo “qué buena que estaba la comida”. Pero el tema es que lleguen… Y eso es una sorpresa y un muy lindo desafío para tener después de los 50. Por otro lado, no fue tan fácil cocinar sin carne como yo pensé que iba a ser.

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–Otro desafío.

–Es aprender a cocinar otra vez. Además, ¡con un pedazo de panceta cocina cualquiera! Hoy estoy descubriendo distintas formas de cocinar, desde los fermentos hasta usar más nueces o legumbres. Estamos haciendo muchas cosas muy interesantes que me sorprenden todo el tiempo.

–Tu otro proyecto es Tierras, que acaba de ganar un Martín Fierro.

–Es una pasión que tengo desde hace muchos años, y es una alegría que ahora lo pueda ver tanta gente. Es un milagro que un programa con esta temática esté en la televisión abierta y que haya tenido el rating que tuvo. El año pasado era el segundo programa más visto de los domingos, ¡y lo daban 12.30 de la noche! Además, nunca recibí mensajes tan increíbles de personas que me dicen que aprenden cosas de la Argentina o que se sienten orgullosas del país. Hay gente que se emociona cuando ve una señora que va en burro desde un cerro a la ciudad de Salta a vender tamales. Y hay otros que se emocionan cuando ven que somos capaces de llenar un Boeing 747 de cerezas para que lleguen a Singapur en cuestión de horas. Yo lo que trato de mostrar es el potencial que tenemos. Porque a veces cuando hablás de la cocina folclórica es como un regocijo en la pobreza, y yo lo que quiero es mostrar el potencial que tenemos de ser un gran país exportador de alimentos, con la capacidad para alimentar al planeta.

Germán en la ceremonia de entrega de los Martín Fierro

–A la hora de mostrar el trabajo de productores, ¿cómo entra en juego tu decisión de dejar la proteína animal?

–Yo me alejo de la proteína animal como un ejercicio, porque se que la producida a gran escala genera gases del efecto invernadero. Eso no es lo mismo que mi tía matando un cabrito en el campo para hacerme un asado a mí, eso genera un efecto cero en el planeta. Si yo quisiera abrir un restaurante en el que todas las carnes sean de impacto positivo en carbono tendría que cobrar 300 dólares por persona. Y lo puedo hacer. Pero lo que yo estoy haciendo, que lo hice toda mi vida, es predicar con el ejemplo. Si en mi familia vamos a ser vegetarianos, yo soy vegetariano, y si creo que tenemos que dejar la proteína animal, la voy a dejar. Ahora, si te voy a mostrar la Argentina y en el país se produce carne, también lo voy a mostrar.

–Para algunos esto podría sonar algo contradictorio.

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–Me costó mucho tiempo armar esto en mi cabeza, porque no es fácil. Pero yo no puedo tener un proyecto que se llama Tierras y borrar la proteína animal de la Argentina. Es imposible. No hablaría de nuestra identidad. Estaría mostrándote un Tierras veggie, y yo no lo hago de esa manera. Probablemente nunca te muestre en el programa una producción de feedlot industrial, o 500.000 pollos hacinados en un galpón, porque no me parece tampoco que sea algo mostrable. Lo que quiero es contar cómo se puede comer mejor y cómo se puede comer más sustentable. Y contar que incluso se puede comer más rico. También que la Argentina es un país increíble, que tiene un futuro maravilloso si dejan de molestar a la gente y la dejan trabajar. Y estoy feliz haciendo esto, creo que encontré lo que quiero hacer.

Filmación de uno de los capítulos de Proyecto Tierras

Las salas y salones de lo que será Marti Casa están aún vacíos, lo que permite apreciar el buen gusto de la arquitectura del edificio y sus detalles: la escalera semicircular, los amplios ventanales, el elegante piso de madera. Germán piensa en voz alta algunas ideas en torno al proyecto: “Seguramente va a haber un espacio dedicado a Tierras, con comida o sin comida; quizás solo un lugar para mostrar lo qué hay de la Argentina, todavía no lo sé”, dice.

“Por momentos, extraño mucho el fine dining –confiesa–. Nunca estuvo pensado que Marti estuviera solo. La idea era que coexistieran Tegui con Marti. Después decidí cerrar Tegui porque no podía dedicarle la energía que necesitaba. Pero ahora creo que mi vida se reacomodó como para hacerlo. Así que probablemente haya un espacio para fine dining. E incluso algún espacio un poco más relajado abajo, entre wine bar o cafetería. Ese es el plan: integrar Marti, Tegui y Tierras en un mismo lugar”.

Cocina del restaurante Tegui, en Palermo, cerrado desde 2021

–Tenés mucha presencia en redes sociales, ¿cómo te llevas con los haters?

–Hay distintas redes sociales. Twitter es una cloaca. En Twitter está lo peor del género humano. Si te vas a meter ahí tenés que estar dispuesto a que te digan barbaridades. Si yo paso en Twitter más de media hora, termino sintiéndome mal. Leo tanta agresión y cosas tan poco constructivas que a veces quedo como temblando. Instagram es mucho más fácil para comunicar cosas. Y a TikTok no llegué.

–¿Controlás el tiempo que pasás en redes?

–Paso mucho tiempo por día. Debo pasar una hora o dos, en redes en general. También porque a veces subo las cosas yo.

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–¿No tenés community manager?

–Tengo, pero a veces lo hago yo. Ahora empecé a subir unas recetas que había hecho en Proyecto Tierras para ver qué pasaba. Porque nunca había subido recetas.

Germán Martitegui junto a sus compañeros de jurado en Masterchef Damián Betular y Donato De SantisFABIAN MARELLI

– Vuelve Masterchef el año que viene. ¿Qué te genera estar en un jurado en el que vas a tener que probar carne?

–Ningún problema. A mí me encanta comer carne. Quiero dejar en claro que estoy haciendo un doble esfuerzo al dejar la proteína animal, porque no es que no me guste. Elijo no comer carne porque me parece que es lo que hay que hacer. Y si tengo gente comiéndose un bife al lado mío no pasa nada. No soy el vegetariano que causa un problema. Si hay un asado y están todos comiendo carne, yo como un pedazo y chau. No me gusta esa situación en la que te volvés el centro de la mesa y todo el mundo empieza a preguntar: “¿Y por qué?”

–¿Extrañás un asado cada tanto?

–Sí. Aunque nunca fui de comer mucho asado. Si yo te tuviera que decir qué extraño, son las milanesas. Pero no me cuesta comer bien como vegetariano, me cuesta si voy a un lugar en que no saben cocinar y me tratan de hacer algo vegetariano mal hecho. Yo ahora entiendo a todos los vegetarianos a los que les cociné en algún momento y les pido disculpas. Me acuerdo que antes llegaba un vegetariano al restaurante y le dabas el plato sin la carne, solo con lo que tenía alrededor. El cambio a vegano sí creo que puede ser mucho más difícil.

–¿Planeás hacerlo?

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–Sí. Lo iba a hacer ahora en diciembre, pero no puedo. No estoy listo. Lo vamos a pasar para el otro año.

–¿Cambiaron tus salidas, en este sentido?

–No salgo mucho. Pero voy a todos lados. La última vez fui a Aramburu, porque no había ido desde que ganó las estrellas Michelin. Gonzalo [Aramburu] me quiso hacer un menú vegetariano especial, pero le dije que no, que yo quería su menú. El otro día fui a lo Narda [Lepes] y me hizo un montón de cosas increíbles sin carne. Pero donde se hace muy difícil es en los viajes por la Argentina. Somos como ocho personas los que viajamos cuando grabamos Tierras, y en la ruta solo hay parrilla o lugares que venden empanadas de carne. ¡Y además son fabulosos! Pero creo que vale la pena el camino que elegí.

–Mencionaste el tema de las estrellas Michelin, ¿qué efectos creés que tuvo su llegada al país?

–Cualquiera de estas entidades que dan premios y ponen a la Argentina en el mapa, para mí funcionan. Funcionó 50 Best Restaurants cuando empezó en Latinoamérica, y funciona Michelin ahora. Creo que hay muchos restaurantes que han podido pasar este año gracias a eso. Hay gente que piensa que la Guía Michelin es la Biblia. Locos que andan con esa guía por todos lados probando los restaurantes que aparecen ahí, así que bienvenido sea.

–Entre Marti, Tierras y lo que se viene, ¿tenés tiempo libre?

–No tengo la noción de tiempo libre. Un gastronómico de mi época no conocía el tiempo libre. Tenías un día libre por semana, así que por lo general el tiempo libre era salir con tus compañeros de cocina cuando terminabas. Hoy lo que tengo es una rutina muy intensa de la mañana a la noche, que empieza con mis hijos y termina en el restaurante, con muchas reuniones de trabajo a lo largo del día. Pero después corto varias veces por año y me tomo una semana en algún lugar que me guste mucho.

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Salón de Martí Barra, en el jardín de invierno del edificio belle époque que se convertirá en Marti CasaMarti

–¿Leés? ¿Escuchás música? ¿Ves tele?

–No veo nada gastronómico. Desde Chef Table en adelante no vi nada, ni The Bear ni The Menu, nada de nada. Porque es como ver mi vida. Lo último que leí de gastronomía fue a Anthony Bourdain, que es como si yo escribiera mi vida. Ahora, en una segunda parte, la podría escribir más feliz. Por otro lado, yo estudié relaciones internacionales, así que leo mucho sobre política internacional. Leo muchos diarios de otros países y me obsesiono siguiendo temas como el conflicto israelí-árabe. También hago gimnasia y yoga.

–¿Te sentís cómodo en el lugar de exposición y visibilidad que tenés?

–Sé que es el lugar en el que tengo que estar para hacer lo que quiero. Si no hubiera aparecido en Masterchef, al pelado de Tegui nunca nadie le hubiera puesto un programa de televisión para que viaje por el país, porque no lo hubiera visto ni el gato. La fama tiene eso. Me costó reconciliarme con esta idea. Pero hoy si yo digo: “Compren pistachos de San Juan”, hay gente que va y los compra. Ser escuchado es una gran responsabilidad y es algo muy difícil de lograr. Por eso me lo tomo en serio, como me tomé muy en serio cuando Tegui era el restaurante que representaba a la Argentina por el mundo.

De hecho, Proyecto Tierras empieza con Tegui porque yo quería mostrar la Argentina. Y hoy esta gran visibilidad viene con una gran responsabilidad, que es decir lo correcto, en un contexto en el que es muy difícil decir cosas sin generar conflicto. En definitiva, hoy es un gran desafío poder comunicar sin dividir.

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Así es Cardiomentor, la primera aplicación pública basada en la IA española

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La familia de modelos de inteligencia artificial (IA) generativa española, Alia, tendrá una primera aplicación pública antes de acabar el año. Se llama Cardiomentor y la están desarrollando Tecnalia y el Barcelona Supercomputing Center (BSC) en colaboración con la Sociedad Española de Cardiología. En una primera fase, actualmente en ejecución, Cardiomentor se apoyará en los modelos fundacionales Alia para desarrollar una especie de ChatGPT especializado en cardiopatías para los médicos generalistas, con el objetivo de que estos tengan fácil acceso a conocimiento actualizado y veraz sobre estas dolencias.

Una vez completada esta fase, el sistema se entrenará con datos anonimizados de pacientes con el objetivo de afinar la capacidad de predicción y diagnóstico de la herramienta. La idea es que el modelo sea capaz de analizar una serie de parámetros del paciente y poder decirle al médico, por ejemplo, qué tipo de tratamientos han funcionado con otros sujetos que presentaban condiciones muy similares.

Esta segunda parte del proyecto, que se licitará este año y se empezará a implementar el que viene, presenta varias incógnitas. ¿Quién se ocupará de anonimizar y custodiar los datos de las historias clínicas de los pacientes? ¿Qué tecnología se usará para ello? ¿Quién supervisará que el proceso se realice de forma segura? Fuentes de la Secretaría de Estado de Digitalización e Inteligencia Artificial, dependiente del Ministerio de Transformación Digital y Función Pública y que ha asumido la coordinación del proyecto, explican a EL PAÍS que el foco está todavía puesto en la primera, así que todas estas cuestiones están todavía “por definir”.

Primera fase: un asistente en cardiología

Unas 800.000 personas padecen insuficiencia cardíaca en España. Su incidencia es alta en personas mayores y con morbilidades, y se ha estimado que su impacto económico puede ser de unos 2.500 millones de euros anuales (se atribuyen a cardiopatías unos 10.000 ingresos hospitalarios al año). “Nos pareció que la insuficiencia cardíaca es una patología que afecta a muchas personas y tiene un gran impacto en el sistema sanitario, por lo que podía ser un buen punto de partida para empezar a usar el gran modelo de lenguaje (LLM por sus siglas inglesas) que ha desarrollado el Gobierno”, explica el doctor Julián Villacastín, jefe de cardiología del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y expresidente de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).

Villacastín encabeza el equipo de la SEC que ha trabajado en la prueba de concepto de asistente en insuficiencia cardiaca para médicos generales (Cardiomentor). “Inicialmente, será una herramienta formativa: ayudará a los generalistas a estar al día y tomar decisiones, que serán siempre solo suyas”. El doctor y sus colegas serán los curadores del contenido con el que se entrene el modelo: artículos científicos reseñables y guías clínicas que reflejen el consenso de los expertos. “Va a ser un modelo vivo, iremos incluyendo novedades según se vayan publicando”, añade.

La prueba de concepto en la que trabajan ahora mismo tiene un presupuesto de 50.000 euros, según confirma la Secretaría de Estado. Ha sido elaborada por Tecnalia con los medios del BSC y el asesoramiento de la Sociedad Española de Cardiología. Villacastín cree que el prototipo formativo puede estar listo en unos meses. “Solo con que te conteste a preguntas científicas con la seguridad de que las respuestas de la herramienta no tengan sesgos, eso será muy valioso”, dice. El hecho de que se base en Alia y, por tanto, funcione bien en castellano, hace que Cardiomentor sea susceptible de ser usado en cualquier país de habla hispana.

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Sin embargo, la idea de aplicar grandes modelos de lenguaje al sector médico ha sido cuestionada por la literatura científica. “El problema fundamental de los LLM es que sus resultados no son replicables. Son modelos estocásticos: con unos mismos inputs llega a distintos outputs, el sistema te dará respuestas diferentes ante un mismo problema”, explica Lorena Jaume-Palasí, investigadora independiente en ética y tecnología. “Los LLMs no son capaces de distinguir entre artículos científicos antiguos, sexistas y desfasados y nuevas informaciones, y ese es un problema conocido”, abunda la experta.

Los datos generados por Cardiomentor serán propiedad de Tecnalia, aunque el BSC y la Dirección General de Inteligencia Artificial tendrán una licencia sobre los mismos. Antes de empezar a funcionar, la herramienta será validada médicamente por la propia Sociedad Española de Cardiología. El doctor Villacastín conoce los estudios que ponen en duda la valía de los LLM en cuestiones médicas. “Por eso tenemos que hacer un modelo que sea lo más fiable posible, y en eso estamos trabajando”, apunta.

Segunda fase: un modelo predictivo

Una vez esté listo el asistente, la intención es añadirle casos reales para poder extraer conclusiones de utilidad médica. Eso se logrará introduciendo en el modelo datos de las historias clínicas de pacientes que hayan sufrido cardiopatías. “Existen multitud de interacciones entre distintos aspectos personales, sociales y terapéuticos que influyen en el paciente, y muchas veces es difícil detectarlos con los medios que tenemos”, indica el doctor Villacastín. Depresiones, situación familiar, tipo de alimentación, tipo de trabajo… “La complejidad de la interacción es tremenda. Si tenemos mucho conocimiento, eventualmente podremos llegar a desarrollar prácticamente gemelos digitales: saber que a tal persona le puede servir tal tratamiento, porque ya se ha visto que ha funcionado con otros 1.000 pacientes que presentaban características similares”.

La calidad de los datos que necesitan para entrenar el modelo está haciendo que Villacastín y sus colegas sean muy restrictivos. “Quizás podamos reunir las historias clínicas de 2.000 o 3.000 sujetos. Primero integraremos datos de pacientes que tienen esta patología para saber por qué han tenido que ser readmitidos en el hospital, por qué han tenido complicaciones o por qué ha ido todo bien, qué factores han ayudado o perjudicado, etcétera. Ya estamos diseñando el conjunto de datos que queremos introducir para alimentar el modelo”, señala.

“El objetivo es conseguir que el modelo sea capaz de decir que, dadas tus características y la experiencia en casos similares, si sigues fumando tendrás X probabilidades de sufrir un ictus, un infarto o cáncer de pulmón entre los 35 y los 60 años”, resume el doctor. La idea, a muy largo plazo, sería desarrollar gemelos digitales de los pacientes: réplicas lo más parecidas posible a estos.

Jaume-Palasí considera que esta aproximación es problemática. “La idea de usar gemelos digitales en medicina me parece preocupante porque no se trata de entender mejor a un paciente, sino de perfilar, y eso es una forma de precarización, porque acaba minimizando el contacto del paciente con el médico”.

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El modelo fundacional español

La familia de modelos de IA generativa Alia, presentada por el Gobierno en enero, no pretende competir con ChatGPT, Gemini ni DeepSeek, sino poner a disposición de todo el mundo una herramienta que funcione bien en castellano y en las lenguas cooficiales. Así, un 20% de todos los textos con los que se ha entrenado son en castellano, catalán, gallego y euskera (el inglés, con casi el 40%, es el predominante). Puede parecer una proporción baja, pero es muy superior a la usada por los modelos más conocidos. Eso le imprimirá a los modelos Alia una fiabilidad superior, más conocimiento de frases hechas y expresiones patrias y menos probabilidades de equivocarse. “Creemos que vamos a conseguir superar sesgos culturales”, dijo la secretaria de Estado de Digitalización e IA, María González Veracruz, en una reunión con periodistas.

Alia es un proyecto de código abierto, por lo que cualquier particular o empresa puede descargarlo y manipularlo. Además de una mayor fiabilidad en el idioma, Alia aporta la garantía de cumplimiento con las normativas europeas aplicables, tanto en transparencia como en derechos de autor. El modelo se ha entrenado con documentación pública oficial: desde el histórico de los boletines del BOE o el Boletín Oficial del Registro Mercantil hasta las intervenciones parlamentarias o resoluciones judiciales. El Gobierno ha dedicado 2,2 millones de euros a desarrollar el algoritmo y otros ocho a la infraestructura necesaria, aportada por el BSC, y a configurar las bases de datos. Ya se está trabajando en el diseño de nuevos casos de uso, más allá de Cardiomentor y de una aplicación piloto interna de la Agencia Tributaria pensada para agilizar los trámites burocráticos.

“Los modelos Alia han tenido limitaciones presupuestarias en comparación con otras herramientas del mercado, pero tiene puntos fuertes. Yo destacaría que se le ha dado peso al español y las lenguas cooficiales, y podemos ir curando los contenidos para corregir sesgos; y que tienen la garantía de que cumplen con el Reglamento Europeo de IA”, subraya Andrés Pedreño, exrector de la Universidad de Alicante y fundador y presidente de 1millionbot. Pedreño ha sido uno de los expertos a los que ha confiado el Gobierno la evaluación del modelo.

“Nosotros hemos hecho alguna prueba con los modelos Salamandra [los menos sofisticados] de Alia y con el último, el 40B, y, de momento, los resultados son un poco irregulares”, explica Álvaro Barbero, director de Inteligencia Artificial en el Instituto de Ingeniería del Conocimiento. “Mi equipo ha hecho pruebas y todos ellos, especialmente los Salamandra, están por debajo de los modelos a enero de 2025. Si lo comparamos con Llama, el modelo de código abierto de Meta, que va por su versión 3.2, Alia sería equivalente a Llama 2, que tiene año y medio”, apunta.



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