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Hereje: Hugh Grant, en su veta más malévola, se luce en este film de suspenso entretenido y bien realizado

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Hereje (Heretic, Estados Unidos/2024). Dirección: Scott Beck, Bryan Woods. Guion: Scott Beck, Bryan Woods. Fotografía: Chung Chung-hoon. Música: Chris Bacon. Edición: Justin Li. Elenco: Hugh Grant, Sophie Thatcher, Chloe East, Topher Grace, Elle Young. Duración: 110 minutos. Distribuidora: Diamond Films. Nuestra opinión: buena.

Mucho se ha dicho sobre la alicaída oferta de suspenso y terror que ofrece el cine contemporáneo. Por eso, cuando aparece una propuesta como Hereje, más sutil, atractiva y seductora, resulta fácil caer en sus garras. Aun cuando tal muestra de preciosismo termine siendo la fachada de algo mucho menos interesante.

La hermana Paxton (Chloe East) y la hermana Barnes (Sophie Thatcher), son dos adolescentes bastante inocentes que creen ciegamente en los preceptos de la iglesia mormona a la que pertenecen. Con la intención de llevar la doctrina a quien lo necesite llegan a la puerta del señor Reed (Hugh Grant), teólogo muy interesado en hablar con ellas. Sin embargo, una vez dentro, las dos chicas quedan atrapadas y descubren que son parte de un experimento macabro conducido por su anfitrión. No se tratará solo de cuestionar su fe, sino también de salvar sus vidas.

Aunque promocionada como una película de terror religioso, Hereje no tiene mayor conexión con la religión que la locura de su protagonista. Las interminables disquisiciones de Reed cuestionando las diferentes corrientes, no tienen más profundidad y sustancia que los devaneos de Dan Brown en El código Da Vinci o Ángeles y demonios. ¿Eran aquellas películas religiosas? Bueno, esta tampoco.

De todos modos, la mascarada está lo suficientemente bien hecha como para despertar cierta intriga. Los propósitos del protagonista para con sus cautivas no se revelan inmediatamente, sino que van apareciendo de a poco, conforme las va ganando la desesperación. Ventana que el guion aprovecha para desarrollar un arco de conducta para Reed, que va de un señor encantador a un ser desquiciado y perverso.

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Es entonces cuando se agradece, y mucho, la presencia de Hugh Grant como mascarón de proa de la propuesta. El actor, que a esta altura del partido no necesita demostrar en absoluto su talento, sostiene todo el entramado de suspenso que ofrece la película con maestría y oficio. Tanto como para salvar una andanada de diálogos extensos y confusos, que conspiran notablemente contra el ritmo de thriller que pretende llevar adelante la historia.

Por su parte, el binomio conformado por East y Thatcher tiene menos posibilidad de lucimiento, pero de todos modos logra una química lo suficientemente sólida como para que la platea pueda empatizar con su predicamento, por más absurdo que sea.

Hereje cuenta con una materia prima interesante, que desemboca en climas de suspenso más que satisfactorios. Sin embargo, como ya es una constante en este tipo de propuestas (y en el cine actual en general), la necesidad de llevar el clímax hasta el límite del paroxismo, vuelve la resolución tan retorcida e inverosímil que el relato pierde buena parte del terreno ganado. Una vez que se conocen las verdaderas intenciones del señor Reed, alejándose de la atractiva complejidad inicial y convirtiéndose en un personaje más convencional para este tipo de films, de este lado de la pantalla uno se pregunta “¿Para qué?”. Y lo peor es que desde el guion no aparece una explicación más satisfactoria que un “porque sí”.

Con una puesta en escena por momentos demasiado teatral (en la que Hugh Grant se mueve como pez en el agua), Hereje vende mucho más de lo que ofrece. Su presentación como thriller inteligente, que pone en la mira a la religión contemporánea, se desinfla rápidamente. Dejando solo una película de suspenso como tantas otras, con unas cuantas ideas bien ejecutadas, una dirección efectiva y correctamente resuelta, y no mucho más.

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Lanzaron una particular iniciativa para que los fanáticos de los Fiat 600 puedan obtener un Documento Nacional de Fititos

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A través de una iniciativa del Museo del Fitito de Caseros, se lanzó una campaña para que los propietarios de los icónicos Fiat 600 puedan solicitar gratuitamente un simbólico Documento Nacional. El proyecto cuenta con la colaboración del grupo de fanáticos reunidos por el 600 que se encargará de entregar las credenciales a particulares y clubes en todo el país.

«Sabemos que el Fitito es un sentimiento nacional, que representa el esfuerzo, la familia y los buenos momentos a lo largo de los años. Por eso, quisimos ir más allá», indicaron desde la organización a través de su sitio web, donde se detalla cómo acceder al DNF.

Bastó con que se fabricaran alrededor de 300 mil unidades en todo el país, entre 1960 y 1982, para que el Fiat 600, popularmente y también cariñosamente bautizado «Fitito», se convirtiera en un símbolo indiscutido de la industria automotriz en este suelo, forjando incluso su propia identidad.

«Los únicos requisitos son amar a estos pequeños gigantes y tener tu Fiat 600 en proceso o terminado, sin importar si todas sus autopartes son originales», escribieron también en la red social Instagram.

Qué datos se solicitan para conseguir el documento del Fitito en Argentina

El Fitito fue el primer vehículo de la automotriz italiana producido en Argentina.

Para obtener el DNF, el Museo del Fitito de Caseros insta a seguir un simple trámite online. Se debe ingresar al siguiente link donde se podrá acceder a un formulario en el que es necesario completar los siguientes datos: nombre y apellido del propietario, dominio, provincia de radicación, modelo, año de fabricación, color, mail y número de celular.

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A lo largo de sus 105 años en el país, Fiat comercializó varios modelos exitosos, pero la historia del Fitito tuvo un significado especial porque fue el primer vehículo de la automotriz italiana producido en Argentina.

Las primeras unidades del Fiat 600 comenzaron a verse en las calles argentinas a partir de 1958. Se trataba de coches importados de Italia, donde ya se fabricaban desde 1955.

En 1959, el Régimen de Promoción de la Industria Automotriz impulsado por el entonces Presidente Arturo Frondizi incentivó a Fiat y a otras marcas para que iniciaran la fabricación de autos en este suelo

Tras una inversión millonaria, Fiat inauguró en 1960 su planta en El Palomar, provincia de Buenos Aires, desde donde, el 8 de abril de ese mismo año, salió el primer 600 nacional, aunque con la mayoría de las piezas importadas de Italia.

En 1962 se lanzó el 600 D, que se destacó por incorporar un motor más grande y potente. Además de algunos retoques estéticos menores, se realizaron modificaciones en el sistema de filtrado de aire y en el sistema de refrigeración, que pasó de agua a líquido refrigerante. La evolución del modelo incluyó cada vez más componentes fabricados en el país. A partir de 1963, comenzaron a llegar del nuevo complejo industrial de Ferreyra, en la provincia de Córdoba, motores, cajas de transmisión y otros elementos mecánicos.

Luego fue el turno del 600 E, en 1965. La principal diferencia de este modelo fue el cambio en el sistema de apertura de puertas, adoptando el modo tradicional.

Las primeras unidades del Fitito comenzaron a verse en las calles argentinas a partir de 1958. Foto Clarín/ Guillermo Rodríguez AdamiLas primeras unidades del Fitito comenzaron a verse en las calles argentinas a partir de 1958. Foto Clarín/ Guillermo Rodríguez Adami

Entre 1970 y 1977 tuvo lugar el 600 R, un modelo que mejoró su condición mecánica (la potencia fue elevada de 32 a 36 caballos) y también estética. Durante ese periodo el Fitito logró el récord de llegar a las 250 mil unidades producidas; tal es así que el modelo casi que no recibió modificaciones hasta que fue lanzada su última variante: el 600 S, el más veloz de todos.

El 600 S llevaba un motor de 843 cm3 que le permitía alcanzar los 125 km/h. A pesar de ser el propulsor más grande, desarrollaba 32 caballos de potencia (4 CV menos que su antecesor).

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El 600 dejó de fabricarse en Italia en 1970, pero en la Argentina permaneció en producción doce años más. En 1982, tras 22 años y 300 mil unidades fabricadas, el Fitito se despidió de las líneas de montaje de SEVEL Argentina (empresa que tomó los controles de la compañía en 1980).

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