Los que venían siguiendo las ligas europeas y la argentina, y copas del primer mundo y Conmebol, más de una vez habrán pensado: que Boca y River ni vayan a Estados Unidos, será un papelón. La mirada ilusionada advertía: quién sabe si les importa a esos tanques de Europa este nuevo torneo.

Bueno, los que vieron los debuts de Bayern y PSG se pueden ir desarmando de ese consuelo. De entrada, todo indica que se lo toman bien en serio.

Pero se habla de Boca y River, de la competitividad típica del futbolista argentino. Hablamos de expectativas y esperanzas y, sobre todo, hablamos de fútbol: todo puede pasar.

A primer ojo, el sorteo de grupos se la puso a Boca bien difícil. Tiene a uno de los equipos más flojos del torneo, pero se lo encontrará después de tener que atravesar a dos pesados del Viejo Mundo. Bayern parece a una distancia sideral, y -en el pronóstico- el partido de este lunes es clave para empezar a pelearle la otra plaza de octavos a Benfica.

Los portugueses de Di María y Otamendi llegaron a octavos de la Champions y fueron subcampeones de su país, y están en ese segundo orden de Europa que se ve por encima del primero de América, pero no tan lejos. Si en sus pocos días de trabajo Miguel Russo consigue darle a Boca la solidez que no tuvo en el semestre, las chances crecen. La condición de no ser favorito, inusual para la envergadura de Boca, en este caso disminuye la presión de la obligación.

River tiene al Inter, uno de esos pesados, subcampeón del continente, pero se vislumbran más accesibles Monterrey y Urawa. Aunque su estilo más arriesgado y su debilidad defensiva lo complican con cualquiera, para el equipo de Gallardo, no pasar de los grupos haría más ruido.

Llegar o no a octavos parece una medida del lugar de ambos en el mundo. Pero son River y Boca: competir con fiereza y dignidad será irrenunciable.

Seguramente no era el debut que esperaba en el Mundial de Clubes. Es que el Porto del argentino Martín Anselmi no pudo exponer las diferencias que se suponen que hay entre los equipos europeos y los sudamericanos, he incluso por momentos la pasó mal y hasta pudo haberse quedado sin nada. “Nosotros tuvimos nuestras chances y ellos también”, reconoció en el inicio de la charla con Dazn, apenas terminado el encuentro.

Luego de una más que interesante trayectoria en Chile, Ecuador y México, con apenas 39 años llegó a uno de los equipos más importantes del fútbol portugués a principios de este año y terminó la temporada en la tercera posición, detrás de Sporting Lisboa que se consagró campeón y de Benfica de Di María y Otamendi.

Obviamente, el entrenador argentino ahora afronta un gran desafío como lo es el Mundial de Clubes pero su primera presentación no terminó de convencer. Aunque él se fue conforme con lo que vio. “Me gustó el partido, fue muy disputado e intenso, a la altura de esta competición”, aseguró.

Claro que el empate no es tan mal resultado, teniendo en cuenta que el otro encuentro del grupo, que funcionó como partido inaugural del torneo, también fue una parda sin goles entre el Inter Miami de Messi y Al-Ahly de Egipto.

“Por momentos dominamos el juego y fuimos en busca del resultado”, arrancó con su análisis Anselmi. Sin embargo, luego no se sonrojó en reconocer lo positivo que mostraron los brasileños que comanda Abel Ferreira: “Después ellos, con los cambios, metieron piernas frescas y nos empujaron contra nuestra valla”.

Para el entrenador argentino “fue justo el resultado” que logró en el debut y ahora ya piensa en lo que viene por delante: el duelo del jueves (a las 16) contra el Inter Miami. Por su parte, ese mismo día pero unas horas antes (a las 13), Palmeiras se cruzará con el equipo egipcio.

Y llegó. Ganó el primero de los nuestros: Botafogo venció 2-1 al Seattle Sounders y se convirtió en el primer equipo sudamericano en sumar de a tres en este Mundial de Clubes. Aunque por momentos sufrió ante el buen juego del conjunto estadounidense, el equipo carioca fue efectivo, golpeó en los momentos clave y dejó en claro que los equipos sudamericanos tiene con qué soñar en este torneo.

Desde el arranque, Botafogo salió con determinación, generó dos llegadas claras en los primeros 13 minutos y se plantó en campo rival con presión alta, movilidad y actitud ofensiva. Seattle, en cambio, apostó por el orden defensivo y la espera del contragolpe salvador.

Y por poco le funciona. Su única llegada real de peligro en el primer tiempo vino de una acción individual de Jesús Ferreira, que enganchó y sacó un remate enroscado apenas desviado. Fue una muestra de que podían hacer daño, pero la diferencia la terminaron marcando los detalles… y la jerarquía.

El primer golpe carioca llegó desde la pelota parada. Una falta innecesaria del Seattle en la puerta del área terminó en un centro quirúrgico de Alex Telles al corazón del área, donde Matheus Cunha ganó por arriba y firmó el 1-0. Un gol que llegó cuando más lo necesitaba Botafogo y que desnudó las falencias del rival.

Con la ventaja, el conjunto brasileño bajó revoluciones, pero nunca la concentración. Sin acelerar más de la cuenta, eligió el momento justo para volver a golpear: otro centro, otro cabezazo, esta vez de Igor Jesús, potente y certero, para el 2-0 justo antes del descanso. Botafogo no necesitó dominar el trámite, sino los momentos.

En la segunda parte, Seattle cambió la cara. Mostró coraje, tenencia y variantes ofensivas. Se adueñó del balón, obligó a Botafogo a replegarse y mantuvo viva la esperanza hasta que, a quince del final, Roldan sacó un disparo desde afuera que se desvió en un defensor y se convirtió en el descuento. El gol reanimó al equipo estadounidense y encendió el cierre del partido: si bien no le alcanzó para empatarlo, su buen rendimiento encendió el cierre de un partido muy entretenido.

El triunfo deja buenas sensaciones, pero también tareas pendientes. Botafogo dio una muestra de carácter y efectividad, aunque el retroceso defensivo y el desgaste en el segundo tiempo expusieron algunas debilidades que podrían costar más caro ante rivales de mayor jerarquía. Ganó, sí, pero deberá seguir puliendo su juego si quiere ser protagonista hasta el final del torneo. El camino recién empieza.