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SOCIEDAD

Dos prepagas grandes aumentan en enero 3,3% y 3,9% tras el dato de inflación del 2,4%: cómo queda el resto

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“¿Sobre qué base una prepaga se da el lujo de aumentar 3,9 por ciento cuando la inflación es del 2,4?”, pregunta en modo catártico una afiliada en la red social X. A pesar de que los administradores de estas coberturas médicas tratan de explicar las causas del desfasaje, mensajes como el citado son representativos de un sector del público que no entiende por qué le aumentan lo que le aumentan.

Según los datos que pudo recabar Clarín, las subas de las prepagas que ya hicieron el anuncio para enero son: Hospital Italiano, 3,9 por ciento; Omint, 3,3; Medicus, 3; Prevención Salud, 2,98; Swiss Medical, 2,9 (con copagos, 2,4); Hospital Británico, 2,7; Galeno, 2,6; y Medifé, 2,4 (con copagos, 2). La tendencia general es a la baja con respecto a los ajustes de diciembre. El dato de OSDE aún no se conoce porque a diferencia del resto cobra a mes vencido. Y hasta donde pudo averiguar este medio, al cierre de esta nota Sancor Salud -la cuarta prepaga más grande del país- y Accord Salud -la séptima- no habían informado el aumento.

Desde el Hospital Italiano y el Británico -como desde otros hospitales de comunidad- suelen diferenciarse para aclarar que no son empresas de medicina prepaga como el común del sector, sino organizaciones sin fines de lucro que ofrecen planes de salud y, en ocasiones, con prácticas médicas inéditas en el país. Sin embargo, los usuarios no suelen reparar en estos matices si el bolsillo sufre.

Las comunicaciones a los afiliados con los nuevos incrementos comenzaron a llegar en las últimas horas, una vez que el INDEC dio a conocer el IPC de noviembre, salvo Medicus que ya había informado el aumento de enero con anterioridad. Esas cartas se enviaron sobre el cierre de una semana especial, en la que el Gobierno confirmó la imputación por cartelización contra siete prepagas por parte de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC).

Para justificar los índices de ajuste, los representantes del sector de las prepagas argumentan que el costo de la salud es más alto que el promedio de precios. Hugo Magonza, titular de la Unión Argentina de Salud, lo explica así: “El consumo de bienes y servicios hay que llevarlo a unidades. El impacto del índice de inflación no sólo está en el índice sino en la frecuencia con la que el bien o servicio se consume. Hace 25 años la cantidad de consultas médicas por afiliado era 3,5 por año y hoy está en 9”.

“En el caso de la salud -siguió Magonza- se le agrega la inflación por complejidad. Hace muchos años no había resonancia magnética ni tomografía computada. Y hasta hace diez años no había tratamientos ni medicamentos de altísimo precio para enfermedades huérfanas, que eran muy pocas o desconocidas. A esto se suman las enfermedades degenerativas producto del envejecimiento poblacional. Esas enfermedades requieren tratamientos novedosos cuyo precio es monopólico y lo pone el único que lo provee, ya sea un laboratorio o alguien que haga una práctica”.

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Clarín pudo saber que desde la Superintendencia de Servicios de Salud hubo, en el pasado reciente, conversaciones con prepagas que habían fijado aumentos por encima de lo que al Gobierno consideraba apropiado. En ese tire y afloje del “libre mercado”, en algunos casos hubo correcciones. En otros, la respuesta fue que si la suba era menor a la calculada el resultado era ir a pérdida, por lo que no podían validar esa pretensión oficial sin resentir la calidad del servicio.

Otra catarsis a través de un mail, recibido este viernes en la redacción de Clarín, evidentemente no marida con las explicaciones que intenta dar el sector sobre la situación compleja que atraviesa. Arturo Neuberger, afiliado de Sancor Salud, escribió: “Antes de que asumiera Milei ninguna prepaga se fundió con lo que cobraba y ahora con lo que aumentaron muchos se tuvieron que borrar y no hubo contemplación, y tampoco los mayores de 60 años podemos cambiarnos de empresa. Se están aprovechando sin miramiento y son los que dicen cuidarnos”.

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SOCIEDAD

Frases fake: por qué se expanden las citas falsas atribuidas a grandes personalidades

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No podemos no recordar a Sócrates sin su famoso “sólo sé que no sé nada”. Pero también abundan miles de frases que nunca fueron dichas por quien se piensa. Son atribuidas falsa o erróneamente a personalidades célebres: un estilo de fake news con la forma de una cita de autoridad. ¿Por qué? Simplemente, “suena bien”. La tendencia, que pulula en los medios, debates, discursos y charlas de motivación, se viraliza en las redes sociales donde suma miles de likes y reproducciones. ¿Por qué se da por descontada la paternidad de las famosas frases?

Es que los refranes cumplieron la función de “repositorio” del saber popular. Sin embargo, se fortalecieron en los espacios donde la oralidad era la forma principal de comunicación. “Desde el siglo XVIII, con la hegemonía de la escritura como vehículo de la cultura y la presencia del autor como figura de autoridad, lo prestigioso es citar a alguien. En la referencia se busca la legitimidad que no se le otorga al saber popular”, explica Natalia Corbellini, doctora en Letras por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), en diálogo con Clarín. “Incluso, el “Se le escapó la tortuga” de Maradona funciona en la oralidad con la fuerza que antaño tenían los refranes”, destaca.

No hay registros de que la frase “el fin justifica los medios” corresponda a Maquiavelo. Si bien estas palabras reflejan su pensamiento, él nunca las pronunció en su obra literaria. «Si pudiera vivir nuevamente mi vida» pertenece al poema “Instantes” que le fue atribuido falsamente a Jorge Luis Borges. En este caso, la atribución pareciera haber sido hecha por un bromista porque se le adjudicaron ideas sobre las que nunca se pronunció y el uso de un lenguaje opuesto al de su pluma.

Ladran, Sancho, señal que cabalgamos” fue citado en numerosas ocasiones como parte de «El Quijote» de Miguel de Cervantes, pero no es de su autoría. Su origen puede remontarse al poema “Labrador”, del alemán Goethe, que data de 1808 y, en un momento, dice: “Pero sus estridentes ladridos / sólo son señal de que cabalgamos”. También se ha pensado que la frase puede ser una forma evolucionada del proverbio árabe que reza: “Los perros ladran, la caravana pasa”, divulgado en la España medieval.

También hay citas del cine y del tango que se sumaron al acervo popular de saberes simbólicos: “Tócala de nuevo, Sam” (la frase que aparece en «Casablanca» es «Tócala una vez» y hay quien atribuye la confusión a la película «Play it again, Sam» que estrenó Woody Allen en 1972) o “Elemental Watson” (la combinación del enunciado nunca fue dicha por Sherlock Holmes ni aparece en las obras originales de Arthur Conan Doyle).

Impactar en la credibilidad: ¿importa la verdad?

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«Como dijo Cicerón, cuanto más se acerca el colapso de un imperio, más estúpidas son sus leyes. Y vaya que ha hecho cosas estúpidas el kirchnerismo».

A esta sentencia, que se ha replicado en infinitas ocasiones, apeló Javier Milei para defender el presupuesto frente al Congreso. Sin embargo, no existe ningún registro de que Cicerón la haya pronunciado y parece derivar una novela histórica basada en su vida: «La columna de hierro», de Taylor Caldwell (1965).

Santiago Kalinowski es lingüista y profesor de escritura académica en la Universidad Di Tella. “Cuando una forma discursiva se asocia con un acceso privilegiado a la verdad, aparece la tentación de usarla para instaurar citas falsas. El objetivo principal es mover hacia una acción y no la verdad, la cual pasó a un segundo plano», instruye.

Por eso, subraya que la cita de Cicerón funciona porque hay una especie de relación prototípica entre la antigüedad clásica y la presencia primigenia de sus ideas. «El solo hecho de darle un ropaje discursivo retórico, es decir, hacerla participar de un paradigma asociado a una especie de acceso privilegiado a la verdad tiene un impacto de credibilidad mayor”, indica.

En sintonía, la doctora en Lingüística Silvia Gelbés sostiene que la supuesta cita de autoridad se profiere en función de avalar el propio argumento para mostrarse como conocedor de las palabras de tal autor. “Se supone que lo dicho por una autoridad reconocida tiene un prestigio y un valor de verdad que no necesitan mayores explicaciones. De allí que se utilice para validar la propia creencia”, justifica.

De hecho, en la era de la inmediatez y la sobreinformación, en que los debates públicos están polarizados, las redes sociales crearon un caldo de cultivo perfecto para que lo efímero y llamativo tengan más peso que la verdad. Una frase apócrifa puede adquirir la apariencia de verdad simplemente porque impacta y se repite muchas veces. Prevalece la verosimilitud y no la verdad.

“En este ambiente, que propicia la diseminación de frases apócrifas atribuidas a autores famosos, lo importante parece ser la resonancia emocional antes que la veracidad. La repetición constante de estas frases simplificadas transforma la complejidad del pensamiento de grandes autores en clichés vacíos, fomentando una especie de ‘sabiduría instantánea’ que poco tiene que ver con la reflexión. Esto no solo distorsiona el legado sino que demuestra una preferencia por el consumo de contenidos ligeros y de rápida digestión por encima de una lectura profunda y crítica”, ahonda Maximiliano Taus, codirector de YA Comunica, experto en posicionamiento estratégico.

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Fuera de contexto

¿Por qué los memes y los virales hacen que sea sencillo sacar una frase de contexto, atribuírsela a quien nunca la dijo y que la falsedad se extienda por internet en segundos? ¿Y las citas sacadas de contexto? Pueden significar algo muy diferente de lo que dijo el autor. Sucedió con la descripción del siglo XIX de Friedrich Nietzsche, el “Dios ha muerto”, a la que se le han otorgado significados de los más peregrinos.

“Hay que estar atentos y volver a la lectura lenta, porque en este tiempo de tantas ‘fake news’ y de información breve y vertiginosa por las redes, el uso indiscriminado de citas de autoridad sin ningún respaldo fortalece posiciones radicales que pueden ser falsas”, recomienda Corbellini.

El mismo escenario evalúa Taus, quien postula que la inmediatez y la viralidad se imponen sobre la necesidad de comprobar los hechos mientras que la verdad se diluye en la maraña de información. “En este ecosistema, la corrección factual es percibida como una molestia más que como una necesidad. Así, la verdad, se convierte en una víctima más de la velocidad y la simplicidad que rigen nuestra era digital”, argumenta.

Damas y caballeros, estos son mis principios. Si no les gustan tengo otros. Citadme diciendo que me han citado mal (las 2 de Groucho Marx).

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