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SOCIEDAD

La marcha de la CGT puso al peronismo bonaerense en la calle con Kicillof y Máximo Kirchner en el centro de la escena

El gobernador fue escoltado por un grupo de intendentes, mientras que el presidente del PJ bonaerense estuvo con La Cámpora. Distintos caminos para un mismo objetivo

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Cerca de las 13.30 una de las columnas de militantes La Cámpora ya estaba apostada en la esquina de Montevideo y Bartolomé Mitre. Todavía faltaba casi una hora para que en la Plaza de los Dos Congresos los oradores del multitudinario acto convocado originalmente por la CGT hablaran. El acceso a la plaza era imposible. Una hora antes, el gobernador bonaerense Axel Kicillof, bajaba de su camioneta oficial y llegaba al bar Azteca, en el cruce de las calles México y Lima. Lo esperaban intendentes de distintos municipios bonaerenses y funcionarios del gobierno provincial. Kicillof y el presidente del PJ bonaerense y jefe de La Cámpora, Máximo Kirchner no se cruzarían; pero el peronismo bonaerense -en sus diferentes expresiones- volvía a la calle.

La marcha de esta tarde fue una fuerte demostración de poder del sindicalismo que terminó reuniendo a diferentes sectores que rechazan las medidas económicas y políticas impulsadas por el gobierno nacional en este poco más de primer mes de mandato, que ya se materializaron en el DNU para desregular la economía y en la llamada Ley Ómnibus. En ese marco, volvió a poner al peronismo bonaerense activo; aunque en distintas terminales.

Kicillof llegó al encuentro de intendentes escoltado por sus funcionarios más cercanos. En la puerta del bar lo esperaban el ministro de Infraestructura, Gabriel Katopodis; el intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi y el ministro de Desarrollo de la Comunidad, Andrés Larroque. Dentro del local gastronómico que funcionó como punto de encuentro esperaban, la vicegobernadora Verónica Magario; los intendentes Mariano Cascallares (Almirante Brown), Ariel Sujarchuk (Escobar), Gustavo Menéndez (Merlo), Gustavo Barrera (Villa Gesell), Mario Secco (Ensenada), Fabián Calgiardi (Berisso) Leonardo Angueira (Punta Indio), entre otros.

intendentes peronistas en la movilización de la CGT
Algunos de los intendentes peronistas yendo en tren a la movilización

Como había contado Infobae, la mayoría de los intendentes llegó hasta el centro porteño en tren con la militancia para así evitar las requisas disputas por el ministerio de Seguridad a cargo de Patricia Bullrich. Los jefes comunales de la zona oeste lo hicieron todos juntos. Menéndez, Lucas Ghi (Moreno), Damián Selci (Hurlingham) y Mariel Fernández (Moreno), compartieron viaje.El intendente de La Plata, Julio Alak, se subió partió en tren desde la ciudad que gobierna. Estuvo acompañado por el ministro de Gobierno bonaerense, Carlos Bianco y nutrido grupo de militantes.

Katopodis hizo lo propio desde General San Martín. En el trayecto circuló un video cantando contra Milei. Luego, ya sobre la Avenida 9 de Julio, el ministro de Infraestructura tendría un altercado con la policía que quería liberar el tránsito.

Los intendentes y funcionarios cercanos a Kicillof encabezaron una columna delante de la facción del intendente de La Matanza, Fernando Espinoza. Llevaron un banner con la leyenda “La Patria no se vende”. Se los vio allí a Larroque, el ministro de Trabajo, Walter Correa; de Desarrollo Agrario; el intendente de Baradero, Esteban Sanzio; la intendenta de Carlos Tejedor, Maria Gianni; el periodista Roberto Navarro entre otros.

Axel Kicillof en la marcha de la CGT
Kicillof con intendentes y funcionarios provinciales

Kicillof ratifica así la oposición política a las medidas del gobierno nacional. El otro gobernador que está en esa senda es el riojano Ricardo Quintela. De hecho sobre la Avenida de Mayo y en la Plaza de los Dos Congresos, había pasacalles que solo decían La Rioja. El sello del gobernador.

La presencia de Máximo Kirchner en la columna de La Cámpora sorprendió. Si bien se esperaba presencia de La Orga, no estaba confirmado que el diputado nacional vaya a decir presente hasta que ya entrada la tarde se hizo presente. Bien cerca de La Cámpora también se movilizó Nuevo Encuentro. En este nuevo tiempo político, Kirchner viene dando esporádicas presentaciones públicas. Su trabajo pasa básicamente por reuniones en el Congreso. Días atrás participó de una reunión con organizaciones ambientales que rechazan los puntos que propone la Ley Ómnibus. También recibió al ex titular de Vialidad nacional y dirigente peronista de Cañuelas, Gustavo Arrieta.

Cerca del Congreso, Kirchner estuvo escoltado por La Cámpora pura. Los senadores nacionales, Eduardo de Pedro y Mariano Recalde; los intendentes Julián Álvarez (Lanús) y Damián Selci (Hurlingham); la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza; el ministro de Salud, Nicolás Kreplak -a cargo también de la logística de atención médica propia-; la ministra de Ambiente bonaerense, Daniela Vilar; las diputadas nacionales, Lorena Pokoik, Coty Alonso, Florencia Carginano; su par Matías Molle; la ex legisladora y secretaria general de la organización, Lucía Cámpora; entre otros integrantes históricos La Cámpora como Rodrigo “Rodra” Rodríguez o el ex secretarios de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla.

Paro general 24E - la campora
La Cámpora tuvo su columna

La disposición de los diferentes dirigentes del peronismo bonaerense en lo que fue la marcha fue espejo de una discusión interna que por momentos emerge y por momentos se aplaca. Por ahora, todos coinciden en que el cuadro de situación -es decir la conducción y el rumbo político- es algo a discutir , pero “a futuro”.

La procesión de las columnas hacia la plaza fue difícil. En un momento, por los laterales de próximos al escenario el paso hacía un efecto embudo en el que no se podía caminar. Además, el plan tanto de Kicillof como de Kirchner no fue subir al escenario o quitarle protagonismo a los oradores del acto entre los que se destacó el discurso del cotitular de la CGT, Pablo Moyano y su advertencia: “El mismo Ministro de Economía, que fue socio de Macri, que fugó 45.000 millones de dólares, que tendría que estar desfilando por los tribunales dando explicación. Yo le digo que si lleva estas medidas económicas se ajuste, de hambre, de despido, los trabajadores, los jubilados y los más humildes lo van a llevar en andas al ministro de Economía pero para tirarlo al Riachuelo”.

Tras la movilización, La Cámpora emitió un comunicado en el que cargó contra los ministros nacionales Nicolás Caputo (Economía) y Patricia Bullrich (Seguridad) a quienes los caracterizó como “el binomio perfecto para el presidente Milei: Ajuste y represión para garantizar un gobierno que vio en las calles la primera manifestación masiva de un pueblo que no votó para empobrecerse, sino para vivir mejor”. Un texto que cerró: “No es el gobierno de Milei, es el gobierno de Macri”.

El Frente Renovador, el espacio político de Sergio Massa, también participó de la movilización. Intendentes, legisladores nacionales y bonaerenses se concentraron en el cruce de las calles Córdoba y 9 de Julio y desde allí marcharon hacia el Congreso, aunque tampoco hubo contacto ni con el resto de los intendentes y funcionarios provinciales ni con La Cámpora. “Marchamos porque este gobierno en muy poco tiempo quiere transformar de raíz la Argentina y eso solo se puede hacer conversando, dialogando con todos y con todas”, expresó la ex presidenta de AySA y dirigente del FR, Malena Galmarini.

SOCIEDAD

Mundos íntimos. Parir en el extranjero: cómo es ser madre en otro idioma y que te consideren poco abnegada

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Dislocar: verbo transitivo. Sacar de su lugar. Referido a huesos y articulaciones, usado más como pronominal

La maternidad te saca de lugar. Te descoloca pero, sobre todo, te disloca: las dislocaciones (o luxaciones) son lesiones en las articulaciones que arrancan los extremos de los huesos y los sacan de su posición. Te arranca los extremos –todos los extremos– y te deja en carne viva. Por estar en una posición otra, la maternidad es una forma de exilio. Te posiciona fuera del yo. En la maternidad una persona se pierde. Es como tantear la niebla en la oscuridad; una penumbra que enmaraña el sentido. Lo que digo no es una novedad. Con una amiga querida intercambiamos experiencias maternas y llegamos a la misma resolución. La maternidad como exilio fue una nota concluyente. Ser mamá es deslizarse por una geografía empinada, foránea, que estalla de manera constante porque en sus pliegues yacen artefactos inexplorados, harto inflamable y predominantemente explosivos. Un tobogán de la sinrazón.

Cuando digo maternidad no intento excluir al padre, al pater, la paternidad. No hay política detrás de este texto excepto toda política que ineludiblemente acompaña todo texto. Pero quiero hablar desde mi voz de mamá, la mamá que devine viviendo en el exilio. Por cierto, decir exilio merece una aclaración. Desde hace muchos años que escribo sobre los dislocamientos, sus poéticas y articulaciones –esas figuraciones lesionadas, esos arranques deshuesados– provocadas por el exilio. Pero exilio es un término controvertido. No dejé mi lugar de origen por alguna forma de persecución ni me vi forzada a pedir refugio político. Nadie me obligó a irme. Nadie me enajenó. Dejé mi patria porque, como muchos, busqué oportunidades en circuitos más amplios de conocimiento, en sitios con economías hasta cierto punto estables, en instituciones académicas que me expusieran a una matriz de saberes amplios y diversos que, entonces, no detectaba en mi cercanía.

Para Gisela Heffes, había prácticas de tratamiento del embarazo que parecían distintas a las conocidas, pero había que aceptarlas y disfrutar la “dulce espera”.Para Gisela Heffes, había prácticas de tratamiento del embarazo que parecían distintas a las conocidas, pero había que aceptarlas y disfrutar la “dulce espera”.

Un combinado de posibilidades. Pero de un modo u otro dejar la tierra de origen es una experiencia liminal. Y aunque sin duda la mía fue una experiencia hasta cierto punto “privilegiada”, no es fácil ni fue fácil. La tierra a la que llegué no sustituyó la que dejé, pero tampoco me fue enteramente ajena. Devino un sitio en donde el cuerpo, la voz, la mirada, me obligaron a moverme, a hablar, a ver y observar, a escuchar y sentir desde una posición inédita, en la que no me había apostado previamente y que revelaba mi condición de neófita. El decir y oír palabras inexploradas –a pesar de conocer la lengua– el mirar, oler, sentir, palpitar, y reaccionar con el cuerpo atravesado por una topografía física, mental, psicológica, emocional e incluso epistemológica u ontológica, me atiborró con la torpeza típica del principiante.

Me gusta la idea de dislocamiento a pesar de tantas otras opciones (desarraigo, destierro, desplazamiento, exilio voluntario). Imagino un dislocamiento del hombro, de la cadera. Ese dolor intenso que impide que el lenguaje se manifieste. O que se manifieste en toda su plenitud.

Maternidad. 1. f. Estado o cualidad de madre.

Dar a luz fuera de la tierra de origen, dislocada sin ser forzada a partir, dejar la patria –que en un mundo ideal sería matria: ese matriarcado ansiado, un regreso al oikos que te arropa, te envuelve, te abriga y te nutre. Del griego, oikos significa “casa”. Dar a luz, parir: experimentar un estado o cualidad de madre permanente. Vivir en el exilio del yo. Y habitar otro exilio, el del cuerpo que se mueve en otra lengua –y otra tierra. Un yo fuera del yo fuera del cuerpo. Esa posición física enajenada que yace fuera de sí también determina al lenguaje. Y lo define. El sonido que el cuerpo emana, por ejemplo, varía de frecuencia, y, de igual modo, la vocalización y la cadencia. Si la maternidad es exilio, el desalojarse del cuerpo-territorio en la que una persona nació (yo, en este caso) ¿cómo es ser madre en el exilio? ¿Cómo es ser madre en otra lengua? ¿Cómo es parir en inglés (o para el caso francés, alemán, chino, hebreo, rumano, etc…)? ¿Y cómo es el cuerpo cuyo vientre fecundo te obliga a desplazarte con el soplo de otro ser que te habita?

Gisela Heffes con su hija. Ahora tocaba educarla, pero sin resignar su carrera profesional.Gisela Heffes con su hija. Ahora tocaba educarla, pero sin resignar su carrera profesional.

Regresemos en el tiempo. La mujer está embarazada. Antes, tuvo un aborto espontáneo (no me gusta “aborto espontáneo”, prefiero el término miscarriage, en inglés, porque el mis que precede al carriage concentra pérdida, acumula vacío y solidifica dolor). Pero mis(s) no sólo atañe al verbo “perder” sino también “extrañar”. Es perder esa carga preciada, pero extrañarla. Añorarla aún sin llegar a ser. Extrañarla tremendamente. La mujer que ensaya ser madre regresa al ginecólogo y, por fin embarazada, acoge la noticia de que su bebé es un breech baby. La ignorancia por no saber cómo lo llaman en su tierra la abruma. Recurre al diccionario. El vacío se redobla con la ausencia de referentes. ¿Cómo le dicen al breech baby en Argentina? Una enciclopedia sugiere bebé de nalgas. Pero en Argentina no se usa la palabra “nalgas”. Ese diccionario apunta a otro español. Un español disonante para la madre. Misma lengua pero no. Un ¿bebé de culo? ¿De cola? ¿De trasero? La madre de la madre le explica que ella también fue un bebé de culo-cola-trasero-nalgas. Que se dio vuelta antes de nacer. Que el obstetra –esos de antes, que hacían magia sin someterte a una cesárea– la sacó con sus habilidades magistrales por la cola un 26 de noviembre de 1971 en la clínica Marini (ya no existe). Pero en EEUU, un bebé de culo-cola-trasero-nalgas requiere cirugía.

La obstetra le sugiere que den vuelta a su bebé antes de dar a luz (“dar a luz”, otra expresión que no encuentra equivalente en inglés). Esa operación sin cirugía pero con las propias manos de la obstetra la titulan, en la tierra que ahora habita, External Cephalic Version (ECV). Google Translation le ofrece una traducción bastante literal: “versión cefálica externa”. Este procedimiento consiste en dar vuelta con la mano experta de la obstetra al bebé, sin cirugía, en el hospital, y conectada la madre a múltiples monitores. Pero, y a pesar de someterse a tal ejercicio dactilar, el bebé volvió a darse vuelta.

Inconsciente de este gesto rebelde y contestatario que se efectuaba en su vientre enorme y cilíndrico, cuando las contracciones llegaron, y la beba de culo-cola-trasero-nalgas rebotaba contra el umbral del canal de parto, hubo que aceptar que tendría una cesárea pese a tanto y pese a todo. Le ataron las muñecas; la crucificaron en una camilla horizontal. La desnudaron y la volvieron a cubrir con sábanas de papel esterilizado. Abrieron un hueco en forma de rectángulo al que se arremetieron, médicos y enfermeras, con tijeras metálicas, bisturís, agujas e hilos, para arrancar, con vida y rozagante, el cuerpo pequeño de su hija. La madre no recuerda si gritó en inglés, español o castellano. Si sus lágrimas exaltadas y eufóricas desplegaban un rictus idiomático local o extranjero, o se expandían, como el cuerpo trémulo, a la emoción desenfadada y feliz de la maternidad.

Amamantar. 1. tr. Dar de mamar. Sin.: lactar, atetar.

Lo primero que la madre nota, cuando recobra la conciencia, es a su beba en su pecho llorando, y a su lado, una enfermera con uniforme diferente que la espía desde un costado del ojo. La madre tiene la lengua un poco atascada. Le habla, quien sabe en qué idioma, pero a la enfermera parece no molestarle. Su misión es otra. No es policía de la lengua sino policía de la teta. Deposita unos folletos sobre la mesada junto a la camilla. La mira ahora de manera un poco más directa. Desde un centro que se despliega hacia adentro. La madre no puede percibir, exactamente, de qué se trata. En inglés, le pregunta si considera amamantar a su hija. Por qué no, piensa la madre, pero no alcanza a decir nada ya que el dolor intenso del posoperatorio, sumado al llanto de su hija, que la perturba, no le permite extender su concentración más allá de esa órbita precisa. Le habla y le explica, agarrando su pecho y llevándolo a la boca de su hija que llora incansable de hambre y destierro, que si no le da la teta, la beba, tu beba, no se desarrollará saludablemente. No hay nada como la leche materna, remata. La madre cierra los ojos por un instante, aún bajo los efectos de los narcóticos que le inyectaron para paliar el dolor, para tajarla, y para inducir a su hija, y no logra entender por qué algo tan natural y orgánico de repente se torna una imposición cuasi fascista. La mujer le lastima el seno al obligarla a darle de mamar a su hija, y cuando la madre cobra un suspiro de lucidez, la empuja fuera de sí y le pide que se vaya. No recuerda si lo hizo en inglés, español o castellano. Lejos de la vigilancia insidiosa de la mujer, madre e hija se enredan indivisibles en un hálito sin palabras.

Migrante; migrar. 1. intr. Trasladarse desde el lugar en que se habita a otro diferente. Sin.: emigrar, inmigrar, mudar.

En el país que habito, muchas mamás tienden a ser abnegadas. Conozco unas cuántas profesionales que archivaron el título de abogacía en el cajón luego de parir. Nuca supe si aquella abnegación es un vehículo inconsciente para autoconvencerse de que su rol de madre acredita tal sacrificio, o un cálculo meramente económico frente al alto costo de las guarderías o niñeras. Puede ser además la influencia puritana, que late en cada recoveco de esta tierra. En todo caso, ser madre que trabaja es otra forma de habitar el exilio, en el exilio mismo. A veces su hija dice I love you, mom! Pero cuando le recrimina que está “trabajando” y no le dedica su tiempo incondicional a ella, la desacredita con un lapidario never mind. ¿Acaso yo fui grosera, de chica? se pregunta sabiendo que la respuesta es afirmativa. ¿Acaso es esto el efecto búmeran de la genética? ¿O es algo que ella mamó de mi teta cuando apenas era una beba? Le responde en castellano, español, inglés. Por la noche, la arropa con un fragmento de Dailan Kifki. Good night, dice la hija, contenta. Ta mañana, responde la madre. Y así, cada día, mes, año, en el exilio de la vida y en la vida del exilio, entre lenguas que se rozan y confunden, entre gestos y muecas y ademanes disonantes.

Enfocar. 1. tr. Hacer que la imagen de un objeto producida en el foco de una lente se recoja con nitidez sobre un plano u objeto determinado. Ant.: desenfocar.

Parir en el exilio se asemeja a un impulso por encuadrar la experiencia presente en un marco obstinado en borrarse. Es vivir fuera de foco: la guardería y el colegio, los amigos y las vacaciones, la salud, la terapia, la ortodoncia, la pubertad, la ropa, los modos de comer y de vestirse, de hablar, pararse, esperar, saludar. Desde mi nervio óptico, echar los cimientos en una esfera otra es transcribir las vivencias íntimas e inalienables en un intento por delimitar el foco, enfocar lo que no cabe en el marco del lente porque el marco es, en efecto, otro, el medium es otro, el plano es otro. Pura divergencia. Una existencia en continua asonancia. En la esfera que es la tierra que uno habita, el ser madre, parir, amamantar, cuidar, abrigar, cantar (“Manuelita vivía en Pehuajó” y “The Itsy Bitsy Spider”) es anidar lo recóndito. Gravitando al ras del suelo, los huesos arrebatados de cuajo y sus extremos dislocados ovillan el cuerpo desterrado, su voz, la mirada, los pies. Las manos. Y en el gravitar, esparcen semillas ansiosas de ímpetu y arraigo.

Gisela Heffes es escritora y enseña literatura y cultura latinoamericana en la universidad de Johns Hopkins. Sus publicaciones más recientes son el ensayo crítico “Visualizing Loss in Latin America: Biopolitics, Waste, and the Urban Environment” (2023), las novelas “Ischia” (Deep Vellum, 2023), “Cocodrilos en la noche” (2020; 2023), el poemario bilingüe “El cero móvil de su boca / The Mobile Zero of Its Mouth” (2020) y “Aquí no hubo ni una estrella” (2023). Es co-editora de “The Latin American Ecocultural Reader” (2020), “Pushing Past the Human in Latin American Cinema” (2021), “Un gabinete del futuro” (2022) y “Turbar la quietud” (2023).

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