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SOCIEDAD

Mundos íntimos. Consumí cocaína: creí que me quitaba inseguridades. Fue horrible, pero logré dejarla para ver qué más había en la vida.

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Alguna noche perdida de 2016. ¿Pero qué fue lo que te pasó con la cocaína?, pregunta ella. La conocí por una aplicación, le gusto, me quiere conocer. Debería haber escrito “adicto en recuperación”, justo debajo de “cinéfilo y amante de la vida al aire libre”, pienso. A ella le llama la atención que no tomo alcohol y sale el tema de la cocaína, yo en ese entonces no bebía, cumplía con todas las reglas de Narcóticos Anónimos. Fundí biela, respondo. No es suficiente para ninguno de los dos. ¿Qué es fundir biela?, repregunta con mayor intriga aún. No podía parar de tomar merca y un día no di más, contesto enojado, como si me hubiera ofendido. No le explico lo que significa “no poder parar”. No nos volvimos a ver.

Febrero de 1995. Pruebo la cocaína por primera vez durante unas vacaciones familiares en Brasil. Me gusta, sí. Tengo diecinueve años y la encuentro una noche con un amigo del viaje, buscamos marihuana y cómo no hay, cambiamos el plan. La paso bien, la vivo como una experiencia más del verano. En ese viaje, consumo solo una vez, no la vuelvo a cruzar en mucho tiempo.

Juan Pablo Cantini, en 1999 en Tailandia, cuando "sólo" consumía de noche.Juan Pablo Cantini, en 1999 en Tailandia, cuando «sólo» consumía de noche.

A mediados de 1997. Es una buena época de mi vida. Estoy cursando Comunicación Social, hago nuevos amigos, me va bien y disfruto de mis veintiún años. Quiero más. Trabajo en gastronomía, me inscribo en un curso de bartender y los fines de semana entro en el mundo de los bares. Me la vuelvo a cruzar. Cuando la veo, recuerdo la experiencia de Brasil y no dudo. Empiezo a consumir con gente que, me doy cuenta, ya está en problemas con la cocaína. Aun así, creo que no me pasará a mí. Yo la manejo, pero hay que tener cuidado, les digo entre saque y saque a mis compañeros de baños y canutos, ellos asienten con una sonrisa rígida. Es solo un consumo recreativo, yo soy más que esto, pienso. La coca es una compañera que ayuda a hablar fluido y da intensidad a las noches. Entonces me creo la idea de lucidez que simula y la tomo como un recurso. Así como un cigarrillo funciona para seguir estudiando un rato más durante la semana, la cocaína me sirve para rendir más en el trabajo, ganar seguridad y sentirme más interesante o más despierto los viernes y los sábados. Sin embargo, pronto, las noches de bares y los encuentros con amigos pasan a girar en torno a la coca. Paulatinamente deja de ser un recurso y pasa a gobernar primero mi trabajo como barman y luego todo momento de ocio. La cabeza quebrada y la sensación de angustia inaprensible de los domingos se naturalizan como parte lógica del precio por el tiempo robado. Secuelas contempladas en el “prospecto”, pienso.

Martes 5 de noviembre de 2013, a cuatro días de la muerte de mi mamá. Abro los ojos, la migraña es menor de lo esperado. No hay dolores nuevos. Reviso el celular, no me llamó nadie, pero al menos yo tampoco hice destrozos telefónicos. Son las nueve de la mañana, me levanto con la garganta seca por tanto pucho, la nariz congestionada, las ideas empastadas. Veo el plato sobre el escritorio. Encima, una compotera dada vuelta protege lo que queda de una bolsa de cocaína. De eso sí me acordé antes de caer casi desmayado en la cama, pienso. Entro al baño, me cepillo los dientes y me enjuago la cara con agua fría, hace meses que el calefón está roto. Hoy tengo que ir a una entrevista para un nuevo laburo como Community Manager en la Costa Atlántica, pero también tengo que escribir algo para el trabajo que todavía conservo. Ayer me pasé un poco, pienso. Pongo la pava en la hornalla y mientras se calienta el agua para el mate, vuelvo al cuarto, saco la compotera, aspiro dos líneas que quedaron de ayer. Solo esto, pienso. Guardo lo que queda de la bolsa dentro de un cajón. El agua está lista, preparo el mate y me pongo a trabajar en el anuario de un periódico zonal. Media hora después, tomo dos líneas más. No se puede acabar porque el dealer empieza su recorrido a la noche, pienso y también lo digo en voz alta. Ignoro el dolor en el pecho. Le hablo al espejo, tal como cuando era chico. Le prometo que voy a parar. No puede ser tan difícil, las últimas dos semanas, mientras mi vieja agonizaba en el sanatorio, no consumí cocaína. Sin embargo, van a pasar varios meses más, antes de que pueda volver a estar más de tres días sin consumir. Va a pasar casi un año más, antes de que pueda hacer el duelo por mi mamá.

En 2005, Juan Pablo Cantini ya estaba más dependiente de las drogas.En 2005, Juan Pablo Cantini ya estaba más dependiente de las drogas.

Febrero de 2014. Vuelvo de la costa, el trabajo de Community Manager no salió como esperaba. El vínculo amoroso que intenté recuperar durante enero, tampoco. Cuando la cocaína ya es una obsesión queda poco espacio para cualquier tipo de conexión genuina. El sexo se deteriora, claro. Incluso en compañía, estoy sumido en mi propia niebla, cada acto deviene solitario. No importa. Hace tiempo que consumo bajo la luz del sol y vivo aturdido dentro del morbo. La coca también opera como anestesia, me acostumbro a que todo esté distorsionado. La vida avanza como un televisor roto,que muestra imágenes borrosas y con una lluvia interminable. Se ve mal, pero no importa: hay que seguir. Convencido de que resolveré todo algún día, postergo y me ausento. Estoy presente en conversaciones, citas y reuniones, pero mi mente está atrapada en el filtro de la cocaína. No importa. En ese momento creo que puedo con todo solo. Me aíslo. Sigo convencido de que algún día no voy a tomar, le voy a decir la verdad a la chica a la que le miento sobre mi consumo, voy a recuperar los libros que heredé y vendí por un gramo más e incluso voy a pagar las cuentas acumuladas. Lo único seguro es tenerla siempre a mano, cueste lo que cueste.

Octubre de 2014. Tras unos meses en los que acumulo deudas, me alejo de la gente que quiero y consumo todos los días, me doy cuenta de que estoy complicado, de que me había pasado lo que yo había sostenido que nunca me iba a pasar. Claudico. Una rendición parcial, porque estoy tan hundido en la cocaína que lo único que puedo reconocer es que no doy más. Tan patético como la merca al lado de la pasta de dientes. Ahora bien, estaba así desde hace mucho tiempo. No hubo un momento clave que me hiciera decir: basta. Me gustaría narrar un acontecimiento dramático en el que elegí darle un giro a mi vida, pero no fue así. Yo conocía a Narcóticos Anónimos, tenía gente cercana que había podido parar su consumo con los grupos. No estaba para grandes razonamientos. Además, en ese momento cualquier elucubración me llevaba al autoengaño y al consumo.

Entonces: Narcóticos Anónimos (NA). Una asociación internacional sin fines de lucro que está formada por adictos en recuperación y ofrece apoyo a quien quiera liberarse de las drogas. No es un amor a primera vista. Entro tratando de sentirme diferente, buscando razones para no estar ahí. Estoy aturdido. A tal punto que cuando escucho que los compañeros hablan de escribir o no escribir, pienso que son todos escritores. Luego, entendí que hablaban de los pasos de un programa de recuperación. Un programa con reglas que en ese momento me cuesta aceptar. La rendición es parcial. No me convence aquello de que el alcohol es una droga, ni eso de que la recuperación es día a día, pero resulta que el adicto es incurable. Me cuesta sentirme identificado con aquellos que se golpean el pecho con el puño izquierdo mientras repiten: grupo, padrino, programa, grupo, padrino, programa. Tampoco me funciona el cobijo de pensar exclusivamente a la adicción como una enfermedad irrecuperable de la que uno, es ¿qué? ¿una víctima? No. Yo sabía dónde me metía cuando empecé. Al menos los primeros mil gramos los consumí consciente de lo que hacía, pienso para mis adentros cuando escucho que algún compañero habla del consumo en términos de enfermedad. Sí, sé que la OMS define a la adicción como una enfermedad, pero no me alcanza. Lo cierto es que no hay razones de peso que justifiquen que un día haya decidido ir a buscar una sustancia tan dañina.

A pesar de mi resistencia, encuentro compañeros con quienes compartir mi experiencia y sentirme acompañado. Junto a ellos, entiendo que lo vital, lo prioritario es: no consumir. No es fácil. Para cumplir con los 12 Pasos de NA, como dije más arriba, hay que seguir reglas. Hay algunas que entiendo y otras que no, sin embargo, las cumplo a todas. Dejo de consumir, de beber y me alejo de todo lo que puede tentar. Esto último incluye a los compañeros de consumo que me quedaban y a las fiestas pero también a almuerzos inocentes con amigos que de vez en cuando toman media cerveza. Comprendo que cualquier elucubración mental me puede llevar a consumir otra vez. Me alejo de esa bolsa de coca junto al cepillo de dientes. Me dejo ayudar y acompañar por otros adictos y en la medida que me limpio, intento ayudar y acompañar a los que puedo. Estos grupos que miraba de costado, ahora me enseñan a perdonar y a conectar. Aprendo a ver al otro como aliado, no como adversario. Reconozco que no puedo hacerlo solo.

Sí, debo decir, que hubo un momento en el que pesaron más las reglas que no compartía con NA y dejé de ir. Sin embargo, cada vez que pienso en las drogas, agradezco haber pasado por ahí, agradezco que me hayan sacado de un lugar de mierda al que nunca volví. Pude parar cuando detenerse era la base para todo lo que vino después. Gracias a ello, pude tomar la mano del amigo que me ofreció un trabajo en su fábrica para volver a empezar, pude conectarme otra vez con la lectura, integrarme en un taller de escritura, y comenzar a trabajar mi primera novela que publiqué muchos años después en 2022.

Visto desde hoy, es doloroso, pero además es complejo abordar los motivos por los que consumí. ¿Qué me daba la cocaína en ese momento? Diría que, en principio, me gustó la elocuencia ficticia, un estado que anula inseguridades, intensifica lo banal y luego anestesia la autodestrucción. Me considero un discutidor de los postulados categóricos porque creo que lo único absoluto es la muerte, sin embargo, estoy convencido de que nunca debería haber usado la cocaína. La única manera de estar a salvo de la reina blanca, es no consumir.

Lo que viví fue devastador. Hoy las drogas ya no están en mi vida, pero no me interesa una historia de redención ni la gastada metáfora del infierno superado, esas narrativas que brillan en redes o fascinan a los amantes del impacto, simplifican una realidad que es mucho más compleja. No me considero una persona redimida, pero sí alguien que se dejó ayudar y pudo parar de consumir para ver qué más había en la vida. Ahora que paré, puedo trabajar en la pregunta que quedó, ¿por qué me hice tanto mal? ¿Qué es lo que estaba roto, incluso antes de empezar a consumir?

Juan Pablo Cantini. Escritor, redactor y tallerista. Nació en 1976 en CABA, se crió en Martínez y actualmente vive en la Ciudad de Buenos Aires. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires y se recibió con una tesina sobre alimentos y cultura. Durante años trabajó como periodista gastronómico en medios especializados como “Vinos & Sabores”. Con el paso del tiempo se inclinó por la ficción y participó en diversos talleres literarios. Su actividad en estos espacios, y su pasión por la literatura y la gastronomía lo llevaron a escribir y publicar su primera novela: “Mordiendo en el vacío”, editada por Notanpuan a fines de 2022. Actualmente se desempeña como redactor freelance a la vez que dicta y coordina talleres de lectura y escritura.

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Debaten cómo equilibrar el uso de la Inteligencia Artificial con la libertad de Expresión y la ética periodística

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Referentes de Estados Unidos, Europa y América Latina analizarán en la ciudad de Buenos Aires a partir de la semana que viene cómo equilibrar la innovación con la Inteligencia Artificial con la protección de derechos humanos fundamentalmente la Libertad de Expresión. El evento reunirá especialistas de gobiernos, la academia, la industria, medios de comunicación y sociedad civil.

Más de 20 expertos y expertas de todo el mundo se reunirán en el Foro DemocracIA para analizar los impactos de la inteligencia artificial (IA) en las democracias de América Latina. Organizado por Luminate, Civic Compass y el International Fund for Public Interest Media (IFPIM), el evento será el martes 24 de septiembre de 8:30 a 16 horas en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires ubicado en San Juan 350, San Telmo.

El foro debatirá cómo regular la tecnología, cómo innovar con responsabilidad y qué desafíos plantea la IA a los procesos electorales, explorando lecciones para América Latina. De hecho, 2024 ha sido nombrado “el año de las elecciones”, con 64 países que irán a las urnas.

“La inteligencia artificial abre muchísimas oportunidades, pero puede profundizar desigualdades históricas, tiene riesgos concretos para derechos como la libertad de expresión y puede interferir en procesos electorales. Estamos a tiempo de equilibrar la innovación tecnológica con la protección de los derechos humanos, y debemos actuar ahora”, indicó Gabriela Hadid, directora de Luminate para América Latina.

El primer panel explorará experiencias regulatorias de la inteligencia artificial en América Latina, Estados Unidos, Canadá y Europa para incorporar lecciones aprendidas a las necesidades y contextos específicos de América Latina. Algunos de los panelistas son Samara Castro, directora de Promoción de Libertad de Expresión de la Presidencia de Brasill, que analizará los esfuerzos para regular la tecnología tras la reciente prohibición de X en Brasil y el plan nacional de IA; la argentina Vanina Martínez, científica titular en el Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial de Barcelona y miembro del Órgano Consultivo de Naciones Unidas en inteligencia artificial, y Maroussia Lévesque, profesora en la Facultad de Derecho de Harvard.

El segundo panel profundizará en la innovación responsable en torno al desarrollo de la IA. Representantes de Meta y Microsoft en la Argentina dialogarán con Luciana Benotti, profesora de la Universidad Nacional de Córdoba y doctora en Informática que investiga el procesamiento de lenguaje natural desde una perspectiva de derechos humanos; Claudia López, investigadora en el Centro Nacional de Inteligencia Artificial de Chile; Paola Ricaurte, de la Universidad de Harvard, y Harry Farmer, investigador principal en el Instituto Ada Lovelace del Reino Unido, organización que trabaja para que los datos y la IA estén al servicio de las personas.

Con elecciones en Europa, México y Estados Unidos, entre otros países en 2024, y de cara a las elecciones legislativas argentinas de 2025, el tercer panel discutirá el potencial de la IA para afectar procesos electorales. Menno Cox, jefe de sector para aspectos globales de Servicios Digitales y Plataformas en la Comisión Europea, y Carlos Cortés, director de Linterna Verde (Colombia) -organización que trabaja para fortalecer la acción de la sociedad civil en el debate público digital- y miembro del consejo asesor en seguridad y confianza de TikTok para América Latina, debatirán los efectos de las tecnologías en el debate público electoral.

Redes sociales y medios de comunicación

Además, el taller “Aciertos y errores: lecciones aprendidas de la regulación de redes sociales para la IA”, moderado por Gastón Wright, director de Civic Compass, y Diana Montealegre, de la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, brindará claves para pensar cómo legislar la tecnología. “Las regulaciones en los entornos digitales requieren que los tomadores de decisiones tengan dos habilidades muy específicas: legislar en base a los datos y la evidencia, así como también defender los derechos humanos de sus ciudadanos”, señaló Wright.

Por su parte, el taller “Desafíos y oportunidades del impacto de la IA para el periodismo” será moderado por Vanina Berghella, directora regional para América Latina y el Caribe de IFPIM, y brindará claves sobre cómo incorporar la IA de forma ética a las rutinas periodísticas. “La IA está transformando el panorama de los medios con la creación de contenido automatizado y la personalización de la información. Este avance plantea debates éticos sobre los sesgos algorítmicos, la desinformación y el impacto en la calidad del periodismo», explicó Berghella.

El tecnólogo especializado en arte digital Cristian Reynaga realizará una experiencia interactiva usando inteligencia artificial. La audiencia podrá participar plasmando sus dibujos en una pantalla interactiva, que luego serán intervenidos con IA.

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