Las cartas están echadas. Lo que no se definió este miércoles en Avellaneda, se definirá en Luque, Asunción, en las oficinas de Conmebol, más temprano que tarde. Sin embargo, en la rosca, nadie se queda quieto.

Las esquirlas de los escandalosos incidentes en pleno Independiente-Universidad de Chile, por el partido de vuelta de los octavos de final de la Copa Sudamericana, se mantienen todavía punzantes en el Sur del Gran Buenos Aires. También en el corazón porteño. También en Santiago, detrás de la Cordillera.

Por estos pagos, todavía con heridas de batalla, muchos hinchas de la U (varios con antecedentes penales sobre su espalda), combinan el Azul con el morado y no ven la hora de recibir el alta para volver a casa. Algunos todavía pelean, pero ahora, entre la vida y la muerte.

En principio, los hinchas se quedaron sin fútbol. En el Libertadores de América, entre semana, cuando el partido se suspendió para siempre recién comenzado el segundo tiempo. Aunque pudo haber sucedido antes. También se quedarán sin fútbol este fin de semana. El Rojo, finalmente, postergó su juego ante Platense de la misma forma que en la capital trasandina, la U de Chile dejó para otro momento su duelo contra Everton de Viña del Mar.

Lo cierto es que, cuando ya ha pasado mucha sangre bajo el puente (Pueyrredón), los actores continúan buscándole la vuelta al asunto. El mano a mano ya no se da en la tribuna sino en los escritorios. Conferencia de prensa por acá, declaraciones por allá, y posteos de todos los colores en las redes sociales.

En las primeras horas de este sábado, quien volvió a decir presente desde lo institucional fue Independiente. Después de los incidentes había insinuado una toma de posición desde sus cuentas aunque de manera muy formal. Esta vez, ya en formato de video, apeló a otra cosa.

Con una voz en off femenina, se dedicó más a una suerte de explicación e interpretación de los hechos, en un mensaje sentido y acusatorio, que a un frío comunicado en tono administrativo. A un decir para cumplir.

Fue contundente sin perder autocrítica. Justificó reacciones, las lamentó y las atacó, pero resaltando explícitamente que llegaron por un accionar delictivo de los chilenos. Un texto con una clara direccionalidad: señalar a la barra trasandina como responsable máximo de lo sucedido en Avellaneda.

“El 20 de agosto de 2025 quedará marcado como uno de los días más tristes y oscuros en la historia del fútbol argentino y continental.

Lo que se vivió en el estadio de Independiente es algo que jamás pensamos que podríamos vivir. Una noche que debía ser de fútbol terminó convertida en una pesadilla.

Los incidentes comenzaron cuando la parcialidad de la Universidad de Chile sembró la violencia que luego se multiplicó. Destruyeron cámaras de seguridad, amenazaron y agredieron a trabajadores, arrasaron con las instalaciones, rompieron los baños y utilizaron los escombros como armas. Piedras, proyectiles y bombas fueron lanzados contra hombres, mujeres y niños que habían ido a alentar a Independiente. El estadio fue atacado con una brutalidad sin precedentes.

Durante el primer tiempo se solicitó la suspensión del encuentro, pero el partido siguió a pesar de la violencia en la Tribuna Sur Alta. Los desmanes de un ataque cobarde y planificado nunca se frenaron. Independiente quedó solo, como tantas otras veces donde hinchas del fútbol argentino quedaron solos en las canchas propias y ajenas.

A pesar de que durante tres horas nuestros socios e hinchas sufrieron ataques con piedras y pirotecnia, responder con la misma moneda no puede ser una opción. Por eso nos estamos encargando de identificar a estos delincuentes que se esconden detrás de un escudo, para expulsarlos como socios y solicitar que nunca más pisen una cancha de fútbol. Ya estamos colaborando con la justicia para lograrlo.

Lo que debía ser una fiesta del fútbol se transformó en caos y miedo. Hubo agresiones, hubo heridos y hubo dolor. También hubo dignidad, hubo socios y socias que se ayudaron entre sí, desconocidos, que se protegían mutuamente de los escombros y las butacas que caían cobardemente desde la tribuna. Hubo médicos, socorristas y empleados que actuaron de inmediato para asistir a cada lesionado.

El 20 de agosto quedará como uno de los días más tristes de la historia del fútbol argentino y sudamericano. Pero será una oportunidad para que de acá en adelante, nunca más un hincha argentino, sin importar el color de su camiseta, vuelva a quedar a merced de los violentos”.