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POLITICA

De los trabajadores y los oprimidos a la lucha de los célibes involuntarios

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Parece mentira. Podría serlo. Quizá resulta una de tantas exageraciones de sociología inmediata. O de una operación de marketing para explicar lo inexplicable (suele ocurrir). ¿Una broma? Tal vez. ¿Un hecho rigurosamente incierto? Es probable. Como fuera, cada vez suena más fuerte el término “incels” para clasificar a un nuevo sujeto social y político de germinación perenne en los últimos años. Como alguna vez lo fue el trabajador (en el caso del peronismo), los oprimidos (en el caso de la izquierda), ahora se revelan los “incels” como una comunidad capaz de definir elecciones, agruparse digitalmente y de captar la atención de politólogos, foros sociológicos, antropólogos y, por supuesto, facciones políticas.

Con fascinación algo morbosa, algunas interpretaciones hablan de que los “incels” agrupan a trabajadores y oprimidos de toda clase social bajo una misma carencia o necesidad bastante extendida a nivel global. ¿Cuál? Pues… cómo decirlo… que no consiguen mantener relaciones sexuales. Un hecho absolutamente “extraordinario” puesto como antónimo directo de “poco convencional”. Una rareza social. El acrónimo “incels”, acuñado por una mujer canadiense en 1997, quiere decir “Involuntary Celibate” (Célibes Involuntarios). En efecto, quienes sufren esa privación lograron convertirse en el siglo XXl en una subjetivación social lo suficientemente potente como para elevar sus reclamos al nivel de la atención pública. Y como dice la famosa frase “donde hay una necesidad hay un derecho”, los “incels” alzaron su voz y consiguieron cierta relevancia en las bases de algunos partidos políticos como el ideario libertario. Aunque, hay que decirlo, ya son observados con interés por la vulgaridad de ese movimiento que hizo de la jactancia sexual algo doctrinario en los últimos tiempos. Ni en sus momentos más afiebrados J.G. Ballard hubiera imaginado una ficción distópica de este calibre. ¿Qué diría Ernesto Laclau en su teoría de los puntos de equivalencia, donde todos los reclamos pueden ser considerados iguales? No sabemos. Pero, el politólogo e investigador en la Universidad de Lisboa, Andrés Malamud, abordó la “lucha contra la opresión” de los “incels” en una entrevista:

“Muchos varones jóvenes heterosexuales se sentían cancelables. Pasaron a ser material descartable. Macho violador. Esto se ve en todos lados: en estudios en Corea del Sur hasta los Estados Unidos, pasando por Europa y América latina. Estos chicos aparecen sobre todo después de la cuarentena y la rebelión empieza en el mundo digital. Surgen tribus urbanas, los ‘incels’, los involuntariamente célibes, los chicos a los que las chicas no les dan bola: “virgos” diríamos hoy… Toda esa gente se rebela contra ese mundo que considera feminista y feminizado. El feminismo se transforma en el enemigo. Y tienen influencers que son profundamente misóginos, violentos y agresivos. Milei encarna muy bien ese espíritu y representa bien a esta gente”.

Por fuera de lo hilarante del tema, los “incels” suelen destacarse por el vómito diario de expresiones misóginas, hostilidades y la apología de la violencia hacia las mujeres en las redes sociales. Tienden a deshumanizar y responsabilizar a las mujeres y a los Estados por su fracaso por la falta de interacciones sexo-afectivas. Aunque, en verdad, el ente algorítmico de las redes sociales, que nadie sabe bien a qué ideología responde, sobre todo el de Tik Tok, promueve contenidos de modelos masculinos como los “sigma” (que se consideran demasiado inteligentes para el resto del mundo, especialmente para las mujeres) o los Alfa Male (el varón que se realiza a sí mismo solo a través del dinero) y el “hombre de alto valor”, que alimenta la fantasía de lo que se supone que las mujeres buscan. Todas estas categorías, muy típicas de la producción arbitraria cultural norteamericana, de alguna manera pueden desembocar en el movimiento “incels”. Consultada, una alta fuente de la Universidad de Ciencias Sociales de la UBA, recordó un posteo irónico sobre el tema: “Soy libertario, el único derecho que me tiene que garantizar el Estado es el de tener novia”.

Pero los “incels” no nacieron de un repollo. Las políticas de género aparecen siempre mencionadas en singular. Direccionadas solo a las mujeres, porque son las que sufren la violencia de género. No obstante, los “hombres cis”, señalados como privilegiados históricos, quedaron apartados de la discusión, mientras observaban cómo los códigos de la galantería eran insurreccionales, quedaban expuestos al señalamiento constante y a muchos prejuicios. El contexto empezó a aplastar y despersonalizar a un espectro amplio de varones jóvenes (y no tanto). Los que saben del tema no descartan que el uso y estatización de estas cuestiones ahondaron la frustración, el resentimiento, la posterior reivindicación y el reclamo. Tesis, antítesis y síntesis: o sea, un duro revanchismo de los “incels” contra el Estado y sus políticas de género. Hace poco, una conspicua usuaria de la red social X, autodefinida como “Kircha” y exempleada del Ministerio de la Mujer, escribió una crónica personal en la que detalló cómo había logrado humillar a un militante libertario de 28 años luego de montar una especie de performance afectiva para engañarlo. Y escribió: “Para sorpresa de nadie, claro: los incels son más que un estereotipo. Son el símbolo de una generación que está padeciendo recesión sexual, que no sabe cómo empezar una conversación para c…”. La persona aludida, profundamente dolida, decidió abandonar las redes sociales donde, hay que decirlo, ya había abusado previamente de su comportamiento insensible y agresivo.

El desprecio, la degradación y el microabuso de poder son múltiples formas de violencia desde tiempos inmemoriales. Y, cabe aclarar, no tienen género ni edad. Estas conductas solo expanden más sufrimiento humano en todos las direcciones: mujeres tradicionales o progresistas, varones cis o no cis, incels o no incels.

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POLITICA

Carolina Gusmerotti: «El trabajo autogestivo es clave para enfrentar la crisis y generar oportunidades»

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«Soy trabajadora del estado desde hace más de veinticinco años, y como directora desde que se creó la subsecretaría de Economía Popular, una decisión de nuestro gobernador Axel Kicillof en su gestión anterior», inició Carolina Gusmerotti, quien señaló que la dirección a su cargo se encarga de acompañar la gestión de proyectos generados por trabajadores que no pertenecen al ámbito del trabajo formal, nucleándose en cooperativas o emprendimientos autogestionados.

En relación a la evolución de la economía popular, la funcionaria subrayó: «La forma de organización del trabajo por cuenta propia existió siempre, pero ahora hay más visibilidad gracias a registros como el del Renatep, que en su momento contabilizó a más de 4 millones de trabajadores y trabajadoras». Además, explicó que, aunque la desaparición del ministerio de Desarrollo Social a nivel nacional ha impactado en la capacidad de registrar y acompañar estos proyectos, se está evaluando retomar el registro a nivel provincial.

Gusmerotti también detalló los desafíos que enfrentan los trabajadores de la economía popular, muchos de los cuales se organizan en sectores como el reciclado, la producción de alimentos y la infraestructura: «A medida que más personas se organizan de forma autogestiva debido al cierre de fábricas y pymes, vemos la necesidad de fortalecer y acompañar esos procesos, pero no siempre contamos con los recursos necesarios».

Respecto a la relación entre la provincia y el gobierno nacional, Gusmerotti fue clara: «La programación de la subsecretaría ya estaba en función de un gobierno nacional que no es afín, lo que ha dificultado la continuidad de algunos convenios, como los relacionados con la actualización tecnológica en la economía popular». Sin embargo, destacó que, gracias a la administración de fondos provinciales y a la colaboración con universidades, se ha logrado avanzar en muchos de esos proyectos.

En relación con los proyectos de actualización tecnológica, la directora explicó: «Estos programas buscan mejorar la capacidad tecnológica de los trabajadores, articulando esfuerzos con universidades y organismos científicos. Un ejemplo exitoso es el trabajo en las islas del Delta, donde se equipó a cooperativas con tecnología para ampliar su capacidad de producción».

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Finalmente, Gusmerotti hizo hincapié en la necesidad de una política pública que escuche y apoye a los trabajadores autogestivos: «Los proyectos autogestivos no solo generan empleo, sino que también promueven la innovación en sectores que de otra forma no tendrían acceso a financiamiento o capacitación». Además, reiteró que, aunque las condiciones actuales presentan grandes desafíos, la provincia sigue trabajando para acompañar estos procesos y sostener los empleos generados por la economía popular. (www.REALPOLITIK.com.ar) 

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