La regla de este River más equilibrado y altamente comprensivo de sus limitaciones tuvo en Enzo Díaz a su preocupante excepción: el lateral izquierdo que llegó a Núñez hace casi 19 meses hasta aquí no pudo contagiarse del efecto MG.

Aunque su declive -y las críticas que despertó- comenzó mucho antes de que pudiera ser pronosticada la vuelta del Muñeco, que su performance continúe en una pendiente negativa lo perjudica mucho más con la estructura de plantel que posee: el deté no goza de demasiadas variantes de jerarquía en su puesto.

Gallardo cuenta sólo con el ex Agropecuario y Talleres y con Milton Casco para desempeñar ese rol en el torneo/ambición: la Libertadores. Que Franco Carboni, refuerzo heredado de la gestión Demichelis, no haya sido parte de la actualización de la lista de buena fe es una señal clara de que no entra entre sus prioridades.

En ese contexto, y cuando a los 28 años debería empezar a ratificar las experiencias auspiciosas que figuran en su CV, Enzo Díaz está atravesando una severa crisis de confianza que lo encorseta.

Que lo lleva a perder u obsequiar pelotas por pases mal ejecutados a corta distancia. Que lo nubla y lo hace pasar la mitad de la cancha sin la convicción de su primer semestre en Núñez, cuando no sólo avanzaba con prepotencia física -una de sus grandes virtudes, poco explotadas en este último año calendario- sino que además aportaba centros a favor de los delanteros.

Rehabilitar a Díaz (de 26 partidos como titular en 2024) es un desafío para Gallardo. Sobre todo porque si lo consigue recuperará a un alfil del corte de sus antiguos grandes laterales. Deberá incorporar, por caso, el rigor de Vangioni, la contracción táctica de su cumpa Casco (para el Muñeco, ya reservado a un rol más conservador por lógica etaria) y ese vértigo que destacó a Saracchi o Angileri y permitía que el juego se compensara entre bandas.

El recordado gol de Enzo Díaz a Boca en la Bombonera

Es un reto en sí dentro de un masterplan que llevará tiempo en consolidarse. Y que incluye, también, trabajar con un Rodrigo Villagra aún en los talleres, con un Pablo Solari que pronunció su bajón de nivel. Y también con un histórico como Armani, preso de las fluctuaciones que mostró en el último tiempo, especialmente para manejar el área en las pelotas aéreas cruzadas.

Darles un giro de hasta 180° a esas flechas de PlayStation hoy inclinadas hacia el Sur, con Enzo como un arduo desafío. Ese es un Norte para Gallardo.