Una madre golpeó a una maestra jardinera en Los Polvorines al acusarla de haber maltratado a su hija de 3 años, quien habría manifestado que la docente le pegó en la panza y le quitó un juguete. Ocurrió en Los Polvorines, una semana después de que un grupo de madres atacara a una maestra también acusada de maltrato a alumnos en Marcos Paz.
Silvia, titular de la sala en el establecimiento educativo 912 “René Favaloro”, ubicado en la calle Comodoro Rivadavia al 300, acató una sanción tras la acusación de la madre a las autoridades. El ataque ocurrió cuando se retiraba, a la tarde: se encontró con la mujer, que se le abalanzó y la agredió. La docente negó haber maltratado a la menor.
El episodio salió a la luz por la publicación de un video casero en las redes sociales. Según su relato, Silvia convocó a sus alumnos de 3 años en la sala a guardar los juguetes, a hacer una ronda y a cantar una canción de despedida hasta el día siguiente, como de costumbre, dijo en diálogo con TN.
Sin embargo, al regresar para otro día de clases, las autoridades del lugar la sancionaron tras recibir la denuncia de la madre y agresora en las calles de la localidad del partido de Islas Malvinas.
Silvia contó que, según le informaron, la menor expresó que fue golpeada «en la pancita» y que la docente le «quitó el juguete y lo guardó en una caja celeste».
«Cuando suceden esos reclamos nos aplican un artículo y en ese momento me sacan de la sala, me dicen que me retire. Eran como las 4 y 20. La mamá me estaba esperando y me atacó», dijo la docente.
Advertisement
En las imágenes que trascendieron, la madre de la niña, vestida con buzo negro y jean azul, se le tiró encima a Silvia, con mismo pantalón pero buzo rosa.
En el piso, la agarró de los pelos, intentó pegarle en el rostro y le dijo: «Vos le pegaste a mi hija, conchuda de mierda».
Silvia, quien recordó que el objetivo de la madre todo ese tiempo pareció ser lastimarle el rostro, relató que nadie la ayudó y que no logró quitársela de encima. «Le decía ‘hablemos, hablemos’», rememoró.
«Yo nunca hice eso», se defendió para luego explicar que mientras el colegio investiga qué ocurrió dentro de la sala, ella hizo la denuncia penal por la agresión sufrida.
El relato de la maestra agredida a la salida de la escuela en Los Polvorines
Al relatar su versión de los hechos, Silvia dijo: «Habíamos hecho muchas actividades y a mí me tocó dar la de arte. Cuando nos retirábamos le di un juguete a cada uno y en un momento la nena me señala que le sacaron el juguete».
Sobre la menor, la docente contó que «en la sala no habla la nena. Tiene 3 años y en la sala nunca me dice ‘seño me pegaron’, ‘seño me sacaron el juguete’, solamente cuando quiere ir al baño. Y ese día me señaló que una compañera le sacó el juguete, entonces intervine».
Advertisement
Acto seguido, continuó, les dijo que era uno para cada uno y siguió la actividad. «Guardamos, hicimos la ronda, la canción ‘a guardar, a guardar’ y ella lo guardó sin problemas».
Días después del hecho, Silvia no volvió a la sala porque, según contó, está bajo observación de médicos forenses por los golpes recibidos. Tampoco dejó pasar que en el jardín, donde trabaja hace cuatro años y es titular de ese turno hace un mes, ella es la tercera maestra que sacan en 3 años y que no le dieron la chance de defenderse.
«Yo no hice nada para que venga a agredirme como una bestia», cerró, llorando.
Florencia y Pablo. Pablo Borboroglu y Florencia Gómez. Dos personas apasionadas. Dos personas comunes. Habitantes de la Patagonia argentina. Dedicados cien por ciento a sus vocaciones. Florencia, una mujer de leyes. Pablo, un hombre de la naturaleza. La fiscal y el biólogo. Giros del destino: la vida los puso juntos en un mismo lugar. No un hecho feliz, sino una masacre.
Se conoció como la “matanza de Punta Tombo”. Fue, efectivamente, un desparramo de muerte. Ocurrió en 2021, en un campo sobre las costas de Chubut, pegado a la reserva natural de Unesco, que todos los turistas visitan.
Un lugar fascinante para viajeros. Un lugar de paz para las especies. Los bichos salen del agua, caminan hasta los nidos donde ponen sus huevos. Nacen sus crías. Las hembras les dan cobijo, alimento y calor. Un día las crías bajan el agua. El ciclo de lo natural es un giro que se perpetúa y no hay razones para algo lo altere.
Hasta que una topadora entró con brutalidad y destrozó todo en noviembre de 2021. Entonces, las vidas de Pablo y Florencia, el biólogo y la fiscal, llegaron a un punto de convergencia. Comenzaron a tener algo en común. Una causa: que hubiera justicia.
Este jueves, un tribunal de Rawson condenó por el delito de daño ambiental a Ricardo Adolfo La Regina, el hombre que condujo la topadora por encima de todas las formas de vida. A su vez, fue absuelto por crueldad animal. El próximo lunes se conocerá la pena. No irá preso, pero el fallo crea una jurisprudencia sobre crímenes ambientales que hasta ahora no existía.
Es el cierre de un juicio histórico. El empresario y productor, que no estuvo presente en la sala, fue hallado culpable del crimen de 105 especímenes de pingüinos Magallanes y de haber arrasado 292 nidos, aplastando huevos y pichones y causando daños irreversibles sobre fauna y flora autóctonas en una estancia de su propiedad, pegada a la reserva ecológica. La Regina buscaba trazar dos caminos e instalar un alambrado de 900 metros en el interior de su lote. Durante el juicio, se manifestó arrepentido: “Con el diario del lunes, por supuesto que no lo hubiera hecho”, expresó.
Advertisement
Es la primera vez que un caso de “ecocidio” llega a esta instancia en Latinoamérica. El mensaje que lograron instalar la fiscal Gómez, con su trabajo de instrucción, y el biólogo Boroboroglu, con las pruebas recolectadas minutos después de la matanza, es que una persona puede ser dueña de una propiedad pero eso no otorga derechos sobre la fauna y la flora que dentro de esos límites puedan existir. La Regina causó un daño irreparable en la naturaleza. Nada de lo que alteró de modo sangriento le pertenecía.
Gómez dejo el cuerpo en esta cruzada. Movió cielo y tierra para llevar adelante una causa que es vista como modelo por sus colegas de todo el país y del mundo. Fue la responsable de sostener y justificar la figura del ecocidio. Impulsó las denuncias de tres organizaciones ambientales y nada lo detuvo. Gómez hizo una recolección de pruebas pocas veces vista en instrucciones de este tipo. “Droneó” hasta el último metro del área, convocó geógrafos, cartógrafos y especialistas en biología marina para dimensionar la matanza. Un día, después de enviarle 128 mensajes, logró dar con Sam Guilfort, director de National Geographic. Eso significó un hito para el caso porque la organización internacional a partir de ese momento se puso bajo las órdenes de la fiscal, facilitando fotografías y peritajes.
El biólogo, en tanto, rápidamente se puso a la par de Florencia Gómez. Sellaron un camino, un destino unificado. Hizo un aporte crucial. Borboroglu es “el señor de los pingüinos”, el hombre que vela por ellos. Más de 35 años dedicado a la conservación, varias vueltas al mundo censando colonias de la especie en sitios remotos. Pero nunca, hasta entonces, había visto algo similar. Borboroglu y su esposa vieron la masacre todavía palpitante. Aquel 26 de noviembre, llegaron a la estancia horas después del aplastamiento. “Por el iris del ojo de las aves, podés ver cuánto tiempo pasó desde que se produjo el deceso. No había pasado nada. Pero había muchos indicios más. No había ni siquiera olor. Todo estaba fresco. Después lo pudimos saber, en base imágenes de Google Earth: habremos llegado tan solo 4 horas después del desastre”, recordó el experto a Clarín.
El miércoles por la noche, en la previa del fallo, Borboroglu habló con este diario. “Será importante, será trascendente”, decía, sobrepasado por la expectativa.
Las tres organizaciones que hicieron la denuncia
Ahora, quedará pendiente que los jueces emitan la sentencia y determinen la pena. Las organizaciones querellantes Fundación Patagonia Natural, Greenpeace y la Asociación Argentina de Abogados/as Ambientalistas esperaban que refleje la comprobación del daño ocasionado expuesto por testigos locales e internacionales a lo largo de una semana de juicio oral y público.
Matías Arrigazzi, biólogo e integrante del equipo de campañas de Greenpeace Andino, sostuvo: “Este caso es un hito para la justicia ambiental y la protección de los pingüinos y la naturaleza. Esta masacre de más de un centenar de pingüinos, que despertó gran indignación de la ciudadanía, hoy recibe justicia. Este hecho constituye un antecedente histórico que, esperamos, siente las bases para implementar políticas y acciones más estrictas que eviten futuros atentados contra los animales y el ambiente”.
Lucas Micheloud, abogado ambientalista y co-director de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas, expresó: “Estamos ante una condena histórica y un punto de inflexión decisivo en la lucha contra la impunidad ambiental en Argentina. Es un poderoso precedente que enfrenta la criminalidad ecológica. Hoy, la Justicia ha enviado un mensaje muy claro a toda la sociedad: destruir la naturaleza y maltratar a los animales no humanos tiene consecuencias penales”.
Por su parte, José María Musmeci, presidente de la Fundación Patagonia Natural, agregó que el fallo «es el que esperábamos. Ahora, las expectativas están puestas hacia delante, sobre todo en las herramientas que tendremos a disposición en el ámbito de la Justicia para defender la biodiversidad, los ecosistemas y las áreas protegidas”.