Columna publicada originalmente en Clarín

Por primera vez en siete meses la oposición a Javier Milei parece haber corrido su foco de atención de las cuestiones económicas y sociales que monopolizan hace rato la crisis de la Argentina. Nada ha mejorado, al margen de la expectativa maciza que conserva la baja en la inflación. Pero un decreto presidencial alcanzó para activar sirenas en otro campo. Se trata del DNU 656/2024 que dispuso un adicional de $ 100 mil millones para los gastos reservados de la Secretaria de Inteligencia del Estado (SIDE) reformulada este mismo mes por el Gobierno.

El problema presentaría varias facetas. La primera refiere al recorrido parlamentario sinuoso que deberá enfrentar cualquier pretensión opositora por frenar aquella decisión presidencial. Por un lado, estarían los tres DNU presidenciales que convirtieron la vieja Agencia Federal de Inteligencia (AFI) en SIDE. Aún no forman parte de la agenda de la Comisión Bicameral de los DNU. Que además está inactiva. Por otro lado, figuran los fondos reservados multimillonarios destinados al “fortalecimiento del Sistema de Inteligencia Nacional”. Ese tópico podría tener un doble paso: aquella Comisión; también la Bicameral de Seguimiento de los Organismos de Seguridad e Inteligencia, que todavía no fue integrada.

Los opositores de Hacemos Coalición Federal, que lidera Miguel Angel Pichetto, y los discípulos de Elisa Carrió –el radicalismo no participó– se ocuparon de marcar un vacío llamativo en las resoluciones de Milei: se otorgan los gastos reservados antes de conocerse los fondos que deberán posibilitar el funcionamiento de una estructura dividida ahora en cuatro áreas.

Se mencionan el Servicio de Inteligencia Argentino (SIA), la Agencia de Seguridad Nacional (ASN), la Agencia Federal de Ciberseguridad (AFC) y la División de Asuntos Internos (DAI). A cargo formal de todas esas dependencias estará Sergio Neiffert, dirigente forjado en la política bonaerense. El timón político corresponderá al joven Santiago Caputo, asesor principal de Milei en el manejo de las redes sociales, el marketing político y la construcción de una narrativa.

Resultaría imposible disociar aquella derivación de fondos reservados con el papel que desde un segundo plano ejercerá Caputo en un área tan sensible como la de la inteligencia. El joven viene dando muestras de una singular audacia para influir en las decisiones del poder. No hay funcionario cesanteado que no haya pasado antes por la guillotina de sus redes. Lo sabe, entre muchísimos, el propio ex titular de la desaparecida AFI, Silvestre Sívori. Muchos le adjudican una cuenta específica de tuit (X) que suele ser respaldada siempre con los “likes” del Presidente. Hay quienes aseguran que el asesor del mandatario administra no menos de cuatro cuentas propias. Como vanguardia de un ejército de tuiteros libertarios dispuestos a toda hora a cruzar a políticos, economistas, periodistas o empresarios que osen sembrar dudas acerca del rumbo oficial.

La intervención del joven Caputo también resultó determinante para que la Bicameral de Inteligencia no se termine de conformar. Bloqueó un primer acuerdo que Martín Menem, el jefe de la Cámara de Diputados, había tramado con Pichetto para que un opositor colaboracionista se quedara con la conducción de la Bicameral. La oferta inicial había llegado a oídos de Emilio Monzó. Antes de desecharla y como consecuencia de la caída de aquel acuerdo le habrían acercado como compensación el nombramiento en una embajada. El diputado dijo a todo que no.

El joven Caputo preferiría en ese lugar al peronista de Entre Ríos, Edgardo Kueider. Habría que ver si le alcanzan los votos para escalar hasta esa cima. Su competidor es el dirigente del PRO por Misiones, Martín Goerling. El amarillo no es el color que más suele seducirle al asesor presidencial. Kueider fue en el Senado uno de los peronistas que volcó su voto a favor de la aprobación de la Ley Bases. Recibió, por supuesto, una recompensa.

La secuencia de torpezas que impide que el avión presidencial pueda volar

Difícilmente pueda conocerse en algún momento la suerte de los millonarios fondos reservados. Expertos en inteligencia señalan, sin embargo, que convendría fijar la atención sobre la Agencia de Seguridad Cibernética. Entre muchos motivos, por la dilección que el joven Caputo dedica a ese mundo. Los diputados opositores han seguido, a propósito, algunas sugerencias que en algún momento formuló el estadounidense Andrew Mc Laughlin. ¿De quién se trata? En la actualidad es uno de los directores de Globant S.A., uno de los gigantes de la ingeniería digital. Antes ofició como asesor tecnológico de Barack Obama, durante sus dos mandatos en la Casa Blanca. Mc Laughlin sostiene que las principales naciones del mundo han ido mutando sus inversiones cibernáticas. Adecuadas también a las características de los gobiernos, autoritarios o liberales. La más redituable para cualquier Estado sería el desarrollo de la Inteligencia a través de las redes sociales. Ni para censurar ni para conformar un pelotón virtual de fusilamiento de ideas incómodas. La clave radicaría en la acumulación informativa para desarrollar con mayor justeza las tareas de Inteligencia. De espionaje. El dilema posterior es su utilización, en especial en naciones políticamente restrictivas.

Ese fantasma asedia desde hace 40 años a la democracia argentina. No hubo gobierno que, a sabiendas o por falta de control en sus organismos de inteligencia, no haya incurrido en esa gravísima irregularidad. Es el temor que aflora en la oposición por la discrecionalidad que contará el joven Caputo para el manejo de aquellos fondos reservados. Hay ahora mismo un puñado de diputados, uno de ellos del PRO, que sospechan estar siendo espiados en su vida privada. O en algunas actividades comerciales. Hablan de patrullas digitales.

El asesor presidencial tiene una enorme ventaja para actuar y tomar decisiones sobre el resto del equipo de gobierno. No pone la firma en nada. Ni la pondrá en la SIDE rearmada. Cuenta con todos los permisos de Milei de los cuales carecen otros. Entra cuando quiere a las reuniones de Gabinete. Porta su celular sin inhibiciones mientras sus compañeros de elenco deben dejarlo en un cajón de la antesala. Sin desconocer la gigantesca influencia de Karina, la hermana del mandatario, Caputo es el hombre que se encarga cada día de labrar el liderazgo de su jefe y promover el sentido personalista del sistema.

La tarea absorbente no le impide observar que algunas cosas, dadas las circunstancias, se estarían poniendo en riesgo. La guerra sorda entre Karina y Victoria Villarruel podría digerirse, tal vez, como una historia palaciega frecuente en cualquier administración. No lo sería, en cambio, el desacople a la vista pública entre el Presidente y su vicepresidenta. Sobre todo, cuando no sobra la confianza de los mercados acerca del devenir libertario. Demasiado ruido sobre el ruido reinante. El Gobierno aguarda que dos hechos puedan sellar una tregua. La cumbre que Milei tuvo con Emmanuel Macron en París, luego del incidente diplomático-deportivo que atizó un tuit de la vicepresidenta. La asistencia de ambos, en pocas horas, al acto de inauguración de la Sociedad Rural.

La misma preocupación es compartida por el otro Caputo, Luis, el ministro de Economía. “Toto” estuvo en la reunión del G-20 en Brasil dedicado a mejorar el vínculo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), deteriorado desde que Milei cuestionó varias veces al titular del Hemisferio Occidental, Rodrigo Valdés. Kristalina Georgieva acostumbra a ser generosa hasta donde puede. Volvió a elogiar la lucha contra la inflación y el esfuerzo del Gobierno por mantener el equilibrio fiscal. Soslayó cualquier mención a las últimas medidas oficiales de intervención en el mercado cambiario para que la brecha entre el dólar oficial y el paralelo no se continúe ensanchando. El silencio, en ocasiones, suele expresar muchas cosas.

Tampoco Caputo escuchó de la directora búlgara ninguna mención a la posibilidad de fondos frescos que permitan anticipar el levantamiento del cepo. Una de las razones, entre varias, que genera recelo en los mercados. Puede que ese motivo haya disparado un tuit sobreactuado del ministro de Economía. Puede que haya influido también algún resentimiento atesorado del pasado. “Toto” escribió que Georgieva sería “la mejor directora de la historia del FMI”.

El secreto del oro aumenta la incertidumbre

¿Encerró ese elogio algún despecho contra la antecesora de la búlgara, la francesa Christine Lagarde? Ahora presidenta del Banco Central Europeo. Fue la colisión con esa mujer la que terminó eyectando a “Toto” Caputo del Banco Central en diciembre del 2018. Tiempo macrista. También, por haber utilizado reservas para controlar el valor del dólar. Testigos de ese momento recuerdan al ahora ministro agobiado, lloroso y pensando sólo en las causas penales que tenía pendientes.

“Toto” Caputo aflora en esta crisis con una personalidad rehecha surfeando los zigzagueos del Gobierno respecto del puerto de la economía. Aquella dolarización de la campaña de Milei parece haber quedado lejos. Hace pocas semanas el ministro de Economía proclamó que la moneda fuerte del futuro sería el peso. Surgió el proyecto de la dolarización endógena. Tras su paso por Brasil parece haber recobrado fuerza el proyecto de la competencia de monedas. La escuela austríaca empieza a cerrarse.

El debate transcurre envuelto por el dinamismo de las diferentes posturas y una indisimulable tensión. Alimentada con episodios enigmáticos. “Toto” Caputo, como ministro de Economía, informó que se hicieron envíos de oro del Banco Central al exterior para administrar de manera “más eficiente” las reservas internacionales. No dijo el monto, no habló del procedimiento ni en qué lugar del mundo habrían sido depositado.

Tanta opacidad jamás ayuda.