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SOCIEDAD

La vida en podcast: los recomendados de diciembre

Cada mes, una guía de la radio del siglo XXI, con contenido direccionado al gusto y necesidades del público. Para oyentes, devotos y también para desconocedores de un formato que no para de crecer

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Podcasts Diciembre

Cecilia, la desaparecida que llama

Cecilia Viñas fue secuestrada junto con su marido, Hugo Penino, el 13 de julio de 1977. Un grupo que se identificó como “Coordinación Federal” le pidió al portero que abriera la puerta del edificio donde vivía la pareja. En el noveno F no había nadie y allí se quedaron esperando a que regresen. Cuando Cecilia y Hugo volvieron a su hogar los secuestraron. Hasta ahí, una historia típica de la época oscura y trágica de la dictadura militar argentina. Otros jóvenes desaparecidos.

Pero hubo algo que lo convirtió en un caso único. Seis años después del secuestro, Cecilia Viñas comenzó a llamar por teléfono a su familia. Diez días después de la asunción de Alfonsín, en diciembre de 1983, sonó el teléfono del padre de Cecilia y cuando atendió escuchó la voz de su hija.

El Centro de Producciones Radiofónicas (CPR) tomó este caso para su podcast Cecilia. La desaparecida que llama. El CPR es un colectivo de producción, experimentación, investigación y capacitación dedicado a la radio. Está integrado por periodistas, investigadores, creativos, narradores, diseñadores, productores radiofónicos de diferentes países de Iberoamérica como Argentina, Perú, Uruguay, Madrid, Colombia, Chile y España.

Son cinco capítulos que cuentan con un material único: la familia de Cecilia consiguió grabar una de sus llamadas por lo que en la serie se escucha su voz y el desgarrador y algo confuso diálogo que tuvo con su madre en una de sus conversaciones telefónicas.

Para aquellos de nosotros nacidos después de la dictadura, puede resultar revelador que durante el gobierno de Alfonsín los militares seguían teniendo bastante poder. Algunos términos que se oyen durante la llamada (“nos trasladan”) también sorprenden porque evidencian que seguía habiendo personas secuestradas en democracia.

El relato se construye con las voces de su madre, su padre, su hermano, declaraciones de los juicios a los militares, de testimonios de secuestradas que conocieron a Cecilia, funcionarios del gobierno de Alfonsín y otras voces que no quiero spoilear. Una melodía de piano imprime suspenso y tristeza a la narración. La historia es tan potente y conmovedora que quizás algunos efectos sobran o se vuelven demasiado explícitos (las palabras con eco, los interrogantes). También la grabación (que es central para esta serie) quizás se repite demasiado en los diferentes episodios.

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Cecilia. La desaparecida que llama explica el contexto histórico-político con claridad y a través de esta historia desesperante y puntual, el oyente vuelve a dimensionar la escalofriante tragedia que vivieron los argentinos hace tan solo 40 años. Una serie muy oportuna para los tiempos que corren.

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De la playa a la guerra

El 7 de octubre de 2023, el grupo terrorista Hamas realizó un sorpresivo y sangriento ataque en Israel desde la franja de Gaza. El lanzamiento de cohetes y la invasión de camiones, motocicletas y parapentes tomaron por sorpresa a la comunidad israelí. Los militantes de Hamas se infiltraron en diferentes kibbutz asesinando a civiles y capturando a un gran número de rehenes. Al menos 1000 personas, entre hombres, mujeres, niños y bebés, fueron asesinados el primer día del ataque. Unos 50 milicianos provenientes de Gaza con uniforme militar mataron a unos 260 jóvenes que participaban en el festival de música Supernova.

El periodista argentino Julián Obaya leyó la noticia del ataque cuando estaba de vacaciones en Islantilla, una playa en Andalucía, España. Enseguida decidió contactarse con el canal de noticias donde trabaja en Buenos Aires y se ofreció a viajar para realizar una cobertura periodística desde Israel, algo que efectivamente sucedió y le dio el título a esta serie: De la playa a la guerra. Obaya se despidió entonces de su hermana, a quien visitaba en Islantilla, y emprendió su recorrido hasta llegar, finalmente, a Israel.

La serie está dividida en cinco episodios de cinco minutos cada uno, una duración que ya es marca personal de Interés General Podcast, la productora que dirige la serie. Al relato en primera persona del periodista en su debut como corresponsal de guerra, se suman los testimonios de su hermana, las notas de voz que intercambia con sus colegas desde la redacción del canal en Buenos Aires, los testimonios de otros periodistas que Obaya conoce durante su cobertura y los crudos relatos del horror cotidiano de personas que viven en Israel.

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8 que cuentan

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¡Qué lindo escuchar algo tan bien hecho! La bajada de esta serie es “Literatura latinoamericana en tus oídos” y esta primera temporada se centra en lo que se está escribiendo hoy en Uruguay. Se trata de ocho cuentos elegidos con un criterio “estético, generacional y paritario”, como explican sus creadores.

Un gran desafío de las ficciones contemporáneas pasa por la elección de actores y sus interpretaciones. En 8 que cuentan, los actores Gabriela Pérez y Gustavo Saffores realizan un trabajo sobresaliente y es un placer escuchar las ficciones uruguayas interpretadas por ellos.

El proyecto, que fue ganador de los Fondos Concursables del MEC de Uruguay, es dirigido por Nausícaa Palomeque, profesora de Literatura y periodista uruguaya. Junto con los ocho episodios de cuentos se realizó además un libro en braille y en macrotipo para ser distribuido de manera gratuita en los liceos públicos de Uruguay, donde hay estudiantes con ceguera y baja visión.

Los cuentos interpretados en esta primera temporada fueron escritos por los uruguayos Martín Bentancor, Fernanda Trías, Inés Bortagaray, Carolina Bello, Rosario Lázaro, Martín Lasalt, Pedro Peña y Horacio Cavallo.

Otra arista clave para que las ficciones funcionen es el diseño sonoro y esta ficción muestra un trabajo impecable en manos de un experto. Daniel Yafalian es compositor y sonidista y ha trabajado haciendo música y diseño de sonido para cine y audiovisual. Hay paisajes sonoros de los diferentes lugares de Uruguay, como el bosque, la playa, la ciudad, el campo. Hay grillos, corridas, cuchilladas, caídas, todos los sonidos de los cuentos fluyen con naturalidad y acompañan el relato imprimiéndole realismo.

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Traidores del arte

El primer episodio es imperdible. Sobre todo para los que desconocen el caso. Se titula “No soy un ladrón, soy un artista” y es una entrevista a Emilio Onfray, el artista chileno que, cuando tenía 20 años, se llevó el Torso de Adele, una escultura millonaria de Auguste Rodin, del Museo Nacional de Bellas Artes. Al otro día la devolvió y aseguró que no era un robo, sino un hecho artístico. Ahora, 18 años después, el protagonista del robo de arte más importante de Chile cuenta su historia.

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El podcast es conducido por la periodista Claribel Terré Morell, directora de la revista Be Cult, quien en cada episodio conversa con artistas, herederos, coleccionistas, historiadores, periodistas, escritores, ladrones, policías y detectives. Son todos casos de robos, falsificaciones, descubrimientos e investigaciones en el mundo del arte.

Otro episodio se centra en 19 pinturas al óleo realizadas por Goya que aparecieron en 1987 en una colección privada en Venezuela. En este caso, Terré Morell entrevista al artista venezolano Iván Candeo, que investigó el caso.

En vísperas navideñas también hay otro episodio sobre robos a museos el día de Navidad. Los dos robos de arte más importantes en museos de Argentina y México ocurrieron un 25 de diciembre. En este capítulo se analizan las similitudes y diferencias entre el robo al Museo Nacional de Bellas Artes, en Buenos Aires, y el Museo de Antropología de México.

Traidores del arte es una producción de Be Cult en alianza con Wetoker. A pesar de una calidad de sonido no es la mejor, se tratan de episodios divertidos y atrapantes para todas las personas interesadas en el mundo del arte.

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Juro por Apolo

Historias de medicina en formato de podcast documental. Es una de las nuevas apuestas de Erre Podcast, la productora rosarina responsable de series como La segunda muerte del dios punk y ¿Dónde está Paula

Se trata de un documental narrativo de seis episodios, producido para la Fundación Ciencias Médicas de Rosario, que propone un recorrido por hechos clave de la historia occidental de la medicina. El objetivo es ambicioso y se enfrentaron al desafío de traducir a lenguaje sonoro estos hitos de la medicina sin que pierda dinamismo ni la atención del oyente. A diferencia de otro tipo de podcasts, Juro por Apolo es una serie para escuchar con atención y sin mucho multitasking. Los primeros tres episodios se centran en la creación de las vacunas: sobre la primera de la historia, sobre la distribución de la vacuna alrededor del mundo y sobre los ensayos clínicos y la eficacia de las mismas.

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La serie cuenta con los relatos de Oscar Bottasso, doctor en medicina, investigador del Conicet y apasionado del arte. Bottasso fue también el encargado de la investigación y de la información que luego el guionista Luciano Redigonda adaptó para el podcast. Para “ablandar” un poco la data dura y esta serie sobre la historia de la medicina, los creadores recurrieron a escenas ficcionales y adaptaciones de piezas clásicas para explicar de una manera más didáctica y aportar algo de humor.

Para apasionados por la medicina o simplemente oyentes curiosos, Juro Por Apolo es una apuesta original e interesante.

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La chef que trabajó cama adentro y hoy tiene un restaurante único

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Alina Ruiz (45) nació y se crío en el campo. En el Chaco, donde el monte nativo empieza a fundirse con los límites de lo que más allá es el Parque Nacional El Impenetrable. En ese campo, la familia sembraba para vender y comía lo que sembraba. Y si el tomate no se vendía, se hacía salsa del desperdicio.

“Lo que pasó años después con mi restaurante de kilómetro cero no es que fui una iluminada, eso es parte de mi vida”, dice Alina.

No es de las chefs famosas de la tele, pero sí es de esas cocineras y cocineros que, lejos de las luces del centro y los brillos de las estrellas Michelin, hoy están escribiendo las páginas de la gastronomía argentina, que se redefine con la mirada a los productos y las técnicas locales.

Ruiz es la propietaria del único restaurante de autor de cocina por pasos en la provincia de Chaco. Lo que en Buenos Aires o Mendoza es un estándar de alta cocina, ella lo llevó a ese campo en la entrada del Impenetrable.

Antes, tuvo que recorrer un largo camino y una historia particular. Rompió el mandato familiar, trabajó como empleada doméstica en Buenos Aires para pagar su formación, volvió al pueblo con una idea innovadora que fue un éxito y hoy además lidera otro proyecto pionero en la zona que involucra a sus pobladores con la gastronomía.

Anna es el restaurante que Ruiz y su esposo tienen en la Finca Don Miguel, en las afueras de Juan José Castelli, una localidad a 260 kilómetros de Resistencia. En ese campo, Alina veía cómo su abuela materna era “una pequeña maquinita” que trabajaba sin parar, incluso a los pocos días después de haber dado a luz a cada uno de sus 14 hijos.

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Alina en su campo chaqueño, en el límite con El Impenetrable. Foto Instagram @alinaruizcocina

“Era una mujer diminuta de pelo muy largo y ojos celestes. Hablaba muy poquito. Pero era de compartir cosas desde el gesto de dar, nunca una caricita o contar un cuentito. Tenía otros gestos que te hacían ver que era una persona amorosa y daba”, recuerda a su abuela, la que hacía desde el pan a la ricota y limpiaba al patio con una escoba de yuyo, y a la que homenajeó con el nombre del restaurante.

En esa familia de productores rurales, que manejaban las dificultades del uso del recurso del agua y cultivaban a campo abierto las sandías, los zapallos y las plantas de cítricos, y en la huerta la rúcula, la lechuga y los tomates, Alina incorporó el valor de la tierra y del trabajo, y aprendió a cocinar. No recuerda cuándo exactamente: lo trae consigo. Sí recuerda que a los 12 se pagó el viaje de egresados vendiendo lo que cocinaba.

El amor a la cocina estuvo siempre, pero siempre también estuvo el mandato. Y como todas sus tías, ella también “tenía que ser maestra porque era un sueldo fijo”. No funcionó la docencia (entonces, o por esos carriles formales) y volvió a vender comida para juntar plata e irse a Buenos Aires con el sueño de estudiar en una de las escuelas de gastronomía reconocidas.

Pero cuando llegó a la Capital, se dio cuenta de que todo el dinero que había juntado en Chaco no le alcanzaba para nada. “Teniendo la experiencia de mis días que todas las que habían ido a Buenos Aires terminaron en casa de familia, ¿qué iba a hacer? Lo mismo”, cuenta.

Alina con dos pescados de río y su horno de barro. Foto Instagram @alinaruizcocinaAlina con dos pescados de río y su horno de barro. Foto Instagram @alinaruizcocina

Alina dice hoy que “siempre tuve suerte, un privilegio la realidad que me pasó”. Consiguió trabajo con “una familia adorable, cuidaba dos niñas y hacía las cosas de la casa” y así fue empezando a manejarse en la ciudad. No podía pagarse esa gran escuela, pero fue a un lugar “donde se daba cocina, electricidad, costura y un montón de cosas más. Sabía que me iba a dar una base”.

Compatibilizando el cuidado de los chicos, la limpieza de la casa y su propio estudio, logró anotarse ya en los primeros cursos específicos en la escuela del Gato Dumas. “Me mudé a Belgrano, con otra familia que tenía dos varones y ella había perdido un embarazo de una beba que se llamaba Alina. Fue muy sano para ellos y para mí. Nunca sentí la cosa de la soledad extrema porque siempre estaba ocupada. Cuando los chicos estaban en la escuela hacía la limpieza y cuando venían los ayudaba con la tarea, era como ser una mamá sin ser mamá”, rememora.

Durante mucho tiempo siguió en contacto con ambas familias y agradece “la insistencia de estos patrones” que la obligaban a estudiar, “’Si vos viniste a estudiar, no podés faltar’, me decían”.

Una mesa tendida en Anna. Es el primer restaurante por pasos del Chaco. Foto Instagram @alinaruizcocinaUna mesa tendida en Anna. Es el primer restaurante por pasos del Chaco. Foto Instagram @alinaruizcocina

Uno de ellos tenía una empresa de aviones privados y así Alina empezó a hacerles catering. También, comenzó a cursar sommellerie en la Escuela Argentina de Sommeliers. Sólo le faltó rendir los finales, porque tuvo que volver a Chaco por un tema familiar. Y ahí sí, con todo el bagaje de conocimientos y experiencia que había adquirido en Buenos Aires, Alina encontró la oportunidad: montar su propio restaurante.

“Era 2009 hice la primera cena con cinco personas en la casa con cimientos de barro de mis abuelos. Imaginate, menú por pasos, mesa comunitaria, no tenía cómo mandarle el menú al cliente. Mi hermana me había hecho un álbum de fotos anilladas pegadas sobre cartulina en las que iba a las casas de los potenciales comensales y les contaba lo que hacía. Eso era la tablet de hoy”, se ríe.

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En ese pueblo chico, los médicos, los bancarios, los profesionales que tenían la posibilidad de viajar y la cabeza abierta fueron, los reconoce, “mis community managers”. Así, Alina iba y venía y se generaba una expectativa por cuándo iba a ser la próxima cena, hasta que en 2017 pudo construir el restaurante y Anna se consolidó.

Helado de guayaba, uno de los platos que sirve la chef. Foto Instagram @alinaruizcocinaHelado de guayaba, uno de los platos que sirve la chef. Foto Instagram @alinaruizcocina

Puso mesas individuales, mantuvo la mantelería bordada por su mamá, trajo la cristalería de Buenos Aires y con los años fue enseñando qué era el maridaje y los varietales a un público local que solo conocía una de las marcas de Malbec más famosas. “Fuimos haciendo escuelita del paladar”, se enorgullece.

Anna nació con un menú por pasos y así sigue: por la noche, son siete, con productos de estación, técnicas e insumos del lugar, y también la tradición de los inmigrantes alemanes, rusos y checoslovacos que tanto ha impregnado en esa zona. Así, por ejemplo, puede servir un borsch con un papel de mandioca, niños envueltos de charque en hojas de repollo y un helado de cedrón. Al mediodía, el menú es más sencillo porque incluye además un recorrido por la huerta.

Ruiz en los jardines de Piedra Infinita, donde fue convocada a un evento con referentes de la cocina de toda Latinoamérica. Foto Gentileza Familia ZuccardiRuiz en los jardines de Piedra Infinita, donde fue convocada a un evento con referentes de la cocina de toda Latinoamérica. Foto Gentileza Familia Zuccardi

La calidad de su cocina y el respeto entre sus pares por su trabajo hizo que recientemente la convocaran para ser parte de Latinoamérica Cocina, un evento en Valle de Uco, en Mendoza, organizado por Familia Zuccardi en los jardines de su bodega Piedra Infinita.

Allí, se buscó revalorizar la cocina de olla que atraviesa toda la gastronomía del continente: ella cocinó kivevé, uno de los guisos más tradicionales de la Mesopotamia, y compartió line up con 20 chefs latinoamericanos de la talla de la argentina Narda Lepes y la colombiana Leo Espinosa.

Del Norte a Mendoza. Ruiz compartiendo estación con María Florencia Rodríguez, chef del restaurante jujeño El Nuevo Progreso. Foto Gentileza Familia ZuccardiDel Norte a Mendoza. Ruiz compartiendo estación con María Florencia Rodríguez, chef del restaurante jujeño El Nuevo Progreso. Foto Gentileza Familia Zuccardi

Al restaurante de Finca Don Miguel siguen yendo los vecinos de la zona, pero también muchos turistas: en la zona se está impulsando fuerte el turismo a través del trabajo de la Fundación Rewilding, que ya hizo un proyecto similar uniendo naturaleza, gastronomía y comunidades en los Esteros del Iberá.

En El Impenetrable, la fundación armó unos glampings con servicios de lujo, “pero la gente va a comer en la casa de barro de una de las mujeres de la zona, y hace kayak con los esposos de las mujeres y senderismo con sus hijos, y esto se extiende mucho más porque en otro corredor entran las tejedoras y los artesanos en madera y barro”, explica Alina, y contabiliza unas 200 familias que participan de esos programas.

Ella tiene allí un rol clave en el área de comunidades, interactuando con los pobladores. Cuenta que durante años se deforestó el monto nativo y que también se perdió la cuestión cultural de la siembra. Eso es sobre lo que ella trabaja: les lleva plantines a las familias, les explica cómo armar su huerta, los ayuda con el seguimiento. “En estos parajes tan alejados, estamos trabajando para que la gente cultive ahí lo que va a comer y no tenga que ir con las motos tantos kilómetros a buscar un tomate que cuando vuelven, ya es salsa”, grafica.

La huerta de Alina, que abastece al restaurante. Foto Instagram @alinaruizcocinaLa huerta de Alina, que abastece al restaurante. Foto Instagram @alinaruizcocina

Alina ama su lugar y lo que puede dar, y eso ama enseñar. Ahora que empieza el calor cierra el restaurante, como todos los años, y por primera vez se irá, con su equipo a hacer esa cocina del kilómetro cero a un lodge de pesca en la Patagonia. Y en el otoño, volverá al Chaco. No quiso ser docente pero ahora, uniendo las líneas en un círculo, se da cuenta de que terminó siéndolo.

“No quiero que nada me aleje de esto de ser maestra. Del contacto con la gente, de volverlos a su territorio, de contagiarlos y que vuelvan a trabajarlo y conocerlo, porque cuando más lo conocen lo pueden vender sin dañarlo. Creo en eso, en el contacto: eso es lo que nos hizo nacer y ser humanos. Esa es la clave y es sanador”, cierra.

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