ECONOMIA
Adiós al Acuerdo de París: un guiño de Milei a Trump en la nueva batalla por defender la cultura petrolera
Con la entrevista de la revista francesa Le Point, Javier Milei anotó otro hito en la saga de entrevistas y perfiles que le han dedicado medios del primer mundo -ya se dio el gusto de estar en la tapa de The Economist, Time, The New Yorker y Financial Times, entre muchos otros. Decidido a no desaprovechar la atención global, soltó la bomba de que Argentina podría abandonar el Acuerdo de París para el control climático.
Pero el anuncio no solamente tenía la intención de reforzar su perfil provocador, sino que tiene una dosis de «timing» político. Ocurre justo cuando su colega estadounidense Donald Trump declarara que el pilar de su plan anti-inflacionario es la baja en el precio de los combustibles.
«Vamos a tirar abajo el precio del petróleo y todo lo demás va a seguirlo», fue la expresión de Trump, que llevó a que la cotización del barril de crudo (versión WTI) cayera a u$s70,5, su nivel mínimo desde que Trump fue electo, y muy lejos del promedio de u$s80 que caracterizó al mercado en los últimos años.
Ya en el mismo discurso de su asunción, Trump había sido particularmente duro con la nueva agenda ecologista, derogó el «New Green Deal» -que preveía la acelerada sustitución de los combustibles fósiles por energía renovable- y dijo que su mantra sería «drill, baby, drill».
En ese marco, la postura pro-petrolera pasa a formar parte también de la «batalla cultural» de la nueva derecha global contra la «cultura woke». Y Milei, que desde su polémico discurso de Davos parece subir la apuesta por esa estrategia, ve también la veta de reforzar su alineamiento con Trump al adherir a su defensa de la industria petrolera.
El momento se muestra particularmente propicio: Argentina emerge como una potencia mediana en la producción del petróleo shale, acaba de pasar en volumen de explotación a países tradicionalmente productores como Colombia, y aspira a ocupar un rol importante en el mercado exportador. Sobre todo, ahora que las tensiones diplomáticas de Trump han puesto en duda en Estados Unidos la continuidad de las importaciones del petróleo de Canadá y México, los primeros proveedores de su lista.
En dos semanas, Milei participará -a esta altura ya es un habitué- en la Conferencia de Acción Política Conservadora, un foro de la derecha republicana que en una época representaba una fracción marginal de la política estadounidense pero que ahora es casi un apéndice del gobierno Trump. Milei se reencontrará allí con su amigo Elon Musk, ahora funcionario con rango de secretario de Estado, y el tema petróleo estará en el ambiente.
La apuesta petrolera de Trump
Todo lo que está ocurriendo parece ir en línea con un cambio drástico del mercado energético mundial. Ya antes de la victoria de Trump, los expertos preveían para 2025 una caída de los precios, como consecuencia de un exceso de un millón de barriles de crudo. Y el hecho de que Trump haya hecho campaña hablando del petróleo como parte de su «batalla cultural», hizo que los expertos crean que el objetivo del mandatario estadounidense es llevar el precio del crudo incluso debajo de los u$s60 por barril.
Por lo pronto, Trump ya advirtió que Estados Unidos tiene uno de los mayores yacimientos del mundo de petróleo y gas y «está dispuesto a usarlo». Ese combustible es del tipo «shale», es decir el combustible no convencional que se encuentra en el interior de las rocas, y cuya extracción requiere una controvertida tecnología de fractura hidráulica conocida como «fracking». Sí, el mismo tipo de petróleo y gas que se encuentra en Vaca Muerta.
Además de que le resulte beneficioso para su política económica, Trump también tiene razones para pensar que esta política pro-fracking le da resultados desde el punto de vista político. No por casualidad, Trump eligió ese tema para debatir en estados como Pennsylvania, donde se encuentra uno de los mayores yacimientos de shale oil.
Su promesa de campaña fue levantar todos los impedimentos regulatorios para la explotación del hidrocarburo, aun cuando había denuncias sobre contaminación del agua. El entonces candidato respondía con un mantra: «frack, frack, frack». A juzgar por los resultados, fue un mensaje persuasivo: en esos distritos rurales se impuso por más de 70% de los votos, lo que refleja que la expectativa de la población local por hacer dinero con los royalties supera a los miedos por las amenazas ambientales.
De hecho, se nota ese giro cultural hasta en las ficciones de los medios de comunicación: una de las más exitosas series del momento es «Landman», que muestra la realidad cotidiana del negocio petrolero en Texas y donde se plantean argumentos que ridiculizan a los defensores de las energías renovables.
¿Acierto o «terraplanismo»?
¿Qué ocurre en la opinión pública argentina? En principio, la misma grieta habitual entre las «minorías intensas» de las redes sociales.
Al igual que había ocurrido con el anuncio sobre la salida de la Organización Mundial de la Salud, sobrevino una intensa polémica política respecto de cuáles serán las consecuencias para el país si saliera de este acuerdo global. Y, como siempre, hubo de todo, desde felicitaciones por otro desaire a la burocracia internacional y por exponer el «fraude» de la agenda neo-ecologista, hasta críticas sobre negacionismo y aislamiento internacional del país.
«Enorme retroceso a la edad de las cavernas», disparó Jorge Lapeña, ex secretario de energía y una de las voces más escuchadas en temas de petróleo y gas.
Otros se encargaron de recordar que este verano hubo temperaturas lo suficientemente altas para derretir los hielos y equiparó la actitud del presidente argentino con un «terraplanismo» en el plano climático.
Sin embargo, la utilidad del Acuerdo de París siempre estuvo lejos de generar consenso entre los expertos, y ha recibido críticas por su voluntarismo y por el alto costo en términos de crecimiento económico que implica la transición hacia las fuentes de energía no fósiles. El acuerdo -al que Argentina adhirió en 2016- se planteó el objetivo de que al final de este siglo la temperatura no supere en más de un grado y medio la que se registraba antes de la revolución industrial
El año pasado, un informe del economista Richard Tol en la revista Climate Change Economics, señaló que para cumplir ese logro, habrá que sacrificar hasta 4,5% del producto económico global cada año. Y concluye que no pasa el test de costo-beneficio.
Gustavo Daniel Montamat, otro ex secretario de energía frecuentemente consultado, escribió un reporte crítico sobre el Acuerdo de París, en el que advirtió: «Si las nuevas cumbres climáticas persisten en las advertencias apocalípticas y evitan el realismo que impone hablar de beneficios y costos, además de las complicaciones que presenta la agenda de la transición, corren el riesgo de divorciarse de una opinión pública cada vez más suspicaz y menos dispuesta a compartir esfuerzos».
Milei parece haber captado que buena parte de la opinión pública comparte ese escepticismo, y lo expresó con la contundencia habitual. Además de calificar como «un fraude» a la nueva agenda ambientalista, se alineó plenamente con quienes plantean que ninguno de los cambios climáticos que están ocurriendo actualmente son consecuencia de la condición humana. «Es un problema relacionado con los ciclos de temperatura del planeta. Actualmente, estamos viviendo el quinto ciclo de temperaturas elevadas, y en los cuatro ciclos anteriores el ser humano no existía», le dijo a Le Point.
El guiño de Milei a Trump
Lo cierto es que Argentina figura muy abajo en el ranking de los países contaminantes, y para la opinión pública local el problema del cambio climático está lejos de ser un tema prioritario.
Como destacó el politólogo Carlos Fara respecto de la pasión «anti woke» de Milei, se trata de una estrategia para reforzar su posicionamiento global como referente de la nueva derecha y, al mismo tiempo, dar «satisfacción simbólica» a su núcleo de militantes.
«Sin embargo, esos debates no están muy presentes en la opinión pública», advierte Fara, que señala que en las encuestas no se registra un interés particular por las batallas culturales, y hasta implican un riesgo de que el gobierno se desenfoque de su cuestión central de recuperar la economía.
El caso de la agenda ambientalista, sin embargo, el guiño de Milei a Trump podría implicar beneficios más concretos que unirse a su discurso contra agenda progresista. Apunta a consolidar la estrategia de convertir al petróleo en un proveedor de divisas tan importante como el agro.
La balanza comercial de 2024 que acaba de ser publicada por el Indec revela la situación inédita de un superávit de u$s5.688 millones en el rubro energético, producto de exportaciones por u$s9.677 millones y de importaciones por u$s4.009 millones. Dicho de otra forma, el petróleo y el gas aportaron un 30% del superávit comercial nacional.
Y los más optimistas creen que este año el rubro energético le podría aportar a Argentina no menos de u$s8.000 millones netos.
Vaca Muerta espera su hora
Los últimos reportes indican que en 2024 la producción de crudo subió en volumen un 10%, alcanzando los 715 barriles diarios -de los cuales más de la mitad provienen de Vaca Muerta-. Y en el caso del gas, se llegó a 139 millones de metros cúbicos, tras un crecimiento de 5,1%.
Pero más importante que los números es la tendencia de crecimiento, si se toma en cuenta el boom inversor que sólo el año pasado trajo proyectos por u$s11.400 millones. Un reporte de PwC prevé que para el año 2030, las exportaciones de Vaca Muerta dejen en el país unos u$s30.000 millones, gracias a una producción estimada de 1 millón de barriles de petróleo y más de 250 millones de metros cúbicos de gas por día.
Para tener una dimensión de la cifra, basta recordar que es similar a lo que el sector agroindustrial aportará en 2025, según la última estimación de la Bolsa de Comercio de Rosario. No sorprende, por lo tanto, que en el sector energético se repita la frase de que Argentina contará con «un campo número dos» en muy poco tiempo.
Para 2025, las estimaciones más optimistas apuntan a que, gracias a la expansión del gasoducto Oldelval, que transporta petróleo desde Vaca Muerta a la costa patagónica, se incrementará el volumen exportable, que superaría los 300.000 barriles diarios.
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ECONOMIA
Argentina logró tener superávits gemelos por primera vez después de 14 años
Argentina alcanzó un superávit gemelo luego de 14 años, según los datos recopilados por el Centro de Investigación del Ciclo Económico (CICEc). En términos históricos, la última vez que el país logró alcanzar esas cifras fue en 2010 y tan solo fue posible en 8 de los últimos 31 años.
Teniendo esos datos en cuenta, la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) elaboró un informe explicando el escenario que llevó a esa situación. De hecho, destacaron que la asunción de un nuevo gobierno en diciembre del 2023 marcó un gran cambio en la política económica de Argentina.»Con el foco puesto en detener la emisión monetaria para combatir la inflación, que llegó a situarse en más del 25% mensual en diciembre de aquel año, comenzó un proceso de saneamiento de las cuentas públicas para lograr el equilibro fiscal», resaltaron.
Como resultado de este proceso, señalaron que Argentina logró en 2024 el primer superávit fiscal primario en más de una década, por un valor superior a $13.700 millones, medido en pesos constantes de 2004. Este resultado en las cuentas públicas se posiciona como el más elevado desde el año 2008 y marca una importante recuperación, luego de registrarse un déficit fiscal por $17.800 millones en 2023.
Asimismo, analizando el resultado financiero, es decir, aquel que incluye el pago de intereses de la deuda pública, se advierte que en 2024 se alcanzó un superávit financiero mayor a $2.700 millones, siendo el primer resultado positivo desde 2010 y el más elevado desde 2008. Previamente, en 2023, se había registrado un resultado negativo por un valor de $30.700 millones.
La evolución de las cuentas públicas en el primer año del Gobierno de Javier Milei
Si se analiza la información mensual de las cuentas públicas, se advierte que casi en la totalidad de los meses de 2024 se registraron resultados superavitarios. «Esta situación contrasta enormemente con el panorama de 2023, cuando se evidenciaron déficits primario y financiero en todos los meses del año», explicaron desde la BCR.
Por el contrario, en 2024, únicamente en dos meses se observaron cuentas en negativo: en julio, cuando a pesar de lograrse un superávit primario se evidenció un déficit financiero por $675 millones, debido principalmente a la carga de intereses de la deuda pública que operó durante ese mes, y en diciembre, cuando tanto el resultado fiscal como el financiero se ubicaron en terreno negativo por $1.250 millones y $1.500 millones, respectivamente. «En este último caso, este resultado responde a un aumento estacional en el gasto público relacionado fundamentalmente al pago de aguinaldos y asignaciones extraordinarias», explicaron los especialistas de la Bolsa de Comercio de Rosario.
El detalle de las cuentas públicas
Con respecto a las cuentas públicas, se advierte que el ingreso total del Estado Nacional argentino registró una caída real del 5,6% durante 2024, explicado por una disminución en la recaudación nacional total. Los expertos asociaron esta reducción con el menor nivel de actividad económica a causa de la recesión, finalizada en marzo de 2024.
«La mayor parte de la merma interanual en la recaudación nacional se explica por una menor recaudación de IVA, impuesto a las ganancias, y aportes y contribuciones a la seguridad social, que fue parcialmente compensada por una mayor recaudación del impuesto país y derechos de exportación«, resumieron.
En el caso de un escenario de menor recaudación, se necesitaba una fuerte caída del gasto para que las cuentas fueran superavitarias. Efectivamente, el gasto primario sufrió una contracción marcadamente superior al ingreso, ubicándose más del 27% por debajo del año anterior. «En este caso, se puede realizar una distinción entre dos categorías. Por un lado, el gasto corriente, entendido como aquellas erogaciones necesarias para el funcionamiento diario del sector público que no incrementan el patrimonio del Estado y, por otro lado, el gasto de capital, que representa la inversión que realiza el Estado, la cual genera un incremento en el patrimonio público o en su capacidad instalada de producción», resaltaron.
Si se hace un análisis por categoría, se observa que el gasto corriente registró una caída interanual en términos reales del 23%, mientras que el gasto de capital marcó una reducción de más del 77% respecto al año anterior, relacionado principalmente con el freno de la obra pública. De hecho, el gasto corriente en pesos constantes resultó el más bajo desde 2008 y el gasto de capital se situó en un mínimo desde 2002, siendo el segundo más bajo del que se tiene registro desde 1993. Como consecuencia, el gasto corriente, que en los últimos 30 años representó en promedio el 90% del gasto primario total, tuvo una participación del 97% en 2024.
Los resultados de la balanza comercial argentina
En paralelo a la mejora de las cuentas fiscales, el sector externo gozó de un importante desempeño durante el último año. Según datos de CICEc, Argentina logró un superávit comercial por más de U$S 11.300 millones en 2024, medido en dólares constantes de 2004. Este volumen resulta el más elevado desde 2019 y marca una importante recuperación, luego de registrarse un déficit comercial por U$S 4.300 millones durante el año previo. Esta notable mejora en la balanza comercial es explicada tanto por un aumento de las exportaciones, como por una fuerte contracción de las importaciones.
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