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POLITICA

Ángel de Brito confirmó la separación de Evangelina Anderson y Martín Demichelis y contó el polémico motivo

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Aunque muchos creían que Carolina ‘Pampita’ Ardohain y Roberto García Moritán eran los protagonistas de la separación del año, en las últimas horas se sumó otra ruptura que dejó a más de uno con la boca abierta. Es que Ángel de Brito y Yanina Latorre confirmaron el final de la relación entre Evangelina Anderson y Martín Demichelis y hasta mencionaron a una tercera en discordia.

Todo comenzó este miércoles 9 de octubre en LAM (América TV), cuando el conductor inició un clásico enigmático. “La separación involucra a dos personajes superpopulares de la Argentina, con relevancia en otros países, que involucran varios aspectos de nuestra vida”, comenzó diciendo.

Y continuó dando pistas: “Una pareja consolidada, de muchos años. Jóvenes, si querés encasillarlos en algún lado. Mega populares, él es figura y ella es muy popular”.

Minutos más tarde, retomaron el tema y ya con el nombre de los protagonistas, Latorre informó: “Se separaron en México. Cuando a ella le preguntan los íntimos, les dice que está separada. Ya había existido el rumor de una tercera persona, lo había dado Tartu, y creían que era una opereta contra River. Pero Tartu tenía razón, no era una opereta contra River”.

Yanina Latorre dio detalles de la separación entre Evangelina Anderson y Martín Demichelis (Foto: captura TV)

Luego, contó que Evangelina se enteró de la tercera en discordia, le preguntó y él se lo confirmó: “Le llega un mensaje en Monterrey diciendo que él está saliendo o estaba saliendo con una azafata de una aerolínea que la conoció en un viaje de River. Dicen que ella se lo preguntó, él se lo confesó y lo echó”.

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“Tengo cuatro fuentes que me aceptan la azafata”, aseveró Yanina y completó: “En el club Monterrey, él no quiere blanquear la separación, entonces está metiendo doble turno de entrenamiento para no decir que no está en la casa”.

Cabe destacar que esto ocurre a poco tiempo de que ella organizara la mudanza con toda su familia a México, país al que arribó por la carrera de su marido, quien se convirtió recientemente en el nuevo director técnico de Monterrey.

A su vez, parece que la infidelidad no sería la única causa que determinó a Evangelina Anderson a pedirle al padre de sus tres hijos que se vaya de casa, pero de Brito aseguró que el resto de la información la compartirá Yanina Latorre este jueves, en una nueva edición de LAM.

POLITICA

De los trabajadores y los oprimidos a la lucha de los célibes involuntarios

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Parece mentira. Podría serlo. Quizá resulta una de tantas exageraciones de sociología inmediata. O de una operación de marketing para explicar lo inexplicable (suele ocurrir). ¿Una broma? Tal vez. ¿Un hecho rigurosamente incierto? Es probable. Como fuera, cada vez suena más fuerte el término “incels” para clasificar a un nuevo sujeto social y político de germinación perenne en los últimos años. Como alguna vez lo fue el trabajador (en el caso del peronismo), los oprimidos (en el caso de la izquierda), ahora se revelan los “incels” como una comunidad capaz de definir elecciones, agruparse digitalmente y de captar la atención de politólogos, foros sociológicos, antropólogos y, por supuesto, facciones políticas.

Con fascinación algo morbosa, algunas interpretaciones hablan de que los “incels” agrupan a trabajadores y oprimidos de toda clase social bajo una misma carencia o necesidad bastante extendida a nivel global. ¿Cuál? Pues… cómo decirlo… que no consiguen mantener relaciones sexuales. Un hecho absolutamente “extraordinario” puesto como antónimo directo de “poco convencional”. Una rareza social. El acrónimo “incels”, acuñado por una mujer canadiense en 1997, quiere decir “Involuntary Celibate” (Célibes Involuntarios). En efecto, quienes sufren esa privación lograron convertirse en el siglo XXl en una subjetivación social lo suficientemente potente como para elevar sus reclamos al nivel de la atención pública. Y como dice la famosa frase “donde hay una necesidad hay un derecho”, los “incels” alzaron su voz y consiguieron cierta relevancia en las bases de algunos partidos políticos como el ideario libertario. Aunque, hay que decirlo, ya son observados con interés por la vulgaridad de ese movimiento que hizo de la jactancia sexual algo doctrinario en los últimos tiempos. Ni en sus momentos más afiebrados J.G. Ballard hubiera imaginado una ficción distópica de este calibre. ¿Qué diría Ernesto Laclau en su teoría de los puntos de equivalencia, donde todos los reclamos pueden ser considerados iguales? No sabemos. Pero, el politólogo e investigador en la Universidad de Lisboa, Andrés Malamud, abordó la “lucha contra la opresión” de los “incels” en una entrevista:

“Muchos varones jóvenes heterosexuales se sentían cancelables. Pasaron a ser material descartable. Macho violador. Esto se ve en todos lados: en estudios en Corea del Sur hasta los Estados Unidos, pasando por Europa y América latina. Estos chicos aparecen sobre todo después de la cuarentena y la rebelión empieza en el mundo digital. Surgen tribus urbanas, los ‘incels’, los involuntariamente célibes, los chicos a los que las chicas no les dan bola: “virgos” diríamos hoy… Toda esa gente se rebela contra ese mundo que considera feminista y feminizado. El feminismo se transforma en el enemigo. Y tienen influencers que son profundamente misóginos, violentos y agresivos. Milei encarna muy bien ese espíritu y representa bien a esta gente”.

Por fuera de lo hilarante del tema, los “incels” suelen destacarse por el vómito diario de expresiones misóginas, hostilidades y la apología de la violencia hacia las mujeres en las redes sociales. Tienden a deshumanizar y responsabilizar a las mujeres y a los Estados por su fracaso por la falta de interacciones sexo-afectivas. Aunque, en verdad, el ente algorítmico de las redes sociales, que nadie sabe bien a qué ideología responde, sobre todo el de Tik Tok, promueve contenidos de modelos masculinos como los “sigma” (que se consideran demasiado inteligentes para el resto del mundo, especialmente para las mujeres) o los Alfa Male (el varón que se realiza a sí mismo solo a través del dinero) y el “hombre de alto valor”, que alimenta la fantasía de lo que se supone que las mujeres buscan. Todas estas categorías, muy típicas de la producción arbitraria cultural norteamericana, de alguna manera pueden desembocar en el movimiento “incels”. Consultada, una alta fuente de la Universidad de Ciencias Sociales de la UBA, recordó un posteo irónico sobre el tema: “Soy libertario, el único derecho que me tiene que garantizar el Estado es el de tener novia”.

Pero los “incels” no nacieron de un repollo. Las políticas de género aparecen siempre mencionadas en singular. Direccionadas solo a las mujeres, porque son las que sufren la violencia de género. No obstante, los “hombres cis”, señalados como privilegiados históricos, quedaron apartados de la discusión, mientras observaban cómo los códigos de la galantería eran insurreccionales, quedaban expuestos al señalamiento constante y a muchos prejuicios. El contexto empezó a aplastar y despersonalizar a un espectro amplio de varones jóvenes (y no tanto). Los que saben del tema no descartan que el uso y estatización de estas cuestiones ahondaron la frustración, el resentimiento, la posterior reivindicación y el reclamo. Tesis, antítesis y síntesis: o sea, un duro revanchismo de los “incels” contra el Estado y sus políticas de género. Hace poco, una conspicua usuaria de la red social X, autodefinida como “Kircha” y exempleada del Ministerio de la Mujer, escribió una crónica personal en la que detalló cómo había logrado humillar a un militante libertario de 28 años luego de montar una especie de performance afectiva para engañarlo. Y escribió: “Para sorpresa de nadie, claro: los incels son más que un estereotipo. Son el símbolo de una generación que está padeciendo recesión sexual, que no sabe cómo empezar una conversación para c…”. La persona aludida, profundamente dolida, decidió abandonar las redes sociales donde, hay que decirlo, ya había abusado previamente de su comportamiento insensible y agresivo.

El desprecio, la degradación y el microabuso de poder son múltiples formas de violencia desde tiempos inmemoriales. Y, cabe aclarar, no tienen género ni edad. Estas conductas solo expanden más sufrimiento humano en todos las direcciones: mujeres tradicionales o progresistas, varones cis o no cis, incels o no incels.

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