ECONOMIA
Doble impacto por las jubilaciones: las razones por las que el problema para Milei no solo es fiscal

A Javier Milei no sólo le preocupa el impacto que la reforma jubilatoria pueda tener sobre las cuentas fiscales. También cree que le podría implicar un costo en términos electorales, dado que se volvería al achatamiento de la «pirámide jubilatoria», en la que los jubilados de niveles superiores transfieren recursos a los de la franja mínima.
Fue esto lo que llevó al ministro de economía, Luis Toto Caputo, a asegurar que, en realidad, las jubilaciones promedio son de $900.000. La frase traje enorme controversia, dado que más de cinco millones de jubilados y pensionados reciben el cobro mínimo -$309.275 más el bono de $70.000-.
Pero Caputo no hizo mal las cuentas. Simplemente, lo que quiso expresar es que, en el universo de 7,5 millones de beneficiarios del sistema previsional, apenas un tercio son «jubilados de verdad», porque cumplieron los requisitos de edad y 30 años de aporte a la Anses.
Y, para esa masa, efectivamente, el promedio es de $900.000, con un cobro máximo de $2 millones. Ese grupo de jubilados, donde el gobierno presume que tiene llegada electoral, está compuesto por personas que han expresado su irritación, ante cada moratoria -como la votada en 2023, que agregó 800.000 jubilados nuevos- o ante cada actualización de un bono para compensar la erosión inflacionaria sólo a la franja mínima.
«No sólo es inmoral que regalen jubilaciones a quienes no aportaron nunca, sino que profundiza el déficit estructural del país condenando a las generaciones futuras a la pobreza», decía Milei hace tres años, cuando ya era candidato presidencial.
Ese fenómeno generó un «achatamiento de la pirámide», de manera que la distancia entre la jubilación mínima y la máxima se iba achicando cuanto más alta era la inflación. Se producía por el efecto de la reforma de Martín Guzmán, que era de tipo «pro-cíclica». Es decir, cuando crecía la economía, subían las jubilaciones -que estaban atadas al nivel de recaudación de la Anses-, pero cuando había recesión, caían en mayor medida. Además, la inflación erosionaba todavía más el poder de compra, dado que los ajustes se realizaban en frecuencia trimestral.
Esto implicaba jubilaciones prácticamente congeladas en medio de un pico inflacionario, donde el único alivio vino por el lado de la suba de los «bonos extraordinarios» que el gobierno anterior había impuesto para los beneficiarios de la jubilación mínima, en un reconocimiento tácito de que la fórmula condenaba a la caída de los haberes.
Jubilaciones: se vuelve a achatar la pirámide
La estrategia de Toto Caputo fue conseguir un doble objetivo: primero, que las jubilaciones, por efecto del plan de shock, tuvieran un menor peso en el gasto público. Es algo que se explica por la enorme incidencia del rubro previsional en el presupuesto -un 45% del total-.
Fue uno de las medidas más criticadas al gobierno, ya que implicó una licuación inflacionaria de las jubilaciones. Caputo se defendió con el argumento de que la culpa la tenía la fórmula de Guzmán, pero lo cierto es que hasta el propio Fondo Monetario Internacional protestó por considerar que era un ajuste socialmente insustentable. En el peor momento, en febrero del año pasado, la caída del gasto jubilatorio llegó a un impactante 38%.
Caputo se proponía que el costo jubilatorio tuviera un recorte de 0,4% del PBI, y en parte eso se lograría con el congelamiento en $70.000 del bono extraordinario que se había instaurado en el gobierno anterior.
Pero, además, había un segundo objetivo: que se revirtiera aquel achatamiento de la pirámide y que los jubilados de la mitad superior tuvieran un incremento real en sus haberes.
Los números son elocuentes al respecto: en noviembre de 2023 -último mes antes de la asunción de Milei-, la jubilación mínima, contando el bono, equivalía a un 21% de la máxima. Hoy, un año y medio después, y ya con la nueva fórmula rigiendo a pleno, esa diferencia se agrandó: la mínima cayó a un 18% de la máxima.
¿Qué ocurrirá ahora, tras la reforma votada en el Senado? Se volverá a achatar la pirámide, de manera que la mínima pasará a ser un 19,8% en relación el haber más alto.
El gasto jubilatorio vuelve a crecer
Caputo había logrado ese estiramiento de la pirámide por la combinación de la nueva fórmula atada a la inflación pasada, junto con el congelamiento del bono.
Ocurre que, en el momento de mayor impacto inflacionario, las jubilaciones estaban perdiendo poder adquisitivo a un ritmo de 33% anual. En noviembre de 2033, las jubilaciones habían aumentado un 74% nominal, contra una inflación de 161%. Pero las de la franja mínima lograban defenderse mejor, gracias al bono, cuya incidencia fue subiendo hasta transformarse en un 30% del cobro total para estos jubilados.
Era una situación que el gobierno de Alberto Fernández justificaba con el argumento de la protección social -a fin de cuentas, los jubilados de la máxima no tienen en riesgo la satisfacción de sus necesidades básicas-, pero se generaba un enojo en buena parte de los jubilados, algo de lo que también se valió Milei en la campaña electoral.
Con el cambio de fórmula jubilatoria, lo que esperaba Caputo es que, en la medida en que la inflación fuera bajando, se produjera una recuperación del poder adquisitivo de las jubilaciones. Pero claro, al congelarse el bono extra, esa recuperación iba a ser más rápida para el tercio de ingresos superiores.
Desde el punto de vista fiscal, el punto de quiebre se produjo sobre fines del año pasado, cuando, pese a que el gasto jubilatorio total seguía registrando una caída real de 17,5%, las jubilaciones más altas ya habían recompuesto su poder adquisitivo en un 12,4%.
Para enero, ya toda la masa jubilatoria estaba creciendo por encima de la inflación. La variación real marcaba una mejora de 26,5%, algo que no es de extrañar, dado que la base de comparación del año anterior era el momento de peor caída de ingreso jubilatorio.
Desde entonces, la tónica ha sido la misma: el rubro jubilatorio, que al inicio fue la variable de ajuste que permitió eliminar el déficit fiscal, es ahora uno de los rubros que crece en términos reales.
En junio, según la Oficina de Presupuesto del Congreso, el gasto jubilatorio tuvo un aumento interanual de 4,5%, y si se considera el primer semestre completo, la suba fue de un 16,7% real. Es decir, números que se ubican bien por encima de la inflación.
Es lo que llevó a Caputo a retuitear el cálculo de Martín Vauthier, que estimó en 32% la caída de las jubilaciones contra la canasta básica durante el gobierno pasado, y una suba de 19% desde que asumió Milei. «Dato destroza relato», fue el comentario de Caputo, cuando ya la derrota oficialista en el Congreso parecía inevitable.
Cuánto cuesta la reforma
¿Qué pasará ahora, con el proyecto opositor aprobado? El cálculo de impacto fiscal es de un 0,17% del PBI para este año por el incremento generalizado de 7,2% para toda la masa jubilatoria, a modo de compensación por el ajuste no realizado en enero de 2024. Pero ese costo ascenderá a 0,4% para las cuentas del año próximo.
A eso se le debe agregar el impacto por la suba del bono extra, desde $70.000 a $110.000, que tendrá un régimen de indexación por IPC. En términos de gasto público, supondría otro 0,22% del PBI. Y la nueva extensión de la moratoria agregaría otro 0,14% anual.
En definitiva, la reforma jubilatoria implicaría un costo de 0,31% para el segundo semestre de este año y de 0,76% para el año próximo, según la consultora Analytica. En cualquier caso, queda en duda el objetivo oficial de terminar el año con su superávit fiscal de 1,6% del PBI.
Pero claro, hay un costo que no se mide en pesos sino en términos políticos. El bono extraordinario, que había nacido como «parche» ante la imposibilidad de que la vieja fórmula indexatoria defendiera a las jubilaciones contra la inflación, ahora quedará institucionalizado como un componente estable de la jubilación mínima. En otras palabras, la medida de emergencia se transforma en permanente.
Y la pirámide de ingresos se vuelve a achatar. La perspectiva es que esa situación se acentúe, en la medida en que más gente acceda a la jubilación por vía de la moratoria y pase a engrosar la base de la pirámide que cobra el haber mínimo.
Para Milei, en definitiva, el veto a la reforma excede el alcance de una pulseada fiscal: es también parte de la «batalla cultural».
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ECONOMIA
Dólar, tasas, acciones y bonos: cómo se movió el mercado financiero en la recta final hacia las elecciones

En la semana previa a las elecciones legislativas, el mercado financiero argentino mostró una marcada tensión. La suba del dólar en todos los segmentos, las tasas de interés en niveles elevados y la caída de las acciones y los bonos —aún después del anuncio del swap con el Tesoro de Estados Unidos— reflejan el clima de cautela e incertidumbre que domina a los inversores.
El tipo de cambio volvió a escalar en todas sus variantes. En el segmento mayorista, el dólar cerró a $1.490,50 para la venta, con un aumento de 15,50 pesos o 1,1% en la jornada. En el Banco Nación, el billete minorista subió a $1.515, mientras que el promedio de los bancos privados se ubicó en $1.518,74, un 1,5% por encima del día anterior.
Las cotizaciones financieras también acompañaron la tendencia alcista. El dólar MEP trepó a $1.586,24, con un avance de 3,2%, y el contado con liquidación (CCL) alcanzó los $1.610, con un incremento de 3,3%. En el mercado informal, el dólar “blue” subió 40 pesos o 2,7%, hasta $1.540 para la venta, un nivel que no se observaba desde mediados de septiembre.
El volumen operado en el mercado de cambios superó los USD 718 millones, casi 320 millones más que en la sesión anterior. A pesar de la intervención oficial, las reservas internacionales del Banco Central retrocedieron 776 millones, para quedar en USD 40.539 millones.
Según operadores del mercado, la rueda “volvió a mostrar una marcada presión compradora, con demanda sostenida de cobertura y escasa oferta genuina, en un contexto de elevada tensión preelectoral”. Otro analista graficó el ánimo de los inversores señalando que “más que un ‘show me the money’, el mercado está en una postura de ‘mostrame los votos’, a la espera del resultado electoral”.
En paralelo, las tasas de interés continúan siendo un factor clave en la dinámica financiera. Los rendimientos de las letras y bonos en pesos se mantienen en niveles muy altos, impulsados por la falta de liquidez en el mercado y la necesidad de contener las presiones sobre el tipo de cambio. Las LECAP ofrecen tasas efectivas mensuales cercanas al 4,8%, mientras que las operaciones de muy corto plazo se pactan a niveles aún más elevados.
Esta estrategia busca sostener la demanda de pesos en un contexto de incertidumbre, aunque genera preocupación por el impacto sobre la actividad económica y el financiamiento productivo. En el mercado estiman que las tasas permanecerán altas al menos hasta después de los comicios, cuando se disipe la volatilidad cambiaria y el Gobierno defina si continuará con la política de endurecimiento monetario.
Un informe reciente advirtió que el Tesoro “se prepara para otros 60 días de tasas altas y una economía debilitada”, lo que refuerza la idea de que no se esperan cambios inmediatos en la estrategia oficial. En ese marco, la escasez de crédito y los altos costos financieros se convirtieron en un condicionante adicional para las empresas y para los consumidores.
La jornada bursátil también reflejó la cautela de los inversores. Pese a la confirmación del Banco Central de que ya recibió los USD 20.000 millones correspondientes al swap con el Tesoro estadounidense, las acciones y los bonos soberanos volvieron a caer. El anuncio, que en otro momento podría haber generado un alivio, no logró revertir el clima negativo.
Los bonos Globales en dólares descendieron en promedio 0,9%, mientras que los Bonares con ley local retrocedieron 0,8%. El riesgo país avanzó 27 puntos básicos y cerró en 1.075 unidades. En el segmento accionario, el índice líder del mercado porteño registró una suba de 1,2% en pesos, hasta los 2.002.848 puntos, aunque en términos de dólares la variación fue neutra por la depreciación del tipo de cambio.
Nicolás Cappella, analista de IEB, resumió la situación: “Los bonos en dólares devuelven la suba del lunes, luego de que se anunciara el avance en un proceso de recompra de deuda. La incertidumbre electoral pesa más que el anuncio del swap”. En la misma línea, se señaló que el acuerdo de intercambio de monedas “no modifica las reservas netas”, por lo que su efecto inmediato sobre la posición del Banco Central es limitado.
La volatilidad del dólar, la falta de señales claras de política económica y la cercanía de los comicios llevaron a una toma de ganancias entre los inversores, tanto locales como del exterior. En Wall Street, las acciones argentinas operaron con comportamiento mixto, aunque predominó la baja en los papeles de los bancos y las energéticas, sectores más expuestos a los movimientos del tipo de cambio.
El balance de las últimas jornadas muestra un patrón claro: el dólar se fortalece en todos sus segmentos, las tasas permanecen elevadas y los activos financieros ceden posiciones pese a los intentos del Gobierno por reforzar las reservas. En la recta final hacia las elecciones, el mercado opera con extrema cautela y una marcada preferencia por la cobertura.
El anuncio del swap de 20.000 millones de dólares, aunque representa un respaldo de liquidez, no alcanzó para modificar las expectativas. Los inversores esperan conocer el resultado electoral antes de tomar nuevas posiciones de riesgo, en un contexto en el que cada señal política o económica puede tener un impacto directo sobre el comportamiento de los activos financieros.
ECONOMIA
Se agota el «efecto Bessent»: el BCRA tuvo que intervenir y la City debate si el dólar puede bajar

El «efecto Bessent» se agotó en la recta final de la campaña electoral: el dólar volvió a tocar el techo de la banda de flotación, obligando al Banco Central a vender, como en la corrida de septiembre. Y, en el mercado de futuros, los contratos a octubre ya cotizan por encima del techo de la banda. En otras palabras, hay gente que paga cobertura porque prevé que dentro de 10 días el tipo de cambio mayorista estará encima de $1.500.
Es cierto que la cifra de u$s45,5 millones vendida por el Central no impresiona por su volumen, pero eso no resta nerviosismo en el mercado. Para empezar, hay analistas que sospechan que los u$s120 millones que, en teoría, había comprado el Tesoro la semana pasada, en realidad implicaron un sacrificio de reservas del Central.
Y el nerviosismo se acentúa por el antecedente de septiembre, cuando también se había empezado a vender con un número bajo, pero en apenas tres jornadas la demanda llegó a u$s1.100 millones.
Lo que agrava la sensación de corrida cambiaria es que, a diferencia de lo que pasó en septiembre, ahora se produce incluso con la protección del gobierno estadounidense al plan económico.
En aquella corrida, solo había un sistema de banda de flotación cambiaria, y la promesa de Luis Caputo en el sentido de que estaba dispuesto a vender hasta el último dólar que le pidieran. Su argumento era que, tras el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, el balance del BCRA estaba saneado. Y que, además, al comprar dólares los inversores «sacaban pesos de la cancha», con lo cual el mercado se estabilizaría.
A diferencia de lo que ocurría en aquel momento, ahora ya nadie considera un motivo de festejo que el BCRA haya «absorbido» pesos del mercado por un monto de $67.795 millones -la contrapartida de su venta de dólares-.
En realidad, nadie esperaba que fuera necesaria esta nueva intervención en el techo de la banda después de la saga de acontecimientos de las últimas semanas. Que incluyen el antecedente de que el US Treasury «comprando pesos» por un monto que se estima en más de u$s600 millones, además un contundente respaldo político por parte del mismísimo Donald Trump, la oficialización del swap de monedas por u$s20.000 millones y el anuncio de un futuro canje de deuda con el respaldo de organismos internacionales de crédito.
Y, sin embargo, ninguno de estos golpes de efecto ha sido suficiente para impedir lo inevitable: que ante una elección de resultado incierto los argentinos dolaricen sus portafolios casi por completo.
«Se corrió el Tío Bessent, esperemos que vuelva mañana porque quedan tres días complicados», comentó el analista Christian Buteler, en una frase que sintetiza el humor del mercado. En el estado de situación actual, tres jornadas de corrida bancaria tienen un poder de desestabilización que no debe ser subestimado.
Sale Scott Bessent, entra Santiago Bausili
Si había un límite que el gobierno creía que no se iba a cruzar era, precisamente, el de la venta de divisas por parte del BCRA. ¿Cómo interpretar esta situación? ¿Scott Bessent cambió de tesitura, se cansó de pulsear y perder contra el mercado argentino? ¿O, como dicen sus críticos en Estados Unidos, ya cumplió su verdadero objetivo, que era facilitarle una salida a los fondos de inversión que había apostado fuerte a activos argentinos?
Nadie lo sabe con certeza, pero lo cierto es que el panorama cambió drásticamente desde la primera intervención del Treasury, en la que le bastó el anuncio de que había vendido dólares -luego se supo que era apenas u$s24 millones- para desplomar la cotización hasta $1.349. Apenas 10 días más tarde, el tipo de cambio mayorista cerró en $1.490, lo que implica una suba de 7,5% desde el inicio del efecto Bessent.
Todavía no está claro si los dólares que usó el BCRA son imputados a sus reservas líquidas o al nuevo swap de monedas con el Tesoro estadounidense, que se oficializó el lunes. Si se tratara del segundo caso, implicaría que el swap ya está activado, lo que impone a Santiago Bausili la obligación de un repago a corto plazo con intereses. Pero, en el lado positivo, podrá contabilizar los u$s20.000 millones como parte de las reservas brutas, algo que podría funcionar como elemento disuasor para los compradores de dólares.
En todo caso, lo que el mercado está interpretando es que ya se entró en otra etapa del plan económico, en la que posiblemente ya no se vuelva a ver al US Treasury interviniendo en el mercado cambiario argentino, sino que el protagonista volverá a ser el Banco Central. Esto podría implicar un sacrificio alto de reservas, aun cuando esa política sólo dure tres días. El volumen del mercado spot llegó a u$s700 millones, un nivel alto, casi el doble del promedio histórico, lo cual da la pauta de la demanda potencial.
Algunos economistas argumentan que, pese a las declaraciones iniciales de Bessent -en las que afirmó que el peso argentino estaba «subvaluado«-, en realidad la estrategia consiste en no impedir la devaluación, pero manejar el tiempo, para que luego de las elecciones no sea necesario un «overshooting».
Así, Carlos Rodríguez, ex viceministro de economía y ex rector de la Ucema -además de ex asesor de Javier Milei-, observó que el detalle importante es que en el mercado paralelo, el dólar minorista, el MEP y el «contado con liqui» están en sus valores históricos más altos.
«El mercado lo está logrando sin corridas cambiarias, un poco cada día. Creo interpretar que el Tesoro de Estados unidos no está impidiendo que esto pase, sino que ayuda a que lleguemos normalmente a las elecciones. El lunes será otro día muy diferente», argumenta.
La dolarización, cerca del techo
Y ahí es donde se está centrando el debate del mercado: el crucial «día después» de las elecciones. Y lo que algunos analistas afirman es que hay que mirar al mercado paralelo para ver cuál sería un tipo de cambio de equilibrio.
En un panorama en el que, salvo el gobierno, nadie cree posible la continuidad del esquema de banda de flotación, el valor del «contado con liqui» -el que se usa para dejar divisas depositadas fuera del país- llegó a los $1.613. Y es un nivel que muchos consideran un buen referente para el momento post electoral.
Después de todo, el influyente banco de inversión Morgan Stanley consideró que, en el mejor escenario electoral para Milei, el tipo de cambio se estabilizaría en $1.700 para diciembre. Ese precio es un 9% superior al techo de la banda de flotación de esa fecha, pero solo un 5% del valor actual del CCL.
En cuanto al pronóstico que puede inferirse de los contratos en el mercado de futuro, la expectativa de la cotización para diciembre es de $1.612 para el tipo de cambio oficial. Esto implicaría un salto relativamente pequeño, de $10 en la semana posterior a las elecciones, y un ajuste moderado de 7% en los dos meses siguientes.
Hay quienes argumentan que la alta dolarización llegó al punto de que queda muy poca liquidez como para que se pueda sostener la demanda de dólares por parte del público. Según las cifras oficiales, el 40% del M2 -el dinero transaccional- tomó cobertura en dólares, algo que los economistas sostienen que responde a una situación excepcional, y que no puede prolongarse sin que se produzca un quiebre en la cadena de pagos.
Pero es, en realidad, un debate interminable, porque hay muchas formas de medir la liquidez, dependiendo de si se considera sólo cuentas a la vista, depósitos a plazo fijo y bonos del Tesoro.
Lo cierto es que en apenas tres semanas hubo una fuerte caída en el volumen de depósitos en pesos, que bajó desde los $100 billones hasta $92 billones. Y, en contraste, los depósitos bancarios nominados en dólares subieron desde u$s34.000 millones hasta u$s35.133 millones.
¿El lunes puede caer el dólar?
Esas cifras, para algunos, son la antesala de una descompresión en el mercado -partiendo, claro, del supuesto de que Milei tendrá un resultado aceptable en la legislativa del domingo-.
«A partir del lunes veremos una andanada de ventas de dólares de los que apostaron a una devaluación pero tienen que seguir pagando sueldos, proveedores, tarjetas», pronosticó Antonio Aracre, el ex CEO de Syngenta que se ha erigido en uno de los principales defensores del plan económico.
Su argumento no se basa solamente en la situación política, sino además en una cuestión estacional: es típico que sobre fin de año las empresas vendan dólares por una mayor necesidad de liquidez, para pagar aguinaldos y saldar obligaciones financieras.
En la misma línea, Ariel Sbdar, fundador de la «fintech» Cocos, previó que pasadas las elecciones habrá un flujo vendedor de divisas. El financista compara el tipo de cambio actual con el previo a la elección provincial bonaerense de septiembre, en la que el peso estaba mucho más apreciado -$1.355 el viernes preelectoral- y observa que ahora no solo hay una moneda más devaluada, sino que el mercado está cubierto por la alta demanda de las últimas semanas.
«Ojo, porque si al Gobierno le va bien, la semana que viene vamos a decir ‘todos tenemos dólares y tenemos que gastar pesos’. Y en ese exceso de cobertura puede ocurrir que el gobierno tal vez no tenga que hacer nada con la banda y el dólar vaya para abajo», afirmó el financista.
También en este sentido hay antecedentes: tanto en la gestión de Caputo como en gobiernos anteriores, hubo momentos en los que se dejó subir al dólar y luego se favoreció una baja brusca, como forma de «castigo a la especulación».
Claro que también hay muchos en la vereda opuesta, que sostienen que la demanda por dólares no tiene límite cuando el mercado pierde la confianza en la capacidad del gobierno para mantener la estabilidad.
A pesar de los anuncios sobre asistencia con dólares frescos y recompra de deuda -algo que debería redundar en una baja de las tasas de interés-, hay indicadores que siguen jugando en contra. Por ejemplo, el saldo comercial de septiembre confirmó que la vocación dolarizadora no es solamente en billetes verdes, sino también en stock de mercaderías por parte de las empresas, con un récord de importaciones por u$s7.200 millones.
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ECONOMIA
La incertidumbre electoral llevó a los mercados a apostar a ciegas en lugar de invertir

Los inversores apuestan a ciegas. No hay ciencia que pueda predecir el resultado electoral del domingo y el mercado se transformó en un juego de azar. Sienten que no están invirtiendo, sino apostando y juegan a la moneda más fuerte. La incertidumbre no lleva a pensar en que hay chances para el resultado positivo.
En ambos casos, si apuestan al dólar o al peso, las que decidirán si pierden o ganan serán las urnas. Hoy los inversores están en manos de los electores y de un laberinto de situaciones que las encuestas no pueden descifrar como el presentismo electoral.
El temor no responde a la razón. Los bonos soberanos cuentan con fondos para ser pagados garantizados no solo por los dólares del FMI y de Estados Unidos, sino por el post positivo del día de Scott Bessent, el secretario del Tesoro norteamericano, que ayer cumplió con la cuota de buenas noticias diarias que hay que dar hasta las elecciones y posteó que no dejarán que haya “un estado fallido” en la Argentina. Si el emisor de dólares apoya, ¿por qué cubrirse con la moneda que en el futuro no debería faltar? Tal vez esa no sea la causa y sí que vean como inevitable una devaluación en la que están de acuerdo Estados Unidos y el FMI.
Lo cierto es que el Banco Central junto al Tesoro de Estados Unidos batallaron ayer en el Mercado Libre de Cambios donde se operaron USD 718 millones y el dólar mayorista se arrimó a la banda superior de $1.491,07 al cerrar a $1.490,50 o sea $15 (+1%) por encima del día anterior. El Tesoro norteamericano vendió alrededor de USD 300 millones, mientras el Banco Central intervino con USD 45 millones en el renglón del dólar MEP que amenazaba llegar a $1.600 y cerró en $1.591,57 con un alza de $39 (+2,5%). El contado con liquidación (CCL) subió $38 (+2,4%) a $1.607,69 y por primera vez se quiebra el techo de los $1.600. El dólar “blue” dio un salto de $40 (+2,7%) a $1.545.
El Banco Central aguardaba con una cuantiosa oferta en el máximo de $1,491 del mercado spot al que nunca llegó el dólar.
Lo que sucedió ayer en la plaza cambiaria resultaría una herejía hace pocos meses cuando el presidente Javier Milei predicaba que iba a ser comprador de dólares cuando bajara a $1.000. Jamás imaginó que los sucesivos errores políticos lo llevarían a este terreno, porque todo lo que sucedió después es responsabilidad de quienes diseñaron la política electoral. El castigo más grande fue triunfar en las legislativas de la Ciudad de Buenos Aires, donde debutó el armado del Triángulo de Hierro que, a partir de ese momento creyeron haber encontrado la fórmula del éxito que los animó a lanzar el slogan “Vamos a pintar el país de violeta”. La provincia de Buenos Aires le dio un enorme mensaje, “faltan pintores”. La derrota se pareció a una catástrofe con una onda expansiva que llega hasta el presente porque tras esa derrota vinieron las del Congreso donde perdieron por amplia mayoría todas las votaciones que complicaban al Gobierno mientras un grupo de legisladores propios formaban su propio bloque y el Pro votaba caóticamente.

Boris Roessler/dpa
Con listas que no se podían desarmar y que dejaban al descubierto errores como la candidatura de José Luis Espert en la provincia de Buenos Aires y la de la diputada Lorena Villaverde en Río Negro, ambos relacionados con causas del narcotráfico, se sintieron a la intemperie y trataron de reconstruir alianzas para llegar de la mejor manera posible. La idea de que el oficialismo iba a arrasar en el orden nacional hoy mutó en una esperanza de empate o alcanzar el 35% de los votos.
En estas líneas se resume el espanto de hoy de los inversores que buscan cubrirse en dólares a cualquier precio. Probablemente, tras las elecciones alguna devaluación los avale.
La consultora F2 que dirige Andrés Reschini señaló que “las tasas de retorno del tramo corto de la curva pesos se corrieron al alza rondando el 4,5% efectivo mensual y el CCL superó los $1.600 ante la presión de la demanda. Las tasas reales (ex ante) continúan próximas al 30% anualizado lo que puede significar una oportunidad para instrumentos ligados al CER, dado que difícilmente estos niveles puedan prolongarse mucho tiempo luego del 26 de octubre”.

El informe agrega que “con el mayorista tocando la banda superior el mercado de futuros ajustó al alza en toda la curva, pero deja algunas señales que invitan a pensar en que no proyecta una situación caótica para luego del domingo, al menos hasta ahora dado que:
1) El volumen de operaciones cayó por segunda rueda consecutiva y desde el pico de octubre de 2,14 millones de contratos registrados en A3 el 15 de octubre el volumen recortó a 837.474 contratos.
2) El interés abierto (IA) cerró con desarme neto por segunda rueda consecutiva de USD -37 millones luego de recortar 34 millones en la rueda previa.
3) Las cotizaciones apenas superan a las del 7 de septiembre cuando se registró el último récord, pero esta vez con el tipo de cambio contra la banda superior”.
A su vez, los bonos soberanos que tienen una paridad promedio de 56% y generan tasas de retorno atractivas sucumbieron y bajaron hasta 2% elevando el riesgo país alrededor de los 1.100 puntos básicos.
La Bolsa sigue endeble. El S&P Merval de las acciones líderes subió 1,2% en pesos, pero perdió 1,1% en dólares. Los papeles de mejor performance fueron IRSA (+4,2%) y Banco Supervielle (+3,8%).
La agonía seguirá hoy. La tensión es tan grande como la apuesta a una devaluación. Nunca los inversores se animaron a jugar fichas tan grandes contra un Gobierno que nunca retrocedió cuando tuvo que intervenir.
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