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Afganistán, entre el extremismo talibán y la amenaza terrorista

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Las impactantes imágenes de hombres, mujeres y niños corriendo desesperados tras los aviones que despegaban quedaron grabadas en nuestra memoria. Estas escenas representaron la angustia de un pueblo que enfrentaba el regreso de un régimen conocido por su brutalidad. Hoy, tres años después, la situación en Afganistán sigue siendo objeto de preocupación global.

La nueva etapa de la geopolítica afgana comenzó en agosto de 2021, cuando los talibanes retomaron el control del país tras la salida de las tropas extranjeras, poniendo fin a dos décadas de intervención militar. Este evento marcó el regreso de un régimen que ya había gobernado entre 1996 y 2001, un período caracterizado por una estricta interpretación de la ley islámica, la represión de derechos fundamentales -especialmente los de las mujeres-y la brutalidad contra las minorías. En ese entonces, Afganistán se aisló internacionalmente y se convirtió en refugio de grupos terroristas como Al-Qaeda, lo que llevó a los ataques del 11 de septiembre de 2001. Ante este resurgimiento, surge una pregunta crítica: ¿Cómo afectará el regreso de los talibanes al equilibrio de poder en la región y en el mundo?


Un combatiente talibán monta guardia mientras unas mujeres esperan para recibir raciones de comida (Foto: Ebrahim Noroozi).

A pesar de las promesas iniciales de instaurar un gobierno más moderado, el régimen talibán ha generado preocupación en múltiples frentes. El futuro de los derechos humanos, particularmente los de las mujeres y las minorías, está en entredicho, mientras que la estabilidad política de Afganistán sigue siendo incierta. Además, existe el temor de que el país vuelva a convertirse en un refugio para grupos extremistas, lo que representa un riesgo no solo para sus vecinos, sino para la comunidad internacional en su conjunto.

Los talibanes lograron tomar Kabul sin enfrentar una resistencia significativa, consolidando su control mediante estrategias militares, sociales y religiosas. Han impuesto estrictas normas basadas en su interpretación de la sharia, restringiendo severamente las libertades civiles, especialmente las de las mujeres. Estas enfrentan limitaciones en la educación, el trabajo y la vida pública. Los talibanes también han reafirmado su compromiso con el islamismo conservador, utilizando a líderes religiosos locales para mantener un control ideológico sobre la población.

No obstante, comparado con su primer gobierno, los talibanes han intentado proyectar una imagen moderada a nivel internacional, prometiendo respetar ciertos derechos «dentro de los marcos de la ley islámica» y asegurando a sus vecinos que Afganistán no será una amenaza. Sin embargo, estas promesas han sido en gran parte simbólicas. La comunidad internacional se enfrenta al dilema de si comprometerse con este nuevo régimen o aislarlo, en un contexto donde la estabilidad del país sigue siendo precaria.

Uno de los mayores temores tras el regreso de los talibanes es que Afganistán vuelva a ser refugio de organizaciones terroristas como Al-Qaeda o el Estado Islámico (ISIS). Aunque los talibanes han asegurado que no permitirán que su territorio sea utilizado para ataques internacionales, su historial plantea serias dudas. Al-Qaeda ha mantenido relaciones cercanas con los talibanes, y el asesinato de su líder, Ayman al-Zawahiri, en Kabul en 2022, reforzó las inquietudes sobre el cumplimiento de sus promesas. A pesar de sus esfuerzos por combatir a ISIS-Khorasan, este grupo sigue siendo una amenaza activa en la región.


Con el regreso del régimen talibán, se teme lo peor (Foto: AFP).

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, afirmó que la misión en Afganistán nunca fue construir una nación, sino combatir el terrorismo, y que el pueblo afgano debía decidir su propio futuro. Sin embargo, esta retirada ha tenido consecuencias desastrosas para la política exterior estadounidense. Por su parte, Arian Sharifi, profesor en la Universidad de Princeton y exfuncionario del gobierno afgano, señaló que cuando exista un sistema legítimo y estable, el mundo lo reconocerá, y que los talibanes deben aceptar los derechos fundamentales de los ciudadanos afganos para garantizar la estabilidad interna y el reconocimiento internacional. Sin embargo, la aceptación de los derechos fundamentales por parte de los talibanes parece estar lejos de ser una realidad inmediata.

El regreso de los talibanes representa un desafío inmenso, no solo para la sociedad afgana que vivía bajo un marco diferente, sino para toda la región y el mundo. La crisis en Afganistán abarca múltiples dimensiones, desde la emergencia humanitaria, donde 23 millones de personas dependen de la ayuda internacional, hasta la falta de reconocimiento diplomático del gobierno talibán. Aunque países como China y Pakistán han establecido relaciones de facto con el régimen, la incertidumbre sobre su futuro y el de su población sigue siendo profunda. (www.REALPOLITIK.com.ar)

ETIQUETAS DE ESTA NOTA

Estados Unidos, ISIS, China, Joe Biden, Afganistán, Kabul, Pakistán, Anderson N. Riverol, Estado Islámico, Al-Qaeda, Ayman al-Zawahiri, Arian Sharifi

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La banda marplatense que muestra el lado oscuro del mar

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Álbum: Entre sombras. Artista: Buenos Vampiros. Temas: “La calma del cementerio”, “Puedo ver el mar en tus ojos”, “Tengo frío”, “Caminamos”, “Jugando en la oscuridad”, “Alguien te espera”, “Canción para Rufina”, “No tengo idea”, “Una vez más”, “Desorbitado” y “Déjenme solo”. Calificación: Bueno.

La arena caliente, las olas revoltosas, el agua fría, el sol incandescente, los turistas apilados en la Bristol uno encima del otro, los alfajores, el lobo marino, el Torreón y, ahora, Buenos Vampiros. Mar del Plata sumó a su cartografía de variedades un sonido y una estética que a simple vista no cuadra con lo que supondríamos inspira una ciudad turística de playa. Más bien, el grupo parece salido de alguna gruta de los acantilados o de un sótano de la zona del puerto, espacios que, por suerte, también son parte de la geografía marplatense. Oscuros, coqueteando con lo gótico, la banda integrada por Irina Tuma, Ignacio Perrotta, Luana Giobellina y Mora Murgue, forman parte de una nueva escena sub 25 cada vez más grande que incluye a Mar del Plata como uno de sus epicentros, además de Buenos Aires.

El nuevo disco de Buenos Vampiros, Entre sombras, no deja mucho lugar para el doble sentido. Y, la primera canción, “La calma del cementerio”, menos todavía. O sea: de entrada, uno sabe que no va a encontrarse con un pop liviano o reggae, por mencionar dos géneros más asociados a ese tipo de paisajes. Los Buenos Vampiros podrían haber salido de la película The Lost Boys (1987), pero en lugar de Santa Mónica, el escenario es Mar del Plata.

Los integrantes de la banda, con edades que oscilan entre los 23 y los 27 años, suenan potentes, románticos y afilados y con algunos hallazgos melódicos (arabescos, por ejemplo) dentro del amplio espacio del postpunk (Joy Division, como referencia obvia) y el skate rock (sobre todo en la expresión de la batería). “Vivimos en Mar del Plata todo el año y vamos a la playa en invierno, no gusta ir cuando hay viento y hace frío. Nosotros le vemos el otro lado al mar”, dice Irina como una forma de explicar algo que rápidamente termina expresándose a través de la música. Aunque, “Puedo ver el mar en tus ojos” es el único tema que menciona el océano. “Mírame a los ojos, nada puede salir mal” canta como un mantra Ignacio en un tono de dudoso autoconvencimiento.

El caso de Buenos Vampiros también impulsa una especie de “sociología inmediata” a lo Pierre Bourdieu sobre la Feliz y sus expresiones musicales no tan felices. Desde los tiempos de grupos como Mellonta Tauta hasta Tomates en verano y algo de Altocamet. Detrás del telón de fondo de la alegría y el éxtasis turístico, al parecer, el mar y las olas estimulan otros paisajes internos un tanto más nihilistas y melancólicos. Al punto que desde hace 20 años existe en esa ciudad un sello discográfico independiente, Casa del puente discos, que edita este tipo de música oscura. Algo totalmente infrecuente en la Argentina.

“Ahora hay una movida que es fuerte con un público muy fiel y creo que la gente debería mirar más allá de lo primero que les aparece. Investigar un poco más porque realmente hoy hay de todo”, dice Irina respecto a la entronización del trap y la música urbana como lo que se asocia demasiado rápido a los jóvenes. En tren de especulaciones algo indica que los centennials o Generación Z, a diferencia de los millennials, tienen una visión menos tecnooptimista del mundo y una mirada un poco más sombría del entorno. “Siempre hubo y siempre hay más allá del reggaetón y el trap. En los festivales grandes siempre tocan los mismos, pero ahora se les está dando lugar a nuevas bandas”, considera Irina como una victoria.

Una de las mejores canciones de Entre sombras es “Una vez más”, un relato desengañado con un sonido que hace recordar a bandas argentinas de los ochenta como Los Pillos o El Corte con un riff de guitarras que no tiene nada que envidiarle a cualquiera de esos grupos postpunk que, ahora, están de moda en todo el mundo. Otra de las influencias evidentes de los once temas que componen el disco que se presentará el próximo 4 de octubre en Niceto Club, es el rock español de la movida madrileña con Parálisis Permanente como emblema. Una extrañeza, porque esa banda ni siquiera fue muy importante en la Argentina cuando aún estaban vigentes: misterios que acerca a las playas de Mar del Plata el cable digital, sin duda.

“Ya no me quiero sentir oscuro, si me alejo de acá es porque siento dolor, déjenme solo, no estoy bien”, canta Ignacio en el último tema del disco: “Déjenme solo”. Toda una declaración de principios de una generación con conexiones socioculturales más espejadas con los Gen X que sus inmediatos millennials. . “Alguien te espera” parece un track sacado directamente de Seventeen Seconds de The Cure.

 Irina Tuma, de Buenos Vampiros

Sin embargo, en algunos pasajes Buenos Vampiros suenan demasiado tenebristas, sin las sutilezas de un género (el gótico o postpunk) que a veces exige algunos colores locales para destacarse del batallón. Otro de los aspectos que castigan un poco la propuesta es la supremacía del volumen de las guitarras por sobre la lírica y las voces que, en ocasiones, terminan sepultadas. Y, para ponerse un poco exquisitos, hay algo de aire indie aniñado, al estilo El Mató…, que le resta épica a algunas melodías poderosas. Por lo demás, Buenos Vampiros es más que un nuevo grupo de rock. Es una fotografía de una generación, de Mar del Plata y, porqué no, del mundo entero.

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