SOCIEDAD
problemas «de vieja data», rencores de pueblo y una trompada a traición
A Luis Enrique Silvestre (69) le gusta tomarse su tiempo para leer el diario. Como a muchos otros argentinos, le gusta saborearlo poco a poco, con un jarrito o un cortado a tiro del brazo. Es visitador médico jubilado y tiene su rincón favorito para el ritual: la cafetería de la estación de servicio Shell de Santa Fe y Urquiza, en Rafaela, la tercera ciudad más grande de Santa Fe.
Son varios los que se juntan a tomar el café allí, y todos saben que «El Pato», como conocen en sus pagos a Silvestre, tarda en leer uno de los diarios que suele haber en el local: el Clarín de todos los días.
En el salón suena el rumor de las conversaciones de las mesas, incluida la que ocupa «El Pato», quien alterna la lectura de dos o tres notas y pasajes de charla con algún paisaje. Entre todos ellos, hay quien espera que se desocupe el diario para poder leerlo. El conflicto es habitual: ese único ejemplar pasa mucho tiempo en la mesa de Silvestre.
«¿Qué hace ‘El Pato’? Lee dos hojas y charla con alguno de la mesa. Después, lee dos hojas más y charla con otro. Demora el diario un montón de tiempo», le dice un testigo de la mesa de Silvestre a otro rafaelino, en un audio que se viralizó.
En ese café de esa estación de servicio, en ese preciso rincón de Rafaela, se conocen todos. A nadie le resulta agradable hablar de lo que pasó.
Lo que pasó es ese video de poco más de un minuto que empezó como una charla distendida y culminó a las trompadas.
El viernes 31 de mayo, «El Pato» Silvestre estaba en la Shell de Santa Fe y Urquiza junto con seis amigos en una larga mesa del café. Se lo ve sentado de frente hacia la tienda de la estación de servicio, sobre la derecha de la mesa. Delante de él están apoyados su celular, con una servilleta sobre la pantalla, y el Clarín de ese viernes. Minutos habían pasado de las 7.30 de la tarde y él charlaba, no le estaba prestando atención al diario.
Son veinte segundos de aparente calma, interrumpidos cuando desde el fondo y a la derecha aparece otro hombre que toma furiosamente el diario y le propina a Silvestre un golpe durísimo en la cara. Los amigos de «El Pato» quedan atónitos, todos; y el hombre se va con el Clarín a su mesa.
Está llegando a su silla cuando otra cámara de seguridad muestra cómo un tercer hombre, desde el fondo del local, irrumpe en escena y comienza a asestar, uno tras otro, golpes al agresor de Silvestre. Nada más que eso muestran las imágenes, que se difundieron acompañadas de un relato tan magistral como específico que comenta y pone apellidos. El que le pega a «El Pato» es un tal Garetto.
El golpe resulta impresionante en el video, pero fue aún más devastador para Silvestre. No se ve, porque está de espaldas, pero él usa anteojos. Tampoco se sabe qué pasa con «El Pato», a quien la grabación abandona doblado en su silla, recuperándose del golpe con las manos en la cara. Entre los rafaelinos sí se sabe cómo siguió la secuencia: antes de volar por el aire, uno de los cristales estalló y dejó varias astillas en un ojo de Silvestre.
Habla un testigo de la secuencia: «La gente pegó un grito… Yo estaba sentado enfrente de Silvestre, y cuando veo que se levanta la cabeza, lo veo con sangre en el ojo y el ojo achicharrado, cerrado. Y atrás nuestro, en otra mesa, un loco, de la bronca que le dio la situación, se fue contra Garetto y le entró a meter unas piñas, pero tipo costal de arena».
«El vago labura en el Banco Macro y entrena karate. Yo dije que debe saber pelear, porque se paró y le metía unas manos de una forma propia de un tipo que tenía entrenamiento. Lo arrinconó contra el sillón a Garetto y le metía unas manos que me dolía a mí de sólo verlo», sigue.
Silvestre seguía sangrando y, unas mesas más allá, estaba cobrando su agresor. Policía y ambulancia para la Shell de Santa Fe y Urquiza, para que atiendan ambos problemas.
El parte policial de la Regional V de Rafaela detalla: «LUIS ENRIQUE SILVESTRE, quien dio cuenta que en ocasión de encontrarse leyendo el diario dentro del Shop de la estación, cuando en un momento dado se le acerca una persona que conoce como HORACIO GARETTO, con quien tienen problemas de vieja data, el cual se le acerca y le pregunta si ya había terminado de leer el diario, a lo que el señor SILVESTRE manifiesta que aún no, por lo que esta persona se retira para luego de unos instantes volver, aún mas ofuscado y reiterar la pregunta, y ante una nueva negativa, lo increpa«.
La policía se fue cuando se llevaron a «El Pato» para atender la herida en el ojo. Silvestre no quiso radicar denuncia, pero como intervino una ambulancia y hubo parte médico que indicó una agresión, tuvo que haber, entonces, un reporte policial. «Se dio conocimiento al Sr. Fiscal Dr. GUILLERMO LOYOLA quien dispuso que se caratule como ‘Hecho que no Constituye Delito’ y que sea elevado al MPA», culmina el informe oficial.
Una escena digna de compadritos en la que, al parecer, no tenía que terciar la ley.
Desde otra silla de la misma mesa larga aportaron más pormenores del caso.
«Garetto es un tipo de cincuenta y pico, muy jodido y violento. Es de buena posición económica, abogado que no ejerció y heredero de campos y propiedades. Nadie lo banca: es una suerte de intelectual que se cree por encima del otro. Cada vez se le van cerrando más puertas, porque en otras cafeterías y estaciones de servicio ya lo han echado», ventila la interna.
Dice, además, que a Garetto lo suelen ver solo en alguna mesa y que, como siempre está pendiente de los diarios, suelen esconderle algún ejemplar.
Provocaciones a diario: el trasfondo de la pelea en Rafaela
En la Shell de Santa Fe y Urquiza ofrecen tres diarios, Clarín, La Nación y La Capital, de Rosario, a excepción de los viernes, cuando también se ofrece La Opinión de Rafaela. Siempre hay un ejemplar de cada uno, pero el que más se disputan estos hombres de orgullo es el Clarín. La tensión por el diario suele estar acompañada de algún que otro chascarrillo por cuestiones políticas o chicanas de pueblo. La acumulación de ambas cosas, según el testigo, fue el desencadenante del incidente.
El primer testigo, el del audio, sigue contando: «Nos llevamos todos un mal momento. Por más que los dos sean locos, y los dos estén siempre provocándose y demás, en este caso se fue a mayores la cosa. Después de todo, viene el encargado a hablar: ‘¿Qué es lo que pasó?’. Le cuentan qué es lo que había pasado y también desde otras mesas se quejaban de Garetto, muchas mesas se quejaron de Garetto».
La discusión en el local, cuando promediaban las 8 de la noche de ese viernes, pasaba ya entonces por las causas del incidente, que era el Clarín y algo más. Al encargado se le ocurrió una solución y la comentó con los que estaban aún en la cafetería: «Voy a ver si compro dos diarios más para que no haya estos problemas». Uno de los presentes alimentó el fuego: «No, el problema es que no tenés que dejarlo más venir a Garetto, porque ya tuvo problema en varios lados».
Tiene algo de nostálgico saber que dos hombres casi se batieron a duelo por un Clarín, un papel que firman día a día redactores y editores. Por más que ese romanticismo del caso tenga vuelo corto, ya que en el mismo parte policial se admitió que «El Pato» Silvestre tiene «problemas de larga data» con Garetto, una de las posibilidades podría ser que a Silvestre realmente le guste Clarín y le guste leerlo a un ritmo pausado, y quizás el fondo de la cuestión sea que ambos quieren su Clarín. Lo más seguro es que ese ejemplar haya sido la chispa que hizo explotar esas rispideces de otro tipo, sociales o íntimas, pero privadas.
El enojo y exabrupto de un protagonista de la discusión
Este diario se comunicó con la estación de servicio Shell de Rafaela en la que se dio la insólita situación. Atendió una de las empleadas de la tienda y, consultada sobre si se encontraba allí alguien que hubiera sido testigo de la situación o bien si algún responsable de la estación de servicio deseaba hacer algún comentario, respondió que allí mismo estaba uno de los protagonistas: «El Pato» Silvestre.
—Si me llamás por lo del incidente, podés irte bien a la concha de tu madre. Ya demasiados problemas me trajo ese incidente —contestó del otro lado del teléfono.
—¿Qué problemas le trajo, «Pato»?
—Dedicate a cosas más importante, no a pelotudeces —sentenció Silvestre, ofuscado. Y se fue.
¿Cómo termina de contar la historia el testigo? «El problema no es que el encargado traiga dos diarios más; el problema es que entre Garetto acá, porque siempre tiene problemas con alguien. Esa fue la anécdota. Nos reímos, nos cagamos risa, pero fue un mal momento para nosotros. Ya después le querían cortar los rayos a la bici de Garetto».
La escena la vio el país, pero los testigos presenciales fueron pocos, los habitués de la estación de servicio. Santiago, el encargado, fue uno, pero prefirió guardarse para él lo que vio, no hacer crecer la bola de nieve. No quiere meterse, ni comentar lo que vio. Lo que sabe. Se define como «no partidario de los medios», quizás eso explique por qué solo ofrece un solo diario.
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