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Desconcierto entre diplomáticos por la carta de Milei en la que les exige que tomen sus ideas de «libertad» o renuncien

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Una inédita comunicación presidencial al Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto emitida a última hora del viernes, firmada por Javier Milei y con copia a su ministra Diana Mondino expuso la grave crisis que atraviesa la Cancillería y la tensa relación de los diplomáticos de carrera con la Casa Rosada libertaria.

En ella, el Presidente conminó a los funcionarios del servicio exterior: «quienes no se encuentren en condiciones de asumir los desafíos que depara el rumbo adoptado en defensa de las ideas de la libertad deberán dar un paso al costado

Y pone énfasis una vez más en que la llamada Agenda 2030, a la que por primera vez considera “bienintencionada en sus metas”, pero vuelve a denunciar una vez más como “un programa de gobierno supranacional de corte socialista que pretende resolver los problemas de la modernidad con soluciones que atentan contra la soberanía de los estados nación, y violentan el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad de las personas”.

Para Milei esa agenda “obedece a intereses privilegiados; y han abandonado los principios esbozados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada por la Organización de las Naciones Unidas”, asunto que ya reiteró varias veces y que lo llevó a denunciar el llamado Pacto del Futuro, como una agenda “woke” en la última Asamblea de la ONU, adonde habló por primera vez el 24 de septiembre.

La comunicación del viernes a la noche comienza diciendo que tiene el agrado de dirigirse a Mondino en su carácter de Presidente de la Nación Argentina, “a fin de solicitarle que arbitre los medios necesarios para transmitir la presente comunicación a la totalidad de los funcionarios y personal de su jurisdicción, así como el personal diplomático y civil del Servicio Exterior de la Nación”.

Y la encabeza con un largo listado de presuntos empleados del servicio exterior, muchos de los cuales ya no trabajan ahí, no son diplomáticos, como el ex vocero del canciller Héctor Timerman, Marcos Lohlé, o nombres misteriosos como una tal Ekaterina Kutzmicheva que, según el documento de Presidencia trabajaría como empleada local en el consulado de Milán.

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Milei asegura que la Argentina transita “cambio de época”, y que ello es un “cambio de rumbo interno” que “debe reflejarse en el plano internacional a través del trabajo de la totalidad del cuerpo diplomático, la participación en los foros internacionales y los organismos multinacionales”.

La insólita presión ejercida por el presidente Milei, nunca expuesta de esta manera ni cuando la Marina tomó la Cancillería, durante la última dictadura, ni cuando, en democracia, La Cámpora, ejerció un duro control ideológico de las relaciones exteriores en nombre del kirchnerismo, es considerada como una “declaración de guerra” del Gobierno a los diplomáticos a los que empezó a considerar como una “casta” dificil de “domar”.

Algunos la entendieron como un “apriete” cuyos métodos nunca tuvieron lugar antes. Pero a decir verdad, también expuso un fuerte desconocimiento del Presidente y de su entorno que por la Constitución Nacional no es sino él mismo quien como jefe de Estado conduce la política exterior y los funcionarios de la Cancillería la ejecutan. El documento refleja un estado de confusión y también expone la debilidad presidencial ante los que lo rodean y le hacen creer que hay insurrección a su alrededor cuando no la hay.

Por otra parte, también vuelve a exponer una vez más el desgarro de la gestión Mondino, a quien han vaciado de poder. Aunque afirman que los hermanos Milei no la van a echar, al menos hasta las elecciones legislativas de 2025, la ministra vio cómo la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei que se llevó la agencia de inversiones, y ahora advierten que podrían ir por la cabeza del Secretario de Comercio Internacional, Marcelo Cima, para quien ya tienen reemplazante.

La crisis en el ministerio estalló cuando el asesor todo terreno de Milei, Santiago Caputo, puso a trabajar el ministerio a la abogada en derecho de familia, Ursula Basset, quien es actúa como “comisaria política” de todos los discursos y a gritos tiene problemas con los diplomáticos porque, como ella no tiene poder de firma -tampoco no lo quiere tener porque está esperando un nombramiento como jueza federal- quiere que se emitan documentos de tono ultraconservador que nadie quiere convalidar con su firma.

Pero estalló cuando Milei y Caputo crearon en Cancillería el cargo de Secretario de Civilización y Culto, Nahuel Sotelo, que tiene también problemas de algún tipo por su falta de título universitario pero tiene un poder descomunal y ubicó dos subsecretarios que absorbieron derechos humanos y la relación las cortes y comisiones de ONU y OEA, vaciando de poder al secretario de Relaciones Exteriores, Leopoldo Sahores, quien los sorprendió con una renuncia esta semana. También les renunció el director de derechos humanos, Christian Machuca. Y de la ONU en cambio, fue despedido el representante argentino Ricardo Lagorio. Su reemplazo lo eligió el embajador ante los Estados Unidos y virtual «canciller» Gerardo Werthein.

Los problemas estallaron cuando el cuerpo diplomático advirtió a las autoridades que las posturas disruptivas, aislacionistas y rupturistas de Milei -en especial la agenda ultraconservadora- daña los tratados y compromisos internacionales firmados por la Argentina y contradicen la legislación interna. Eso no gustó en la Rosada. Milei, Karina y Caputo lo consideran subversión. Y tienen alrededor voces que alimentan esa versión.

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Por otra parte está la crisis por el pago de ganancia para el plus que los diplomáticos cobran cuando salen al exterior que impuso Presidencia. Está detenido sólo por una medida cautelar obtenida por el gremio de Cancillería.

La Presidencia comenzó a escuchar las quejas de Sotelo y Basset de que los diplomáticos, ganan más que ellos y se les rebelan. De ahí que Sotelo ahora quiera hacer otra profunda reestructuración interna para quedarse con las direcciones de Medio Ambiente, Organismos Internacionales, Crimen Organizado Transnacional y Desarme. Quiere el manejo del Invap. Hay quienes sostienen que también quiere el sillón de Mondino para dar “la batalla cultural” que prometen los libertarios. Pero la Cancillería ni es el ámbito, porque se ocupa de las relaciones con otros estados ni tiene el dinero para hacerlo.

Lo más increible de todo en las últimas horas, que una agobiada Mondino en lugar de al menos apropiarse del mismo mensaje que emitió Milei a los diplomáticos, donde llega a elogiarla, lo que hizo fue retuitear un mensaje de Sotelo: “En las oficinas de la Secretaría de Culto y Civilización ya está el mensaje del presidente @jmilei en la puerta de ingreso”. Y puso la foto de las tres hojas del documento.

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El mejor aperitivo y el útimo Martini

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MADRID. –Cada uno tiene su bar en el mundo. El de esta cronista es el Richelieu. Al llegar a vivir aquí en los tempranos 2000, su principal atractivo resultó estar a la vuelta del departamento (perdón, “pisito con azotea”) donde desembarcó. Era en el barrio de Chamberí –”el más castizo de Madrid”, según insistían los vecinos, quizá por lo ligeramente inesperado que, con tanto acento argentino y tanta actitud de décadas en Nueva York, no se hubiese decantado por una zona más internacional.

Fue fácil, sin embargo, dejarse seducir por el “Richi”. Sí, el público era bastante mayor, los hombres con teba (un saco de dos botones y sin hombreras, originariamente para la caza), un suave aroma a spray en los peinados impecables de las mujeres. Mucho loden en invierno, tanto que parecía una marea verde en su terraza. Se tomaba vermut. Había un lustrabotas y se vendían billetes de lotería. Pero no había ninguna actitud forzada o demasiado insistente de que se era “auténtico”, aunque, obviamente, tampoco era un lugar “cool” a la usanza internacional. No había mozos con tatuajes y al muffin le decían “madalena”.

Según la edición local de Vanity Fair, por ejemplo, no solo “ya podría incendiarse Madrid que (a los mozos) no les temblaría el pulso con que preparan los Martinis”, sino que señalaron que en el Richelieu es donde puede verse, por excelencia, “que el aperitivo es la última liturgia que nos queda”

Terminó siendo el lugar de encuentro con una banda (perdón, pandilla) de íntimos amigos periodistas. Algunos considerablemente ligados progresismo, con lo cual tenía su ironía el estar reunidos en un establecimiento que recuerda al cardenal que consolidó a la monarquía en Francia. Pero la realidad es que ni siquiera se estaba siendo demasiado original. La gauche divine ya había adoptado al Richelieu varias décadas atrás y un ministro del interior socialista aclaró que “lo que pasa en el Richelieu queda en el Richelieu”. Esta cronista recién se enteró del colorido pasado del local en la actual visita a la ciudad, leyendo una llamativa cantidad de artículos que salieron en los últimos años. Porque parece que está de moda. O, al menos, que logró un recambio generacional ahora que las revistas le están dando un carácter icónico por su profesionalismo y falta de pretensión. Según la edición local de Vanity Fair, por ejemplo, no solo “ya podría incendiarse Madrid que (a los mozos) no les temblaría el pulso con que preparan los Martinis”, sino que señalaron que en el Richelieu es donde puede verse, por excelencia, “que el aperitivo es la última liturgia que nos queda”.

La autora y amigos, en su bar en el mundo

Efectivamente, los tragos son muy buenos –y sagrados–. Pero las historias que salieron a la luz, tanto más.

Sus inicios se remontan a 1969, cuando un grupo de arquitectos recurrieron nada menos que a Balenciaga para conseguir los fondos para construir el edificio en el Paseo de Eduardo Dato donde el bar ocuparía la planta baja. Tuvo un éxito inmediato entre la gente del barrio burgués, aunque también lo visitaban celebridades como Sara Montiel, que iba para fumar habanos. Su época de oro fue entre la muerte de Franco y finales de los 80.

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Había un cliente que pedía que le escondiesen el whisky en el baño, y su mujer –que no quería que bebiese– se sorprendía de que tuviera que ir tantas veces “al aseo”

Luego se volvió un “bar de ligues”, pero los mozos (camareros, por supuesto) fueron un dechado de pragmatismo para volver a su espíritu original más tranquilo. Según confesaron a Vanity Fair, al público que no les interesaba simplemente dejaron de pasarle la bandeja de canapés gratis, y con eso lograron que eligieran mudarse. Otras situaciones complicadas que supieron resolver con sutileza fueron, asimismo, típicas de una era, y que hoy serían impensables. Por ejemplo, había un cliente que pedía que le escondiesen el whisky en el baño, y su mujer –que no quería que bebiese– se sorprendía de que tuviera que ir tantas veces “al aseo”. Pero también hay historias que levantan el espíritu. Se hacían exposiciones de arte y el lugar era muy de “chicas casaderas”, que conocían a sus futuros maridos allí. Por eso se ven varios matrimonios mayores que van a festejar sus aniversarios al Richelieu.

“Es la última sede de una estirpe de bares casi desaparecidos. Richelieu es el mejor aperitivo y el último Martini. Richelieu, entre otras muchas cosas, es Madrid”, sentenció El Mundo. Y esta cronista una vez más brindó por él. Con vermut, por supuesto.

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