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Ghostbusters: apocalipsis fantasma, un festival de la nostalgia

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Ghostbusters: apocalipsis fantasma (Ghostbusters: Frozen Empire, Estados Unidos/2024). Dirección: Gil Kenan. Guion: Gil Kenan, Jason Reitman, Ivan Reitman, Dan Aykroyd, Harold Ramis. Fotografía: Eric Steelberg. Edición: Nathan Orloff, Shane Reid. Elenco: Mckenna Grace, Paul Rudd, Carrie Coon, Finn Wolfhard, Dan Aykroyd, Bill Murray, Annie Potts, Patton Oswalt, Ernie Hudson, Celeste O’Connor, William Atherton. Calificación: apta para mayores de 13 años. Distribuidora: UIP-Sony. Duración: 115 minutos. Nuestra opinión: buena.

Las segundas partes siempre exigen un paso decisivo. Una continuidad de la primera entrega, con su espíritu y su universo, o un intento de autonomía, posible reinvención de coordenadas para pensarse también en solitario. Quien mejor conjugó ese doble gesto fue Francis Ford Coppola en su saga de El padrino, pensada menos como acumulación de secuelas que como verdadera tríada sobre la familia Corleone y la historia de la Mafia en Estados Unidos. Pero en los 80 las sagas adquirieron una conciencia mayor de esa posible linealidad en la que película tras película se forjaba un universo susceptible de ser estirado al infinito, monetizado en espectadores, y también rendidor en desprendimientos o epígonos. El terror como género supo de ello, de hecho muchos de sus hitos como Halloween hoy se reinventan, y la aventura también dio importantes ejemplos como la primera tríada sobre Indiana Jones.

Los cazafantasmas (1984), de Ivan Reitman, marcó un cruce atípico: el espíritu de la aventura como esqueleto narrativo y el fantasma y sus derivados como tópicos del terror. Su primera entrega sentó las bases de la dinámica: el humor, la iconografía del auto blanco, los artilugios para atrapar espectros, la geografía de esa Nueva York urbana y algo inquietante, la amistad y las sonrisas. Unos años después, el éxito empujó a una secuela y el gesto de Reitman asimiló cierta reinvención, un nuevo punto de partida, sobre todo atendiendo a los nuevos tiempos: era el mismo año (1989) del estreno de Batman y la lenta gestación de la cosmogonía de superhéroes que vendría. Los cazafantasmas 2 abre entonces las puertas al mundo paranormal con ríos que suponen portales, fantasmas de condenados a muerte y rituales de posesión en los museos. Esa nueva baraja complejiza el tono de la primera, más iniciática y juguetona, y al mismo tiempo sienta los límites de su universo. No habría una nueva película hasta la fallida versión de Paul Feig en 2016.

Esta nueva etapa iniciada con Ghostbusters: El legado y comandada por el heredero Jason Reitman se encuentra ante la misma disyuntiva de todos los reboots: rendirse a la nostalgia o proponer un nuevo despegue, quizás desilusionando a los fanáticos más ortodoxos. Así, la historia de la película de 2021 siembra nuevos personajes, una madre soltera y sus hijos en Oklahoma, un profesor de ciencias algo excéntrico y los vestigios del legado de los veteranos cazafantasmas reciclados en un intento de reflotar una forma de hacer cine algo demodé. Los Spangler, coronados con las lágrimas del duelo, se convierten en los herederos de aquella vieja gesta, la nostalgia asoma en la reunión final –con Ray (Dan Aykord), Peter (Bill Murray) e incluso la breve aparición de Dana Barrett (Sigourney Weaver)-, y los 80 se convierten en un desfile de guiños y gadgets, una aventura analógica que deja el CGI solo para los fantasmas.

Ghostbusters: Apocalipsis fantasma responde a la misma vocación de aquella secuela del 89, probar hasta qué punto detrás de la marca “Cazafantasmas” hay un desfiladero rentable. Y lo hace sobre los mismos pasos de aquella, usando la ciudad de Nueva York como teatro de los destrozos de los Spangler y las reprimendas del alcalde (William Atherton), de la aparición de un mítico guerrero de la Antigüedad (que recuerda a Vigo, el Cárpato, entonces con aquella voz cavernosa de Max von Sydow), y la imaginería de posesiones y ambiciones de conquistar el mundo. La falta de originalidad se suple con la diversión de lo conocido, y los viejos cazafantasmas que en el 2021 hicieron apenas un guiño de despedida en el final (con el mismísimo fantasma de Harold Ramis) ahora vuelven a ser protagonistas: Ray y su librería de ocultismo, las simpáticas intervenciones de Janine Melnitz (la siempre genial Annie Potts) y la reaparición triunfante de Peter Venkman.

Los que sufren esta vez son los nuevos personajes: Callie Spangler (Carrie Coon) y Gary Grooberson (Paul Rudd) quedan desdibujados en los contornos de una familia que intenta hacer de la vieja estación de bomberos un hogar; el adolescente Trevor (Finn Wolfhard) se disipa como mero acompañante de los adultos; y solo Phoebe (Mckenna Grace) encarna la disidencia juvenil, que combina las ambiciones científicas y el despertar amoroso a través de los fantasmas. Esa historia que era el andamiaje sobre el que Reitman (hijo) sostenía la nostalgia esperable, bajo la égida de Gil Kenan –guionista ahora convertido en director- se convierte en un mero decorado para las aventuras de los viejos conocidos. Quizás lo que más asume como verdadero propósito este díptico de Cazafantasmas del siglo XXI consiste en trasmitir la mística de aquel cine para nuevos espectadores y ofrecer a los deudos de los 80 una ventana a su propia juventud. No es poco.


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Cómo identificar la laringitis y bronquiolitis en los más pequeños

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Entre los más pequeños de la casa suelen ser muy frecuentes en esta época de frío las laringitis y las bronquiolitis, dos infecciones respiratorias de origen vírico altamente contagiosas.

En ambas las señales suelen ser similares: tos, mocos, y fiebre, pero existen diferencias entre las distintas afecciones y una de ellas radica en la zona de las vías respiratorias afectada. En la laringitis la parte superior, y en las bronquiolitis la inferior.

Esto se traduce en pequeños matices en los síntomas, que difieren, por ejemplo, en el tipo de tos que provoca cada una de ellas: ambas secas, pero con un sonido perruno muy característico en las laringitis; mientras que en la bronquiolitis suele presentar signos más agudos de dificultad respiratoria a nivel de abdomen.

En la bronquiolitis la inflamación se produce en las vías respiratorias inferiores. Los primeros síntomas son similares a los de un catarro (tos y mocos), duran tres o cuatro días; para después presentar dificultad al respirar. El menor inhala de forma acelerada, moviendo continuamente el abdomen y vemos sus costillas marcadas. Otros signos son apnea del sueño, inapetencia, o fiebre en algunos casos, indica el portal EFE salud.

Para aliviarla: posición ligeramente incorporada en la cuna; no acudir a la guardería; abrigar pero no en exceso; evitar la exposición al humo del tabaco; mantener la hidratación con pequeñas tomas de líquidos, mediante pecho o mamadera para los más pequeños; dieta normal, en una menor cantidad y con mayor frecuencia; ayudar a la expulsión de los mocos, si es el caso, usando suero salino fisiológico o a través de la aspiración suave.

En algunos casos los más afectados pueden necesitar tratamiento en el hospital. Además, tras superarla, algunos presentarán episodios similares, con tos y dificultad respiratoria cuando vuelven a tener otro catarro.

Las señales de alarma son: cambios de color de la piel, que palidece o torna a morado; una mayor dificultad en la respiración o pausas en esta; si apenas come, vomita o la toma hace que se fatigue; si tiende a dormir, a irritarse y su estado de salud, en general, es malo.

En el caso de la laringitis, una infección respiratoria que provoca la inflamación de la laringe, suele afectar a niños de entre seis meses y seis años, y de forma más frecuente en los meses de frío.

La tos es similar al sonido de un ladrido de perro, aunque también pueden manifestar mocos y fiebre, especialmente en los primeros días. Sufren un tipo de tos seca y fuerte, que se relaciona con voz ronca y afónica; ruido al respirar, de forma que es posible que algunos produzcan un sonido al inhalar; dificultad para respirar; y todos ellos se agravan especialmente por la noche.

No es una infección grave, y termina curándose por sí sola. No obstante, los casos en los que presente ruido al respirar o dificultad respiratoria pueden requerir tratamiento para reducir la inflamación de la laringe con medicamentos antinflamatorios.

Para aliviarla: beber líquidos; no obligar a comer; inhalar aire húmedo, que se puede conseguir en el baño, acompañando al niño con la puerta cerrada y dejando abierta la canilla de agua caliente, de 10 a 20 minutos; usando un humidificador o colocar recipientes con agua en los radiadores; facilitar que respire aire frío a través de la ventana, abrigándolo previamente. Los antibióticos no son útiles en estos casos y los jarabes deben ser aprobados por el pediatra.

Es aconsejable acudir a una consulta inmediata cuando el sonido o estridor se produce en una respiración tranquila, o si no puede tomar aire correctamente, es decir, se acelera, se marcan las costillas, se mueve la tripa continuamente, se hunde la zona pectoral o el cuello se estira. También en los casos en los que no puede tragar, babea demasiado, o la boca, o su alrededor, se vuelve de color azul o pálida.

Fuente: EFE salud

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