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SOCIEDAD

Jorge Rodríguez asume la presidencia del Parlamento venezolano por cuarto período

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Caracas, 5 ene (EFE).- El diputado oficialista Jorge Rodríguez fue reelegido este viernes, por cuarto año consecutivo, como presidente de la Asamblea Nacional (AN/Parlamento) de Venezuela, de contundente mayoría chavista y que controla el Poder Legislativo desde 2021.

Para la junta directiva del período 2024-2025 también fueron reelegidos Pedro Infante, exministro de Deporte, como primer vicepresidente, y América Pérez, como segunda vicepresidenta.

Esta junta directiva chavista, aprobada pese al voto negativo del grupo opositor, regirá el penúltimo año de legislatura de esta AN, cuyo quinquenio culmina en enero de 2026 y que, desde su comienzo, en enero de 2021, y hasta diciembre de 2023 aprobó 74 leyes.

El pleno del Parlamento reeligió también a María Alejandra Hernández como secretaria para este nuevo período legislativo y a José Molina como subsecretario, ambos en ejercicio de estos cargos desde septiembre de 2023, cuando la anterior secretaria, Rosalba Gil, fue designada rectora del Consejo Nacional Electoral.

El ratificado presidente de la AN fue juramentado por jóvenes estudiantes y representantes de distintos gremios presentes en el hemiciclo de sesiones y, posteriormente, juramentó a sus compañeros en la junta directiva, a quienes pidió luchar por la paz y la defensa del territorio venezolano, especialmente por el Esequibo, una rica zona que Venezuela se disputa con Guyana.

«Juro (…) por el derecho a disfrutar del territorio de la Guayana Esequiba (…) que nos pertenece por historia (…) Juro por la fuerza que nos da de haber rescatado al Parlamento de la ignominia y la oscuridad no dar descanso mi brazo, ni reposo a mi alma hasta ver cumplida la tarea de continuar en el trabajo de la edificación de leyes buenas», dijo Rodríguez durante su juramentación.

El actual Parlamento está conformado por 277 diputados, de los cuales 256 son chavistas, 20 de la oposición minoritaria -señalados por la tradicional de «venderse» al oficialismo-, y uno de la Alternativa Popular Revolucionaria, coalición de izquierda formada por disidentes del chavismo que practica el presidente Nicolás Maduro.

De los 256 chavistas, la gran mayoría pertenecen al PSUV, y el resto a formaciones son parte, igual que el oficialismo, del Gran Polo Patriótico Simón Bolívar (GPPSB), fundado por el fallecido mandatario Hugo Chávez (1999-2013).

Caracas, 5 ene (EFE).- Consolidado como el portavoz incontestable del Gobierno, el chavista Jorge Rodríguez ha jurado este viernes, por cuarto año consecutivo, su cargo como presidente del Parlamento, el lugar desde el que vivirá las elecciones presidenciales -previstas para el segundo semestre-, un proceso decisivo que él, como jefe de la delegación oficialista en las negociaciones del Ejecutivo con la oposición, está ayudando a diseñar.

Cuando este psiquiatra de 58 años habla, lo hace en nombre de los diputados, del gobernante Partido Socialista Unido (PSUV), de la mesa de negociación que mantiene el Ejecutivo con el bloque opositor reunido en la Plataforma Unitaria Democrática (PUD), del mismísimo Nicolás Maduro, en fin, predica desde el poder.

Con esa manera de actuar, Rodríguez ha aceptado mantenerse en lo más alto de la Cámara, la trinchera en la que mueve los hilos para dar relieve a los planes de Maduro y pontificar en contra de la oposición, en coordinación con su hermana, la vicepresidenta ejecutiva, Delcy Rodríguez, con quien hace la dupla más fuerte de la política venezolana.

El diputado, en el puesto desde enero de 2021, es el jefe legislativo más poderoso que haya tenido el país en lo que va de siglo, con tentáculos en el Consejo Nacional Electoral (CNE), donde ocupó la Presidencia, en el PSUV, donde es visto como el faro en materia comicial, y en el Gobierno, al ser de los pocos que habla al oído a Maduro.

El mandatario dijo que Rodríguez es su «negociador plenipotenciario», un calificativo cuya vigencia fue renovada en 2023, cuando le agradeció por su papel en varios «logros», como el levantamiento de algunas sanciones al país o la liberación en Estados Unidos del empresario colombiano Alex Saab, a quien Caracas reconoce como un diplomático.

Asimismo, Rodríguez impuso en el Legislativo el tono del reclamo por el Esequibo, un territorio de casi 160.000 kilómetros cuadrados en disputa con Guyana, una pelea que desembocó en la convocatoria a un referendo unilateral en el que la inmensa mayoría de los que participaron aprobaron anexionarse la zona, que sigue controlada desde Georgetown.

En los últimos tres años, el político ha ratificado su calidad de hombre de confianza del chavismo, brindando un respaldo efusivo al Gobierno, al que estuvo ligado durante 13 años, y con ataques cada vez más virulentos al momento de responder a quienes cuestionan, dentro o fuera de Venezuela, a la revolución bolivariana y, especialmente, al jefe de Estado.

Buena parte del trabajo de este exalcalde de Caracas consiste en confeccionar las elecciones presidenciales de este año, en las que el chavismo se las juega todas, al tratarse de una contienda en la que volverá a participar la oposición tradicional, que se abstuvo en 2018, con un chavismo que arrastra altos índices de impopularidad, según encuestas.

Mientras la oposición pide «elecciones libres», Rodríguez dice que los comicios deben estar exentos de sanciones, algo en lo que trabaja intensamente a través de negociaciones con Washington -con la mediación de Catar-, con el objetivo de garantizar una chequera gorda antes de medirse en las urnas.

Asimismo, el hermano de la vicepresidenta ha jurado que la Unión Europea no observará los comicios, lo que viola los acuerdos suscritos en octubre pasado, cuando el Gobierno y la PUD fijaron condiciones mínimas para las presidenciales.

El legislador es recurrente en este tipo de declaraciones que hacen tambalear el proceso de negociación, mientras él sigue ante las cámaras pregonando el carácter infinito del proyecto político que respalda.

Como estratega consumado, Jorge Rodríguez seguirá acaparando los micrófonos con su narrativa y propaganda en el año que tiene por delante, tras lo cual, indefectiblemente, su próximo paso estará directamente vinculando al resultado de las elecciones.

SOCIEDAD

El discurso de Milei en Brasil, a la luz de un estudio clásico sobre el populismo económico latinoamericano

La secuencia que describió en su alocución el mandatario argentino tiene similitudes con las “fases” que describieron hace más de 30 años dos prestigiosos economistas. Pero también hay diferencias, desde la política cambiaria hasta las motivaciones políticas

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Javier Milei CPAC Brasil
Argentina’s President Javier Milei gestures during the CPAC Brazil conference in Camboriu, Santa Catarina State, Brazil on July 7, 2024. Conservative Political Action Conference (CPAC) is a political conference attended by conservative activists and elected officials. (Photo by EVARISTO SA / AFP) (EVARISTO SA/)

Así como en lo político el discurso del presidente Javier Milei ante la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) en Brasil, se inmiscuyó en la política brasileña calificando de “persecución judicial” las causas contra el exmandatario Jair Bolsonaro, pero se cuidó de cargar directamente contra el actual, Lula da Silva, al que en otra oportunidad había calificado de “corrupto”, en lo económico siguió la línea de un muy citado paper de principios de los 90s de dos académicos muy conocidos en América Latina, el difunto economista (alemán de nacimiento y norteamericano), Rudiger Dornbusch, y el chileno Sebastián Edwards.

Milei definió los “programas socialistas” de América Latina como una “receta para el desastre”. Según enumeró, parten de una situación de bonanza, con economías ordenadas y un contexto internacional favorable, pero se enamoran de la supuesta bonanza y emprenden un derrotero hacia el desastre: aumento del empleo público y de los subsidios y el gasto y luego de los impuestos para intentar cubrir el consiguiente déficit, con lo que espantan la inversión. A posteriori, siguió Milei, se “consumen los stocks”, se endeudan y cuando agotan el crédito recurren a la emisión monetaria. Mientras, inventan “regulación sobre regulación”, creando negocios para “la casta prebendaria”. Lo que nunca resuelven, dijo Milei, es el “círculo vicioso” de exceso de gasto público, déficit fiscal y emisión.

Colección de culpables

“El costo lo paga la gente que los socialistas dicen proteger, pero quieren esclavizan para permanecer en el poder”, acusó Milei. En eso consisten, afirmó, el “Socialismo del siglo XXI”, el “Foro de San Pablo” y el “Grupo de Puebla”, y para subrayarlo afirmó que en los últimos 70 años en la Argentina la Base Monetaria argentina se multiplicó “25.000 trillones de veces”, cifra a todas luces exagerada, incluso si se interpreta la palabra “trillones” como derivada del trillion inglés, que en español es “billón” (millón de millones).

Más allá de eso, la secuencia descripta por el mandatario argentino sigue las líneas del paper “Macroeconomía del Populismo”, de Dornbusch y Edwards, de principios de los 90s. Notablemente, una de las notas a pie de página de ese ensayo remite a un trabajo de Federico Sturzenegger, alumno de Dornbusch en el prestigioso “Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).

Dornbusch y Edwards describen las experiencias populistas en América Latina afirmando: “una y otra vez, en un país como en otro, los gobernantes han aplicado programas económicos que recurren en gran medida al uso de políticas fiscales y crediticias expansivas y a la sobrevaluación de la moneda para acelerar el crecimiento y redistribuir el ingreso y a la sobrevaluación de la moneda para acelerar el crecimiento y redistribuir el ingreso”. Paradójicamente, una cada vez más extendida crítica de los economistas argentinos a la actual política económica es, precisamente, que está recurriendo a la “sobrevaluación de la moneda”.

El presidente de Argentina, Javier Milei, participa en la conferencia del Conservative Political Action Conference (CPAC), este domingo en Balneário Camboriú, estado de Santa Catarina (Brasil). EFE/ André Borges
El presidente de Argentina, Javier Milei, participa en la conferencia del Conservative Political Action Conference (CPAC), este domingo en Balneário Camboriú, estado de Santa Catarina (Brasil). EFE/ André Borges (EFE/Andre Borges André Borges/)

Más allá de esa curiosidad, lo cierto es que el paper refiere que después de un breve período de crecimiento “surgen cuellos de botella que provocan presiones macroeconómicas insostenibles y que finalmente conducen al derrumbe de los salarios reales y a graves dificultades de la balanza de pagos”. El resultado final, resumen, es “una inflación galopante, la crisis y el colapso del sistema económico” tras lo cual “no queda más opción que instituir un programa de estabilización drásticamente restrictivo y costoso, por lo regular con el auxilio del FMI. El carácter autodestructivo del populismo es evidente en la gran declinación del ingreso per capita y los salarios reales en los últimos días de estas experiencias”.

Condiciones iniciales y fases del populismo

Al igual que el discurso de Milei, el trabajo de Dornbusch y Edwards, describe “condiciones iniciales” y “fases del populismo”. Pero no describe el punto de partida como “bonanza” sino más bien como una situación de insatisfacción popular con los resultados de la economía: “crecimiento moderado, estancamiento o depresión franca, debido a esfuerzos de estabilización anteriores”, un marco político propicio al modelo populista, cuya secuencia, ya en el poder, recorre 4 “fases”.

  1. Mediante políticas “expansivas” de gasto y subsidios elevan la producción, los salarios reales y el empleo, mostrando un aparente éxito. “Los controles aseguran que la inflación no sea un problema, y las importaciones alivian la escasez. La disminución de los inventarios y la disponibilidad de importaciones (financiadas mediante desacumulación de reservas o la suspensión de los pagos externos) absorben la expansión de la demanda con escaso efecto en la inflación.
  2. Aparecen cuellos de botella en la economía debido a una fuerte expansión de la demanda de bienes nacionales y a una creciente falta de divisas. Mientras que la reducción de los inventarios fue un aspecto esencial de la primera fase, los bajos niveles de los inventarios y su reposición constituyen ahora una fuente de problemas. Se hacen necesarias las correcciones de los precios y la devaluación, el control de cambios o el proteccionismo. La inflación aumenta de manera significativa, pero los salarios se mantienen. El déficit presupuestario empeora enormemente como resultado de los subsidios generalizados a los bienes de consumo básico y las divisas.
  3. La escasez generalizada, la aceleración de la inflación y la insuficiencia de divisas llevan a la futa de capitales y la desmonetización de la economía. El déficit fiscal aumenta fuertemente debido a la caída de la recaudación y el costo de los subsidios. El gobierno intenta estabilizar reduciendo los subsidios y devaluando: los salarios reales caen drásticamente y la política se torna inestable. “El gobierno se encuentra en situación desesperada”.
  4. Un nuevo gobierno intenta una estabilización ortodoxa, usualmente con un programa del FMI.

“Cuando todo haya terminado, el salario real habrá bajado hasta un nivel significativamente menor que el prevaleciente cuando se inició todo el episodio. Además, esa declinación será muy persistente, porque la política y la economía del experimento habrán deprimido la inversión y promovido la fuga de capital. Lo extremo de las declinaciones de los salarios reales se debe a un hecho sencillo: el capital es móvil a través de las fronteras, pero la mano de obra no lo es. El capital puede huir de las malas políticas, pero los trabajadores están atrapados. El desmantelamiento final es acompañado a menudo por grandes cambios políticos, incluido el derrocamiento violento del gobierno”, escribieron hace más de 30 años los autores del trabajo.

Patricio Aylwin, primer presidente de la "Concertación". Detrás suyo, Augusto Pinochet, que mantuvo durante años el cargo de "Senador vitalicio". Fue el inicio del verdadero "milagro económico" chileno
Patricio Aylwin, primer presidente de la «Concertación». Detrás suyo, Augusto Pinochet, que mantuvo durante años el cargo de «Senador vitalicio». Fue el inicio del verdadero «milagro económico» chileno

A diferencia de Milei, Dornbusch y Edwards no atribuyeron el populismo a una maldad intrínseca de los gobernantes ni los (des)calificaban de “socialistas”. Por el contrario, escribieron, “no tenemos duda acerca de la sinceridad de los gobernantes que emprendieron estos programas y compartimos su preocupación por la distribución del ingreso y el alivio de la pobreza. Sin embargo, es precisamente la sinceridad de estos gobernantes lo que hace urgente la necesidad de discernir exactamente cómo y por qué fallaron los programas”.

Una nota final, esperanzadora, refería la entonces naciente experiencia de la “concertación” chilena, que había llegado al poder en Chile, tras 15 años de dictadura pinochetista.

Así decía: “un interrogante es si los países tienen una memoria económica y política que les permita aprender de sus propios errores. Los recientes acontecimientos de Chile, donde el nuevo gobierno democrático que llegó al poder en marzo de 1990 afrontaba presiones urgentes e inmediatas para mejorar las condiciones sociales de los pobres, arrojan nueva luz acerca de este tema. Los informes del equipo económico del nuevo gobierno chileno y el programa económico de la coalición gobernantes —que incluye a muchos de los partidos de la Unidad Popular de Allende—, sugieren que en ese país se han absorbido algunas de las lecciones más importantes en lo referente a la elaboración de la política económica. En efecto, las nuevas autoridades han destacado reiteradamente la necesidad de mantener el equilibrio fiscal y de perseguir metas de redistribución mediante políticas microeconómicas específicas”.

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