INTERNACIONAL
Pablo Stefanoni: “Estas derechas son de protesta, el progresismo sigue siendo poderoso”

“El progresismo sigue siendo poderoso”, dirá, al final de una larga charla, Pablo Stefanoni, que es Doctor en Historia pero, sobre todo, es el autor de un libro que “la vio” tempranamente. Se tituló ¿La rebeldía se volvió de derecha? y se ocupaba de cómo el antiprogresismo y la anticorrección política construían el sentido común y, decía él, “Por qué la izquierda debería tomarlos en serio”. Era 2021, se terminaba el mandato de Donald Trump y pocos debían imaginar que Javier Milei iba a ser el presidente de la Argentina.
¿La rebeldía se volvió de derecha?
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Pero ahí estaba, desafiante, el libro de Stefanoni. Que miraba la realidad con los dos ojos bien abiertos y escribía: “Estamos ante derechas que le disputan a la izquierda la capacidad de indignarse frente a la realidad y de proponer vías para transformarla”. Decía que estaba en juego la posibilidad de imaginar un futuro, de quién lo imaginaba, de si se caía una idea que había mantenido despierto el corazón de la civilización. La idea de “un futuro mejor”.
Indignación era la palabra, entonces. Enojo. Y quienes proponían “patear el tablero” y enfrentar a las elites no eran “los progresistas” sino, decía Stefanoni, las “derechas alternativas”. Siempre tiene su atractivo la idea de sacudir todo y arrancar de nuevo.
Suena todo a obvio visto ahora, desde este 2025 en que Donald Trump está a la cabeza de los Estados Unidos, promete que ahora sí hará lo que había que hacer y empezó deportando inmigrantes y subiendo tarifas a productos importados. Y que la Argentina está presidida por Javier Milei, que declaró ser el topo que destruye el Estado y opinó que la justicia social es una aberración.
Entonces, desde Francia, donde vive, Stefanoni matiza: “Por lo menos en Occidente el progresismo sigue siendo significativo. La idea de una ola de extrema derecha que se lleva todo por delante no está verificada hoy en la realidad, pero quizás está suficientemente verificada para que cause legítima preocupación”.
Pero ¿qué pasó con el progresismo? De eso vamos a hablar.

-¿Qué es lo que viste y te llevó a estudiar el fenómeno de las nuevas derechas?
-Había varias fenómenos que no encajaban en las lo que eran las derechas tradicionales, que solían estar asociadas a la idea de orden. En el caso de estas derechas se presentaban cuestionando el statu quo y generando inestabilidad, retomando ciertas banderas de inconformismo que tradicionalmente estaban más asociadas a la izquierda.
-¿Te fijaste en Milei?
-En ese momento no pensé que en tan poco tiempo iba a llegar a la presidencia. Me interesaba como un fenómeno casi contracultural y que podía tener alguna expresión política, pero no que fuera a ser ese fenómeno tan aluvional que vimos después. Y me pareció que todos esos cambios en la derecha estaban generando cierta perplejidad en el progresismo, porque era más fácil enfrentarse con derechas al viejo estilo, por decirlo así, hombres blancos, conservadores, acartonados, de saco y corbata, y no con mujeres como una lesbiana en Alemania o una especie de rockstar en Argentina, o con alguien como Donald Trump en Estados Unidos, que interpelaban a sectores de la sociedad de manera muy transversal. Porque esa es otra característica de esta nueva derecha: que conecta con cierto inconformismo social que atraviesa toda la sociedad.
-¿Pero en lo profundo no son conservadores? ¿Por qué canalizarían el inconformismo si no van a ir contra los poderes reales?
-En el pasado había el discurso conservador de la derecha. Iba asociado a una cierta escenificación de eso. Incluso gente que era gay, era gay de clóset, armaba una familia como pantalla, etcétera. En la Argentina ahora tenemos una derecha que dice que es natalista pero ninguno tiene hijos, no están casados… La propia vicepresidenta, Victoria Villarruel, dice: “Soy una chica conservadora”, pero no está casada; antes cualquier chica conservadora a esa edad estaba casada y tenía hijos. Se complejizó un poco ese discurso nacional conservador en muchos casos. Quizás esta derecha alternativa de hoy esté formada por conservadores que no tienen nada que conservar. Es una derecha que es difícil de definir solamente como conservadora, porque lo que genera muchos casos es una cierta alteración del orden constituido, del Estado, de las instituciones…
Estas derechas funcionan todavía como derechas de protesta, más que de gobierno.
-¿No es conservadora porque rompe?
-Viene a patear el tablero y la izquierda, o el progresismo, en muchos casos aparece justamente como más conservadores. Dicen: “bueno, el multilateralismo no estaba tan mal”, o “los derechos laborales no estaban tan mal”. El Estado de Derecho, cierto orden basado en reglas… Se llega a situaciones paradójicas: antes la OTAN era el imperialismo y ahora Trump dice “la vamos a desfinanciar, que la paguen los europeos” Entonces, estamos viviendo un momento de mucha confusión. Algo que descoloca a los actores políticos y al progresismo.
-¿Qué decimos cuando decimos progresismo? ¿De qué estamos hablando?
-El progresismo terminó siendo un término muy amplio que puede abarcar desde la izquierda hasta el liberalismo. En la medida en que el término “izquierda” ha perdido eficacia, quizás el progresismo se volvió como una especie de antítesis del conservadurismo, del neoliberalismo. Pero de manera muy laxa también. Y en cada región tiene sus connotaciones.
-¿Cómo es?
-En Europa, el progresismo está más asociado a la socialdemocracia, por lo menos como cultura política. En el caso estadounidense, bueno, el progresismo son los llamados “liberals”. Que es un término siempre difícil de traducir. En América Latina es complejo porque, cuando se habla del progresismo, estamos hablando muchas veces de populismos de izquierda. En algunos países, quizás más en una tradición socialista democrática como Uruguay, Chile o Brasil, y en otras más de una matriz populista de izquierda como Bolivia, Venezuela, Ecuador y Argentina también.

-¿Con qué valores o qué políticas?
-El kirchnerismo tuvo una vertiente muy propia, que fue la cuestión de tomar un discurso sobre los derechos humanos que no tomaron tanto otros. Pero, por ejemplo, ninguno de esos gobiernos, en la primera etapa, propuso legalizar el aborto. En general todos esos presidentes -o presidentas- se opusieron. Entonces, ahora se habla mucho de “los antiderechos”, pero… En algunos casos, en los últimos años las olas feministas, las mareas verdes, etcétera, fueron modificando también esos procesos políticos. Y algunos de ellos se volvieron más progresistas.
-Estamos en “la batalla cultural”…
-Es que “progresismo” es un término muy amplio, se usa para hablar de todo lo que está opuesto a ciertas formas de conservadurismo. En lo económico es más claro: el progresismo es favorable a la justicia social, por lo menos en el discurso. Y a formas de redistribución económica. Es decir, un espacio que combina reclamos de justicia social con demandas de justicia también en otros ámbitos, como de género, o climático.
-¿Podría pensarse que la “indignación” tiene que ver con que el discurso de justicia social se correspondió con pauperización y precarización?
-Parte de la crisis del progresismo tiene que ver con que dejó de ofrecer, si es que alguna vez ofreció, certezas en el plano económico, propuestas creíbles. Porque los Estados de bienestar fueron más complejos. No es que el progresismo, la izquierda, no tengan propuestas económicas. Tienen, pero no son muy creíbles por distintas razones. En el caso europeo, porque la socialdemocracia llevó adelante políticas de ajuste muy fuerte en los años 2000. Toda esa vía social-liberal justificó muchos de los proyectos neoliberales. Y de globalización, que generó muchas tensiones también en el interior de los países.
-¿Y en América latina?
-En América latina esa ola de izquierda, o esa ola progresista, no logró transformar los modelos de desarrollo y terminó dependiendo mucho del auge de las materias primas y de una política redistributiva que fue limitada, que no fue tan sostenible. Y me parece que ahí claramente hay un déficit de la izquierda y del progresismo sobre temas económicos en un mundo que también es más complejo porque muchos de esos estados de bienestar socialdemócratas se basaban en un tipo de pacto entre el trabajo y el capital anclado el contexto del Estado-nación. Y hoy es mucho más difícil cobrar impuestos a las empresas porque se van, se instalan en otro lado, etcétera.
“El socialismo, el liberalismo, se proyectaban hacia el futuro: eso está cancelado”
-No es sólo batalla cultural, entonces.
-Hay un libro de Martín Gurri, La rebelión del público, que plantea que están en crisis el viejo mundo industrial y las certezas que por lo menos ofrecían los países centrales. Y en los países periféricos estaba la expectativa de llegar a eso. Ya no hay esas certezas materiales, pero también en muchos aspectos simbólicas, culturales. Hoy está en crisis todo, no solo la izquierda. Yo creo que también está en crisis la derecha tradicional. De hecho, en muchos países lo que se ve es que estas nuevas derechas desafían a las derechas más conservadoras, más clásicas. Y por eso es que se ve que todo ese mundo multipolar construido después de la Segunda Guerra, y la globalización impulsada por el neoliberalismo en los 90, están en crisis hoy. Pero también están en cuestión las élites culturales. Hay una crisis de la figura de los intelectuales, de los periodistas. Finalmente, es la gente en las redes la que los puede desafiar. Antes un intelectual, un periodista, tenían un cierto monopolio, una autoridad sobre un tema, un aura para opinar en general.
-Basada en estudios…
-Sí, pero a la vez la democracia implica que todo el mundo tiene derecho a opinar. Y también pasó otra cosa: los intelectuales se “academizaron” y hay menos intelectuales públicos. Toda esa suma de crisis explica en parte el tipo de derecha que tenemos hoy. Que no son las viejas derechas liberales o conservadoras sino derechas mucho más disruptivas. Estos personajes: Milei, Elon Musk, el propio Trump. Son estas derechas que, más que conservar, parece venir a venir a patear el tablero.
-¿Pero lo patean a fondo? ¿O mantienen la estructura económica?
-Hay algo institucional, sobre las instituciones que había construido el poder antes. En los años 90, incluso los neoconservadores, con toda esta idea del fin de la historia y demás, partían de la idea de una combinación de democracia liberal y economía de mercado. Y podían ser más o menos autoritarios los gobiernos en la práctica, pero el discurso era democrático. Hoy ya vemos que eso no es necesario, ya no está esa condición. Hay teóricos neorreaccionarios en Estados Unidos que son muy leídos en el ala más radical del trumpismo, que directamente dicen que la democracia es un sistema subóptimo, que debe ser reemplazado por figuras de tipo neomonárquicas. Como dijo Curtis Yarvin, un neoorreaccionario, Estados Unidos debe perder la fobia a los dictadores. Entonces ya se se dicen cosas que por lo menos no se decían en los 90. Pero sobre todo están los discursos que tratan de capturar el inconformismo social.
-¿De qué están disconformes los disconformes?
-En 2010, 2011, los indignados, de manera general, eran de izquierda. No pasó tanto tiempo y hoy, cuando uno piensa en indignación, piensa cosas como lo que pasó en el Capitolio o las movilizaciones de derecha contra las cuarentenas. Creo que la indignación de la gente hoy pasa por incertidumbres materiales, incluso en los países centrales. Porque no está garantizado que los hijos vivan mejor que los padres… También hay mucha idealización del pasado, en muchos casos: no sé cuán bien vivían los padres o abuelos, porque si te vas un poco atrás, ya era la segunda Guerra Mundial. Pero sí hay una idea de incertidumbre material. En los países centrales, en Europa por ejemplo, hay problemas concretos, como los de los jóvenes con la vivienda, es más complicado acceder. Y hay también crisis del Estado de Bienestar en instituciones concretas como la salud y la educación. Hay estudios sobre el voto a la extrema derecha en Alemania y su relación con la distancia a los servicios de salud. Hay inconformismo en zonas donde la globalización debilitó la industria y hay un montón de gente pauperizada, pasa en el norte de Francia o en el “cinturón de óxido” de Estados Unidos, de donde sale el actual vicepresidente. Entonces, razones materiales y razones culturales.

-¿Por ejemplo?
-Mucha gente reacciona ante la inmigración y el multiculturalismo. La idea de “ya no me reconozco en mi propio país” es un insumo para un inconformismo de derecha. Y hay discursos que machacan sobre eso. Esa idea de “El gran reemplazo”, que dice que la inmigración viene a reemplazar al pueblo y la civilización occidental por población no blanca. En Francia, por ejemplo, el discurso de la derecha sobre la migración era: “Los inmigrantes vienen a robarnos el trabajo”. Ahora es mucho más: “los inmigrantes son vagos que no trabajan y lo que hacen es robarse la plata de mis impuestos a través de políticas sociales, seguros, de desempleo, etcétera”. De manera más general creo que hay una crisis de futuro.
-¿Qué es una crisis de futuro?
-En el pasado el socialismo, el liberalismo, se proyectaban hacia el futuro: eran las dos grandes utopías. Podía ser una utopía socialista o una utopía de mercado, pero incluso hasta los 90 existía la idea de que el futuro iba a ser mejor con el neoliberalismo, con el socialismo también. Eso está bastante cancelado por ahora.
-Escribiste que “si el futuro se clausura y el saber se disocia de la acción transformadora, la oferta discursiva de la izquierda pierde su atractivo”. ¿Por qué la gente no cree que el futuro va a ser mejor?
-Porque la tendencia en estos años parece ser hacia un empeoramiento de las cosas y porque los discursos distópicos se fueron instalando. Puede haber distopías con la idea de la inmigración, con la islamización como horizonte distópico. O el empleo: en el pasado se creía que una mayor robotización iba a ser positiva porque íbamos a tener más tiempo de ocio y hoy, en general, pensamos que más robots nos van a dejar sin trabajo y en la miseria o en situación de precariedad total.
-Luis Alberto Spinetta decía “mañana es mejor”, ahora no estamos seguros…
-Había una idea que la Historia estaba de nuestro lado. De que que la situación era muy sombría, oscura, pero teníamos “el viento de la Historia en las velas”. Que se haya perdido la idea de un futuro mejor parece que alimenta estas derechas que son derechas que tampoco hasta ahora han gobernado salvo de manera muy excepcional. Por ahora no vemos ningún proyecto de estas nuevas derechas materializado. Lo que vimos fue una primera gestión de Trump, una de Bolsonaro, que perdieron después. Y ahora volvió Trump y parece venir con un proyecto más radical, pero todavía está en duda. Entonces, yo creo que estas derechas funcionan todavía como derechas de protesta, más que de gobierno. Ahora están gobernando y vamos a ver. Milei, por ejemplo, tiene un proyecto muy refundacional, pero se enfrenta ahora al valor del dólar, como todos los gobiernos anteriores. Creo que eso es importante, porque si no parece que hay una ola de derecha que viene y se lleva todo por delante. Creo que este gobierno de Trump va a definir mucho si es realmente un modelo exitoso de nueva derecha. Milei también.
-¿No las ves duraderas?
-Quizás dentro de unos años esto haya cambiado, porque no es fácil para esas derechas construir nuevas hegemonías estables. Los sectores progresistas, si bien están en muchos casos desarticulados, derrotados, representan a gran parte de la población. En el caso de la Argentina se ve una forma de derrotismo, pero el progresismo es la mitad de la población. Entonces, apenas encuentran unas banderas, se movilizan: el discurso de Davos, la represión a los jubilados, el golpe del 24 de marzo… Bueno, después tendrá que verse cómo se expresa eso electoralmente. A estas derechas también les cuesta construir mayorías; de hecho en muchos casos lo logran con las derechas tradicionales.
-¿Y Trump?
-En el caso de Trump ahora vemos que sí construyó una mayoría, por eso me parece que mucho se va a jugar ahí, en este modelo, que está en el límite de la democracia y que en muchos aspectos es muy caótico. A la vez hay muchas convergencias entre trumpistas y putinistas. No es solo una cuestión geopolítica, también hay convergencias ideológicas ahí y es verdad que expresan una forma de antiprogresismo muy radical y posiciones antidemocráticas.
-Algunos hablan de que la democracia como sistema está en riesgo.
-Hay todo un modelo ahí en Silicon Valley que es muy antidemocrático y hay toda una utopías ahí. Quizá el único lugar donde quedan utopías sea ahí, en Silicon Valley, con gente como Elon Musk, pero son utopías o distopías. Aparece la idea de recuperar la conquista del espacio, cosas que estaban en las viejas utopías y que se habían estancado. Ahora se privatizaron, de algún modo. Antes eran utopías que llevan adelante los estados:, la conquista del espacio, la llegada a la Luna, etcétera Ahora son mega-ricos que por momentos parecen pensar la conquista del espacio como una especie de plan B para huir de la crisis de este planeta.
-¿Entonces, hay futuro?
-Sí, pero hay que reconstruirlo. Por lo pronto, salir de cierto derrotismo. Hay temas materiales que es necesario abordar, quizás con un poco de más audacia. Y repensar formas de recuperar el espíritu democrático, pero no como veníamos pensándolo en los 90, un poco sin ese espíritu que la vuelve vital. La democracia es un elemento que puede servir para articular una resistencia contra lo que se ve como una derecha que efectivamente es autoritaria. Aunque, claro, también hay izquierdas autoritarias. No sé si hay futuro, pero me parece que en todo caso se ven batallas por defender las conquistas de estos tiempos, que me parece que no fueron pocas.
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INTERNACIONAL
University of Virginia president resigns amid pressure from Trump admin over DEI initiatives

University dean out of job after pushing DEI
Oklahoma state superintendent Ryan Walters and The Mom Wars’ Bethany Mandel react to UNC Asheville Dean of Students Megan Pugh being ousted from her position after admitting to pushing DEI initiatives.
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The University of Virginia president stepped down on Friday after facing intense pressure from the Trump administration over the institution’s diversity, equity and inclusion initiatives.
James E. Ryan, who had led the school since 2018, said he had already decided that next year would be his last and decided not to «fight the federal government in order to save my own job» until then.
To make a long story short, I am inclined to fight for what I believe in, and I believe deeply in this University,» Ryan wrote to the UVA community on Friday. «But I cannot make a unilateral decision to fight the federal government in order to save my own job. To do so would not only be quixotic but appear selfish and self-centered to the hundreds of employees who would lose their jobs, the researchers who would lose their funding, and the hundreds of students who could lose financial aid or have their visas withheld.»
«This is especially true because I had decided that next year would be my last, for reasons entirely separate from this episode—including the fact that we concluded our capital campaign and have implemented nearly all of the major initiatives in our strategic plan,» he continued.
TRUMP’S DOJ PRESSURING UNIVERSITY OF VIRGINIA TO AXE ITS PRESIDENT OVER DEI PROGRAMS: REPORT
University of Virginia President James E. Ryan stepped down after facing intense pressure from the Trump administration. (Getty Images)
Robert D. Hardie, leader of the University of Virginia’s governing board, said in a statement he accepted Ryan’s resignation with «profound sadness,» adding that he had been an «extraordinary president,» led the institution to «unprecedented heights» and that the university «has forever been changed for the better as a result of Jim’s exceptional leadership.»
This comes after the Trump administration had privately demanded that the university remove Ryan to help resolve a Justice Department probe into the institution’s DEI practices, according to The New York Times.
The Justice Department argued that Ryan had failed to dismantle the school’s DEI programs and misrepresented the steps taken to eliminate them, amid the administration’s efforts to root out DEI in higher education, the newspaper reported.
The federal government’s moves targeting higher education include pulling billions of dollars from elite universities such as Harvard, which has been the subject of investigations by various agencies over issues such as DEI initiatives, admissions practices and alleged antisemitism on campus.
But this was the first time the administration had pressured a university to remove its president.
«That sham virtue signaling of DEI has no place in our country, and the Trump administration is working tirelessly to erase this divisive, backward, and unjust practice from our society,» White House spokesman Harrison Fields told Fox News Digital.
«Any university president willingly breaking federal civil rights laws will be met with the full force of the federal government, and it would behoove every school in America to prioritize the civil rights of every student and end DEI once and for all,» he continued.

James Ryan, who had led the school since 2018, said he had already decided that next year would be his last. (AP)
Ryan had focused on increasing diversity at the university, bringing in more first-generation students and encouraging community service. These efforts had ruffled the feathers of conservative alumni and Republican board members who argued he was «too woke» and wanted to impose his beliefs on students.
Before his time as the university’s president, Ryan served as the dean of the Harvard Graduate School of Education, where he received recognition for his commitment to DEI programs.
In a joint statement, Virginia’s Democratic senators said it was «outrageous» that the administration would demand Ryan’s resignation over «‘culture war’ traps.»
«Decisions about UVA’s leadership belong solely to its Board of Visitors, in keeping with Virginia’s well-established and respected system of higher education governance,» Sens. Mark Warner and Tim Kaine said. «This is a mistake that hurts Virginia’s future.»
Conservative groups have lambasted Ryan for what they regard as insufficient steps toward compliance with the administration’s plans to eliminate DEI. America First Legal, a nonprofit launched by Trump advisor Stephen Miller, accused the University of Virginia last month of rebranding DEI programs to skirt Trump’s executive orders aimed at ending diversity initiatives.
HARVARD KENNEDY SCHOOL ANNOUNCES LAYOFFS AFTER TRUMP CUTS BILLIONS IN FUNDING

The Trump administration had privately demanded that the university remove Ryan to help resolve a Justice Department probe into the institution’s DEI practices. (Ting Shen/Bloomberg via Getty Images)
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«Rebranding discrimination does not make it legal, and changing a label doesn’t change the substance,» Megan Redshaw, an attorney at America First Legal, said in a statement at the time. «UVA’s use of sanitized language and recycled job titles is a deliberate attempt to sidestep the law.»
The group took direct aim at Ryan, noting that he joined hundreds of other college presidents in signing a public statement condemning the administration’s «overreach and political interference.»
On Friday, the group vowed to continue to use every available tool to root out DEI.
«This week’s developments make clear: public universities that accept federal funds do not have a license to violate the Constitution,» Redshaw said in a statement to The Associated Press. «They do not get to impose ideological loyalty tests, enforce race and sex-based preferences, or defy lawful executive authority.»
INTERNACIONAL
US Virtual Embassy in Iran urges Americans to evacuate country immediately after partial airspace reopening

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The U.S. Virtual Embassy in Iran is insisting that Americans leave the Middle Eastern country amid conflicts in the region after a partial reopening of its airspace.
This comes after a ceasefire agreement between Iran and Israel to end the nearly two-week conflict.
«As of June 26, 2025, Iran’s airspace has been partially reopened, although business trips from Tehran and other major centers may be interrupted,» the embassy said in an advisory. «US citizens should follow local media and consult with commercial airlines to get more information about flights departing from Iran.»
American citizens who wish to leave Iran must travel by land to Azerbaijan, Armenia, Turkey or Turkmenistan if the conditions are safe, the embassy said.
IRAN WARNS OF ‘REAL CAPABILITIES’ IF TRUMP DOESN’T DROP ‘DISRESPECTFUL’ TONE TOWARD SUPREME LEADER
The U.S. Virtual Embassy in Iran is encouraging Americans to leave the Middle Eastern country following a partial reopening of its airspace. (AP Photo)
The U.S. State Department created a crisis information acceptance form for American citizens in Iran to provide information on consular assistance, the embassy noted. But because of the limitations of consular support in Iran, the embassy said it does not anticipate that withdrawal from Iran will be provided with direct assistance from the U.S. government.
U.S. citizens who plan to leave Iran must use the available facilities to leave the country, it said.
The embassy encouraged Americans wanting to leave Iran to take several actions, including having a plan to leave immediately without relying on the U.S. government, keeping their phones charged and communicating with loved ones about their situation, preparing an emergency plan for emergency situations and signing up for alerts from the U.S. government such as the Intelligent Passenger Registration Program (STEP) that would make it easier to find their location in an emergency abroad.
NEW YORK TIMES ATTORNEY TELLS TRUMP NO APOLOGY COMING FOR COVERAGE OF IRAN STRIKES

American citizens who wish to leave Iran must travel by land to Azerbaijan, Armenia, Turkey or Turkmenistan if the conditions are safe, the embassy said. (AP Photo/Vahid Salemi)
Americans who cannot leave Iran are advised to find a safe place in their residence or another safe building and to carry food, water, medicine and other essential items with them.
At certain intervals, the Iranian government has limited access to the mobile internet network and physical phone lines, the embassy said, adding that U.S. citizens should be prepared for internet network outages and develop alternative network connectivity and communication plans.
«American-Iranian dual citizens must leave Iran with an Iranian passport and before leaving Iran, they must be ready to face checkpoints and be interrogated by Iranian authorities,» the embassy said. «The state of the Iranian government Dual citizenship does not recognize and will treat American-Iranian dual citizens only as Iranian citizens. US nationals in Iran are at significant risk of interrogation, arrest, and detention. Showing a US passport or proving a connection with the United States is sufficient reason for the arrest of a person by the Iranian authorities.»

Americans who cannot leave Iran are advised to find a safe place in their residence or another safe building. (AP:Getty)
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«US passports may be confiscated in Iran,» it continued. «American-Iranian dual citizens should consider that in their Iranian passport, they will receive the necessary visas for the countries they will pass through on their return trip to the United States, so that in case of confiscation of their American passport, they can use [their] Iranian passport in Iran. These people can then apply for a new US passport in the country they will pass through.»
U.S. citizens who reside in Iran with a permanent residence visa, regardless of how long they are staying, must obtain an exit permit when departing Iran, the embassy said, noting that all Iranian passport holders are required to pay exit fees.
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La guerra olvidada de África: un conflicto que lleva dos años, decenas de miles de muertos y 12 millones de desplazados

La guerra civil de Sudán está fuera del radar mediático. Un misil disparado en Medio Oriente genera más repercusión que el drama humanitario que viven casi 25 millones de personas, la mitad de la población de este país africano arrasado por un conflicto que lleva más de dos años.
Sudán es un territorio pobre e inestable, de escaso valor estratégico y con una sociedad poco desarrollada. No es noticia en los grandes centros del poder geopolítico internacional y ni siquiera en las naciones periféricas como la Argentina. Simplemente, el drama de millones de personas abandonadas a su suerte no genera suficiente empatía o solidaridad en el mundo.
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Por un lado, combaten las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR, paramilitares) y, por el otro, las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS), lideradas por antiguos aliados y hoy enemigos acérrimos enfrentados por el poder de un lugar olvidado por todos.
Mohamed Hamdan Daglo, líder de las FAR, lucha contra su antiguo jefe, el comandante del ejército regular, Abdel Fattah al-Burhan, líder de facto del país desde el golpe de Estado de 2021. Ambos bandos son acusados por igual de asesinatos en masa, violencia sexual sistemática, secuestros, saqueo de ayuda y destrucción de infraestructura y del sistema de salud que depende de la ayuda exterior.
El país está dividido en dos. El norte, este y centro está controlado por el Ejército, que debió trasladar la sede de su autodenominado “Gobierno de la Esperanza” a Port Sudán, sobre el Mar Rojo, para escapar de los combates en Jartum, la capital. En tanto, la vasta región occidental de Darfur está en manos de los paramilitares. Pero amplias zonas del sur están en constante disputa.
El mapa de Sudán, con las ciudades y regiones clave en la guerra que lleva dos años. (Foto: VideoLab /TN)
¿Más de 150.000 muertos?
Las cifras estremecen. Desde el estallido de la guerra, el 15 de abril de 2023, decenas de miles de sudaneses murieron. Nadie sabe el número exacto. La ONU estima que las víctimas son al menos 20.000, pero algunas ONG hablan de más de 60.000. El enviado especial de Estados Unidos, Tom Perriello, dijo el año pasado que los muertos ya superaban los 150.000. Cualquier dato es creíble.
Además, hay 12 millones de desplazados internos y otros cuatro millones en países vecinos.
Niños huérfanos reciben un poco de hojas hervidas en un orfanato en Bruam en las montañas Nuba (Foto de archivo REUTERS/Thomas Mukoya)
Según un reporte de Naciones Unidas, más de la mitad de la población sufre altos niveles de inseguridad alimentaria aguda. Esa cifra incluye a 8,1 millones de personas en condiciones de emergencia y 638.000 en catástrofe o hambruna, de acuerdo al informe.
Esperanza Santos tiene 45 años, es de Madrid y desde hace un año se encuentra en Sudán como coordinadores de emergencias de la misión de Médicos sin Fronteras (MSF) en el país. Ha estado en distintas zonas de Darfur y Puerto Sudán.
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“La guerra ha afectado a todo el país. Empezó en Jartum, la capital, y se extendió a Darfur, al oeste del país, y las principales ciudades”, contó Santos en diálogo telefónico con TN.
Según dijo, más de dos años ininterrumpidos de violencia han provocado desplazamientos masivos y el colapso de la infraestructura sanitaria.
“No es solo la situación de violencia. No hay un sistema de salud que permita, por ejemplo realizar una campaña de vacunación. Tenemos epidemias una detrás de la otra, de cólera, sarampión, difteria y malaria. No hay agua potable”, resumió.
Esperanza Santos, de Médicos Sin Fronteras (MSF) se encuentra en Sudán (Foto: Cortesía/Esperanza Santos)
Santos contó que cuando los combates se detienen en una determinada área no hay tiempo suficiente para lograr su recuperación porque la lucha se reanuda tarde o temprano.
“Hay momentos más estables, pero la situación del país es dramática. En Darfur, una de las zonas menos desarrolladas y con más dificultades a nivel humanitario, las necesidades son mayores”, señaló.
El sistema de salud está colapsado
Según graficó, todo el sistema de salud está afectado. Muchos centros no funcionan porque están dañados o carecen de suministros o simplemente porque el personal ha sido desplazado por los combates.
“El sistema de salud no está funcionando en muchas zonas. No hay suministro regular de medicamentos. Ha habido zonas sitiadas durante muchos meses sin ninguna posibilidad de reaprovisionamiento de ningún tipo”, enfatizó.
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Los más perjudicados son los niños y las mujeres embarazadas. “No llegan insumos, hay menos cosas en el mercado y el costo de la comida aumenta. La gente ha perdido su medio de vida y su trabajo. Todo esto afecta a la nutrición. Entonces hay más mortalidad. Es la tormenta perfecta”, comentó Santos.
Aun así, Médicos Sin Fronteras está presente en 11 de los 18 estados del país. Su trabajo incluye apoyar la escasa infraestructura sanitaria, proveer materiales e insumos y dar atención a quienes la necesitan.
Santos se lamentó por la escasa repercusión internacional de esta guerra. “La gente no sabe dónde queda Sudán y mucho menos que está en guerra. Esto te da mucha frustración y rabia”, afirmó.
El director de la Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU, Tom Fletcher, graficó: “Sudán se ha convertido en un triste ejemplo de indiferencia e impunidad en el mundo. Esta es la mayor crisis humanitaria del mundo”.
“Unos 30 millones de personas, la mitad de la población, necesitan ayuda vital como consecuencia de una guerra despiadada”, concluyó.
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