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POLITICA

La Cocinería: el restaurante que está en el bosque y reversiona platos de inmigrantes

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“Me cansé de hacer 40 kilómetros por día, en hora pico, para ir y volver de Maschwitz a Capital Federal”, resume Leo Bulla, chef y dueño de La Cocinería de Dunamar, en Claromecó. “Se nos empezó a hacer muy cuesta arriba la vida allá”, agrega Henky –Enrique– Zwaal, su pareja, y socio en el restaurante. Lo cuentan mientras abren un vino para compartir en la galería de este reducto súper exclusivo –y superior a todo lo que hay en la zona– del sur de La Costa de la provincia de Buenos Aires.

La propuesta es sofisticada en La Cocinería. El restaurant está en el bosque, en Dunamar.

Padre de dos hijos, Leo es arquitecto, artista y además está a cargo de la cocina de La Cocinería. Henky, en tanto, es economista y está al frente del salón. “Nuestro lugar compartido es la barra. Cada uno está de un lado”, señala Henky mientras nos sirven unos deliciosos bitterballen, que son croquetas de ternera desmenuzada con mostaza, clásico de la comida holandesa, el país de origen de los padres del dueño del restaurante.

La vajilla está a tono con el estilo del restaurant.El restaurant está en el bosque, en Dunamar.

“Soy de Tres Arroyos, donde está la comunidad de inmigrantes de los Países Bajos más grande del país. Mi viejo vino después de la Primera Guerra Mundial y mi mamá vino después de la Segunda. Me criaron en la ciudad, que queda a una hora de acá. Fui pupilo a un colegio holandés y veía a mis viejos solamente los fines de semana, a pesar de que vivíamos a quince cuadras. Cuando tenía 19 me fui a vivir a Buenos Aires, para estudiar Ciencias Económicas”, relata Henky, que está en pareja con Leo hace 17 años, pero además se casaron el año pasado. “Hicimos una fiesta en la playa que empezó a las 12 del mediodía y terminó a las 2 de la mañana. Invitamos 250 personas. Fue un éxito y muy emocionante”, agrega Leo.

Entonces relatan cómo fue que decidieron mudarse y emprender en Claromecó. “Primero vivíamos en pleno centro, frente a la Plaza Vicente López. Después nos fuimos a vivir a una casa muy linda y con un parque generoso en Maschwitz. Yo me dedicaba a la administración de consorcios y Leo trabajaba en la Municipalidad de San Isidro, en urbanizaciones. Tenía un laburo muy demandante y llegó un momento en el que se cansó de todo. Entonces empezamos a pensar en un cambio de vida y nos vinimos a buscar casa en Tres Arroyos, donde mi mamá tenía un campo que yo administraba”, relata Henky.

Algo desilusionados porque en Tres Arroyos no encontraban nada que los convenciera del todo, llegaron a Claromecó. Y acá sí se convencieron que estaban para hacer el gran salto, sin saber que sería algo permanente. “Justo antes de la pandemia, en 2019, nos construimos nuestra casa, que está a unas cuadras de acá, en el medio del bosque, en Dunamar. Cuando nos tuvimos que encerrar por el Covid, estábamos acá. Y eso nos ayudó a quedarnos a vivir”, señala Henky. “Tenemos otro ritmo y cambiamos la cabeza”, apunta Leo.

Amantes de la comida, pero acostumbrados a cocinar solo para grupos de amigos, se animaron a tomar la concesión de un parador en la playa. Durante dos veranos sirvieron minutas. Y pronto notaron que la gente celebraba la vuelta de rosca que le daban a algunas comidas. Pasaron meses probando técnicas y recetas que habían descubierto como autodidactas o viajando. Las servían en el turno noche, que era un poco más formal que la propuesta diurna.

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“¿Cuándo van a poner su propio restaurant?”, les preguntaban los clientes que ya eran amigos, mientras ellos ya le habían echado el ojo al terreno donde hoy está La Cocinería. “Estaba a la venta y tenía una casa sin terminar, que después supimos, llevaba 50 años abandonada”, relata Henky y cuenta que compraron y lo único que mantuvieron fue una parte de la cocina y el depósito.

En La Cocinería hay un salón para recibir grupos de comensales.Henky y Leo disfrutan muchísimo de su vida en Dunamar.

La Cocinería abrió el 20 de julio del año pasado y sirve cocina de autor. Son platos bien diseñados, con impronta centroeuropea –por los orígenes de Henky– y productos elegidos a conciencia y siempre frescos. La carta cambia cada seis meses, en invierno y verano. Tienen espacio para alrededor de 70 personas –entre el salón, un living íntimo y la galería–, repartidos en dos turnos completos, con reserva. La ambientación es muy linda, con muebles de anticuario, vajilla bien puesta y cuadros de Leo.

En la cocina trabajan cuatro personas, con Leo a la cabeza, y con uno de sus hijos como parte del equipo. Entre las delicias que ofrecen se destacan por los langostinos grillados sobre focaccia de cebolla morada y arándano; el mero en tempura; las costillitas de cerdo con barbacoa, coleslaw y papas especiadas; y los agnolotti de langostinos con manteca negra y salvia. Así, La Cocinería se posiciona como una opción sofisticada en un ambiente amigable.

Datos útiles

La Cocinería. En temporada, abre todos los días a partir de las 20:30 horas. San Martín y Corrientes, Claromecó. T: (011) 5888-0068. IG: @lacocineria_dunamar

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Lorenzetti espera como aliado a Lijo en su interna con Rosatti: cree que será juez de la Corte y que García Mansilla saldrá por decreto

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El dictamen favorable en el Senado para que avance el pliego de Ariel Lijo como juez de la Corte Suprema motiva un realineamiento de fuerzas dentro del máximo tribunal, que funciona con tres jueces en la actualidad y que está atravesado por una fuerte interna desde hace años entre Horacio Rosatti y Ricardo Lorenzetti.

La llegada de Lijo es apuntalada desde el inicio por Lorenzetti, ex presidente del máximo tribunal, que fue quien recomendó su nombre al gobierno de Javier Milei y que, con el actual juez federal con una silla asegurada en la Corte, lograría una posición mayoritaria en buena parte de los fallos que se firmen.

Fuentes tribunalicias que responden al magistrado santafesino se mostraron muy confiadas en diálogo con Clarín de que Lijo sea confirmado la semana que viene, una vez que el Senado trate su pliego. «Está hecho, ahora o después de marzo, pero Ariel va a entrar», deslizan. Argumentan, además, que Lijo sigue siendo el único candidato en condiciones de lograr los dos tercios de los votos, es decir, 48.

En la oficina del cuarto piso de Lorenzetti argumentan que la llegada de Lijo se va a dar porque el contexto político resulta mucho más favorable para el Gobierno que, por ejemplo, el que tuvo que atravesar el macrismo en 2017, cuando tuvo que aprobar los ingresos de Rosatti y Carlos Rosenkrantz. «Si ellos entraron en ese momento, con Cristina adentro del Senado, por qué el kirchnerismo no daría votos ahora. Siempre los primeros dos años los gobiernos de alguna manera logran consenso para estas decisiones», contextualizan.

El caso de Manuel García-Mansilla, el otro candidato, parece de más compleja solución y de diferente análisis también. En la Corte toma cada vez más fuerza la hipótesis de que su nombramiento saldrá por decreto y que para que el mismo se oficialice debería darse antes del 1° de marzo, cuando comiencen las sesiones ordinarias y, en paralelo, se active definitivamente el año judicial.

Para Lorenzetti, sostienen quienes forman parte de su mesa chica, la actualidad de la Corte, con tres miembros, es insostenible por el enorme número de casos que deben revisar y porque la intervención de conjueces lleva mucho tiempo y demoran todavía más algunas sentencias importantes que tienen que firmarse. «Les cuesta, lógicamente, un mes como mínimo ponerse en tema con las causas que tienen que tratar», dicen.

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Horacio Rosatti y Ricardo Lorenzetti, miembros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, con opiniones discrepantes.

La crisis entre la Corte y las Cámaras porteñas

Por estas horas, más allá del affaire Lijo, en la Corte Suprema un tema central de preocupación es cómo resolver la crisis que enfrenta el máximo tribunal con las cámaras naciones que tienen asiento en la Ciudad de Buenos Aires. Ya son tres los tribunales de alzada locales que se negaron a aceptar el denominado Fallo Levinas, que obliga a esas cámaras a remitir sus fallos ante el Tribunal Supremo de Justicia porteño y lo desvincula de Nación.

El tema genera rispideces dentro de la Corte por cómo se manejó. Cerca de Lorenzetti, responsabilizan por completo a Rosatti por ser titular del máximo tribunal. «Es un fallo que se podría haber resuelto hace tres años y se fue dilatando en el tiempo sin sentido», explican. Pero el motivo principal del fastidio tiene que ver con el momento en el que se firmó y se comunicó la decisión.

Fue el 27 de diciembre pasado, en la última acordada de la Corte, cuando el máximo tribunal se despachó con el fallo Levinas. Ese mismo día se jubiló el juez Juan Carlos Maqueda. Después de allí, aseguran, el tema generó fuertes discusiones en los chats de jueces porque desde las cámaras entendieron que el pronunciamiento salió con intencionalidad en fin de año, cuando inicia la feria judicial.

Fuentes tribunalicias sostienen que se evitó un fallo antes para no generar conflictos en el encuentro de fin de año de la Asociación de Magistrados. «El fallo está bien, es el que corresponde y se tiene que aplicar, pero no fue el momento oportuno el que se firmó. Nos manejamos mal», puntualizan desde una oficina en Talcahuano.

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