ECONOMIA
Del crack del ’29 a las subprime, todas las crisis globales impactaron sobre Argentina: ¿esta vez es diferente?

La historia nunca se repite, pero a veces rima, decía Mark Twain en una de sus frases más célebres. Y la crisis global desatada a raíz de la suba de aranceles dispuesta por Donald Trump está confirmando la vigencia de esa máxima.
La preocupación se justifica, sobre todo, porque cada gran crisis global tuvo su correlato sobre la economía argentina. Y, en casi todos los casos, la forma de contagio fue con una caída de ingresos de divisas y la inevitable devaluación.
Es una situación que los políticos argentinos de todas las épocas han vivido con cierta ambigüedad: por un lado, las crisis globales complicaron el panorama doméstico e hicieron tambalear gobiernos; pero también es cierto que los shocks externos más de una vez han sido elegidos como los villanos perfectos a quien culpar por el fracaso de planes económicos inconsistentes.
Así, los más veteranos recuerdan que José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de economía durante la primera etapa de la dictadura militar (1976-1981), culpaba a Paul Volker, entonces presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, por la debacle de su esquema cambiario, inmortalizado con el nombre de «la tablita» -a la cual muchos economistas atribuyen similitudes con el plan de Toto Caputo-.
Volker fue nombrado para comandar la Fed en el momento de máxima inflación de Estados Unidos, y en plena crisis petrolera por el conflicto con Irán y otros productores de la OTAN. Su receta fue simple, brutal y efectiva: en menos de un año subió la tasa de interés del 10% al 20%. Provocó una tormenta financiera, pero la inflación, que había sobrepasado el 14% anual, cayó rápidamente.
En Argentina, mientras tanto, la tablita de Martínez de Hoz lograba que la inflación, que en los años previos había sido de tres dígitos, cayera al entorno de 80% a fines de 1980, pero al costo de un notable retraso cambiario que sólo podía sostenerse con un continuo ingreso de capitales externos, porque la balanza de pagos estaba en rojo. Películas como «Plata Dulce» inmortalizaron aquellos años en que los argentinos de clase media viajaban a Miami y, después de gastar sus dólares baratos, volvían atestados de ropa, televisores color y demás novedades.
La cosa funcionó hasta que cambió el flujo de capitales, que desarmó el «carry trade» y corrió a refugiarse en el dólar. En un semestre, las reservas del BCRA perdieron un 60% de su volumen. El final es conocido: tras un intento de flotación controlada dentro de bandas cambiarias, sobrevino una sucesión de devaluaciones, un rebrote inflacionario y una aguda recesión.
¿Quién había tenido la culpa, el plan que apostó al atraso cambiario o el mundo que generó un brusco cambio de flujos de capitales y crisis de deuda justo cuando Argentina estaba reduciendo la inflación?
Petróleo, euforia y Rodrigazo
La polémica es inagotable y se repitió en todas y cada una de las grandes crisis. Lo cierto es que, si bien antes de cada estallido había desajustes de las variables fundamentales, lo que terminaba por tumbar los planes económicos era un shock externo.
La cuestión petrolera que afectó a la tablita ya había tenido su célebre antecedente con la crisis de 1973, que generó un sacudón en la economía argentina: primero con el beneficio de la suba en las materias primas y luego con una brusca caída. El resultado: el gran ajuste cambiario y tarifario de 1975 que pasó a la historia con el nombre de «Rodrigazo».
El discurso del ministro Celestino Rodrigo, emitido por TV el 4 de junio de 1975 -que se puede ver en YouTube- es una pieza antológica por la dureza con la que describe la «herencia» que recibió del propio gobierno peronista que él integraba.
Y Rodrigo culpó a su antecesor, José Ber Gelbard -aún hoy reivindicado por varios dirigentes peronistas, incluyendo a Cristina Kirchner– por haber subestimado el impacto de la situación global, en la que los países desarrollados estaban tratando de cortar un período de «permanente derroche».
«Los argentinos no tomamos conciencia de esta circunstancia y seguimos un camino dislocado y distorsionado de irrealismo, continuando en una ilusión enfermiza de prosperidad creciente. A mediados de 1974 se empiezan a sentir las primeras consecuencias de esta desacertada actitud compartida en ese momento por todos aquellos que integran la vida democrática del país», afirmaba Rodrigo en su sombrío diagnóstico.
El déficit fiscal llegaba a un impactante 12%, mientras la inflación se mantenía contenida a fuerza de contener el tipo de cambio y las tarifas. Pero el plan se hacía cada vez menos efectivo: un síntoma de ello era que cada acuerdo salarial era más corto que el anterior. El primer aumento duró nueve meses sin necesidad de actualizar los ingresos para compensar la inflación; el segundo se acortó a seis; el tercero duró cuatro meses y el cuarto no llegó a durar dos meses. Pero la inflación era cada vez más alta.
Fue uno de los ajustes más traumáticos, con una inflación que pasó del 40% al 335%.
El crack del 29 y el primer cepo
Por cierto que las crisis argentinas que aparecen ligadas a shocks externos pueden rastrarse hasta el fondo de la historia nacional: los períodos de prosperidad suelen coincidir con los de altos precios de las materias primas de exportación, mientras que las recesiones están ligadas a caídas en los volúmenes del comercio mundial.
El ejemplo de crisis financiera mundial más famoso, el del «crack» bursátil de 1929 en Estados Unidos, que marcó toda la década de los años ’30 a nivel global, sirve también para ilustrar esa fragilidad argentina ante los shocks externos.
Esa crisis también es el punto de partida en el «clásico» entre los keynesianos y los ortodoxos. Desde los años ’30 y hasta el día de hoy se debate si la depresión estadounidense fue causada por falta de estímulo al consumo o por un apretón monetario que restringió el crédito. En Estados Unidos, quedó el trauma del alto desempleo y el derrumbe del consumo en un contexto de deflación. Ese recuerdo es lo que ha llevado en las décadas siguientes a que, en crisis como la de la explosión hipotecaria de 2008 o la pandemia de 2020 se recurriera a una apertura del grifo de dólares -los famosos quantitative easing– para evitar una deflación a toda costa.
¿Cómo le pegó a Argentina la depresión de los ’30? Como recuerdan Pablo Gerchunoff y Lucas Llach en su libro «El ciclo de la ilusión y el desencanto», hubo una disminución del comercio global que le pegó de lleno al país, dado que los precios de los productos de exportación cayeron un impactante 42% entre 1928 y 1932. La caída en el ingreso de divisas hizo que en cuatro años la importación de los insumos necesarios para la industria y la infraestructura del país cayera un tercio.
Ya antes del crack, el país había sentido un fuerte impacto cambiario: como los capitales corrían hacia Wall Street, atraídos por las altas tasas, en un año se «fugaron» reservas por 173 millones de dólares -que ajustadas por la inflación de EE.UU. hoy serían u$s3.228 millones-. Esto llevó al presidente Hipólito Yrigoyen a terminar con el sistema de convertibilidad.
Todo se agravaba por la dificultad para obtener préstamos a un país ya endeudado. «En períodos de deflación, los acreedores se benefician a costa de los deudores, ya que un monto nominal fijo tiene mayor poder de compra cuando los precios bajan. Para la Argentina, que era un deudor neto, la deflación mundial hacía más pesada la carga», explican Gerchunoff y Llach.
Dispuesto a defender el valor del peso y no caer en default, el gobierno empezó a echar mano de sus reservas de oro. En el medio de esa situación, ocurrió el golpe militar que derrocó a Yrigoyen. Hacia 1931, el país vivía una corrida bancaria que generó una crisis de liquidez. Esto derivó en una emisión sin respaldo, que devaluaba al peso.
Fue allí cuando surgió el control de cambios, que buscaba en simultáneo frenar la desvalorización del peso sin seguir sacrificando reservas de oro. Así, una especie de «cepo» se quedaba con las divisas de los exportadores y establecía una lista de receptores prioritarios, que empezaban por el propio gobierno.
La convertibilidad perdió en el segundo round
Más cerca en el tiempo, hay ejemplos de qué ocurre con los shocks externos cuando el país tiene un esquema rígido de tipo de cambio fijo. La convertibilidad «uno a uno» de Domingo Cavallo sufrió dos crisis externas: superó la primera y sucumbió a la segunda. En ambos casos, el costo se midió en altos índices de desempleo.
Todo era euforia durante la primera fase, por la superación del trauma que había dejado la hiperinflación de 1989 -en el marco de una nueva crisis de deuda regional-. Pero la calma terminó a fines de 1994 con la devaluación mexicana que derivó en un efecto dominó en toda la región: el célebre «efecto Tequila». Implicó una súbita interrupción en el flujo de capitales, que hasta ese momento era generoso, por la estabilidad cambiaria y el plan de privatizaciones.
Cavallo anunció medidas de ajuste fiscal, dijo que no había motivos para temer una devaluación ni para retirar depósitos y criticó a los bancos por las elevadas tasas de interés. En un 1995 muy recesivo, el sistema financiero sufrió algunos temblores pero la convertibilidad sobrevivió gracias a las reservas del BCRA. En ese contexto, Carlos Menem ganó con comodidad y en primera vuelta su reelección.
Muy diferente fue el siguiente shock externo, que se dio como una sucesión de devaluaciones que empezó en 1997 en el sudeste asiático y llegó en 1999 hasta Brasil. Una vez más, los precios de exportaciones argentinas sufrieron caídas.
Argentina, endeudada, con problemas fiscales y ya inocultables problemas de retraso cambiario, vio cómo todos los blindajes financieros se quedaban cortos ante la sangría de reservas. El nuevo presidente, Fernando de la Rúa, había prometido no devaluar, pero perdió el apoyo del FMI, lo cual derivó en el recordado «corralito» y el traumático final del gobierno. En 2002, con un pico de desempleo de 22%, el dólar cuadruplicó su valor y el país vivió su peor conmoción social.
La subprime y la devalución de Cristina
La siguiente crisis global se dio con el kirchnerismo en el poder: tras años de dólar débil y precios altos para la soja, la política de fomento al crédito de George W. Bush encontró un brusco «stop» por el estallido de la burbuja inmobiliaria. La crisis «subprime» de 2008 hizo temblar al sistema bancario estadounidense y generó un masivo traspaso de recursos desde el sector privado hacia el gobierno.
Para el resto del mundo, esto implicó una recesión por contagio, en medio de una nueva reversión en el flujo de capitales. Cristina Kirchner avaló una suba de 20% en el tipo de cambio, lo cual le costó una derrota en las legislativas de 2009 pero le permitió equilibrar las cuentas externas y retomar el crecimiento cuando nuevamente la soja hizo de motor. Había, además, un recurso a mano: las reservas del BCRA, que permitieron al gobierno sostenerse sin acceso al crédito externo, a un costo que todavía hoy se ve en el balance del Central.
Cuando se produjo un nuevo reflujo de capitales, ya con Mauricio Macri en el poder -y con Donald Trump amenazando a China- había vuelto el crédito, incluyendo el del FMI. Pero aun así la devaluación fue inevitable, tras un nuevo atraso cambiario que había llevado el déficit de cuenta corriente por encima de 5% del PBI.
¿Qué pasará ahora con la crisis arancelaria? Los primeros efectos tienen gusto a situación repetida -devaluaciones en cadena y caída de commodities-. Pero Milei y Toto Caputo se empeñan en afirmar que «esta vez es diferente». Tienen a su favor el superávit fiscal, pero los antecedentes históricos no son muy alentadores.
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ECONOMIA
La City prevé cómo sigue el dólar tras la primera semana sin cepo

Pasó la primera semana sin el cepo cambiario. El Gobierno anunció el viernes pasado los cambios económicos de la fase 3 del plan de Luis Caputo, entre los que se incluyen el esquema de bandas del dólar.
Este miércoles, que fue el tercer día de vigencia de la liberación del cepo cambiario para particulares y el último de esta semana corta por los feriados de Semana Santa, el dólar operó con fuertes bajas en las cotizaciones.
El dólar oficial retrocedió 4,3%, y el tipo de cambio minorista perfora los $1.200 en el Banco Nación, luego del salto devaluatorio del lunes con el que debutó el nuevo esquema de flotación entre bandas.
Al mismo tiempo, las cotizaciones paralelas siguen en caída y la brecha. En las operaciones del mercado mayorista del dólar, donde participan principalmente los importadores y exportadores, se vende a $1.155, lo que implica una merma de $51, o un 4,3%.
La gran incógnita ahora es si habrá cambios bruscos en las próximas semanas o si se mantendrá con estos valores.
La City calcula cómo seguirá el dólar tras la primera semana sin cepo
Pilar Tavella, directora de Research Macro & Estrategia en Balanz, sostuvo que «la reacción inicial del dólar oficial estuvo en línea con lo que el mercado venía anticipando en los últimos días, algo que ya se reflejaba en los contratos de Rofex».
«En los próximos días podríamos ver cierta volatilidad mientras el mercado se ajusta a la implementación del nuevo esquema cambiario y a la dinámica de las bandas. Esperamos que el tipo de cambio oficial se mantenga entre los $1.200 y $1.300 pesos, con baja probabilidad de que testee el techo de la banda en esta primera etapa», auguró.
Por su parte, el analista Gustavo Ber estimó que el dólar oficial «a partir de las mayores liquidaciones del campo y una reactivación del carry-trade afloje por debajo de $1.200, posiblemente hacia la zona de $ 1.150, nivel cercano que tenían previamente los exportadores».
Con respecto a los dólares paralelos, prevé que «la brecha del CCL y el blue debería ubicarse no más allá del 5%, en torno a los $1.250, e incluso menos en el caso del MEP a partir de eventuales arbitrajes de ahorristas». Y vaticinó que «de achicar el oficial hacia los $1.150, dichas referencias se podrían desinflar hacia los $ 1.200».
Los analistas de PPI plantearon que «no esperamos que el tipo de cambio oficial alcance el límite superior de la banda en el corto plazo, principalmente porque está por comenzar el período estacional de mayor liquidación de la cosecha gruesa, que históricamente se concentra entre mediados de abril y julio».
El economista Federico Glustein cree que el precio que alcanzó el dólar oficial en la primera jornada tras la salida del cepo y la implementación de la banda de flotación «es mejor al esperado y puede seguir oscilando entre $1.150 y $1.230, estando más cerca del piso que del techo».
Ramírez proyectó también que el tipo de cambio oficial estaría «en el corto plazo más cerca del piso de la banda que del techo, ya que Milei en una entrevista dijo que a fin de junio van a volver a subir las retenciones, lo que le pone cierta premura a las liquidaciones del agro».
«Se espera que en el corto plazo, en este segundo trimestre que es el más alentador en términos de dólares por la cosecha, más los recursos que vienen del FMI y de los organismos internacionales y del campo, vamos a empezar a ver un BCRA que empieza a comprar dólares, y el tipo de cambio va a tender a la banda inferior, y le va a permitir comprar reservas. No veo saltos abruptos en el tipo de cambio en el corto plazo».
En cambio, la economista Natalia Motyl evaluó que «con una base monetaria todavía elevada en términos reales —producto del rezago de la emisión pasada— y una oferta de dólares que recién comienza a reactivarse, es esperable que el mercado presione hacia la parte superior de la banda de flotación».
«También es cierto que en la medida en que ingresen divisas desde organismos internacionales, el Tesoro de Estados Unidos, y otros flujos de financiamiento externo, podría comenzar a moderarse esta presión cambiaria», añadió.
Motyl resaltó que «por ahora, la autoridad monetaria ha mostrado intención de evitar saltos bruscos; la señal de que no se tolerarán movimientos disruptivos de corto plazo indican que, si bien habrá una devaluación paulatina, no se permitirá una corrida cambiaria repentina».
En ese marco, la economista estimó que «hacia finales de abril el tipo de cambio se mantendrá oscilando en torno a los $1.300, con chances de converger hacia los $1.400 hacia mediados del próximo mes, si las condiciones macro y políticas se mantienen constantes».
Javier Milei ratificó cuándo intervendrá el Banco Central
Luego de la salida del cepo cambiario, Javier Milei volvió a recalcar que el Banco Central únicamente intervendrá cuando el dólar cotice a $1.000, el piso de la banda acordado para la tercera etapa de su programa económico.
«No se va a intervenir hasta que toque el piso de la banda. Esto es, hasta $1.000 no se compra. Ciao!», resaltó el presidente Milei en su cuenta de la red social X.
El lunes 14 de abril, se puso en funcionamiento el sistema de flotación entre bandas de $1.000 como piso y $1.400 como techo, que habilita la compra y venta de divisas por parte del Banco Central, respectivamente.
Dentro de esa banda, el Central «podrá considerar la compra de dólares en función de sus objetivos macroeconómicos y de acumulación de reservas internacionales (RIN), así como la venta de dólares para morigerar volatilidad inusual«. «En ningún caso la intervención será esterilizada», recalcó la autoridad monetaria.
Con respecto al piso de la banda ($1.000 – 1% mensual), cada vez que el dólar opere en el MLC en el valor inferior de la banda, el BCRA «adquirirá dólares para defender el valor en la misma y, en el proceso, acumular reservas internacionales». Y agregaron: «La emisión de pesos resultante de las compras de divisas por parte del BCRA no será esterilizada, facilitando la remonetización económica que pueda resultar de aumentos en la demanda real de dinero».
Si el precio del Mercado Libre de Cambios supere el techo de la banda ($1.400 + 1% mensual), podrá vender dólares «para defender el valor en la misma y, en el proceso, eliminar pasivos monetarios». «Las ventas de divisas por parte del BCRA permitirán absorber rápidamente sobrantes de liquidez que pueden resultar de reducciones en la demanda real de dinero», manifestaron.
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ECONOMIA
Las stablecoins ganan terreno entre freelancers y pymes, tras la salida del cepo

Las stablecoins, criptomonedas atadas al valor del dólar, se afianzan como un instrumento financiero clave para muchos argentinos, luego del anuncio del levantamiento del cepo cambiario.
El relevamiento destacó que «América Latina es la segunda región de mayor crecimiento global en el uso de stablecoins, con un aumento interanual del 42,5% y más de 36 millones de billeteras activas. Solo en Argentina, estas criptomonedas representan el 61,8% del volumen de operaciones cripto«.
Así lo reveló un informe elaborado por CryptoMKT y Coinchange Financial, que también analizó el contexto global, marcado por la escalada comercial entre Estados Unidos y China.
El fin del cepo al dólar y el crecimiento de las stablecoins entre freelancers y empresas
La historia económica reciente de Argentina está atravesada por restricciones cambiarias que limitaron el acceso al dólar. Aunque el fin del cepo generó alivio en varios sectores, el informe plantea algunas dudas sobre lo que ocurrirá en el futuro: «¿Qué pasará con el tipo de cambio? ¿Por cuánto tiempo durará la apertura? ¿Qué pasará con quienes trabajan en la informalidad?».
En este marco, el informe remarcó que «las stablecoins como USDT (Tether), USDC (USD Coin) y DAI (Dai) emergen como una alternativa sólida y accesible para operar con una paridad cercana al dólar sin necesidad de depender del sistema bancario tradicional».
María Fernanda Juppet, CEO de CryptoMKT, sostuvo que «la gente necesita previsibilidad en un entorno económico volátil». «Y las stablecoins ofrecen precisamente eso: una forma accesible, segura y descentralizada de preservar valor y realizar transacciones en una moneda fuerte», agregó
La investigación advirtió que «el fenómeno no se limita a pequeños ahorristas». «Cada vez más profesionales y empresas exportadoras, desde programadores y diseñadores hasta consultores y pymes, adoptan stablecoins como forma de cobro internacional», subrayó.
Jonathan Chester, fundador de Bitwage, una plataforma de pagos en criptoactivos, afirmó que «los freelancers argentinos y profesionales que exportan servicios ya están cobrando en stablecoins porque priorizan la privacidad, la rapidez, la liquidez y la libertad sin fronteras ni restricciones. Además, esquivan costos bancarios, demoras y burocracia local».
«Esto les permite recibir pagos desde el exterior directamente en sus billeteras, sin necesidad de pasar por el sistema bancario tradicional, y luego convertirlos a pesos o mantenerlos en stablecoins según su estrategia de ahorro», agregó.
Tensión global y crecimiento de las criptomonedas
La decisión de Estados Unidos de imponer nuevos aranceles a productos tecnológicos de China, bajo la administración de Donald Trump, reavivó las tensiones comerciales entre las dos principales potencias y generó incertidumbre en los mercados. En este escenario, las stablecoins ganan terreno como refugio de valor.
Rafael Meruane, cofundador de CryptoMKT, afirmó que «cada vez que se intensifican las tensiones económicas entre potencias, observamos un aumento en la demanda de criptomonedas como bitcoin, ether y especialmente stablecoins». «No solo representan innovación tecnológica, sino también una herramienta para proteger el patrimonio frente a la incertidumbre», detalló.
El informe detalló que este tipo de contextos fomenta lo que los analistas llaman «flight to crypto», una migración de capital hacia activos digitales percibidos como resguardo ante políticas económicas inciertas. La vinculación de las stablecoins al dólar las convierte en una opción particularmente atractiva en tiempos de volatilidad.
El reporte también alertó sobre una tendencia emergente: empresas que analizan emitir sus propias stablecoins corporativas. Herramientas como M^0 Labs facilitan esta posibilidad, garantizando interoperabilidad con el ecosistema DeFi.
La digitalización de pesos corporativos podría optimizar la eficiencia operativa, la trazabilidad de las transacciones y reducir costos tradicionales, al tiempo que abriría nuevas oportunidades de financiación e inversión para las compañías.
Aunque algunos sectores aún ven a las stablecoins como un fenómeno de nicho, los datos muestran lo contrario: su adopción se acelera y plataformas como CryptoMKT y Coinchange registran un crecimiento constante de usuarios tanto en Argentina como en el resto de Latinoamérica.
Para Juppet, se trata de algo mucho más profundo: «Estamos presenciando una revolución silenciosa, pero imparable en la forma en que las personas y las empresas gestionan su dinero. Las stablecoins están democratizando el acceso al dinero digital y ofreciendo una alternativa real y tangible frente a sistemas financieros tradicionales que, en muchas ocasiones, han demostrado ser incapaces de proteger los intereses de los ciudadanos».
Desde Coinchange Financial coincidieron: «En un mundo donde la innovación financiera avanza a toda velocidad, las stablecoins se destacan como una herramienta práctica y accesible que puede mejorar tus finanzas y ayudarte a mantenerte competitivo. El futuro del dinero es digital, y las stablecoins son la clave para desbloquearlo».
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ECONOMIA
La otra cara de la suba de tasas, se encarecen los créditos y puede impactar en el consumo

La suba de las tasas de interés de los plazos fijos ya se empezó a contagiar al mercado de los créditos para el consumo. Algunos bancos ya cobran más del 200% anual en el costo financiero total. Los especialistas creen que este encarecimiento podría impactar negativamente en el nivel de consumo, sobre todo en las compras de bienes durables como electrodomésticos y automóviles.
El alza en las tasas de interés se vincula con la idea del Gobierno de contar con un esquema monetario muy contenido, con el objetivo de forzar una baja del tipo de cambio y el mantenimiento bajo control de la inflación.
En el caso de las tasas pasivas, el salto fue del 29% anual al 37% anual en el caso del Banco Nación.
La mayoría de los bancos privados tomaron nota de esta nueva referencia por parte del principal banco del sistema financiero, y elevaron el rendimiento de los plazos fijos para sus clientes.
Suba de tasas de interés ya impacta en los créditos para el consumo
En el caso de los créditos personales, el Banco Nación subió 23 puntos el costo. El CFT (costo financiero total) pasó del 142% anual al 165% anual entre marzo y abril.
Los bancos privados, incluso los más grandes del sistema financiero, cobran más caro. El Banco Galicia es el más oneroso de todos. Sus créditos para el consumo tienen un CFT del 261% anual, con una suba de 38 puntos respecto de lo que cobraba el mes pasado.
El CFT en el Banco Macro -siempre hablando de las líneas personales- pasó al 231% anual, con un aumento de 21 puntos en relación a marzo último.
El Banco Provincia de Buenos Aires pasó a cobrar un 147% anual de CFT, también marcando un alza de 14 puntos entre un mes y otro.
El financiamiento tiene una fuerte incidencia en el mercado de los bienes. Tanto en electrodomésticos como en la compra de autos.
En el caso de este último mercado, hay datos precisos, de parte de ACARA, la cámara de las concesionarias.
«Las 22.477 prendas que se inscribieron durante marzo de 2025 para financiar operaciones de compra de vehículos km, representan el 46,5% de los patentamientos del mes. En el primer trimestre cerrado, los registros indican que el 47,2% de las compras de vehículos nuevos se financian con algún tipo de instrumento prendario», señaló el último reporte de ACARA?
«Forzar una baja del dólar a $1.000 tiene riesgos»
Distintos economistas alertaron sobre la política cambiaria que puso en marcha el Gobierno tras el cambio de régimen.
«Forzar una baja del dólar a $1.000 tiene riesgos. El Gobierno está ansioso y genera su propia volatilidad al querer bajar el dólar en pocos días», advierte Gabriel Caamaño, economista de la consultora Ledesma.
Emiliano Anselmi, economista jefe de PPI, suma una cuestión adicional: se refiere a la inminente emisión de Bopreal, el bono para importadores que va a sacar el Gobierno, por un total de u$s3.000 millones, que podrá suscribirse en pesos.
Esa emisión, dice Anselmi, quitará del mercado monetario un monto equivalente en pesos, que le pondrá presión a las tasas de interés.
En el marco de un programa monetario más estrecho, el costo del dinero continuará hacia arriba, dice Anselmi, en diálogo con iProfesional.
Desde el oficialismo, el director del BCRA Federico Furiase argumenta a favor de un dólar más bajo, cercano al piso de la banda cambiaria.
Lo dice así: «Lejos de convalidarse la expectativa de un dólar a $1400, toda la macroeconomía está seteada para que el dólar siga cayendo y se acerca al piso de la banda de $1000, donde el BCRA compra y acumula reservas. Cada vez hay menos pesos en la economía porque el superávit fiscal los chupa, porque el nuevo Bopreal se suscribirá con pesos; el campo tiene un montón de dólares para liquidar en esta ventana de tiempo hasta junio y ahora tenemos inversores del exterior que, gracias a la salida del cepo, van a poder invertir en títulos locales.»
Es decir, el funcionario admitió que el Ejecutivo puso en marcha un programa que podría asegurar la estabilidad del tipo de cambio en la banda inferior.
Sin embargo, al mismo tiempo, el director del Banco Central dejó entrever que el costo de esa estrategia podría ser el encarecimiento de las tasas de interés.
«Los costos se van a pagar», refrenda Caamaño.
«Una mayor flexibilización de las restricciones cambiarias, y una política monetaria muy restrictiva, incentiva al sector privado a buscar pesos en las licitaciones del tesoro (no renovar la totalidad de los vencimientos)», continúa Anselmi, en su último reporte a clientes.
Las tasas, los dólares y el FMI
Hay otra cuestión en la decisión de Milei, que no debe perderse de vista: el apuro del Gobierno por lograr una buena oferta de divisas en el mercado, que ayude a aplastar la cotización del billete verde.
«Los fundamentos (del programa económico) están diseñados para que el dólar, tarde o temprano, vaya a buscar el piso de la banda«, explicitó Federico Furiase, director del Banco Central.
Esa intención, de todas formas, se choca contra un pedido expreso que hizo el staff del FMI, y quedó planteado en el «staff report» conocido el fin de semana.
El Fondo le requirió a Economía que las reservas del Banco Central deben crecer de manera sustancial. ¿Cuánto? Al menos, el BCRA debe comprar unos u$s6.500 millones de acá a los próximos 60 días. En ese momento será la primera revisión del programa por parte del Fondo Monetario.
El objetivo acordado con el organismo es que las reservas netas deben llegar a -u$s500 millones (negativas). El nivel actual no fue informado por el FMI ni por el Gobierno.
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